Esteban estacionó su auto cerca del depósito pero evitó dejarlo justo enfrente para evitar miradas potencialmente hostiles. Al descender del vehículo miró en todas direcciones y al constatar que no había nadie observando se dirigió al edificio. En las tres semanas transcurridas desde su mudanza temporaria todas esas precauciones se habían transformado en una segunda naturaleza. Valentina hacía exactamente lo mismo de acuerdo con una rutina fijada entre todos y en cuanto a Luz, casi ni salía de la bodega, lo que comenzaba a tener efectos psicológicos visibles en la mujer.
Esteban había visto un auto que le resultaba familiar estacionado en la vereda de enfrente. En principio no le alarmó porque creía saber a quién pertenecía. De todas maneras abrió la puerta del edificio con sigilo y ni bien entró se pegó a una de las paredes y se deslizó por las sombras. Pronto llegaron a sus oídos voces que la tranquilizaron. Tanto Luz como Carmen solían hablar en una voz alta y el tono de ellas era tranquilo. Esteban abandonó las precauciones y se dirigió a la planta superior de dónde proveían los sonidos.
-No sé porque hablan a los gritos. Las van a escuchar desde Colombia.-Exageró mientras besaba a la muchacha.
-Si entras con tanto sigilo la próxima vez puedes recibir un tiro.- Carmen no iba a quedarse callada y contestó en la misma vena sarcástica.
-¿Ah sí? ¿Y de dónde van a sacar el arma?
-Tú no sabes lo que llevo encima. ¡Mírame!- Dijo la cubana señalando a su robusta figura y amplias ropas.
-¡Bah! Pura grasa.
-Si te arrastro a la cama y me revuelco contigo verás como nunca olvidarás lo que esta grasa puede hacer.
-¡Carmen!-Terció enojada Luz.-Estoy yo presente.
-Bien. Tendré el desafío presente.-Concluyó el joven, y todos estallaron en risas por la escandalosa conversación.
-Hacen bien en reír, porque tengo buenas noticias.- Agregó Carmen.- En primer término habrán leído las noticias sobre el hallazgo de los dos cuerpos de los hombres que los atacaron.
-No, no hemos leído nada, y aquí no tenemos televisor.
-Bien, fueron encontrados en un pajonal en Zárate, en la provincia de Buenos Aires.
-Son unos ochenta kilómetros de la Capital.-Comentó azorado Esteban.
-Había que alejar las sospechas.
-Me cuesta creer que en mi país sea tan fácil mover cadáveres.-Fue la resignada respuesta del joven.
-¡No tienes idea!-La cubana prosiguió.- De inmediato se les asoció con bandas narco colombianas y las autoridades enviaron sus huellas digitales a Bogotá. Resultaron ser dos sicarios con pedido de captura internacional. Gente muy peligrosa.
-¿Y cuál es entonces la buena noticia de la que nos hablabas?-Inquirió Luz.
-Nadie ha estado merodeando la casa de Constitución. Estamos seguros de ello por los “controles callejeros” de los que les hablé.
En ese momento entró Valentina, quien había oído la última parte de la frase de Carmen.
-¿Y entonces?- Preguntó ansiosamente, sin siquiera saludar.
-Entonces pueden regresar a tu casa. De todas maneras los tendremos vigilados.
-¡Gracias a Dios!- Exclamó Valentina, mientras Luz prorrumpía a llorar de alivio.
-¡Nos tendrán vigilados! ¿Quiénes, la CIA, la KGB?- La voz de Esteban delataba su habitual modo irónico.
-Los inmigrantes latinos tenemos que tomar ciertas precauciones, en este país y en cualquier otro. Son en beneficio de ustedes; si te molestan mándate a mudar.
-¡Me echan de mi propio país!- Exclamó pretendidamente indignado el hombre, tras lo cual plantó un sonoro beso en la boca de la cubana, quien no lo rechazó.
-Si Ángel se entera tú estarías mejor en manos de los sicarios.- Respondió la rolliza cubana.
-¿Ángel? ¿Quién es Ángel?
-Mi marido, es descendiente de sicilianos.
Dentro del clima festivo la conversación giró a temas más prácticos, particularmente la organización de la mudanza de retorno. Harían falta dos autos, pues en el período transcurrido en el depósito los jóvenes habían comprado diversas cosas. El mencionado Ángel vendría a ayudarlos.
-Ni una palabra del beso.-Previno Carmen quién ya se estaba retirando; súbitamente se volvió y agregó.
-¡Ah! No quiero que estén las dos muchachas solas. Tienes que mudarte con ellas.- Encaró en tono imperativo dirigiéndose a Esteban y como era su costumbre no sugería, ordenaba. Luego se dirigió a Valentina.
-¿Tú tienes algún problema con eso?
-No. En absoluto.
La cubana tomó a Luz de la mano y la arrastró consigo para hablar en forma confidencial.
-Conviene que tu novio mantenga arrendado su apartamento para que ustedes dos puedan tener...sus relaciones en forma decente. Tú me entiendes.
El rostro de la muchacha exhibió una sonrisa picara.
-¿Qué ocurre Luz?
-Por suerte el apartamento está cerca de la casa. Tendremos que pasar todos los días por él.
Carmen exhibió un gesto de envidia.
-Creo que voy a tomar en serio la amenaza que le hice a tu hombre.
-¿Que amenaza?
-La de revolcarme con él. ¿Crees que él lo aceptaría?
-Tengo pocas dudas, pero entonces te las verías conmigo.
La casa se hallaba bien mantenida. Como Carmen conservaba una llave de su propiedad había enviado a la mucama que limpiaba su casa y la peluquería a asearla.
Esteban recibió una llave de la vivienda y pasó una tarde trayendo efectos de uso diario de su propio apartamento, aunque no lo dejó vacío. Se instaló en el dormitorio de Luz y esa noche la invitó junto con Valentina a cenar afuera.
El sábado, como ninguno de los tres trabajaba, decidieron organizar un asado de festejo por su regreso a la casa e invitaron a Carmen y a su marido Ángel. Éste resultó un hombre delgado, casi calvo y de grandes bigotes rojizos. Formaban una pareja bastante asimétrica con su rolliza y morena mujer, pero las relaciones entre ambos parecían afectuosas. El hombre era reservado y casi no habló en toda la tarde; en cambio colaboró activamente con Esteban en el encendido del fuego en la parrilla, el asado de la carne y la preparación de las ensaladas.
Cuando por fin se sentaron a la mesa del patio, lo cual el clima de comienzos de otoño aún permitía, Luz y Valentina estaban poniendo la mesa mientras Carmen miraba el televisor en una de las piezas, al parecer muy interesada en el noticiero. En un momento llamó a las mujeres que se acercaron.
-Miren chicas. Parece que mataron a otro colombiano.
En efecto, el locutor había anunciado el hecho y la transmisión había pasado a los móviles de exteriores donde ampliarían la noticia. Siempre había interés de la audiencia en las crónicas policiales.
-¿De qué se trata?-Preguntó Esteban.
-Parece que mataron a un colombiano en un shopping center en zona norte. Es en el mismo donde hace un tiempo mataron a otros.-Contestó Luz, que aun se hallaba secando unos platos.
-Bien, pero apúrense porque el asado ya está pronto.
Esteban y Ángel estaban ya trayendo las primeras bandejas con la carne asada cuando oyeron una exclamación y un ruido a platos rotos. Esteban se precipitó a la habitación; antes de que pudiera formular una pregunta Luz lo miró con cara de desesperación señalando a la pantalla y diciéndole.
-¡Es él! Está muerto, lo asesinaron.
-¡Shhh! Deja oír.- Pidió secamente Valentina.
El cronista estaba entrevistando al comisario a cargo de la investigación.
-¿Cómo es posible que se cometa un asesinato a plena luz del día, en un sitio tan poblado como este centro comercial?
-Ocurrió en la playa de estacionamiento del centro. Parece que al descender la victima de su vehículo una motocicleta con dos hombres con los cascos cubriéndoles las caras se acercaron y le dispararon una ráfaga con un arma automática. Está recién actuando el forense pero se habla de más de quince disparos.
-¿Implica que lo estaban esperando?
-Sin dudas. Aunque los testigos se contradicen como siempre ocurre en estos casos, aparentemente los asesinos arrancaron la motocicleta cuando la víctima se apeó de su coche.
-¿Cómo conocen la identidad de la víctima?
-Tenía encima un pasaporte colombiano y a la vez un Documento Nacional de Identidad argentino, que habrá que averiguar cómo lo obtuvo.
-¿Puede repetir la identidad?- Preguntó la cronista.
-Ambos documentos están a nombre de Hugo Ruiz, de treinta años, nacido en Bogotá, Colombia.
-¿No dijiste que tu primo se llama Hugo Montoya?- Preguntó Esteban a Luz.
-Ruiz es el apellido de la madre. Su nombre completo es Hugo Montoya Ruiz. No sé como omitieron su primer apellido.
-Debe haber tenido varios pasaportes con distintos nombres.- Dijo Ángel con su voz ronca. -Ya ven que también tenía DNI argentino.
-¿Falso?- Preguntó Esteban.
-Seguramente legítimo, pero obtenido por métodos espurios. Los documentos tienen un mercado negro propio. Lo más difícil de obtener es el pasaporte argentino falso.
Ángel parecía bien informado, pero todos se abstuvieron de preguntarle por sus fuentes.
Luz estaba llorando amargamente. Sin duda la calma recuperada durante el período de tranquilidad que había transcurrido desde su retorno a la casa había estallado en mil pedazos con la noticia, y una sensación de inseguridad la volvía a invadir.
-¿Y ahora vendrán tras nosotros, tras mí?- Gimió.
Esteban se acercó y la tomó por los hombros, sacudiéndola suavemente para hacerla reaccionar.
-Al contrario Luz. Ahora puedes estar tranquila en la seguridad de que ya no te molestarán, pues quienquiera sea que buscaba a tu primo ya consiguió su propósito.
Carmen se acercó a la muchacha y la tomó fuertemente entre sus brazos.
-Esteban tiene razón mi niña. El episodio está cerrado, lamentablemente para tu primo, pero felizmente para ti.