Esta siempre es, para mí, una de las partes más arduas de la novela. Sobre todo, porque temo olvidarme de alguien y eso no me gustaría en absoluto.
Quiero empezar dando las gracias a Laura Pardo, Josefina Mayol, Raquel Soria, Rosa Ramírez y Marta Moyá. Con ellas paso la mayor parte de mis horas de trabajo en el hospital y, por consiguiente, no les queda más remedio que aguantar que vuelva una y otra vez al tema de «mi novela» durante toda la mañana. (A esta en especial nos ha dado por llamarla la de la americana). Y no solo tengo que agradecerles que me soporten, también que aporten ideas interesantes para que las novelas sean más divertidas. Os quiero, chicas, lo sabéis.
A Érika Gael tengo que darle las gracias por la paciencia infinita que ha tenido conmigo. Estoy segura de que a ninguna otra alumna de su maravilloso: Taller personalizado de novela romántica le ha tenido que cambiar tantas veces la hora de la clase, o suspenderla o aplazarla… Ha sido una temporada un poco difícil para mí y estoy segura de que, sin su ayuda, no solo no habría terminado esta novela, sino que también hubiese dejado de escribir. Te debo mucho, Carla, gracias infinitas. (Tengo que decir que no todo ha sido llorar, nos hemos reído un montón juntas y me gusta creer que hemos forjado algo parecido a la amistad, mucho más allá del vínculo profesora/alumna).
No puedo olvidarme de mis amigas de «BdB muere de amor», el grupo de wasap más loco, más cariñoso y en el que se tratan temas tan diversos como desde cuándo debe utilizarse el gerundio y cuándo no hasta la forma obscena que ha adquirido la pasta de galletas que está preparando una de nosotras (Francine, por favor, no te sientas aludida). Sois todas un gran apoyo para mí y os quiero y admiro a todas un millón de toneladas.
A Yolanda González de Regálame Romántica, y Sonia Hernández, por el grupo de Facebook que creamos juntas, y que ahora tenemos un poco abandonado, lo retomaremos chicas, ya lo veréis. Además de por su cariño y su amabilidad.
A Nuria Pazos, Dama Beltrán, Noa Xireau, por haberme abierto los brazos y siempre estar ahí cuando necesito un consejo o una ayuda.
A Lola Gude por su paciencia infinita, ya sé que me repito en eso de que soy pesada, pero, aunque queráis, no os podéis imaginar lo mosca cojonera que puedo llegar a ser.
No puedo acabar sin mencionar a Bárbara Sansó, porque además de ser mi amiga desde hace algo más de cuarenta años, es una de las mejores personas que conozco. Y encima, es una ilustradora maravillosa. Te prometo que un día escribiremos algo juntas. Tengo más ganas yo que tú.
Por último, y no menos importante a Jeroni, Andreu y Maria, porque me consienten robarles horas de su tiempo para hacer esto que me gusta tanto que es escribir. Y a Apol·lònia Salom, por cuidar de los dos pequeños, cuando Jeroni y yo no estamos, y quererlos tanto.