Saber no es suficiente; debemos aplicar lo que sabemos. Desear no basta; debemos hacer lo que deseamos.
GOETHE
Todo se entrena, a partir de la pasión. El verbo entrenar proviene del francés entraîner y éste del latín vulgar traginare, arrastrar. De ahí proviene también tren, del francés train. ¿Qué tienen en común entrenar y los trenes? Las vías.
A las vías del tren las llamamos rieles, raíles o carriles. La vía férrea permite que los ferrocarriles puedan correr con seguridad. Se compone de dos raíles paralelos, los raíles se fijan en los durmientes del ferrocarril y el lastre se encuentra debajo de los durmientes. El contacto del raíl con la rueda con pestaña de los trenes es clave para el transporte.
A los raíles de nuestro cerebro los llamamos sinapsis (de la palabra griega enlace). Son las conexiones entre neuronas. En el cerebro humano, el órgano más misterioso del universo, contamos con cien mil millones de neuronas, que son las células cerebrales. Imagínate las posibilidades de conexión sináptica. La transmisión eléctrica entre neuronas más lenta es dentro de la piel, a 1,6 km/h; la más rápida, dentro de la médula espinal, a 431 km/h, mucho más rápido que el AVE.
Entrenar es recubrir de mielina las sinapsis neuronales. Dan Coyle, autor del libro Las claves del talento, nos ha enseñado que «no se nace con genes mágicos» sino con predisposición, con pasión. Una pasión que hay que encauzar a través del entrenamiento. La mielina es una lipoproteína que recubre los nervios en forma de vaina y genera la transmisión de impulsos entre ellos. La pérdida de mielina está asociada a enfermedades del sistema nervioso como la esclerosis múltiple.
De ahí que el entrenamiento, la práctica intensa de una habilidad (el drive, el servicio, el revés, etcétera, en el caso de Rafa Nadal), provoca que las acciones y los pensamientos se vuelvan más veloces y precisos. Sí, todo se puede entrenar, como insiste su tío Toni. «Se necesita un gran amor a la actividad para ser capaz de trabajar duro», concluye Dan Coyle.
Automatismos. Tenemos una inteligencia en dos pisos, consciente e inconsciente, que el premio Nobel Daniel Kahneman llamó «pensar lento, pensar rápido» y José Antonio Marina, «inteligencia generadora» e «inteligencia ejecutiva».
Compartimos con los animales el piso de abajo, el de la inteligencia inconsciente. Es la que capta la información, la reconoce, la elabora, la transforma y la guarda (la memoria). Una parte muy pequeña sube al piso de arriba a través de lo que llamamos «el umbral de la consciencia», que sólo tenemos los seres humanos. La inteligencia ejecutiva nos permite fijar metas y dar órdenes al piso de abajo. Son las destrezas que unen la idea con la realización.
Por eso es tan importante una adecuada valoración de fortalezas y oportunidades de mejora (como hizo Toni Nadal con su sobrino) y practicar, practicar y practicar. El entrenamiento es la dirección del comportamiento desde la elección de metas, el manejo de la información (sin abusar de la tecnología) y la gestión de las emociones para evitar el miedo y la frustración. Por eso se juega como se entrena.
El piso de abajo, la inteligencia generadora, es la sala de máquinas. El piso de arriba, la inteligencia ejecutiva, es el director de orquesta. La belleza del ser humano, que Rafa Nadal simboliza, es que somos a la vez realidad y potencial, sentimiento y pensamiento, presente y futuro, determinismo y libertad. «No está el mañana, ni el ayer, escrito», dijo Antonio Machado.
Los proyectos, como ganar torneos o convertirse (tantas veces desde agosto de 2008) en el número 1 del mundo, se convierten en realidad cuando se entrena duro y se juega agresivo. Como un toro.
Lo que transforma la inteligencia animal en inteligencia humana es la capacidad de autorregulación, ya que nuestra inteligencia regula parte de nuestros comportamientos.
JOSÉ ANTONIO MARINA
James Clear, especialista en generación de hábitos de larga duración, lo ha llamado «hábitos atómicos». Es la idea del hábito como un átomo que forma parte de un sistema mayor (como una molécula o un organismo completo). Mejorar un poco cada día, un 1 por ciento, por ejemplo, cuenta mucho a medio y largo plazo. Por eso, al entrenar, hemos de partir de metas y de indicadores de progreso (en el tenis, en la competición) e ir avanzando para mejorar cada día. Hemos de enamorarnos del proceso, porque los resultados son la consecuencia. Y apostar por lo que llamamos las 4 P:
«La forma más efectiva de transformar hábitos no es tanto enfocarnos en lo que deseamos lograr, sino en lo que podemos llegar a convertirnos.» En el caso de Rafa, en un jugador mejor, dicho con todos los respetos, que Albert Costa o Carlos Moyá, sus ídolos de juventud.
Las cuatro leyes del cambio de comportamiento para desarrollar mejores hábitos son las siguientes: hacerlo obvio (ideas simples como golpear fuerte, meter la bola dentro del campo, lanzársela al rival lo más lejos posible), hacerlo atractivo, hacerlo fácil (llevar el hábito a la forma más simple) y hacerlo satisfactorio (la recompensa de jugar mejor y que se note).
¿Durante cuánto tiempo? Se ha popularizado, como se ha señalado antes, la idea de «las diez mil horas o diez años de trabajo» de Anders Ericsson. Una década puede marcar la diferencia entre un novato y un maestro.
En este sentido, el caso de Rafa es paradigmático. En tandas de diez años que podemos analizar de cinco en cinco. A los tres cogió su primera raqueta, a los ocho estaba entrenando en el club (y ganó su primer torneo en Baleares para niños menores de doce años), a los trece tuvo en su tío Toni a su entrenador particular, a los dieciocho era profesional, a los veintitrés era el número 1, a los veintiocho llevaba nueve Roland Garros y empezaron sus problemas con las lesiones, a los treinta y tres llevaba doce Roland Garros, cuatro US Open y volvió a ser número 1. A los treinta y seis había conseguido veintidós Grand Slam, deshaciendo el empate con Federer y Djokovic.
Para nadalizarnos conviene recordar que no son lo mismo el temperamento, el carácter y la personalidad. Entendemos por temperamento la personalidad recibida, con la que se nace (genéticamente y por las influencias recibidas durante el embarazo). Básicamente, la predisposición. Ya de niño, en un entorno familiar de deportistas, Rafa había decidido dedicarse profesionalmente al deporte, y prefirió el tenis al fútbol. Es la libertad de elección a partir de la pasión, de lo que nos gusta o no nos gusta.
El carácter es la personalidad aprendida desde los primeros años de vida. Rafa ha tenido el privilegio de una forja de su carácter muy especial, consciente de que no hay éxito —ni felicidad— sin esfuerzo.
Durante años yo le hice entrenarse en pistas en malas condiciones y con bolas en malas condiciones. Algunas veces le decía que íbamos a entrenar hora y media y luego alargaba el entrenamiento indefinidamente.
TONI NADAL
La personalidad elegida, o personalidad a secas, es el proyecto de vida, a través de los propios valores. Los científicos consideran que la herencia supone entre el 30 y el 60 por ciento del cableado cerebral (el resto, 10 por ciento, es entorno), pero no la mielina, obviamente. Volviendo a José Antonio Marina: «Aunque el temperamento pueda ser estable, una educación adecuada puede cambiarlo». El afecto y el esfuerzo son esenciales.