Las personas nos solemos poner de acuerdo en pocas cosas. ¡Qué le vamos a hacer!
Nos gusta llevarnos la contraria y enredarnos en disquisiciones más o menos intrascendentes. Es un rasgo que forma parte de nuestro carácter inquieto y social. Al fin y al cabo, un poco de discusión amistosa siempre aporta un poco de sal a la vida. Sin embargo, existen algunas excepciones a esta regla, unos pocos temas acerca de los cuales no hay debate posible porque el consenso es prácticamente generalizado. Una de esas cuestiones es la admiración que sentimos por un jugador de tenis, don Rafael Nadal, Rafa para todos sus desconocidos seguidores a nivel mundial.
¿Y toda esa admiración compartida a qué se debe?
No, no sólo a que sea un «ganador» —«gladiador», le han llamado muchos periodistas deportivos—, o como diría Toni Nadal, intentando quitarle importancia a lo que hace su sobrino, al hecho de ser uno de los mejores del mundo pasando bolas. Sino más bien debido a todos esos otros elementos de su carácter personal y deportivo, que nos cuentan Juan Carlos y Leonor en este libro que ahora estás leyendo y de los que tanto podemos aprender.
Dado que yo también formo parte de esa legión de seguidores que se sienten orgullosos de tener a este gran campeón entre nuestros paisanos, y porque, además, se da el caso de que tengo una estrecha relación personal y profesional con su tío y entrenador durante la mayor parte de su carrera, mi querido y admirado Toni Nadal, me produjo una enorme alegría, y una no menos gran carga de responsabilidad —no lo voy a ocultar—, que otro gran amigo, como es Juan Carlos Cubeiro, y su compañera de viaje en esta aventura literaria, Leonor Gallardo, me pidieran que escribiera el prólogo para Nadalízate, texto que ahora tienes entre tus manos.
Estoy convencido de que si no existiera Rafael Nadal, habría que inventarlo, por el bien de la humanidad. Y no, no exagero.
Su figura, presente en el imaginario colectivo desde hace ya más de dos décadas, ejerce sobre su entorno una influencia positiva relevante y es ejemplo para muchas personas y profesionales, con independencia de que sean o no aficionados al tenis. Y es que el consenso al que hacía referencia en las primeras líneas de este prólogo no es fruto de la casualidad, sino de un modo de ser en la pista y fuera de ella. Hay muchas razones para esa unanimidad en la pasión por Nadal, razones que están muy bien relatadas y son la esencia de este libro.
¿Por qué nos fascina tanto Rafael Nadal?
Unos pueden pensar que son su carisma, su sencillez y su espontaneidad lo que hace que caiga simpático a todo el mundo. Bueno, no cabe duda de que la personalidad del múltiple campeón de Roland Garros y tantos otros torneos agrada a una gran cantidad de personas, seguramente porque, aunque no se le conozca personalmente, en sus apariciones públicas, en sus entrevistas y, sobre todo, en su comportamiento durante los partidos y en el modo en que se conduce y trata a rivales, recogepelotas, árbitros, público y, en general, a todas las personas con las que le vemos interactuar, transmite una serie de valores con los que resulta fácil sentirse identificado. Valores como la humildad, el respeto, el tesón, el esfuerzo, el sacrificio o la resiliencia, entre muchos otros que le ayudan, de una forma u otra, a superar las dificultades y generar una imagen de sí mismo nada frecuente. Un tipo educado y simpático que siempre sabe estar a la altura de las circunstancias, que tiene la palabra justa ante cualquier situación, al que la mayoría de nosotros estaríamos encantados de invitar a cenar a nuestra casa. Incluso aquellos que no sienten una especial afinidad hacia la persona es muy probable que sí admiren al deportista y que sigan sus éxitos en la distancia con el mismo interés y con el íntimo orgullo de ser unos nadalistas más.
¿Cuál es el secreto para que gente de toda condición, ya sea política, de zonas rurales y de grandes ciudades, jóvenes y veteranos, amantes del tenis y personas que nunca han conseguido entender por qué en el tanteo del juego se pasa del 15 al 30 y de ahí al 40, comparta esa devoción por Rafael Nadal?
Una primera posible explicación para esta compartida devoción por el manacorí es de carácter resultadista: Nadal gana. Punto. En su deporte, el tenis, es uno de los jugadores que más veces lo hace. Tan sólo en lo que se refiere a los Grand Slam, (al menos hasta el cierre de estas líneas, a mediados de noviembre del año 2022), directamente el que más: veintidós títulos contra veintiuno de Djokovic.
Sí, las estadísticas son claras. Nadal es un ganador como la copa de un pino, y si no lo fuera, si no tuviera ese impresionante palmarés de victorias en su carrera, no sería ni de lejos tan conocido ni tan reconocido socialmente como lo es hoy. El héroe victorioso que prevalece y triunfa sobre sus rivales superando todo tipo de dificultades es una figura mítica y un clásico de la literatura de todos los tiempos. Un arquetipo universal que engancha, una tendencia a la que resulta sencillo unirse.
A todos nos gusta saborear el dulce sabor de la victoria en la vida profesional, así como el reconocimiento a nivel personal. Por esa razón, cada vez que el balear levanta un trofeo, todos nos sentimos en cierta medida partícipes de su éxito y mordemos junto a él un pedacito de esa copa. En el caso del tenista español, además, la victoria ha devenido en un hábito renovado a través de los años, una costumbre que repite con una constancia que no deja de sorprender y con la que nos recuerda que, por mucho que las cosas parezcan torcerse o llegar a su inevitable final —Nadal se retirará de las pistas tarde o temprano—, la posibilidad de conseguir los objetivos siempre está viva, hasta el último punto, persiguiéndolo con ilusión, técnica y perseverancia, entre otras competencias y actitudes que en este libro tan bien se nos exponen.
La capacidad de conseguir victorias de Rafa Nadal parece inagotable, y también lo es su habilidad para reinventarse, mejorar y superar todo tipo de obstáculos, ya sean lesiones, el paso de los años, los cambios de pista, las nuevas bolas que cada vez corren más rápidas, la impetuosa irrupción de nuevos rivales más jóvenes o la tenaz resistencia de sus oponentes de siempre, los otros integrantes de ese legendario Big Three que forma junto a Roger Federer y Novak Djokovic y que quedará para la historia del tenis.
Ahora bien, una vez reconocida su capacidad para ser un ganador de forma mantenida a través de los años, debo reconocer que a mí personalmente me interesa mucho aprender del Nadal que sabe enfrentarse a la derrota. Las lecciones que de ahí podemos extraer son definitivamente lecciones de vida: humildad, aprendizaje infinito, mejora continua, visión repetida de la jugada, no rendirse, resiliencia, reconocimiento del rival...
Nadal ha perdido partidos que parecían ganados antes de salir a la pista, a veces por inoportunos problemas físicos, otras veces porque no fue su mejor día. Y también en alguna ocasión porque fue literalmente barrido de la pista por un adversario que jugó mucho mejor que él. Ha caído en dolorosas finales, desperdiciado ocasiones que le habrían permitido mejorar sus estadísticas y acelerar esa frenética carrera por ser el mejor tenista de la historia. Ha sido apeado de torneos a las primeras de cambio por semidesconocidos que en condiciones normales no deberían haberle supuesto ninguna dificultad. Este Nadal, del que se habla menos, también existe, y de este Rafa también debemos aprender, y mucho.
Una de las lecciones para mí más interesantes del espíritu nadalizante es, sin ninguna duda, cómo Rafael se enfrenta a la adversidad, cómo ha sido preparado, principalmente por su tío Toni, para enfrentarse a los momentos en los que uno no da lo mejor de sí mismo, porque no se lo permiten o, sencillamente, porque debe enfrentarse a cualquier tipo de dificultad física o mental. Eso sí, aprendamos de Rafael a no quedarnos pegados a la adversidad, encadenados a ella, sino a saber vivirla, cuando toca, y a saber superarla. Un famoso proverbio nos enseña que «La prosperidad muestra a los dichosos, pero es la adversidad la que revela a los grandes».
Y en esto, como en otras cualidades, Rafael Nadal es un grande.
Quienes seguimos a Nadal, hemos vivido y sufrido junto a él esas derrotas en directo por televisión o se nos ha encogido un poco el corazón al enterarnos más tarde de ellas en la radio o en los periódicos. Y hemos sentido una decepción parecida a la suya. Pero no por ello ha disminuido un ápice nuestra admiración por él. Al contrario, se diría que nuestro alineamiento con el nadalismo se ha redoblado. Soy de la opinión de que el mito de Rafa se ha levantado sobre sus victorias, pero se ha asentado y fortalecido hasta hacerlo de roca y acero en las derrotas. Tal vez porque quienes somos simples mortales sabemos mucho más de derrotas, errores y fracasos que de victorias.
Constatar que nuestro héroe no sólo es capaz de digerir los reveses del tenis y de la vida como cualquier hijo de vecino, sino que sabe transformarlos en combustible para afrontar nuevos desafíos, lo humaniza y resulta altamente inspirador para los demás.
Ésa es para mí la clave de todo. Que, por mucho que las siempre grandilocuentes portadas de los diarios deportivos se empeñen en pintarnos a Nadal como un ser sobrenatural o de otra galaxia, en el fondo intuimos que, con todo lo excepcional que es, no deja de ser un chaval de Manacor, un tipo normal que ha logrado cosas extraordinarias no porque haya sido tocado por una varita mágica —que algo sí le habrá tocado—, sino porque a esas incuestionables condiciones innatas suyas ha agregado una disciplina de trabajo que se ha basado, de forma sencilla, en cinco puntos clave: el primero, ser dueño de su propia carrera profesional, no dejar esa responsabilidad en manos de nadie, ni de su equipo, ni de su entrenador ni mucho menos de lo que los contrarios hagan.
Un segundo axioma sería que su filosofía de vida, profesional y personal están interpretando la misma sinfonía, es decir, tocan al unísono. Rafa es lo que es, en la pista y fuera de ella. Y lo demuestra cada día; su forma de actuar, la que expone cada vez que sale a una pista, o en cualquier entreno, tiene más poder que sus palabras. Es una persona de «hacer», más que de «decir». Es con su hacer con lo que nos da grandes lecciones.
El tercero es que ha dado mucha importancia a labrar un determinado carácter a lo largo de toda su vida, lo ha entrenado con la misma fuerza y repetición con la que entrena una derecha liftada. Nadalízate, este libro tan sabio en el modo de explicarlo, nos ofrece una buenísima tesis sobre ello.
El cuarto, su moral. Su forma de enfrentarse a la vida, saber separar lo que verdaderamente importa de lo que no. Y cómo esa moral, esa forma de ser y hacer, la expande con gran influencia a toda la humanidad.
El quinto, el talento. Cómo lo trabaja, cómo lo reinventa, cómo lo cuestiona. En esto último, mi querido amigo Juan Carlos Cubeiro, autor de este texto, es un gran experto con mucho que decir.
¿Significa esto que todos podemos ser Rafa Nadal y ganar veintidós figurados Grand Slam en aquello a lo que nos dediquemos? No, pero sí estoy convencido, como los autores de este espléndido libro, de que hay algo de Rafa Nadal en cada uno de nosotros y de que es decisión nuestra si lo dejamos dormir en nuestro interior para siempre o si lo activamos para averiguar hasta dónde puede conducirnos en la persecución de nuestros sueños.
Compararse a uno mismo con Rafa Nadal es siempre entrar en un terreno resbaladizo, porque sus logros son tan apabullantes que suelen dejar los de cualquier otra persona en dimensiones microscópicas. «Me estás hablando de un talento fuera de este mundo», me argumentan a la defensiva cuando nombro a Rafael como ejemplo de algo. Y es cierto que el talento de Nadal, en todas sus dimensiones, es difícil de igualar. Ahora bien, no conviene olvidar que Rafael es también de este mundo.
De hecho, su «secreto», entre comillas, no podría ser más mundano, más cercano ni accesible a todos nosotros: se ha alimentado de incontables horas de entrenamiento y dedicación, de trabajar más duro que los demás, con más ilusión y fe en sus posibilidades que los demás.
¿Está más dotado que la mayoría para lo que hace? Quizás. Pero también trabaja más duro que la mayoría. El verdadero talento, contrariamente a lo que mucha gente piensa, tiene más de curro que de regalo de los dioses.
Ya lo decía Voltaire, y creo que Rafael lo aplica con absoluta lealtad: «El verdadero valor consiste en saber sufrir».
Y no olvidemos que, junto a ese gran talento muy trabajado, Rafael también es un experto en ver luz dentro de las tinieblas. También ha sido entrenado para ello.
He tenido la suerte de trabajar en algunas ocasiones muy de cerca de Toni Nadal, la persona a mi modo de ver que probablemente mejor conoce al Rafa al que los demás tenemos acceso y que más ha contribuido a forjar su carácter. Juntos impartimos una conferencia llamada Más allá del entrenamiento, origen de su famoso libro Todo se puede entrenar, en la que se condensaban muchas de las claves del trabajo que durante tantos años desarrolló con su sobrino. Toni insiste mucho en que, en cualquier disciplina, tan importante o más como entrenar la base técnica es entrenar la fuerza mental, porque es esta segunda fuerza la que realmente te va a permitir desplegar la primera en todo su potencial. Ambas son imprescindibles y una nunca va muy lejos sin la otra. Nadal, si hablamos de tenis, es el mejor en saber combinar ambas.
Otra de las claves de esta forma de entender el trabajo y, en realidad, la vida está en huir de la autocomplacencia y de los mensajes edulcorados en positivismo impostado. La filosofía Nadal afronta los desafíos con crudo realismo para a partir de ahí comenzar a buscar soluciones a los problemas y a las propias debilidades. Sin perder ni un ápice de confianza, pero sin perder la propia autocrítica tampoco. Ser capaz de aparcar las excusas —«Las excusas no ganan partidos», dice Toni Nadal—. Y así preparar y jugar el partido con autorresponsabilidad, humildad, pasión, compromiso, foco, disciplina, creatividad y perseverancia para no abandonar hasta que finalice el último punto: éstos son algunos de los principales ingredientes que nos pueden ayudar a nadalizarnos en nuestro día a día.
Y saber que, en la vida, lo que nos conviene es tener aspiraciones elevadas, expectativas moderadas, realistas, y necesidades pequeñas.
Todos esos elementos y muchos otros están presentes en este libro.
El gran mérito de Leonor y Juan Carlos es haber sabido plasmar esas claves en un método de sólida base científica, cuantificable y fácil de seguir para el lector, para que él mismo pueda aplicar a su vida cotidiana esas recetas vitales, al alcance de todos, que han hecho de Rafa Nadal el mejor deportista de nuestra historia y, sin quererlo él, el mejor mentor profesional que cualquier persona podría desear.
Querido lector, tienes en tu mano una extraordinaria e imprescindible obra.
Una obra repleta de enseñanzas de gran valor para liderar tu vida, recogidas por Juan Carlos y Leonor de una forma sencilla, a la vez que sugerente y práctica; en la que además encontrarás testimonios de grandes referentes como el propio Toni Nadal, y textos de admirados compañeros de profesión y vida, tales como José Antonio Marina, Teresa Viejo, Álvaro Merino o Silvia Leal, entre otros. Juntos, de una forma amena y elocuente, nos ayudan a lo largo de las páginas de este documento a sacar al Rafa Nadal que todos llevamos en nuestro interior.
Y, lo que es más importante, nos ayudan a poner en práctica sus enseñanzas en la pista de juego más importante, la de tu propia vida.
Por todo ello sólo me queda felicitar a Leonor Gallardo y Juan Carlos Cubeiro por su generosidad y por el excelente trabajo que han llevado a cabo con este imprescindible libro.
Estimado lector, una vez leído este libro, la pelota estará en tu lado.
Deberás pasar del vestuario, y de la gimnasia mental, a la cancha de juego.
Te tocará a ti entrenar, calentar y jugar el partido.
Sé valiente y juégalo con la mejor disponibilidad y talento.
Recuerda siempre que tú eres el único jugador en el partido con tu propia vida. Ojalá el último punto sea a tu favor y ganes la final más importante a la que te enfrentas: disponer de una vida llena de luz y felicidad.
FERNANDO BOTELLA,
CEO de Think & Action,
Escritor y conferenciante