On the withered path
I have seen the good lizard
(a drop-size crocodile)
meditating.
With his green frock coat
like that worn by an abbot of the devil,
his proper bearing,
and his ironed collar,
he has the very sad appearance
of an old professor.
Those faded eyes
of a failed artist,
cómo miran la tarde
desmayada!
¿Es éste su paseo
crepuscular, amigo?
Usad bastón, ya estáis
muy viejo, Don Lagarto,
y los niños del pueblo
pueden daros un susto.
¿Qué buscáis en la senda,
filósofo cegato,
si el fantasma indeciso
de la tarde agosteña
ha roto el horizonte?
¿Buscáis la azul limosna
del cielo moribundo?
¿Un céntimo de estrella?
¿O acaso
estudiasteis un libro
de Lamartine, y os gustan
los trinos platerescos
de los pájaros?
(Miras al sol poniente,
y tus ojos relucen,
¡oh dragón de las ranas!,
con un fulgor humano.
Las góndolas sin remos
de las ideas, cruzan
el agua tenebrosa
de tus iris quemados. )
¿Venís quizá en la busca
de la bella lagarta,
verde como los trigos
de Mayo,
como las cabelleras
de las fuentes dormidas,
que os despreciaba, y luego
se fue de vuestro campo?
¡Oh dulce idilio roto
sobre la fresca juncia!
how they gaze at the swooning
afternoon!
Is this your13 twilight
stroll, friend?
You use a cane; you’re already
very old, Mister Lizard,
and the village children
can throw a scare into you.
What are you seeking on the path,
nearsighted philosopher?
To see whether the undecided ghost
of the August afternoon
has torn the horizon?
Are you seeking the blue alms
of the dying sky?
A star-penny?
Or, by chance,
have you studied a book
by Lamartine, and do you like
the plateresque warbling
of the birds?
(You gaze at the setting sun,
and your eyes glisten,
O dragon to frogs,
with a human glow.
The oarless gondolas
of thought furrow
the shadowy waters
of your scorched pupils.)
Have you perhaps come in quest
of the lovely lady-lizard,
green as wheatfields
in May,
as the heads of hair
of the sleeping fountains,
the lady who scorned you and then
departed from your field?
O the sweet idyll
on the cool rushes—now shattered!
¡Pero vivir!, ¡qué diantre!
Me habéis sido simpático.
El lema de «me opongo
a la serpiente» triunfa
en esa gran papada
de arzobispo cristiano.
Ya se ha disuelto el sol
en la copa del monte,
y enturbian el camino
los rebaños.
Es hora de marcharse,
dejad la angosta senda
y no continuéis
meditando,
que lugar tendréis luego
de mirar las estrellas
cuando os coman sin prisa
los gusanos.
¡Volved a vuestra casa
bajo el pueblo de grillos!
¡Buenas noches, amigo
Don Lagarto!
Ya está el campo sin gente,
los montes apagados
y el camino desierto.
Sólo de cuando en cuando
canta un cuco en la umbría
de los álamos.