Capítulo 13

La mañana los encontró abrazados en la cama. Era sábado y ninguno de ellos tenía que ir a trabajar. Cuando Esteban abrió los ojos vio  los de la mujer clavados en los de él.

-¿Por qué me miras?

-Déjame observarte. Por mucho tiempo te miré desde lejos.

-¿Cuándo estaba con Luz?

-Sí.

-Pero cuando quise tomarte no me dejaste.

-Por respeto a mi amiga. Además estabas borracho.

-Me había emborrachado para animarme a besarte.

-No te quería en esas condiciones. Pero siempre supe que serías mío.

-¿Y Luz?

-Si hacía falta la habría matado.- Exageró ella.- O hubiera  recurrido a algún filtro de amor.

-¿Qué es eso?

-Algo para ponerte en tu bebida. Es algo que las mujeres en Colombia usan mucho.

-¿Las negras para conseguir un hombre blanco?

-Y las otras también.

-¿Y cómo lo preparan?

-No lo quieres saber.

-Sí quiero.

Valentina aproximó su boca al oído del hombre quien soltó una carcajada.

-Pero prefiero beber todo eso directamente de la fuente.- Dijo apuntando a la zona inguinal de ella.- ¿Y serías capaz de hacerme beber eso?

-¿Cómo sabes que no te lo hecho beber ya?

-¿Lo has hecho?

-Por supuesto.

-Bien. Veo que es efectivo.

La mujer cambió de tema.

-Dime ¿Qué fue que hizo que te emborracharas para acercarte a mí?

-Esa mañana te había visto colocándote las medias a través del espejo. Lo siento por haberte estado espiando.

-Tonto. Mira que eres ingenuo.

El hombre dudó unos instantes.

-¿Qué significa eso? No me dirás que tú habías dispuesto todo adrede, la puerta de la habitación abierta, la del placar...

-Por supuesto. Ya no aguantaba más verte en la cama con Luz. Te quería conmigo.

-Y luego me rechazaste.

-Las mujeres somos contradictorias. Te quería en mis propios términos.

Esteban se recostó sobre su espalda, lo que le produjo nuevamente dolor en sus heridas.

-Sabes, cuando estaba entre tus piernas vi un brillo extraño en tus ojos.

-Sería de la excitación.

-Fue en el momento en que estabas reabriendo mis heridas.

-¿Y eso te asustó?

-Por el contrario, me tranquilizó. No sé porqué.

-Yo sí lo sé.

-Dime.

Valentina contó al hombre su charla con su amiga Lía, la psiquiatra. Le habló de las relaciones de sumisión y sadomasoquistas.

-No sólo esa Lucrecia es dependiente de tu sumisión. También tú lo eres.- Le explicó.

-¿Cómo es eso?

-Es alguna característica de tu personalidad. No lo sé. ¿No te das cuenta tú mismo? ¿Qué sentías cuando esa mujer te cortaba?

-Mayor placer.

-Ves.

-Pero tú me has reabierto las heridas.

-Ya te expliqué. Me incrementó la excitación.

-¿Se lo harías a otro hombre?

-Jamás. Sólo me excita hacértelo a ti.

-¿Cómo se explica?

-No lo sé. La sumisión, por lo que leí, es algo inherente a una relación.

-Entonces tú también eres sadomasoquista.

-Sólo contigo.

Luego de almorzar los jóvenes salieron a caminar por la zona, que durante el día lucía menos amenazante que luego de la caída del sol, particularmente con el otoño que ya avanzaba. En un momento Esteban notó que su celular estaba zumbando en su bolsillo. Tomó el mensaje y su cara se tornó lívida.

-¡Oh no!

-¿Qué ocurre?- Preguntó alarmada Valentina.

-Es un mensaje de Lucrecia.

-Déjame ver.-Dijo en tono imperativo.

El joven le entregó el celular. La muchacha leyó en la pantalla.

“ Estoy embarazada de dos meses. Es tu hijo.”

-Puede ser mentira.- Exclamó indignada.

-No creo. Tuvimos relaciones muchas veces. Ella se negó a usar protección.

-Sin duda para quedar encinta y tenerte atrapado.

-Es capaz de hacer eso.

-No la dejaremos salirse con la suya. No voy a perderte aunque tenga que matarla. Esta vez lo digo en serio. ¡A esta negra no le van a sacar su hombre!

-No hables así.

-Pero hay otras cosas que podemos hacer.-Dijo la mujer ya más serenada.

Al regresar prendieron el televisor y lo miraron desde la cama. Valentina comenzó a abrazar el torso de él con sus piernas en un método que sabía infalible.

-¿Qué quieres hacer?- Preguntó retóricamente Esteban.

-Contrarrestar los planes de esa bruja.- Contestó enigmáticamente la joven.

Valentina fue conduciendo al hombre entre sus piernas.

-Estoy muy mojada por la excitación. ¿Quieres que me higienice antes?

- No hace falta. Yo me haré cargo.

La muchacha sonrió complacida por la respuesta, tomó la cabeza de él y la metió entre sus muslos. Al instante comenzó con su balanceo rítmico.

-Quítate la camisa.

-¿Para qué?

-Mírame.

Al levantar sus ojos Esteban vio que la mujer tenía una navaja en sus manos.

-Ya estoy lleno de heridas.

-Pero son las heridas de esa bruja. Yo quiero mis propias heridas.

Esteban miró a la mujer en los ojos.

-Tienes ese brillo en tu mirada.

-Es lo que necesito para retenerte. Tú necesitas esa cuota de sadismo de mi parte. Mete la cabeza donde corresponde y déjame ver tu espalda.

Valentina esperó a que Lía la alcanzara con su bandeja y ambas se sentaron en un extremo de la cantina, lejos de los demás compañeros de trabajo; la amiga presintió que tenía algo que contarle, algo importante y creía saber de qué se trataba.

-Veo una sonrisa y a la vez preocupación en tu rostro.

-Así es.

-Tienes noticias.

-Sí.

-Necesito que me cuentes todo.

-Y yo necesito contártelo.

Mientras comían la colombiana iba contando lo ocurrido desde que su amiga le había dado sus consejos. Así desfilaron las reuniones de Esteban con su dominadora, el seguimiento que Valentina llevaba a cabo de las mismas, la constatación del estado físico del joven a la salida, el cruce de mensajes anónimos, la llegada del muchacho a su casa y el sexo mantenido. Luego Valentina hizo silencio.

-Pero hay algo que no me estás contando. ¿Verdad?

La aludida no respondió. Obviamente estaba juntando coraje para contar a su amiga los detalles más íntimos.

-¡Vamos! Larga el rollo.- Incitó Lía sabiendo que su demanda estaba próxima a cumplirse. Valentina sintió que la sangre subía a su cabeza y su cara, pero comenzó su narración con todo detalle.

-Veo que no has olvidado nada.-Dijo Lía.-Recuerdas todo con precisión.

-Cada pequeña cosa.

-Pero te estás limitando a los hechos. Quiero que me cuentes cuáles fueron tus sentimientos y sensaciones, es lo que más me interesa como psiquiatra.

Valentina terminó su narración. La amiga meditó unos instantes, parecía desconcertada.

-¿Cuando desgarraste las heridas anteriores de tu hombre lo hiciste sólo para darle lo que sabías que él necesita, tal como yo te había explicado? ¿Fue un sacrificio para retenerlo?

Valentina no había meditado sobre el tema y por lo tanto no tenía una respuesta preparada; sin embargo contestó sin vacilar.

-Quizás lo que me decidió a hacerlo fue eso, pero luego el deseo de seguir adelante se apoderó de mí, no podía parar.

-¿Y qué te decidió a hacerle nuevas heridas, siendo que te apenaba su estado?

-El deseo de no depender de las huellas dejadas por esa bruja en su cuerpo, de hacerle mis propias marcas.

-Escúchame bien y medita bien tu respuesta. ¿Qué sentiste al hacerlas?

-Un éxtasis que jamás había conocido antes, me tuve que contener para no seguir hiriéndolo.- Era evidente que Valentina se sentía muy incómoda con su confesión.

-Pero dime exactamente que viste y sentiste.- El tono de Lía se hacía ansioso, y su amiga tuvo la percepción de que no la guiaba sólo un interés profesional.

-Bien, lo que vi fue la amplia espalda ancha y musculosa del hombre que amo y deseo situada entre mis piernas. El contraste entre sus carnes blancas y las mías me llenó de excitación. Quise poseerlas pero antes de eso quise herirlas. El saber que puedes dañar a tu hombre y hacerlo repetidamente y que eso te excitará y lo excitará es una experiencia desconocida y maravillosa.

En ese momento Valentina se percató de que se había dejado llevar por su calentura, y su sentido moral salió a censurar sus hechos y palabras.

-Dime, Lía. Soy un ser monstruoso como esa mujer horrible. ¿No es verdad? ¿Qué sientes por mí, asco, rechazo?

Lía apartó su rostro para evitar mirar a su amiga.

-Contéstame. ¿Qué sientes, repugnancia?

Lía la miró con un gesto desencajado.

-¡No! Mujer estúpida, lo que siento es excitación sexual y envidia.

Paradójicamente Valentina se echó en brazos de su amiga y se fundieron en un abrazo profundo, para sorpresa de los compañeros de trabajo que las observaban desde otras mesas lejanas. De pronto prorrumpieron en un aplauso. Las dos mujeres se sonrojaron y comenzaron a llorar juntas.

-Dime.-Dijo de pronto Lía.- ¿Me permitirían observarlos cuando lo hacen? ¿Tú y tu novio estarían de acuerdo?

-Tengo que preguntarle, por mi está bien. ¿Te interesa en forma profesional o por voyeurismo?

-Supongo que por las dos cosas.- Lía hizo una pausa.

- Valentina, lamento haberte insistido en que contaras cosas tan íntimas, mi excitación me ha llevado demasiado lejos esta vez.

-Tonta, yo estuve todo el tiempo esperando la excusa para contártelo, para presumir y jactarme de lo que le hago a mi hombre. Te repito mi pregunta ¿Esto me convierte en un monstruo?

-No soy especialista en este tipo de adicciones, aunque sería una buena idea dedicarme a ellas. Lo que sé es que de acuerdo a estudios recientes el sadomasoquismo es una tendencia presente en todos los seres humanos, y que sólo está agazapado a la espera de circunstancias que lo hagan aflorar. ¡No! No eres un monstruo y yo quisiera poder hacer lo que tú haces