Todo ser humano debe decidir si piensa caminar bajo la luz del altruismo creativo o en la oscuridad del egoísmo destructivo.
MARTIN LUTHER KING
Personalmente, la gente de éxito que más admiro es donante en su mayoría.
ADAM GRANT
Adam Grant, el profesor mejor valorado de la Escuela de Negocios de la Universidad de Pensilvania, ha estudiado la virtud de la generosidad y ha plasmado sus conclusiones en el libro Dar y recibir: Por qué ayudar a los demás conduce al éxito. En sus palabras, «según la sabiduría convencional, la gente de éxito tiene tres cosas en común: motivación, capacidad y oportunidad. Si queremos alcanzar el éxito, necesitaremos una combinación de trabajo duro, talento y suerte». Pero hay un cuarto ingrediente, que es la forma en la que nos relacionamos con los demás.
Este investigador divide a las personas en receptores, aquellos a los que les gusta obtener más de lo que dan; donantes, que dan más de lo que reciben, y equilibradores, los que buscan el equilibrio entre dar y recibir. Cada uno de estos tres estilos fundamentales de la interacción social cuenta con ventajas e inconvenientes. La investigación demuestra que los donantes se hunden en lo más bajo de la escalera del éxito: ganan un 14 por ciento menos, sufren el doble de crímenes, son un 22 por ciento menos poderosos; pero también están en la cima, como demuestra el caso del presidente Abraham Lincoln. ¿Cómo es posible que los donantes, los generosos, estén en los dos extremos a la vez? Porque «hay donantes que acaban siendo bobalicones y felpudos». Si bien hay receptores (egoístas) que se disfrazan de donantes, de gente generosa, se los pilla en seguida por falta de autenticidad.
Es lo que en montañismo se llama «comportamiento de expedición»: desinteresado y generoso, antepone los intereses colectivos a los individuales. Lo fomentan líderes como Sebastián Álvaro, durante más de un cuarto de siglo líder del programa Al filo de lo imposible. Eugene Kim y Theresa Glomb, profesores de la Universidad de Minnesota, han demostrado que «las personas de más talento suelen provocar celos en los demás, lo que las hará correr el riesgo de despertar desagrado, recelo, ostracismo y menosprecio. Pero, si esas personas con talento son además donantes, gente generosa, dejan de tener una diana en la espalda». Porque los donantes no son independientes, sino interdependientes.
Por ello, nos propone:
Además, Adam Grant nos aporta un consejo final: «Ayuda generosamente y sin pensar en lo que puedas obtener a cambio, pero pide también a menudo lo que necesites». Porque la generosidad, como virtud aristotélica, también está en el justo medio, en el equilibrio, entre la avaricia (que recibe y no da) y la prodigalidad (que da olvidándose de uno mismo, y por tanto nunca recibe).
No cabe duda de que Nadal es una persona generosa. Generosa con su esfuerzo, que entrega al máximo. Generosa con su familia. Generosa con su comunidad. Está entrenado para ser generoso.
Rafa es amable consigo mismo, se trata bien a pesar del alto ritmo de competición y sus lesiones. ¿Te tratas tú así a ti mismo?
Nadal aplica continuamente lo que la profesora Amy Cuddy, de la Universidad de Harvard, llama «el poder de la presencia». Nuestra comunicación no verbal, que es más de la mitad de la comunicación que emitimos, se basa en la segregación de hormonas, especialmente el cortisol (la hormona del miedo), la oxitocina (la hormona del cariño) y la testosterona (la hormona de la fuerza). En presencias «desgraciadas», de bajo poder, triunfa el cortisol (el cuerpo se encoge y se contrae: baja los hombros, se echa hacia delante, muestra la mirada perdida). En presencias poderosas el cortisol se reduce en un 25 por ciento y la oxitocina y la testosterona se elevan en similar proporción, un 20 por ciento (el cuerpo está erguido y seguro de sí mismo, la mirada es desafiante). Lo fascinante es que la relación hormonas-presencia funciona en los dos sentidos: bastan dos minutos en una postura de alto poder para que se segreguen las hormonas a nuestra voluntad, con los efectos deseados. En palabras de Cuddy: «No se trata de que lo finjas hasta que lo logres, sino de fingirlo hasta que te resulte natural, hasta que te conviertas en ello. Repítelo hasta que lo internalices y se convierta en una parte de ti». Rafa Nadal lo ha aprendido desde pequeño. Salta a la pista con imagen corporal de ganador y mantiene en sus partidos un sano equilibrio entre el reconocimiento que se otorga cuando gana los puntos y la serenidad cuando los pierde. Eso le hace ganador y amedrenta al rival. Menos estrés y más confianza desde la generosidad del cuerpo-mente.
Como todos los héroes, Rafa tiene un refugio. En su caso, la isla de Mallorca, su isla. Su madre ha declarado que, si no pudiera regresar allí después de los torneos, se volvería loco. En Manacor («Corazón en la mano», que es lo que significa) va al cine o a cenar como un ciudadano más, a pesar de que Nadal es el mallorquín más famoso de la historia. Su isla es su paz.
Generosidad con su familia como aprendizaje. «Mi padre es el cerebro estratégico del equipo —ha declarado Rafa—, pero también se encarga de temas menores cuando los demás no pueden.» Los padres de Rafa Nadal, Sebastián y Ana María, se separaron a mediados de 2009, por lo que el tenista sufrió mucho («Sin mi familia no habría hecho nada», confesó), y se reconciliaron a principios de 2011. Se cuenta que cuando Rafa es alojado por la organización de un torneo en una suite de hotel, se la cede a sus padres. De hecho, en el Montecarlo Bay Hotel & Resort, hotel oficial del Masters 1000 en la capital monegasca, desde 2018 hay una suite, la número 1029, con el nombre de Rafa Nadal, ganador once veces del torneo.
Más que una familia, lo de Rafa es un clan, escribió John Carlin. Cuando Rafa tenía entre diez y veintiún años, vivían en un edificio de cinco plantas en el centro de Manacor, junto a la iglesia de la Virgen de los Dolores. En Porto Cristo, centro turístico a ocho kilómetros de Manacor, lo mismo: los abuelos, Sebastián y Ana María, la madrina Marilén, el propio Rafa... enfrente, el tío Toni y al lado el tío Miguel Ángel.
Generosidad con la comunidad. Nadal deja un legado que le sobrevivirá como deportista. La Rafa Nadal Academy by Movistar (cuyo lema es «Hoy estamos ganando los partidos que jugaremos mañana») tiene como objetivo maximizar el potencial de cada jugador sin abandonar la formación académica, haciéndolos crecer como deportistas y como personas desde los valores con los que se ha formado Rafa: esfuerzo, disciplina, honestidad, superación, compañerismo, compromiso, humildad y respeto, y con las características que le han marcado como el mejor deportista español de la historia:
El ADN de la Academia es «Work hard, have fun and make it happen» («Esfuérzate, diviértete, consíguelo»). Sus coaches son Toni Nadal, Carlos Moyá, Marc Górriz y Gabriel Urpí. Como se dice en la Academia: «Prepárate... ¡Tus mejores partidos están por llegar!». La Rafa Nadal Academy nos espera en el metaverso.
El tenista de Manacor invirtió inicialmente diez millones de euros en la Academia y ha conseguido ayudas públicas e importantes patrocinadores para pasar de los 47.444 metros cuadrados de instalaciones a un total de 73.507 metros cuadrados de uso deportivo y residencial (un 54 por ciento más).
El proyecto nació en 2011 y se puso en marcha en 2016, con un protocolo de colaboración con el Ayuntamiento de Manacor, el Gobierno Balear y el Consell de Mallorca. Gracias al acuerdo con la cadena Palladium Hotels Group de la familia Matutes, se ha inaugurado otra sede en Isla Mujeres, Cancún.
El superpoder de la pasión
(con Silvia Leal)
Silvia Leal es una de las mayores expertas en tendencias de futuro, tecnología y transformación digital. Tras años con su propia sección en el programa Emprende, ha protagonizado su propia serie de televisión: La cuarta revolución. Asesora de la Comisión Europea, se considera una optimista «con datos» y es autora de varios libros, entre ellos Ingenio, sexo y pasión, con Jorge Urrea.
Le hemos preguntado por el poder de la pasión de Rafa Nadal.
¿Crees que la pasión define a Rafa Nadal?
No es que lo diga yo. Lo ha dicho el propio Rafa en numerosas ocasiones: «La clave de mi éxito es la pasión por este deporte» (Canal Tenis, 18 de enero de 2022), «Siento más pasión por el tenis ahora que hace dos años» (Punto de Break, 25 de mayo de 2021), «Mi inspiración es la pasión por lo que hago» (28 de abril de 2016, antes de los Juegos de Río). Rafa reconoce en público que lo que le da fuerzas para entrenar y competir es precisamente la pasión. Está siempre en su boca; es de una importancia capital.
Rafa niño, que siempre pensó en dedicarse al deporte profesionalmente, debía decidirse entre el tenis y el fútbol. Seguramente la figura de su tío Toni Nadal fue esencial...
Es que la pasión surge y se debe encauzar. Toni Nadal no sólo la encauzó desde que Rafa era niño (veinticinco años de edad los separan), sino que le demostró la importancia práctica de la pasión en el día a día para seguir adelante. Recuerdo a Toni en alguna conferencia comentar que le tiraba «pelotas malas» a su sobrino para hacerlo más complicado. Como entrenador, más allá de animarle, le demostró en ese proceso la importancia del esfuerzo. Le ha ayudado decisivamente a encauzar la pasión y a valorar los logros que iba consiguiendo.
¿Crees que es fácil de explicar la pasión que uno siente?
La pasión es interna y explicarla es muy complicado. ¡Cuánto científico hay al que le resulta difícil explicar su trabajo! Hacerlo y explicarlo son dos realidades distintas. La pasión se vive, se muestra, se observa..., no se cuenta. Por el contrario, hay personas que se explican muy bien y no demuestran un nivel de pasión especial. Rafa Nadal es un ejemplo para todos.
De tus investigaciones sobre la pasión, ¿qué puede aplicarse a Rafa Nadal?
La fortaleza mental, partiendo de un propósito claro. Rafa va a ganar y va a ganar y punto. Y cómo gestiona sus miedos. Imagínate lo que puede sentir Rafa a estas alturas de su carrera profesional cada vez que se enfrenta a un nuevo reto. Él mismo ha declarado: «Yo no soy de esas personas que le tienen miedo al final» (GQ, septiembre de 2020). Habla de ello abiertamente, sin tapujos.
¿Es el miedo a la frustración, al final de la carrera?
Ya llegará, porque nada es para siempre. Mientras tanto, a seguir dándolo todo.
Pensando en tus hijos, Silvia, ¿qué te gustaría que aprendieran de Rafa Nadal?
La fortaleza mental y el foco, porque la pasión ya la tienen. Los niños de ahora están demasiado estimulados y necesitan centrarse, como hace y siempre ha hecho Rafa Nadal. Su espíritu deportivo, su amor al deporte; debe contagiarnos.