La bandera de cuadros negros y blancos ondea grandiosa, frondosa mientras cruzo la meta final. Grito de felicidad, de alegría, mi corazón dichoso se acelera emocionado, impresionado mientras golpeo el volante de mi auto Cruze con efusividad.
—¡Lo logramos, bebé, ganamos nuestra segunda carrera, lo logramos!
Doy otra vuelta por la gran pista de 5,922 kilómetros, sintiéndome poderosa y grande, entretanto escucho a través de mis audífonos como celebra mi equipo. Llevo dos carreras de once. Si continúo con buen tiempo puede que me lleve a casa esa copa ansiada; de solo imaginarla en mis manos, mi cuerpo vibra exaltado. Cuando decidí hace unos años atrás que deseaba ser piloto de autos, algunos compañeros de secundaria se burlaron, otros me animaron, y mi encantadora Arlet me regaló una mirada de confianza y luego dijo: «Tú eres la dueña de tu destino y solo tú tienes el poder en tus manos de lograr lo que quieres».
Este siempre fue uno de mis sueños. Con el pasar del tiempo, he sacrificado días de mi vida de adolescente por estar en el autódromo y, créanme, no me quejo, de esa manera es como lo es todo en esta vida que vivimos a diario, si no arriesgas nada pues no consigues nada, no se trata de perder o ganar, se trata de demostrarse a uno mismo cuan capaz somos de luchar por lo que anhelamos, estoy segura de que cuando se consigue el resultado final, ese momento no se cambia por nada.
Contemplo la larga y magistral pista, la algarabía de la gente y mi enorme sonrisa del tamaño del sol, tan grande y resplandeciente justo en este día: 17 de Abril de 2016.
Voy bajando la velocidad hasta llegar al punto de llegada en donde me esperan mi equipo, patrocinadores, fanaticada, mi orgulloso padre, Arlet y él, mi amor, Troy, ¿cómo se puede ser así tan hermoso y caminar por las calles como si nada? Su espléndida sonrisa me noquea, lo amo porque esa sonrisa es solo mía, se le ve tan tierno y a la vez sexy. Estoy lela observándolo.
«¿Qué hiciste conmigo, Troy?»
En definitiva, este amor que ha nacido por él parece querer rebasarme, mi cuerpo tiembla ante ese pensamiento, no quiero ni deseo pensar en absolutamente otra cosa que no sea él. No soy adivina, no sé si esta relación tendrá un final bonito, eso no lo sé, pero de lo que sí estoy segura es que lo amo de verdad y disfrutaré cada día, cada minuto y segundo de mi vida a su lado, tan segura estoy de lo que siento que incluso deseo pasar el resto de mi vida a su lado, despertar a su lado en cada amanecer.
Finalmente, llego a mi sitio, salgo por la ventana del piloto y al hacerlo, los gritos emocionados llegan a mis oídos, yo solo me encuentro enfocada en una mirada. Me deshago de mi casco, capucha y guantes, alguien me los quita de las manos y ni me molesto en ver quién es. Troy me contempla risueño y hago lo que últimamente deseo, ser espontanea con él, así que como una niña pequeña corro a su encuentro sin importarme una mierda que me encuentre sudada y espantosa y con varias personas cerca, llego hasta él y me trepo en su cuerpo, enroscando mis piernas en torno a su cintura y él me abraza fuerte, enterrando su cara en mi cuello, lo aparto solo un poco para concentrarme en sus hermosos ojos negros.
—¿Planeas darle una paliza a todos esos hombres? —dice pegado a mis labios.
—Al único que quiero dejar “molido” es a ti —Levanto una ceja con coquetería.
—Felicidades, preciosa. Estoy muy orgulloso de ti, te mereces el mejor premio el día de hoy.
—Mmm, ya lo creo, fíjate que sí. —Coloco mis labios en uno de sus oídos—, mi mejor premio eres tú y sin nada de ropa. —Troy abre un poco los labios dejando salir su aliento fresco.
—Comprendo ese punto mi fantástica corredora, hoy seré tu premio entonces —musita bajito mirando fijamente mis labios, no puedo evitar las ganas de besarlo y lo hago. Somos ajenos a lo que nos rodea, solo él y yo en nuestra burbuja especial de amor.
—Deja de monopolizar a nuestra ganadora de hoy, Troy. Ya tendrás tiempo para ella. —Una voz quejosa nos explota la burbuja del momento. Me separo de manera forzada de mi novio. Arlet nos mira negando y detrás de ella el resto de la gente que esperaba por mí, incluido mi padre, lo observo apenada y él me lanza un beso con su mano desde donde está.
—Mejor atiende a la prensa, preciosa, no estaré lejos, es más, mejor voy a ver a nuestro representante, pareciera que vine solo a estar contigo y no con el equipo de la compañía de mi familia —confiesa algo divertido, mi caramelo delicioso, mientras me coloca en el piso de nuevo.
—Oye, sí. Mira que no deseo que mi suegro me vea mal, porque no solo estoy con su hijo, sino que este no le presta la debida atención al piloto oficial de su compañía —admito algo seria.
—Por eso no te preocupes, hermosa. Este año creo que una linda piloto va a desplazar a los demás, de igual manera, mi padre debería sentirse orgulloso, su nuera le está dando una paliza al resto de los corredores.
Me guindo a su cuello nuevamente, poniendo mis pies en punta para poder alcanzar sus labios, me da un pico apresurado en vista de que ya exigen mi atención. Mi querida Ari casi tuvo que apartar mis manos de mi novio.
—Victoria Ackerman, contrólate chica, límpiate la baba que derramas por ese hombre. —Se burla de mí la muy idiota, regalándome un largo abrazo—, ¡Eres la puta corredora más extraordinaria del mundo!
—Gracias, Chili, te quiero, perra.
Ambas estallamos en risas; si Fiorella estuviera acá mínimo nos cae a taconazos. Arlet se guinda de mi brazo, guiándome para atender a la prensa. Papá se acerca a mí, apresándome dentro de su pecho con sus grandes manos, yo lo recibo feliz.
—Mi pequeña tornado —dice recordando la manera como solía llamarme cuando era pequeña, esto se debía a que nunca paraba y hasta la fecha de hoy sigo igual—, no sabes lo orgulloso que estoy de ti, hija. Si no consigues ganar las demás carreras, no importa, porque al ver lo radiante que luces hoy compensa mi corazón como padre.
Esas palabras hacen que mi pecho sienta una caricia cargada de amor, él y mamá han sido el pilar fundamental para lo que soy hoy, sin ellos no sería lo que soy, han sido unos padres extraordinarios.
—¡TORIIII!
Una vocecita hace que mi pecho brinque. Al salir del escondite de los brazos de mi padre, las veo. Mamá vestida de forma casual, algo poco común en ella debido a su trabajo en la editorial, viste un jean azul oscuro y una blusa de seda color verde manzana, se ve genial. Me agrada verla vestida de esa manera, luce mucho más joven. Enredada en su cintura está Mía, mi ángel travieso. Ella hace movimientos para que mamá la baje y cuando está en el piso corre hacia mí. Lleva un vestidito muy cuchi, la parte de arriba es rosa con lunares blancos y la parte de abajo tiene un pequeño dibujo en relieve de...
Ay, no, la estúpida Peppa.
No puedo objetar eso, mi pequeña hermana adora a esa cerdita. Recibo a mi entusiasta hermanita cargándola, amo su aroma. Han sido casi veinte días sin verla, su cabello ha crecido un poco y sus bucles lucen adorables como siempre. Le beso sus cachetes rosados como algodón de azúcar.
—Hola, mi pequeña traviesa.
—Hola, ¿ganaste? —Abro mi boca como idiota, escucharla hablar casi perfecto se me hace difícil de creer, ha sido de repente.
—¡Hola, cariño! Felicidades, hemos visto parte de la carrera en la limusina de camino acá, el jet salió con retraso de Boston, estoy muerta de cansancio —dice mi madre mientras me besa en la mejilla, Mía se entretiene con los botones de mi traje de carrera.
—Déjame atender a la prensa y nos vamos al hotel. —Le hago saber.
—No, por supuesto que no, este es tu momento, no te preocupes por nosotras.
—Mis tres mujeres —acota papá a nuestro lado, Mi demanda su atención y nuestro padre la toma en brazos, dándolo un sonoro beso en sus mejillas para luego darle un pequeño roce de labios a mamá de bienvenida.
—Tú madre tiene toda la razón, hija. Ya hablé con algunos reporteros, ahora es tu turno, nos vemos para la cena —y añade—: invita a Troy.
―Sí, hija. Invítalo ―dice mi madre con media sonrisa. Imagino que vio como nos besábamos en la limusina. Le devuelvo la sonrisa con cariño.
―Está bien, mamá.
Mis padres se marchan y yo me dirijo finalmente a los reporteros. Arlet decidió quedarse a mi lado, aunque ansiaba la presencia de mi novio debo darle su espacio, sus deberes con la gente de su compañía necesitan de él, no debo ser una acaparadora. Por otro lado, debo informarle a mi madre de su nuevo yerno. Aunque papá ya sabe de esto le pedí no decirle a mamá, pues quiero hacerlo yo misma.
Luego de la entrevista con los reporteros regreso al camerino, me doy una ducha rápida en el baño de este mientras dejo a Ari atendiendo una llamada de su futuro esposo. Aún me encuentro perpleja, es la segunda carrera en la que obtengo la victoria sumando puntos a mi favor, no quiero emocionarme de más, ni mucho menos adelantarme a los hechos, que ocurra lo que deba ocurrir.
A ver, destino... ¿Qué me tienes preparado?, ¿qué tienes para mí?
Salgo del camerino, ya lista para irnos, la futura novia aún continúa pegada a su móvil, por fortuna tiene un excelente plan de compañía celular o ya estaría en banca rota. Me hace señas con las manos para que le dé tiempo, yo le sonrío dirigiéndome a la pequeña nevera ejecutiva para tomar una bebida energizante, luego de cada carrera la sed es monumental, tomo la bebida y me dirijo a uno de los muebles de la habitación, estoy concentrada destapando la lata cuando un gritito hace que esta se caiga al piso.
—¡HOLA! —Salta Fiorella detrás del mueble, donde se encuentra Arlet, mi corazón late apresurado por la impresión, llegó de sorpresa. Me llevo una mano al corazón agitada.
—¡Son unas brujas! Por Dios, casi muero de un ataque al corazón, joder —Fiorella ignora mi queja y corre hacia a mí para pegarme a ella con cariño, no me queda de otra que abrazar a esta mujer que adoro tanto como a Arlet.
—¡Ahhhhh, no podía dejar de venir! ¡Felicidades, suertuda! —Su chillido casi me revienta el tímpano, pero es tanta su emoción que le correspondo el abrazo, Fiorella comienza a dar brinquitos y me anima a hacerlo.
—No den brincos de celebración sin mí, caray —objeta Ari, soltando por fin su móvil y se une a nuestro festejo.
Con ellas me siento una niña siempre, porque son tan parecidas a mí: son espontaneas, alegres, gruñonas, y a la hora de decir la verdad lo dicen a la cara sin más, son muy sinceras y también un poco orgullosas, aunque confieso que de las tres, la vulnerable es Fiore. Las tres tenemos una especie de hermandad, una relación más allá de los lazos de sangre.
Después de la locura de los brincos como canguros conversamos un rato sobre las dos carreras ganadas, y de mi encanto de novio; a Fiorella no le impacta mi nueva relación y dice «eso me lo esperaba, se tardaron un poco».
Poso los ojos en la pantalla en mi celular y advierto que son las doce del mediodía; tenemos una hora acá.
—Chicas, mejor nos vamos a almorzar.
—¿Y tu chicle? —se burla Fiorella.
—¿Por qué rayos lo llamas de esa manera? —protesto.
—Porque no se va a despegar de ti nunca. Estoy celosa de ustedes, Ari ya tiene su chicle, ahora tú también. Yo todavía estoy sola. —Hace un puchero mi querida española.
—Si gustas, te compro una caja de gomitas en la maquinita de chucherías del hotel —dice Arlet muerta de risa. Yo le halo un mechón de cabello a propósito.
—¡Auch! Eso duele, Victoria. —Sus ojos me miran feo.
—Pues deja de burlarte de nuestra amiga.
Mientras Arlet se soba la cabeza en el sitio exacto donde le halé el cabello, Fiorella estalla en carcajadas, terminamos uniéndonos a esa contagiante risa llena de energía.
Las tres caminamos en busca de mi novio, imagino en donde está, sé en donde se encuentran los camerinos de cada competidor de la carrera, no es simple casualidad ¡O sea, son la competencia! Vamos conversando de trivialidades y cuando llegamos al lugar, freno en seco porque veo a mi novio conversando con la misma tipita con la que lo vi en aquel café en Boston. Siento la cara caliente y las manos me pican; la muy estúpida le sonríe con esa clase de sonrisita de «cógeme» pintada en su cara de zorra. Eso me revienta de rabia. La detallo.
Prominentes curvas. Demasiadas para mi gusto. Piernas largas, pero algo arqueadas. Tetas y culo grandes, son operados. Cabello rubio, es tinte. Rostro, mejor no digo nada.
—Es que cuando veas la tela te vas a morir. Es preciosa, Fiore —escucho que dice Arlet, mientras Fiorella la observa entusiasta. Ni idea de qué hablan, pero no se han percatado de lo que yo veo, y mi novio mucho menos.
Grrr…
—La que va a morir es otra —murmuro por lo bajo.
—¿Qué? —preguntan ambas. En ese instante la rubia falsa y de tetas falsas le coloca una mano en el rostro a mi hombre y yo veo rojo ¡Maldita sea! Imagino que mis acompañantes se percatan de lo que sucede porque cuando comienzo a caminar se apresuran.
—Ay, maldición. Tori, alto allí —suplica Arlet.
—Victoria, calma. —Fiorella me toma del brazo logrando que la mire—, contrólate, cariño. No dejes que los celos se apoderen de ti. —Inhalo y exhalo para controlar lo que sucede en mi cuerpo, pero la gota que rebasa el vaso de agua son las risitas de ella seguidas por las de Troy, me zafo de manera brusca de mi amiga y camino a toda prisa, ya ni logro pensar.
—Qué tal. —Me paro en medio de los dos con los brazos cruzados, mirando a la rubia oxigenada. Ella frunce el ceño y busca una explicación en los ojos de Troy.
—Victoria —musita mi novio.
¿Qué pasó con el «preciosa»?
Giro mi rostro hacia él.
—Troy —murmuro entre dientes—, en vista de que no llegabas por mí, vine por ti.
—¿La conoces? —pregunta de metiche.
—Sí. —Es lo único que Troy dice y me duele. Mis amigas llegan finalmente y el ambiente se pone pesado.
—Soy su novia, ¿y tú eres? —Ladeo mi rostro con sonrisa fingida, noto que ella se tensa y aprieta sus labios.
Le gusta, lo sabía.
—¿Es cierto eso, rey griego?
Eso es lo último que puedo soportar, así que le doy un puñetazo en la estúpida cara de zorra desaliñada. Mis amigas sueltan un jadeo y la nefasta me da una cachetada.
—¡Maldita zorra, voy a acabar contigo! —vocifero, y antes de que brinque sobre ella, Troy me toma por la cintura con fuerza.
—¡Victoria, por favor! No es el momento ni el lugar.
—¡SUÉLTAME! —grito fuerte, enfurecida, lanzando patadas al aire.
—Ella es simplemente una amiga y compañera de trabajo. No había necesidad de que la atacaras.
Sus palabras me lastiman y son como hielo que enfrían mi corazón. «No había necesidad que la atacaras». Esas palabras retumban en mi cerebro.
Observo a mis amigas, que lucen apenadas, y a la estúpida que ocasionó esto con una mano en la mejilla. Estoy segura de que le duele hasta el alma. No quiero estar aquí, solamente deseo estar en mi habitación.
—Por favor, suéltame, Troy —pido una vez más y esta vez me obedece.
Muevo mis pies y decido marcharme al hotel. Mis amigas me siguen sin pronunciar palabra alguna. Ellas ya me conocen: si dicen algo ahora, no será buena idea.
—Tori, por favor, no te vayas así —balbucea Troy a mi espalda.
—No quiero hablar contigo ahora.
No miro atrás. Si lo hago comenzaré a llorar y ni muerta voy a parecer débil delante de él y menos de la idiota de su amiguita.
Estoy recostada en la cama de mi habitación luego de sacar a relucir mis malditos celos y lo anaconda que puedo ser cuando estoy en ese estado. Me he tranquilizado ya por mi bien y salud mental; mis pobres amigas estuvieron acá hasta que conseguí mejorar mi ánimo. Se acaban de marchar para almorzar; no las acompañé porque mi hambre se esfumó. El celular lo apagué con toda la intensión del mundo; no deseo escuchar por ahora a cierto idiota.
Un toque medio extraño en la puerta me pone alerta. Me siento en la cama y agudizo mi oído. Vuelven a tocar y no es el toque de una mano fuerte, sonrío porque sé perfectamente quien toca tan chistoso y descoordinado. Me apresuro y abro.
—Hola, cariño —dice mamá, agacho mi vista para ver a mi chiquita a su lado.
—¿Eras tú quién tocaba? —La apunto con un dedo riendo.
—¡Sí! Mira, traje a Peppa —Mi hermana me muestra su pequeño peluche y suelta un pequeño bostezo. Miro a mi madre y niego señalando el nuevo juguete. Las invito a pasar.
—No, hija, no vamos a entrar. Solo pasábamos por ti para almorzar; tu padre ya se encuentra abajo.
—Vayan ustedes, mamá, estoy agotada, quiero descansar. —Mi madre me acaricia la misma mejilla que la perra me golpeó, gracias al cielo no me hizo daño.
—Está bien, corazón. ¿Mía puede quedarse contigo mientras almorzamos? Se había quedado dormida y tuve que despertarla.
—Claro, mamá, ¿ya comió algo?
—Sí, fue lo primero que hice al llegar al hotel.
—Ok, déjala acá; yo me encargo de que duerma otro rato.
Mi madre se despide y se marcha a almorzar con mi padre. Cuando me giro, mi pequeña hermana se ha quedado medio dormida en la mitad de la cama, con Peppa pegada a su pecho. Vuelven a tocar la puerta unos minutos después. Apuesto a que mamá se le olvidó darme alguna recomendación extra para Mía, siempre lo hace. En el fondo, siento que no confía lo suficiente en mí para cuidar de mi hermana.
Abro despacio la puerta para no despertar a Mía. Pero para mi gran, y no tan grata sorpresa, es mi novio. Lo observo seria.
—¿Por qué apagaste el móvil? —Protesta con los labios apretados.
Regreso a la habitación dejándolo con la palabra en la boca. Mi hermana se encuentra aquí y no quiero despertarla por discusiones. Me trepo a la cama con cuidado y siento la mirada de Troy sobre mí. Tomo el cuerpo de mi hermanita lentamente para acomodarla mejor, puesto que Mía tiene el sueño ligero; pareciera que estuviera cargando una bomba a punto de explotar. Escucho una risita baja y le lanzo una mirada de advertencia a Troy, se hace el loco, pero me guiña un ojo y yo ruedo los míos.
Consigo acostarla como se debe, suelto un suspiro de alivio y coloco varias almohadas como trinchera a su alrededor. No me gustaría que mi hermana rodara y cayera al piso porque sería mi muerte súbita. Me bajo de la cama decidiendo hablarle a mi estúpido y tarado amado, porque la rabia ya se ha ido y mi amor por él se ha vuelto grande.
—Así que eres un «rey griego». Figúrate, no lo sabía, su majestad —digo con ironía.
—Son tonterías de Michelle. Se burla de mi nombre siempre. Por favor, Tori, ya sabes que a quien amo es a ti. Mi mujer eres tú, la dueña de mi vida. Siempre será de esa manera —expresa penetrándome con la mirada; mi corazón se estremece.
—No me gustó la actitud que tuviste conmigo delante de ella, Troy —lo acuso.
—Nada más quería evitar una pelea; ya te conozco. Además no te conviene un escándalo en plena competencia, amor —Habla con sinceridad, y vaya que sí me conoce. Por otro lado, tiene la razón.
—¿Y bien?, ¿cómo quedamos? —articulo bajito, rindiéndome.
—Eso lo debería preguntar yo, preciosa.
—Ahora sí soy «preciosa». Eres un idio... —Troy me toma sorpresivamente de un brazo, pegándome a él y llevando mis labios hasta su boca.
—Ya cállate y bésame.
No objeto ante su arrebato porque cuando sus labios chocan con los míos y su lengua entra a mi boca se adueña de mi mundo entero, de mi cuerpo y de mi corazón. No necesito oír sus palabras ni sentir sus caricias sobre mi piel para saber que su amor es puro y sincero.
Nos besamos largo rato, tal vez minutos, pero no podemos despegarnos el uno del otro y cada vez se hace más intensa la necesidad de que me ame por completo. Una de mis manos comienza a soltarle los botones de la camisa con desespero y él la toma con cuidado.
—¿Es... tu hermanita? —inquiere entre jadeos, sin dejar de besarme.
—Ajá —respondo extasiada.
—No es buena idea hacer algo con ella tan cerca. Vamos al baño.
Nos encaminamos al baño en puntitas como dos adolescentes traviesos; estoy muriendo por las ganas de estar con él. Troy desata mi locura y pasión, soy como un volcán ardiendo solo por él. Nada más entrar al baño comenzamos a desvestirnos apresurados. Inhalo el aroma de su pecho desnudo. Su perfume me embriaga. Él me quita el pantalón, me arranca la blusa, me despoja de mi sujetador y, al quedar libre mi par de pechos con mis pezones erectos, Troy no evita lamerse los labios y va por ellos. Los lame con desenfreno y yo enloquezco. De repente, mis pies despegan del piso. Mi amado me carga para sentarme en la encimera a un lado del lavamanos donde hay suficiente espacio, se acerca de nuevo a mis pechos desnudos y comienza su labor de nuevo, pegándose mucho más a mí. De esta manera, puedo sentir su ya abultada erección chocando sobre mi rodilla. Sin pensar mucho, mi mano se va dentro de su pantalón para tomar su miembro, logrando que mi hombre suelte un gran gemido. Busca mis labios de nuevo para chuparlos con furia. Su mano también quiere ser traviesa y se mete dentro de mi tanga para encontrarse con la laguna que se ha formado en mi centro por su causa, haciendo fácil el acceso a sus dedos y, cuando lo hace, mi mano libre se mueve violentamente a un lado ocasionando que caiga al piso estrepitosamente un vaso de vidrio que se encuentra cerca, seguido del llanto de Mía.
—¡No! —refunfuño, a punto de llorar también. Troy me da un beso fugaz con media sonrisa. Ambos estamos sudados, rojos y con más ganas que nunca de amarnos y comernos. El llanto de Mía se hace más exigente.
—Será mejor que vayas con ella, yo... —Mira hacia abajo—, me voy a dar una ducha fría urgente y me encargo de limpiar esto. —Observo fijamente su gran erección y niego con la cabeza.
—Que desperdicio. Lo siento —articulo con tristeza. Troy me besa la punta de la nariz.
—Tranquila, en la noche estaremos solos y habrá triple ración. —Ríe sin remordimiento.
—Más te vale porque estoy que te como completito.
Me apresuro a lavar rápidamente mis partes, al menos con el toque del agua fría calmo mis ansias. Luego lavo mis manos. Troy se mete a la ducha y da saltitos cuando el líquido frío cae sobre él.
Salgo a la habitación vestida y con una panti limpia. Mi pequeña llorona mira a todos lados. Pobre, debe extrañar su cama de princesa.
—Hola, mi amor. Tranquila, aquí estoy. —Me recuesto a su lado.
—Ho… la —balbucea, con sus ojitos llenos de lágrimas y la nariz roja.
—¿Quieres ver TV? —Ella asiente entusiasta mientras le limpio su rostro mojado. Agarro el control a un lado de la cama y enciendo la gran pantalla plana. La primera imagen que sale es la de un bosque. Mía de inmediato sonríe y presto atención. Es una película de Disney. Al parecer, es un tráiler. Y, en efecto, lo es; tal parece que la están proyectando en el cine.
—Quiero ir —pide con una sonrisa tierna de oreja a oreja. Yo la observo dudosa.
—Yo las puedo llevar. —Se ofrece mi novio, que está saliendo del baño, duchado y con su miembro “dormido” por ahora. Mía se pega a mí de inmediato con timidez.
—¿Estarías dispuesto a ir al cine con una niña de dos años? —Río fuerte.
—Corrección, son dos niñas, pero una es algo traviesa cuando la besan. —Mis mejillas se encienden y él me guiña un ojo.
—Nadie te manda a ser tan buen besador. —Troy muestra una leve sonrisa.
—Solo por ti. —Se acerca a mí y Mía protesta.
—Mía, tranquila. Él es Troy, un amigo. —Mi ángel está muy pequeña como para hablarle de novios. Troy le muestra una sonrisa tierna.
—Hola, princesita. Mira lo que encontré en el piso. —Le muestra su nuevo peluche; ella le devuelve la sonrisa—. Tu amiga Peppa. No la pierdas de vista. —Se lo entrega y Mía lo recibe encantada.
—Gracias —responde ella. Troy abre los ojos asombrado.
—Excelente, parece que ya pronuncias bien la letra R.
¿Cómo no amarlo si recuerda el mínimo detalle que le converso con respecto a mi vida? Lo miro derretida de amor.
—Sí, ya mantiene una conversación con nosotros; todavía me cuesta asimilarlo, sucedió de repente.
—Me alegra. Así que, ¿qué película vamos a ver?
—¡Zootopia! —grita Mía eufórica, dando saltos en la gran cama.
Troy
Estamos en la sala de cine. Mi hermosa Tori y su hermanita están concentradas en la película. Las risas de ambas suenan angelicales. Su hermanita se parece tanto a ella. Es tan tierna, me recuerda a mi sobrina. Estoy seguro de que cuando se conozcan se la llevarán bien.
Ahora me encuentro algo calmado. El mal momento entre Tori y Michelle casi me hace perder los estribos. No quiero que Tori se entere que fue Michelle una de esas mujeres con las que tuve sexo solo para sacarla de mi cabeza. Michelle siempre fue mi amiga desde que entró a trabajar en la compañía y, casualmente, cuando regresé a Tokio, luego de estar hecho una piltrafa por mi princesa, Michelle fue transferida allá. Las cosas se dieron sin planearlas. Una salida, alcohol y mi desespero por olvidar a mi amor real ocasionaron que terminara en la cama con mi amiga y compañera de trabajo. Ya había estado con otras, no sé por qué carajos con Michelle estuve más tiempo de lo debido. La dejé cuando me enteré de que se había enamorado de mí. No deseaba hacerle más daño teniendo relaciones con ella solo para olvidar. Al final ella ha seguido su vida y, aunque seguimos como amigos, no es igual. Ambos evitamos vernos, salvo para las reuniones de la empresa. Esta mañana se encontraba acá, ya que debía firmar unos papeles de suma importancia de la gente de Tokio. Preferí que los trajera ella a que los trajera Theo.
Así que, cuando hoy las vi juntas, temí que ella le dijera algo de nuestra relación pasada. Por eso fui tan cortante; no quiero que sepa con quién me he acostado. Es muy celosa y no puede evitarlo. Eso lo viví cuando fuimos novios tiempo atrás. Sé que hoy la herí y debo hablar con ella, aclarar sus dudas y temores. Acepto lo que sea, soporto lo que sea menos verla sufrir por mí causa.
Las risas estrepitosas estallan en la gran sala de cine. Es una escena donde sale un oso perezoso llamado Flash trabajando en su oficina. Es tan lento que la conejita protagonista se ve frustrada.