Nota final
Soy un novelista; es decir, un mentiroso profesional. Aunque este libro se inspira en la vida de Espiridiona «Chiquita» Cenda, dista mucho de reproducirla con fidelidad. Se trata de una obra concebida desde la libertad absoluta que permite la ficción, así que cambié a mi antojo todo lo que quise y añadí episodios que, probablemente, a la famosa liliputiense le hubiese gustado protagonizar.
He entremezclado sin el menor escrúpulo verdad histórica y fantasía, y dejo al lector la tarea de averiguar cuánto hay de una y de otra en las páginas de esta suerte de biografía imaginaria de un personaje real. Ahora bien, le recomiendo que no se fíe de las apariencias: algunos hechos que parecen pura fabulación están documentados en libros y periódicos de la época.
Quiero expresar mi más profundo agradecimiento a quienes me acompañaron y estimularon durante los cinco años que dediqué a esta novela.
En primer lugar, a Sergio Andricaín: sin su confianza y su apoyo, el libro simplemente no existiría. Digamos que fue escrito para él y gracias a él.
Gracias también a Chely Lima, quien me sirvió de crítica implacable y amorosa, y también de terapeuta. Ella me hizo reescribir los primeros capítulos y logró que transformara mi percepción de la heroína.
A Daína Chaviano, consejera y cómplice, que leyó el manuscrito en sus distintas versiones, y siempre tuvo una respuesta sensata y paciente para mis preguntas.
A Iliana Prieto, por su entusiasmo y su aliento.
A Lourdes Rensoli, por sus valiosas observaciones y por ayudarme a desentrañar el universo íntimo de Chiquita.
A Carlos Espinosa Domínguez, quien leyó generosamente el manuscrito y le dio su «bendición».
A Nancy García, por hacer que Chiquita entrara en mi vida.
A mi familia, por creer en mí.
Gracias, además, a la Cuban Heritage Collection, de la biblioteca Otto G. Richter de la Universidad de Miami, y de manera especial a su bibliógrafa Lesbia Orta Varona.
Y, last but not least, a mi agente Thomas Colchie y a su esposa Elaine, quienes se enamoraron de Chiquita desde que les mostré sus retratos una noche del año 2002, en el Flatotel Hotel de Manhattan, y me alentaron a escribir esta obra.
Miami, noviembre de 2007