Todos bajaron la cabeza; como solía ser el caso, las palabras de Carmen eran una dura descripción de la realidad.
Luz aún gemía por el shock que le había ocasionado la noticia. Esteban se aproximó a la joven que se hallaba sentada y le acarició tiernamente la cabeza tratando de brindarle consuelo. Al separarse paseó su mirada por los restantes presentes y sus ojos se cruzaron con los de Valentina. El intercambio duró un instante pero la mujer tuvo la percepción que la mirada de él la había estado buscando.
Una vez serenada Luz, Ángel insistió en su convocatoria a almorzar.
-La carne se está pasando en la parrilla.- Dijo suavemente.- No queremos carbonizarla.
Esteban meditó que a pesar de su aspecto fiero y de la reserva en su expresión el marido de Carmen tenía buenos modales.
El asado estuvo muy bueno y la ansiedad de Luz fue paulatinamente aflojando y al final del almuerzo sonreía y hasta hablaba con su voz fuerte habitual. Valentina nuevamente se encontró cruzando su mirada con Esteban por un fugaz momento y se preguntó a si misma si era una coincidencia o si el hecho reflejaba algún proceso interno que le permanecía vedado a nivel consciente.
Mientras se estaban despidiendo Esteban acompañó a Ángel a llevar a la camioneta de éste la parrilla portátil y los utensilios para el manejo del asado que el hombre había traído para la ocasión. Carmen besó en la frente a Luz y le reiteró.
-Verás que una vez que lo pienses con claridad te darás cuenta que acabas de salir de una situación peligrosa, y de que ahora puedes recuperar tu vida como era antes.
Al retirarse hacia la puerta acompañada de Valentina y cuando estimó que estaban a suficiente distancia de los demás le susurró.
- Y tú debes poner tus sentimientos y pensamientos en claro, saber qué y a quién es que realmente quieres y proceder en consecuencia, jugando limpio con los demás pero sobre todo contigo misma.
-No entiendo que quieres decir.
-Si realmente no me entiendes es precisamente porque tienes que poner tus ideas en orden.
Valentina no insistió. Como era con frecuencia el caso las palabras de Carmen ponían en crisis conflictos que las personas, particularmente las mujeres, no querían asumir. Valentina admiraba esa sabiduría en una persona con tan poca preparación educativa formal como su amiga.
Carmen la abrazó fuertemente y le dijo.
-Sabes que te quiero como a una hija y coloco a tu felicidad en el plano más alto de mis objetivos.
Una vez que la cubana hubo salido Valentina pasó por delante de Luz dedicándole una frase amable y se dirigió a su dormitorio. Necesitaba un poco de soledad para saborear y a la vez aclarar sus sentimientos. Tenía sentimientos mezclados y sin embargo una sonrisa afloró en sus labios.
Esteban besó a Luz en la frente y se despidió. Como era el que tenía que viajar más lejos para llegar a su trabajo era siempre el primero en salir. Al caminar por el patio pasó por la puerta del dormitorio de Valentina, que era la habitación más cercana a la calle. Vio que la puerta estaba entreabierta y muy a su pesar no pudo evitar atisbar en el interior. La imagen aceleró su pulso y disparó sus hormonas. El espejo de la puerta del placar reflejaba lo que ocurría en otro sitio invisible de la pieza. Valentina, sentada en su cama, estaba colocándose las medias en una de sus piernas. El joven se detuvo un momento para admirar las líneas perfectas de la línea del muslo, la rodilla y la pantorrilla renegridas. Luego sacudió su cabeza para espantar ideas que cruzaban por su mente y prosiguió su camino. Sabía que durante todo el camino a su trabajo la visión lo acompañaría.
Valentina terminó de colocarse las medias y de vestirse. Cerró completamente las puertas del placar y de la habitación, que ya habían cumplido su cometido. Otra sonrisa enigmática alumbraba su hermoso rostro negro.
Esteban venía dormitando en el asiento del acompañante de su auto. Su amigo Matías, el único que había permanecido sobrio manejaba con precaución a esas altas horas de la noche, o más bien de la madrugada. La despedida de soltero del capataz de la fábrica en que ambos trabajaban había sido salvaje, y había corrido el alcohol en abundancia. Matías estaba extrañado de verlo a Esteban en estado de ebriedad, pues era conocido por su sobriedad, y ese hecho había sido el comentario del grupo. El conductor estaba convencido de que su amigo se había emborrachado intencionalmente. De hecho, en su inconsciencia balbuceaba cosas incoherentes.
Finalmente Matías llegó a la casa en que suponía que su compinche vivía. Lo sacudió fuertemente hasta que consiguió despertarlo.
-¿Hey Esteban, es aquí, verdad?
Abriendo dolorosamente los ojos por el resplandor de la luz de alumbrado público, el aludido movió afirmativamente la cabeza.
-Gracias viejo, te debo una.
A continuación se apeó del auto, comenzando a descender.
-Espera, toma las llaves del auto y ciérralo cuando yo salga.- Exclamó Matías tomando sus efectos personales.
Una vez que su amigo se hubo retirado para caminar las pocas cuadras que lo separaban de su casa, Esteban sacó las llaves de su bolsillo e intentó abrir la puerta. A pesar de que la misma era antigua las chicas habían colocado una cerradura moderna, con llave computada que requería introducirla con precisión en aquella. Esteban estuvo un largo rato intentando abrirla pero sin resultados, por lo cual comenzó a maldecir y vociferar en su borrachera. Finalmente se sentó en el umbral de la casa y comenzó a quedarse dormido.
Al cabo de un rato se oyó un ruido de llaves y se abrió la puerta desde adentro. Valentina apareció en el vano con un largo salto de cama que al caminar exhibía sus largas piernas. Al constatar que el muchacho estaba dormido lo sacudió volviendo a despertarlo.
-Vamos, polaco borrachín.- Susurró mientras lo ayudaba a ponerse de pie.- Vas a despertar a todo el vecindario.
Entraron con la alta figura del hombre colgado de la frágil mujer.
-¿Luz?-Preguntó.
-Está trabajando. Tienen una fiesta privada de casamiento en el restaurant que durará toda la noche.
En la fría noche estaban avanzando por el patio en el que el muchacho arrastraba penosamente sus pies. De repente sus manos cayeron y rozaron el trasero de la joven. Los impulsos retenidos en toda la jornada salieron en tropel; el hombre tomó el talle de Valentina, la giró hacia sí e inclinando la cabeza besó sus labios torpemente. Al comienzo ella no se resistió pero imprevistamente intentó apartarlo de sí, mientras las manos de él se introducían en su salto de cama acariciando sus carnes.
-¡Basta!- Dijo con resolución.-No voy a ser violada por un borracho.- A continuación le dio una bofetada en la cara, que tuvo la consecuencia de aclarar las ideas del hombre.
-Lo siento...yo.
-Basta, te llevaré a tu cama.
La muchacha lo arrastró hasta el dormitorio de Luz, lo ayudó a sacarse los zapatos y acostarse vestido. No pudo menos que visualizar la erección que se evidenciaba en la entrepierna del hombre.
Valentina regresó a su habitación. A pesar de sí misma verificó que su estado emocional interno no era de indignación como había pretendido hasta ese momento, sino de una cierta complacencia. Sus dudas sobre los sentimientos e intenciones de Esteban hacia ella estaban en claro. Sin embargo no pudo dormir esa noche.
Cuando volvió Luz a la madrugada encontró a su novio vestido en la cama, roncando ruidosamente. Al despertarlo lo indujo a desvestirse. Súbitamente el muchacho se arrojó sobre ella y con movimientos bruscos bajó sus bragas y se introdujo en su vientre. Lo que siguió fue vivido por la mujer como un suplicio, con Esteban penetrándola reiteradamente en forma dolorosa, muy alejado del amante gentil que siempre había sido. Para peor, la potencia del hombre y sus instintos parecían inextinguibles.