El corazón me va a mil por hora, como un caballo indomable que ha conseguido escaparse de un establo y ahora atraviesa el campo, y corre bajo el sol y los árboles arropado por el viento.
Han venido unas sesenta personas. O eso me han dicho Marina y Tariq, que son quienes se han ocupado de recolectar las invitaciones y sentar a los asistentes en el interior de la sala de eventos (además de tratar de calmar a mi madre, que al parecer se ha puesto a llorar desde el momento en que ha plantado el culo en el asiento).
Sesenta personas. No sé si son muchas o son pocas. Pero están aquí, esperando a escuchar qué es lo que tengo que decir. (Que, para ser completamente sinceros, ni yo mismo sé).
Me siento todo un privilegiado.
Soy un privilegiado. Esto está ocurriendo.
Kate me coge de la mano.
—Vamos a hacernos un selfi, querido. —Aprieta el botón del teléfono y ni siquiera me da tiempo a pestañear—. ¡Esto va a salir genial! ¿Estás listo?
—No —contesto, intentando no olvidar que para seguir vivo debo seguir respirando. Entonces vuelvo a observar que mi cara está en un póster roll up de mi estatura—. La verdad es que no.
—Lo vas a hacer bien —añade Roberto, que está cruzado de brazos y disfrutando del momento con una pizca de malicia.
—Si no le da un infarto antes, estoy segura de que sí —añade Kate.
Marina asoma la cabeza desde el interior de la sala.
—Hola, queridos.
—¿Qué tal va todo?
—Creo que deberíamos ir empezando. La gente está empezando a impacientarse.
—Es que falta… —empiezo yo, pero justo en ese momento, como si la invocásemos, Noemí aparece al otro extremo de la primera planta y termina de subir los escalones con la lengua fuera, exhausta.
—Definitivamente, tengo que empezar a fumar menos…
—¿Te encuentras bien, querida? —pregunta Kate—. Tienes un aspecto… peculiar.
—Gracias, Kate. Tú tan cortés como siempre.
—Perdón —interviene Marina—. Noemí, ¿verdad? ¿Usted no viene acompañada de una persona más?
—Me temo que no —contesta Noemí—. Vas a tener un asiento vacío, Leo. Siento la noticia de última hora, pero últimamente no tengo tiempo ni para ir al baño tranquila.
—¿A qué te refieres? —pregunta Kate, con la mente completamente nublada por los nervios.
Entonces, sus próximas palabras, logran paralizarme los nervios por completo y dar paso a la confusión más profunda.
—Fernando Silvera ya no continuará en el equipo. Presentó su dimisión la semana pasada.
—¿Ha dejado Scorpion? —pregunto, sin poder contener mi sorpresa—. ¿Por qué?
Noemí se encoge de hombros y niega con la cabeza.
—Yo no estaba allí, pero al parecer no quiso dar ningún tipo de explicaciones. Sin embargo, lo importante es que ya le hemos encontrado un sustituto que se ha puesto al día con todo, así que no te preocupes.
A la próxima persona que miro es a Robert, quien no sé hasta qué punto parece igual de sorprendido.