Epílogo

10 años después

Troy

Ella mueve sus caderas de una manera perfecta, guiada por el sonido del derbake, al compás de la danza árabe. Sus pies parecen querer volar; es como un hada mágica, tal como la llama ella de vez en cuando, en un bosque encantado. Su cabello en bucles exquisitos y tan largo como su propia espalda brincan con cada salto. No teme a los ojos puestos sobre ella en este preciso momento. Es todo lo contrario; se anima a moverse con más desenvoltura porque es la reina más hermosa, es la protagonista, la estrella.

Con su traje de gala, falda y top, en varios tonos de azul, decoran a la perfección su cuerpo, su vientre plano se desplaza de arriba abajo y siento que voy a desfallecer. Mucha piel a la vista. Trato de calmarme o voy a terminar por hacer lo que no debo, cubrirla de pies a cabeza. Le prometí comportarme hoy.

El idiota sentado a mi lado la devora con sus ojos. Ruedo los míos. Juro que quiero ahorcarlo, matarlo o lanzarlo a un río con un ancla atada en uno de sus pies; por mí lo desaparezco ahora mismo. Alguien toca mi hombro. No es necesario imaginar que me van a dar una jodida reprimenda. Mi actitud de papá cavernícola ha salido a la luz de nuevo. Volteo mi rostro hacia mi otro amor, mi luminiscencia, mi princesa Tori. Ella me observa con una ceja amenazadora y de brazos cruzados y, aunque susurra, dice cada palabra cargada de advertencia.

—Amor, te calmas o te calmo. No vayas a arruinar la presentación de Mía; sabes lo mucho que trabajó por esto, han sido dos meses de ensayo. —Le robo un beso, amo hacer eso y en parte lo hago para calmarme, sentir sus labios cálidos me tranquilizan y es lo que necesito.

—Se ve tan... perfecta —dice el pendejo de al lado. Eso me revienta y rebasa mis límites.

Con disimulo estiro mi brazo derecho y le propino un “inocente” codazo al buen amigo de mi hija. Maximiliano se queja, pero sigue embobado con el cuerpo de Mía.

¡Por Dios! ¿Cuándo se convirtió en mujer mi pequeña?

Tori me pellizca fuerte por un costado y yo doy un respingo.

—¡Troy Bourke! Te vi, deja en paz a Max. Pobre niño, agradece que viniera a darle apoyo a nuestra hija.

Nuestros otros dos hijos, sentados al lado de mi mujer, ríen a carcajada limpia. Se tapan las bocas con las manos o harán un escándalo y Mía los asesinaría.

Timothy es tan travieso y divertido como su tío Tom. Parece una copia exacta de él por la manera de comportarse; tiene trece años. Y la pequeña de la casa, María Victoria, de once años, a quien llamamos Marivi de cariño, es lo opuesto a sus hermanos. Es más tranquila, pero a su manera. Es como ver a una viejita en un cuerpo de niña. Dice cada cosa. Le gusta jugar ajedrez, actividad que le apasiona; ya ha ganado varios campeonatos en su escuela. Posee una mezcla de su madre y yo, tan parecida a su hermana mayor, salvo que su cabello es más claro como el de mi madre.

La familia que hemos creado mi adorada esposa y yo me hace sentir orgulloso. Los cinco somos un gran equipo, nos apoyamos en todo y, aunque tengamos diferentes puntos de vista o discutamos como en toda familia, le damos prioridad a las disculpas y a dejar de lado el orgullo.

Mía es una hermosa niña. Bueno, ya es casi una mujer que dentro de dos días celebra sus quince años. Sigue siendo la misma desde que supo que era mi hija; es muy abierta conmigo, conversamos de cualquier tema y le apasionan los autos igual que su madre. Tori ya le enseñó a conducir hace un año y confieso que, la vez que las acompañé al autódromo para ver su primera vuelta allí, las pelotas me subieron a la garganta, no imaginé que el grado de vulnerabilidad y temor que había tenido antes por mi esposa ahora fuera por partida triple. Cada momento en el que hemos vivido algún inconveniente con nuestros herederos muero unos segundos. Por ese lado, admiro a la mujer que tengo, porque en ese aspecto ella es más fuerte que yo.

Tim es un apasionado del fútbol; parece que hubiese nacido con un balón, deporte que practico con él en mi tiempo libre y también su madre y hermanas se unen algunas veces; antes Pluto era el portero, pero murió hace algunos años por vejez. Fue duró para todos, un poco más para los niños, quisimos regalarles otra mascota, ellos no aceptaron alegando que no soportarían otra partida. Aunque el amor y calidad humana de esos hijos y mujer que me gasto se impone y cierto día apareció fuera de nuestra casa un perrito tricolor, íbamos de paseo familiar y al abrir el portón eléctrico nos encontramos con el cachorro de orejas largas y nariz chistosa, un gracioso Beagle, los famosos perros cazadores; se encontraba algo desnutrido y sin collar de identificación. Marivi fue la primera en bajar del auto. Luego la siguieron los demás; nuestro paseo se fue a la porra porque ellos le dieron prioridad al cachorro. Se dieron a la tarea de hidratarlo, bañarlo y darle de comer. Luego comenzaron a indagar por todos lados si tenía dueño, en esa parte los ayudé y finalmente el perro se quedó con nosotros y vive acá desde hace dos años; se llama Cornelius. Sí, no se rían, fue idea de Marivi. Según ella era el nombre perfecto y el día que ella decidió llamarlo de esa manera; todos nos miramos curiosos, sin embargo, nadie dijo nada.

Vuelvo mis ojos al escenario hasta donde se encuentra ella, rodeada por otras compañeras de la tropa de baile de danza árabe. Su pasión por esa música nació cuando en un acto del antiguo colegio al que ella asistía junto a, su prima Angy, presenciaran una coreografía con otras niñas sobre este. Desde entonces nada la detuvo; es una excelente bellydancer y, gracias a ello, o no sé si desgracia, hace un año el niñato a mi costado la vio bailar en un show de caridad y de inmediato se volvió fiel “amigo” de mi niña. Se han hecho buenos aliados. Sé que soy un quejón; sin embargo, reconozco que el muchachito es inteligente, aplicado, cortés y es nieto de uno de los socios de la compañía. Mi amada esposa lo adora; hasta suspira cada vez que ve al muy idiota hablarle bonito a nuestra hija, para colmo un día dijo bromeando: «Su nombre comienza con M como el de Mía, tal como nosotros T&T».

Casi escupo la bebida que acababa de ingerir, aunque no pude evitar la crisis de tos que tuve. La muy picara de mi mujer reventó en risas esa vez.

—Apaga ese cerebro y disfruta la presentación de nuestra hija, mi amor —implora con labios pegados a mi oído la mujer por la que respiro, me muerde de forma perversa el lóbulo de la oreja sin importarle que la gente detrás de nosotros nos esté observando. mí también me vale un carajo, cuando ella se porta mal, más ganas me dan de poseerla y hacerla mía hasta que caiga rendida de placer—. Te prometo hacerte pasar una noche inigualable.

Escuchar esas últimas palabras me han encendido y más a mí “amigo” de allá abajo. Mi esposa se percata de eso y aprovecha que han bajado las luces, iluminando solo el área del escenario, mete su mano traviesa en mi pantalón y se apodera de lo que le pertenece. caricia la punta de este para luego subir y bajar su mano y siento que voy a aullar como lobo. Entonces me contengo, los únicos gritos que saldrán de mi boca esta noche serán para nuestra hija cuando finalice su presentación, cosa que hasta ahora hace a la perfección, tiene al público maravillado ante ella.

Mía

Me sentía nerviosa antes de salir al escenario, pero cuando comencé a escuchar esa melodía que me envuelve totalmente todo desapareció, dejándome sola en escena. La primera canción ha terminado. Era un Baladi, uno de los ritmos de la música árabe; solo era la melodía sin cantante. Me confieso enamorada de esto. Es como si viviera dentro del libro Las mil y una noches. Cada giro y toque de cadera me hacen sentir como dentro de un hechizo.

Observo al público. Aplauden entusiastas. Mis ojos buscan a mi familia y a mi amigo Max. Al verlo, me sonrojo porque me mira fijamente con esos ojos dorados que me atraen mucho. No niego que me gusta, es lindo y no es porque sea precisamente guapo; es por su manera de tratarme, cómo se comporta conmigo. Por otro lado, es tan diferente a los otros chicos; él mira mi alma, los demás miran otras partes de mi cuerpo de manera extraña. A veces los insulto y peor para ellos si se sobrepasan. Mamá me enseñó a dar buenos derechazos y papá a propinar patadas en esas partes vulnerables. Los busco a ellos y a mis hermanos dentro del público. No voy lejos, están justo al lado de Max; aplauden entusiastas aunque noto a mi padre algo acalorado. Tim por su lado lanza un fuerte silbido en ovación para mí y Marivi aplaude entusiasta; hoy solo faltaron los abuelos, pero los preparativos de mis quince años los tienen absortos, ni siquiera mamá sabe qué traman.

Inicia la siguiente canción, Assim Sharki Balady. Ya estoy preparada junto a mis compañeras de baile. Nos presentamos de nuevo a los invitados haciendo varios giros, moviendo los brazos como si de una serpiente se tratara para encantar al público, haciendo un toque de caderas caminamos por el escenario desenvueltas, con nuestros pies descalzos danzando en armonía con nuestro cuerpo. Hacemos un shimmy, movimiento que consiste en vibrar nuestro cuerpo para volver hacer más giros y toques de cadera seguidos de varios descensos de caderas llamados drops. Cabe destacar que las manos nunca tocan nuestro cuerpo. Es una regla fundamental, sin embargo, jugamos con nuestro cabello de manera sensual, con coquetería.

Adoro mi Bedlah, que no es otro que mi traje, compuesto por una falda con su respectivo caderín y un top decorado con pedrerías. Giramos de nuevo amando cada paso, sintiendo cada movimiento, finalizando con un drop. Vemos de nuevo al público feliz ante nuestro show; el telón comienza a bajar lentamente y nos despedimos. Corro hasta los vestuarios para cambiarme de ropa. Estoy ansiosa por saludar a Max.

—¿Cuál es el apuro, Mía? Al menos tomate una foto grupal con nosotras —pide sonriendo nuestra profesora de baile, encantada poso para la cámara. Me despido de ella y demás compañeras para seguir mi camino.

—¡Mi amor! —grita papá, dándome un gran abrazo.

Lo miro, ha sido el mejor padre del universo, aunque a veces se comporta como ogro con el pobre Maximiliano. Siento como otros brazos se unen; no necesito verlos, son mi familia completa con el gran “abrazo de amor”, como lo llama mamá.

—Estuviste estupenda como siempre, mi preciosa Jade —acota mamá.

Suele llamarme así porque dice que bailo como ese personaje de una novela brasileña que tanto le gustó llamada El Clon. Tuve tanta curiosidad que la busqué un día en internet y vi algunos capítulos junto con ella.

—¡Gracias a todos por acompañarme! —expreso contenta, buscando por todos lados a mi amigo. Papá me tiende su chaqueta mientras mamá rueda los ojos, yo niego.

—Mía, te vas a resfriar, mejor cúbrete.

—Oye, papá. Mía ya es una mujer, la hemos visto con su atuendo desde los siete años. ¿No crees que ya es hora de que dejes de agobiarla porque muestre su vientre tan bonito? Además, luce hermosa.

Cuando María Victoria habla de esa manera, haciendo que nuestro padre se quede mudo, sabemos que ella tiene toda la razón. La halo hacia a mí por un brazo.

—¡Espero que el día que tenga una hija diga palabras tan sabias como las tuyas, hermanita!

—Oigan, tengo hambre, ¿podemos ir a cenar? —protesta Tim.

—Por supuesto, vamos a celebrar que tenemos a la mejor bailarina en la familia —anuncia mamá, dándome un beso en una mejilla—. Te esperamos afuera, mi amor. —Papá abraza a Marivi y a Tim a la vez, quedando en el medio él y se van alejando; mamá regresa y me susurra—: Max espera por ti y yo misma lo invité a cenar.

El corazón se me estremece de forma extraña. Es lo que últimamente me ocurre con él. De nuevo corro para apurarme y poder verlo para escuchar su impresión del baile.

Diez minutos después estoy vestida de manera casual, con mi bolso colgando a un lado de mi hombro derecho, donde va pulcramente guardada mi vestimenta de gala; me tropiezo con varias bailarinas y me voy despidiendo de ellas hasta salir al estacionamiento, pero una mano me toma tiernamente por el codo. Es Maximiliano y siento que no puedo respirar.

—Hola —dice algo nervioso, observo que trae un pequeño ramo de rosas en sus manos, me lo tiende.

—Hola, Max. Eh... están muy bonitas, muchas gracias —respondo llevándome las flores a la nariz para absorber su fragancia.

—No tanto como tú —vuelve a decir nervioso, yo me encuentro peor que él.

¿Es normal esto?

Mamá ya me ha platicado sobre el amor y esas cosas. La historia de ella con papá es tan fascinante, tan pura, tan verdadera. Cada vez que puedo, le pido que me la cuente, no me canso de escucharla. Y cuando lo hace, al final, mis hermanos y papá se unen a nosotras. Puedo notar cómo se aman cada día, papá la mira como nos mira a nosotros, como si fuésemos su sol personal; yo quiero encontrar un amor así como el de ellos.

Max se acerca despacito a mí, en cámara lenta; si hace lo que creo, voy a vomitarle encima. Percibo una sensación medio extraña en mi estómago, espero que papá no nos esté viendo o Max perdería su cabeza. Miro sus ojos dorados y me muerdo el labio, mejor cierro los ojos.

Si me va a besar eso es lo que se hace, ¿no?

Pasan los segundos mientras veo oscuro; de pronto siento sus labios sobre mi frente.

—Mía, por ti esperaré un poco más. Por ti vale la pena esperar el tiempo que sea necesario.

Sonrío tímida y asiento.

Troy

—¿Cómo me veo, papá?

No encuentro las palabras exactas para expresarle a ella como me siento; se ve tan preciosa que mis palabras se van a quedar cortas ante cualquier cosa que le vaya a decir. Estoy tan agradecido con el cielo por llegar a este día, celebrar con una de mis princesas sus grandiosos quince años.

Con su vestido azul como el cielo resplandece mi vida en este instante, un modelo que ella misma escogió desde que vio hace años aquella película de Disney: Cenicienta.

Lleva su cabello recogido adornado por una pequeña tiara, su maquillaje es suave, puesto que a ella no le agrada mucho usarlo; prefiere estar al natural, cosa que no objeto porque igual se ve hermosa. Recuerdo cada momento de alegría que he vivido junto a ella desde pequeña y ver ahora en la mujer hermosa que se ha convertido me aterra.

Por favor, no crezcas más. Pido mentalmente, justo como lo dice la canción.

—¿Papá? —Me vuelve a insistir. Me acerco a ella y la tomo de sus manos.

—Estás preciosa mi amor, te pareces tanto a tu madre cuando la conocí. Claro, ella tenía dieciocho años entonces, pero parece que hubiese retrocedido en el tiempo —expreso con un nudo en la garganta, no puedo evitar soltar un par de lágrimas. Ella limpia con sus dedos cálidos mi rostro.

—Te amo, papá. Gracias por ser como eres, aunque seas un Sherk con Maximiliano de vez en cuando. —Río ante eso—. No llores, hoy no, hoy sonríe conmigo y sé mi príncipe encantado; sé que siempre lo has sido, pero hoy debes lucirte. —Me da un beso en la mejilla y me abraza.

—Te amo, hija, gracias a ti por escogerme como tu padre; estoy orgulloso de serlo.

—Por favor, no quiero llorar, por favor —suplica apretando sus labios.

—Lo siento, yo no he podido evitar llorar... —balbucea mi otro amor. Tori está radiante en su vestido largo color rosa pálido. Está parada a un lado de la puerta, se encamina hacia nosotros limpiándose las lágrimas con sumo cuidado.

—¡Estás hermosísima, corazón mío! —Sonríe lagrimeando, abrazando a nuestra hija mayor—, Max va a caer rendido a tus pies.

Mi rostro cambia solo un poco, ya sé que debo controlar mis celos estúpidos porque si no terminaría cometiendo una burrada.

—¡Hora de que haga la entrada la quinceañera! —Nos apremia la encantadora Cici, detrás de ella la gran comitiva: las tías de mi esposa, mamá y mi querida suegra.

—Cierto. ¡Ya dejen de monopolizarla, caray! Aww, qué bella estás, sobrina, pareces una princesa de cuentos —declara feliz la bonita tía Arellys. Tomo por un brazo a Mía y le guiño un ojo.

—Hora de presentarle a todos a la preciosa chica que dejó de ser una niña.

Ella toma mi brazo con fuerza y salimos caminando poco a poco de la habitación, bajamos las escaleras sin prisa hasta llegar al gran salón donde nos esperan el resto de la familia e invitados. Tori se coloca al otro lado de nuestra hija, acompañada de Marivi y Timy. Esperamos la señal de uno de los asistentes de Cici para hacer la entrada. Mía se aferra a ambos y se estremece nerviosa.

—Calma, princesa, ya estás acostumbrada a ser famosa —bromeo, en parte es cierto. Ella ha asistido a tantas presentaciones de danza árabe que ha perdido el miedo escénico.

Se hace la gran presentación y es momento de hacer la entrada, las puertas se abren de par en par, los invitados nos regalan cientos de aplausos. Uno que otro silbido logro escuchar, sé que son mis hermanos y Mario, junto a este su esposa Michelle y sus dos hijos de ocho y cuatro años. Tori y ella ya se llevan bien, son amigas; llegar a eso fue algo difícil porque el amor de mi vida no confió en ella hasta verla casada con mi gran amigo. Veo también a las grandes amigas y comadres de mi princesa. Ari con sus dos hijos —Henry y Ariana—, y Fiore junto a su esposo. Ya sabrán de ella en su propia historia.

Cici me tiende un micrófono.

—Buenas noches, familiares, amigos y resto de los invitados, gracias por asistir hoy a esta importante cita para nosotros: los quince años de nuestra hija mayor, Mía —Suelto un enorme suspiro—. Desde que supimos de su existencia la vida nos cambió por completo; no estábamos preparados para ser padres de ese ser de dos años, que aunque era pequeña, fíjense que nos enseñó tanto, y aun lo sigue haciendo, tal cual como sus hermanos. Victoria y yo como sus padres aprendemos de ellos a diario y me siento afortunado. Mis hijos y mi esposa son mi gran bendición en esta vida, ellos son mi mejor excusa para terminar rápido en el trabajo y regresar a casa en donde soy feliz. Mis hijas son mis mágicas princesas, ellas saben cómo ganarme, nada más me sonríen y se apoderan de mi fuerza de voluntad, consiguen lo que quieran con ese pequeño gesto.

»Y también está mi Timothy; es el guardián de ellas, aquí donde lo ven todo gracioso cuida más que yo de sus hermanas. Él es mi cómplice en todo para cuidar de nuestras tres mujeres. Y ver a mis hijos crecer a diario me hace sentir temeroso porque sé que algún día ya tendrán que irse de casa a encontrarse con su propio destino; cuando eso suceda, se llevarán un pedazo de nuestras vidas. Mientras tanto les vamos a dar tantas cosas, a enseñarles cada día lo importante de la vida, el valor de la familia. Por ellos y gracias a ellos, somos los seres que somos, ya recibimos la señal que nos envió Dios desde el cielo porque ellos fueron nuestras palomas mensajeras de amor.

Me concentro en los presentes porque sé que mi esposa llora, al igual que nuestra quinceañera. Timy y Marivi son menos llorones que nosotros.

Timothy guía a su hermana a su lugar, un mueble muy bonito; ella se sienta cuidadosamente, alguien me tiende un cojín decorado con el par de zapatos de tacón, debo hacer el cambio. Me acerco a mi hija, ella posa su pie dentro de una zapatilla plana sobre un pequeño taburete, le quito delicadamente el zapato actual para sustituirlo por el de tacón, hago lo mismo con el otro pie, la ayudo a levantarse y la llevo al centro del salón.

La música de fondo da inicio, Tiempo de Vals, tomo a Mía por la cintura y un brazo, bailamos como ya lo habíamos ensayado, no dejo de mirarla y ella tampoco; se ve nerviosa, pero lo está haciendo muy bien, recorremos la pista bailando de un lado a otro. Ella coloca su cabeza en mi pecho acurrucándose y yo le beso su cabello, bailamos y bailamos hasta que la canción finaliza. De nuevo se sienten los aplausos y bullicio.

Thomas se acerca para bailar con su sobrina y la fila comienza a formarse para bailar con la quinceañera, su hermano, sus abuelos, Theo, Mario y por último Maximiliano; no me pasa desapercibido como los ojos de ella se iluminan, él la toma de manera nerviosa y ella se ve torpe porque no sabe en dónde colocar su mano libre. Me mira temerosa y me siento como un jodido entrometido; le guiño un ojo y asiento incitándola a que baile tranquila y relajada con ese chico. Me dirijo hacia mi esposa y resto de mis adorados hijos.

—Se ven hermosos, ¿cierto, mi amor? —susurra mi esposa, guindándose a uno de mis brazos. María Victoria me toma del otro.

—No cabe duda de que son una parejita encantadora, aunque torpes a la hora de tomarse de las manos. Para ser sincera el único culpable eres tú, papá.

Timothy comienza a reír con la boca abierta; su madre se une, observo a la pequeña de la familia Bourke Vega.

—Hija, ya no me maltrates, prometo no ser tan gruñón con ese chico. —Le pellizco suavemente la nariz—. Y tampoco con los chicos que se acerquen a ti. —Ella se coloca una mano en el mentón, analiza la situación y me da una palmadita en el hombro.

—Papá, por ese lado no debes preocuparte; para eso me faltan como diez años mínimo. Tendré novio luego de los veinte porque no quiero distracciones en mi vida de ningún ende; sin embargo, si dicha situación ocurre antes serás el segundo en saberlo.

—¿El segundo? —Pregunto curioso, indignado.

—Ajá, la primera será mamá porque ella sabe cómo convencerte en segundos cuando quiere algo. Ya sabes, debo recurrir a mis comodines.

Tori suelta una gran carcajada, dándome un golpe en el brazo y observa a nuestra perspicaz hija menor, al igual que yo, que me encuentro perplejo; no deja de sorprenderme lo madura que es para su edad, igual que sus hermanos, pero ella les ganó. Tori la abraza entusiasta.

—¡Hija, te quiero de aliada toda la vida!

Mía disfruta de cada segundo de su fiesta de quince años; hizo una maravillosa presentación de danza árabe, arrancando vítores de todos. Y así, rodeados de la gente que nos ama pasamos una noche cargada de amor.

En la vida, todo tiene un sentido, somos parte de un propósito, de una razón. Y al final si tenemos esperanza y fe podemos obtener lo que deseamos.

Llego a casa luego de la jornada de trabajo, aunque esté agotado mi energía sube de nivel cuando llego a mi hogar, en donde está ella, la mujer que no puedo sacar de mi mente mientras no la tengo a mi lado. Es algo hermosamente sobrenatural; amarla es lo más dulce y divino, tenerla desnuda debajo de mí y amar cada parte de su piel es lo más delicioso que puedo saborear.

Por otro lado, nuestros tres hijos complementan mi otra parte. Cada uno me cuenta su día a día, lo que hicieron en sus escuelas y claro, las buenas dosis de quejas de sus pequeñas peleas.

Cada día que vivo con mi familia es una gran historia que contar porque somos los principales protagonistas de nuestras vidas y lo que hacemos de esta, por eso debemos hacer cada uno de nuestros días como si fuera el más importante que hemos vivido.

 

 

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Anhelo secreto es el libro I de la bilogía Secretos.

No pueden dejar de leer el libro II, Adoración secreta, una historia cargada de más secretos, amor, pasión y redención. Una historia que nos enseñará en esta oportunidad que, algunas veces, la vida nos obliga a caer al vacío para que aprendamos a volar. Es la única manera de que descubramos las poderosas alas que poseemos y el majestuoso vuelo que podemos ser capaces de emprender.

Deja que Fiorella y Theodore te cuenten su historia.