Capítulo Once

 

 

 

 

 

En casa de sus padres, Danica bajó las escaleras y encontró a su madre sentada a la mesa de la cocina.

–Te sienta muy bien esa camisa que te has puesto para ir a visitar a tu hermano, pero ¿por qué llevas una maleta?

–El Grupo Stavros ha comprado Ruby Hawk –dijo Danica, que había leído la noticia en la página web de la revista Silicon Valey Weekly–. Pero Luke ya no es el director. Ese no era el plan. Ha debido pasar algo.

–¿Y por eso has decidido ir a California ahora? –preguntó Amila, dejando la taza de café en la mesa.

–Tengo que ir a dar una explicación. Tengo que conseguir que le vuelvan a nombrar director de la empresa. A Luke lo único que realmente le importa en el mundo es Ruby Hawk, es primordial para él dirigir esa empresa.

–Creía que le habías dejado precisamente por eso, porque solo le importaba su empresa –su madre se inclinó hacia delante y apoyó la barbilla en una mano–. De todos modos, me alegro de verte animada otra vez. Cuando viniste, no querías levantarte de la cama, excepto para ir a ver a Matt.

Danica bajó los ojos. Al marcharse de San Francisco, lo había hecho con la intención de no volver a ver a Luke. Pero al cabo de unos días, Mai la había llamado para decirle que Luke había llevado a la casa todas las pertenencias de ella; después, la había invitado a cenar, tras disculparse por invadir su casa, y había donado cincuenta mil dólares al departamento de pediatría en el que Mai trabajaba. A pesar de todo, Luke seguía siendo un imbécil, había añadido May, mostrando su solidaridad con ella.

–Solo sé que necesito ayudarle a recuperar su puesto en Ruby Hawk. Tengo que hacerlo. Me marcho ya.

Su madre agarró el asa de su maleta.

–Si quieres irte, vete, pero antes tienes que venir con nosotros a ver a tu hermano. Mira, ahí está tu padre –Amila señaló al hombre que bajaba las escaleras.

–¿Estáis listas? –Mirko Novak agarró las llaves del coche que estaban encima de la mesa.

–Danica quiere ir al aeropuerto para tomar un vuelo a California –le dijo Amila a su marido.

Mirko agrandó los ojos.

–No, ni hablar. Tiene que ver a… a Matt.

–Eso es lo que yo le he dicho –dijo Amila, asintiendo.

Danica miró a su madre y después a su padre.

–¿Qué pasa? ¿Por qué es tan importante que vaya a ver a Matt?

–¿No te parece importante visitar a tu hermano? –Mirko arqueó las cejas. Después, agarró a su hija por el codo y la empujó hacia el garaje, donde tenía el coche.

Cuando llegaron al hospital, Danica firmó en el libro de visitas y después giró hacia la izquierda, en dirección a la habitación de Matt. Su madre la agarró por el brazo.

–El médico de Matt quiere vernos, solo a tu padre y a mí.

–¿Ocurre algo? –preguntó Danica, frunciendo el ceño.

–Quiere hablar con nosotros, los padres, sobre un nuevo tratamiento. Ya sabes cómo son los médicos.

–Mmm –Danica empequeñeció los ojos. Primero, sus padres habían insistido en que fuera a ver a Matt. Ahora… ¿no querían que le viera?–. Esperaré aquí.

Su madre le apretó la mano.

–Gracias, draga.

El sol se filtraba en el recinto a través de unas puertas de cristal, una silla blanca de aspecto cómodo la invitó a sentarse. No era un mal lugar para esperar. La decoración, moderna, le resultaba parecida a la de las oficinas de Ruby Hawk. Y eso la hizo pensar en Luke. Igual que ese hombre que estaba cruzando esas puertas de cristal…

El tiempo se detuvo. ¡Era Luke!

–Hola –dijo él, deteniéndose delante de ella.

–Hola –respondió Danica, con un graznido.

Fue entonces cuando se fijó en su indumentaria. Los pantalones de Luke tenían una raya brillante en cada uno de los laterales exteriores de las perneras.

–¿Por qué llevas pantalones de esmoquin? –no fue una pregunta brillante, solo lo primero que se le ocurrió.

Entonces le vio sonreír. Después, Luke se metió las manos en los bolsillos y las sacó cerradas en dos puños.

–Porque llevaba estos pantalones cuando me diste esto –Luke abrió la mano izquierda y mostró una ficha de póker de quinientos dólares.

–¿Y has atravesado el país para devolverme eso?

–No –Luke cerró la mano con la ficha para que ella no pudiera arrebatársela–. He venido para pedirte que vuelvas a arriesgarte.

La esperanza que se había despertado en ella comenzó a apagarse. Sí, había estado en lo cierto al pensar que Luke la necesitaba, pero solo para ayudarle a recuperar su empresa.

–He leído que la junta directiva te ha quitado de director. Si es porque me marché antes de que el trato se cerrase, estoy dispuesta a hablar con quien sea. Sé que esa empresa lo es todo para ti.

–No –Luke negó con la cabeza–. Lo único que lo es todo para mí es mi esposa. La junta directiva no me echó, yo presenté mi dimisión. Anjuli es la nueva directora, perfectamente capaz de hacerle frente a Nestor.

La emoción que vio en la azul mirada de Luke la hizo temblar.

–No lo comprendo. ¿Has renunciado a Ruby Hawk?

–Tenías razón, hacía mucho que debería haber dejado que el pasado dictara mi futuro. Como tú dijiste también, es hora de que deje de intentar controlar el presente –Luke sonrió con suma ternura.

Una inmensa felicidad se apoderó de ella.

–¿Qué va a pasar con Irene? ¿Y con el correo electrónico sobre nuestro acuerdo? ¿Y con el artículo de Cinco Jackson?

–He llamado a Cinco y se lo he contado todo –Luke lanzó una carcajada al tiempo que abría la mano con la ficha–. Arriesgado, pero ha salido bien. Le ha interesado mucho más que el Grupo Stavros haya accedido ilegalmente a mi correo electrónico con el fin de chantajearme.

Danica esbozó una sonrisa de oreja a oreja.

–Y ahora, ¿vas a montar otra empresa para luego venderla bajo condiciones ridículas?

–Sí, una nueva empresa. He hablado con Grayson Monk y Evan Fletcher para unirme a ellos, en Medevco –Luke se le acercó y ella tuvo que contenerse para no rodearle el cuello con los brazos y pegar los labios a los de él–. Y jamás volveré a permitir que te alejes de mí. Te amo, Danica Novak.

Le pareció algo sumamente afortunado estar en un hospital, no estaba segura de que no fuera a darle un ataque al corazón de tanta felicidad. Puso las manos en ese rostro amado y lo acarició.

–No te has afeitado –comentó Danica, disfrutando indescriptiblemente del amor y la pasión que veía en los ojos de Luke.

–Tenía demasiada prisa.

Sus bocas se unieron y ella se perdió en el beso. Le estrechó con todas sus fuerzas. Se…

Alguien le dio una palmada en el hombro. Después, oyó una voz que decía:

–Eh, siento interrumpiros, pero…

Danica se soltó de Luke, se volvió y, de nuevo, se agarró a él. Era Matt. Y Matt estaba de pie, apoyándose en un andador.

–¡No puedo creerlo! –exclamó Danica con lágrimas en los ojos–. ¿Cómo es posible?

–Lo he conseguido esta última semana, gracias a unas nuevas terapias –respondió Matt, y señaló a Luke.

–¿De Luke? –dijo Danica con incredulidad.

Luke sonrió y la abrazó.

–Fue idea tuya utilizar la tecnología de Ruby Hawk en equipo deportivo, una idea que me dio que pensar. Los productos de Medevco incluyen herramientas revolucionarias para la terapia física. Matt se ha prestado a probarlas.

Las lágrimas le corrían por las mejillas, pero eran lágrimas de felicidad.

–Gracias por ayudar a mi hermano.

–Es familia –respondió Luke.

Entonces, sorprendiéndola aún más si cabía, Luke la soltó y se arrodilló delante de ella.

–¿Me harías el honor de seguir siendo mi esposa?

–¡Sí, sí!

Luke se puso en pie y, al instante, le cubrió la boca con la suya. Danica le rodeó el cuello con los brazos y se apretó contra él. Le olió, le saboreó, le acarició…

–¡Eh, chicos! Nos están esperando para el principal acontecimiento –oyó Danica decir a su hermano.

Luke se echó a reír y alzó la cabeza, pero siguió rodeando la cintura de su esposa.

–¿Qué acontecimiento? ¿Qué va a pasar ahora que no haya pasado ya? –Danica miró a Luke a los ojos. Nunca se cansaría de hundirse en esas azules profundidades.

–Dijiste que la boda que tuvimos no te pareció una boda de verdad porque tus padres no estaban –respondió Luke sonriendo–. Por eso… –Luke se sacó el móvil del bolsillo, pulsó una tecla y comenzaron a oírse los primeros acordes de My Shot, de Hamilton–. Tu madre te ha traído un vestido. Te estaré esperando en la capilla del hospital.

Danica nunca había imaginado que semejante felicidad pudiera existir.

–Ya estamos casados. Otra ceremonia no tiene sentido.

Luke lanzó un gruñido y ella se echó a reír.

–No voy a volver a permitir que te vayas de mi lado. Me casaré contigo cien veces si es necesario. Si quieres, ponte a planificar la siguiente boda.

–Con dos bastará –dijo Danica–. Siempre y cuando el contrato matrimonial sea para el resto de nuestras vidas.

–Por lo menos –respondió Luke–. De eso puedes estar segura.

Danica sonrió.

–Lo estoy. Para el resto de nuestras vidas.