HAY UN NOMBRE PARA LO QUE SIENTO

¿Cómo puede ser que Rodrigo haya cometido un error tan torpe? ¿Romper conmigo? ¿En serio? De repente me dijo que era hora de un cambio y que tuviera un lindo verano. ¿De verdad? ¿Después de que yo había hecho planes para que hiciéramos todo juntos? Me quedé callada y no hice ningún drama, para que se diera cuenta de que tenía una novia perfecta y volviera conmigo. Sólo necesitaba tiempo para recordarme: siempre tomándolo de la mano, haciendo mi tarea en las gradas mientras el terminaba con el entrenamiento de baloncesto, buscándolo en la cafetería para comer juntos, poniéndo notitas adentro de su casillero sólo para decirle Te quiero.

El día después de que rompimos, ideé el plan perfecto para hacerlo cambiar de opinión.

Iban a celebrarse dos bodas en un mismo día. Mi prima Aida había conocido a Tomás en la facultad de leyes y se iban a casar dos semanas después del sábado. Pero el hermano mayor de Rodrigo, Andre, también se iba a casar. Si iba a la boda de Andre y Verónica, tendría el escenario romántico que necesitaba para volver con Rodrigo.

El día de la boda había un caos total en mi casa. Mi papá iba saliendo tarde para el trabajo y mi mamá intentaba ayudarnos a todos a vestirnos. Decidí hablar justo en medio de toda la conmoción. Siempre era más fácil conseguir lo que quería de Mamá cuando ella estaba demasiado ocupada para pensar. Se veía cansada y con la cara mojada de transpiración cuando la arrinconé en el pasillo para contarle mi plan.

—¿Para qué quieres ir a esa fiesta, Lucinda? —preguntó Mamá. Tenía las camisas blancas de mis hermanitos en las manos, cada una ya limpia y bien planchada.

—Mamá, ya te dije que me invitaron —dije—. Debo ir.

Frunció el ceño mientras me respondió —¿Y qué va a pasar con Aida y Tomás? Ella es tu prima. Me preguntarán “¿Dónde está Lucinda?” ¿Qué les voy a responder?

Suspiré. Mamá era tan predecible. No era difícil hacer planes si siempre sabías lo que iba a decir. —Mamá, de verdad no es gran cosa. Con tanta familia allí, ¡nadie me echará de menos!

Pensó en algo más. —¿Cómo vas a ir? Todos nosotros iremos a la boda de Aida.

Yo ya tenía lista una respuesta. —No hay problema, Mamá. Andre y Verónica se van a casar en la universidad. La boda de Aida será en San Judas. Están a menos de dos millas de distancia una de la otra. Pedro me puede llevar. En todo caso no hace más que estudiar. —Había repasado cada detalle en mi mente, hasta había consultado un mapa. Tenía todas las respuestas listas. Tal vez yo debería ser la próxima en ir a la escuela de leyes.

Mamá me observó con el ceño levemente fruncido otra vez. Luego asintió y dijo —Ve si quieres. Le diré a Pedro que te dé un aventón. —Se alejó llamando a mi hermana y a mis hermanitos para que vinieran a cambiarse de ropa para la boda. Era maravilloso ser parte de una familia grande. ¿Quién se daría cuenta si yo no estaba allí?

Me vestí temprano para que Pedro me llevara a la universidad a la boda de Andre y Verónica. Desde que mi primo se vino a vivir a nuestra casa para terminar la universidad, jamás se quejaba de tener que llevarme a ningún lado. Me gustaba su forma de ser tan callado. Cuando nos subimos al auto, me preguntó —¿Por qué vas a la boda de otra familia, Lucy?

—¿Por qué no? Me invitaron. —Buena respuesta, pensé.

Se encogió de hombros y prendió el motor. Estaba tan orgullosa de mí misma. Todo se estaba dando exactamente como lo había planeado.

—Pasa por mí como a las cinco —le dije a Pedro antes de bajarme del auto enfrente de la capilla de la universidad. Me alisé el vestido azul con las manos y corrí por los escalones.

Entré a la capilla. La ceremonia ya había empezado. Discretamente encontré un asiento en el lado del novio. Inmediatamente, busqué a Rodrigo. En la banca de enfrente vi a sus papás, luego a su hermana mayor y a su esposo con su hijita Sally. Le estaba sonriendo a Rodrigo, quien llevaba un esmoquin negro.

Lucía tan guapo como cuando fue mi chambelán en mi quinceañera. Recuerdo que me dio tres rosas rosas. Tan romántico. Después, cuando bailamos, le dije —Apenas tenemos quince, pero sé que siempre estaremos juntos.

Esa noche no dejó de besarme y aceptar todo lo que le decía.

Por eso había hecho lo correcto en ir a esta boda. Y cuando Rodrigo me viera, volvería a estar de acuerdo conmigo.

Esperé hasta que terminó la ceremonia y vi al cortejo nupcial tomarse docenas de fotos frente al altar. Luego bajé por uno de los pasillos laterales. A las primeras personas que saludé fue a Andre y a Verónica. Estaban abrazando a todos, y Verónica hasta me dijo —Qué bueno que viniste.

Luego volteé a ver a los papás de Rodrigo. Los señores Almaraz no me abrazaron, y ambos parecían confundidos cuando me vieron. Empecé a decir —Felicidades —pero otras dos señoras los distrajeron. No me importó. En todo caso sería mejor hablar con ellos con Rodrigo a mi lado. Le di la mano a la hermana mayor de Rodrigo y a su esposo. Saludé a Sally quien me sonrió.

Sentí un millón de mariposas en el estómago cuando los ojos de Rodrigo y los míos por fin se encontraron. Se pasó los dedos por su oscuro cabello y movió la cabeza. Inmediatamente me dio la espalda y salió por una puerta lateral. ¿Qué pasó? Y ¡ahí caí en cuenta!

Siempre era tímido con las personas extrañas, y esta boda estaba repleta de ellas. No había problema. Encontraría la forma de que estuviéramos solos. Todos atravesaron el jardín hacia un edificio blanco decorado para la recepción de la boda, y yo los seguí. Adentro encontré el baño de mujeres y entré para ver cómo me veía. Me había puesto el vestido favorito de Rodrigo, el azul con ribete plateado. Mi pelo largo estaba rizado y brillaba. Me veía muy bien. Cuando salí a buscarlo, estaba lista para decirle “Todos cometemos errores. Te quiero. Volvamos”.

Estaba sentado solo cerca de las ventanas que daban sobre el balcón. ¿Había escogido el lugar más romántico del salón sólo para nosotros? Le sonreí con una sonrisa grande, una sonrisa que sabía terminaría en el mejor beso de nuestras vidas.

Levantó la vista cuando aparecí, pero no se paró. Movió la cabeza y dijo —¿Qué estás haciendo aquí, Lucy?

Yo ya había repasado esta conversación en mi mente cientos de veces. Estaba lista para este momento. —Me invitaron, Rodrigo. Planeábamos venir a la boda juntos, ¿te acuerdas?

—Eso fue antes de que rompiéramos. —Levantó una ceja y dijo— ¿Qué si hubiera traído a otra chica?

Me reí como si eso fuera la tontería más grande del mundo. —Pero no lo hiciste. Y yo estoy aquí. ¿No estás contento de que viniera?

—No, no lo estoy —Rodrigo la miró con desdén—. Rompí contigo. ¿No entiendes? —se enderezó en la silla, sus labios apenas se movieron cuando dijo— No te quiero aquí, Lucy. Vete. Eres patética.

No podía respirar. Todos mis planes, mis respuestas perfectas, quedaron sofocados con el shock y la tristeza. Di un paso atrás y sentí que me temblaban las rodillas. Vi a mi alrededor un salón lleno de gente; sin embargo, jamás me había sentido tan sola en mi vida.

Rodrigo se levantó y se acercó a Andre y a Verónica. Estaban parados recibiendo a la gente y saludaban a sus invitados como lo haría cualquier pareja feliz.

Apenas si les sonreí. Y deseaba que cualquier persona que me viera tropezar hacia la puerta no estuviera pensando qué está haciendo ella aquí.

Me senté sola en los escalones de cemento afuera de la capilla. Rodrigo me había dicho que era patética. ¿Cómo pudo haberme dicho eso? Quería llorar, pero arruinaría mi maquillaje y en verdad me vería patética. Me puse a pensar en el verano. Las cosas que podría hacer con mis amigos, cosas que podría hacer con mi familia. Por lo menos tendría tres meses antes de tener que volver a ver a Rodrigo en la escuela.

Sólo miré mi reloj una vez antes de que Pedro apareciera en su carro. ¿Cómo era posible? Sentía demasiada vergüenza para llamarlo y pedirle un aventón. Pensé que no llegaría hasta por lo menos en una hora.

Me senté en el asiento de enfrente y dije —Llegaste antes.

—Tu mamá me dijo que era probable que terminaras antes lo que pensabas.

Me asomé por la ventana, me sentía triste y estúpida. En la boda de Aida, Mamá me estaría esperando con un gran Te lo dije.

Cuando Pedro y yo entramos a la otra recepción, de repente me sentí feliz de ver a gente conocida. A Pedro se lo llevaron unas primas de Guadalajara. Me quedé ahí parada por un segundo hasta que Papá pasó cerca de mí y me dijo —Qué bueno que ya volviste, mi’jita. Cuando la banda toque una polquita, bailamos, ¿sí? —Llevaba dos vasos de plástico con cerveza en las manos.

Mis abuelos me saludaron con la mano, estaban sentados con mis hermanitos. Y luego Aida vino hacia mí. Lucía increíble en su vestido bordado y velo suelto. Me dio un abrazo fuerte y dijo —Ay, ¿sabes adónde se fue mi nuevo esposo? ¿Lo viste, prima?

Cuando llegué a la mesa de mi familia, mis hermanitos estaban felices de decirme que no me había perdido la mejor parte, el pastel.

Por fin vi a Mamá. Llevaba un plato de carne deshebrada, arroz, frijoles y pepinillos. Puso el plato sobre la mesa y volteó hacia mí. Con el maquillaje y el pelo arreglado en un peinado, se veía hermosa. Pero si se lo decía ahora pensaría que estaba tratando salirme con la mía. Contuve la respiración, esperando que él te lo dije fuera rápido.

Inclinó un poco la cabeza cuando dijo —¿Cómo te fue con Rodrigo?

Abrí los ojos bien grandes. Había estado pensando todo el tiempo que Mamá era tan predecible, cuando era yo quien había cometido el mismo error que cometen otras chicas. Ya habían pasado más de dos semanas, y aún no había querido enfrentar la realidad. No puedes obligar a un chico a que te quiera.

Un sabor amargo se me arremolinó en la boca antes de decir —Fue un verdadero desastre, Mamá. Rodrigo no me quería en la boda. Y yo no tenía nada que hacer ahí.

Mamá me pasó un brazo por los hombros y me apretó hacia ella. —Aquí tienes tu lugar, Lucinda. Me alegro de que estés aquí ahora. Tu tía Lupe me pidió que sirviera el pastel en veinte minutos. ¿Me vas a ayudar, verdad?

Asentí y de repente abracé más fuerte a Mamá. Hay un nombre para esta sensación de cuando suceden dos cosas a la vez: una buena y una mala, pero lo recordaré después.

Por ahora disfrutaré de la fiesta y comeré pastel con mi familia.