—¡¿Quién te está ayudando, cabrón?! —Scott lo cogió del cuello y lo hizo levitar casi un palmo del suelo. A Alan, o sea lo que fuere, no hizo falta invocar a nadie ni a nada para elevarse contra el techo. Solo las correas lo mantenían cerca del suelo.
—Tranquilo. Tranquilo. Ya te lo dije. Ella es la que me abre la puerta cada noche.
Su aliento era lo más cercano a lo fétido.
—¿Sí? ¿Y entonces cómo te explicas que esta mañana se haya entregado una mujer en mi comisaria argumentando que ella es la asesina de los puñeteros rosarios?
—No menciones esas palabras delante de mí.
—¿El qué?
—Eso.
—Maldito hijo de puta. ¿Ahora te dan miedo las cosas de Dios? Bueno, eso no es precisamente de Dios. Eso es pagano, pero es un signo religioso. Pero ¿qué mierda de loco estás hecho? ¿Sabes una cosa? Esta mañana será la última vez que vea tu asquerosa cara. Me iré por ahí. —Scott señaló la puerta y continuó—. Y no volveré nunca más. Ya la tengo. Tengo a la asesina en serie. Es una pirada como tú. Tuvimos una charla.
—¿Sí? Me alegro. Tus días están tocando a su fin.
—¿Me amenazas?
—No.
—Arrgghhhh. —El grito fue absorbido por las paredes insonoras como quien mastica la comida en silencio en mitad de un restaurante donde solo van los ricos.
Después de esto dejó de forcejear y Alan regresó a su colchón, concretamente al borde del mismo. Desde donde siempre estuvo esperándole como un payaso mal maquillado.
—No desesperes, Scott. Falta poco. —Y Alan soltó una carcajada inhumana, hostil y ronca al mismo tiempo.
Para Scott ya no era más que escoria. Le había estado engañando todo el tiempo, o eso creía, porque una parte de él necesitaba respuestas. ¿Cómo conocía todos los detalles de los crímenes? ¿Cómo conocía a SOBERBIA? ¿Por qué coincidían las huellas? Todas y cada una de esas preguntas eran un tormento para un teniente decaído, desconcertado y perdido.
Se volvió hacia la puerta, tocó en la ventanilla y, cuando esta se abrió, desapareció tras la figura del enfermero. Esta vez había dos. Uno de ellos, un mastodonte de dos metros de altura.