Cage contempló la fila de hombres y mujeres que observaban acercarse su furgoneta. Era la primera vez en su vida que Cage estaba en aquel rancho.
—No parecen muy contentos de vernos —comentó Lucy, abrumada.
Él ya había supuesto que no sería fácil acudir a la fiesta en el Doble-C.
—Te invitaron hace semanas a la fiesta de cumpleaños de Ángel. A ti se alegran de verte —le aseguró él.
Además, Belle había visitado a Lucy en el hospital los tres días que había estado ingresada. A él le había evitado como a la peste, eso era cierto, pero había continuado con sus visitas a su hija.
Encontrar aparcamiento iba a ser difícil. Los Clay eran famosos por sus fiestas a lo grande, y al menos la mitad de la población de Weaver debía de estar allí. Así que detuvo la furgoneta donde Lucy no tuviera que caminar demasiado.
A pesar de que había música ambiental, parecía como si el silencio se hubiera apoderado de la multitud mientras Lucy y él bajaban del coche y se acercaban a la fila de gente.
—No veo a Belle —murmuró Lucy, preocupada.
Cage tampoco la veía.
—¡Hola, Lucy! —la saludó Ryan Clay, ajeno a las miradas de sus padres y familiares—. Menudo aparato te han puesto en la pierna. ¿Puedes quitártelo? Porque vamos a ir a bañarnos a la piscina y no queremos que te hundas.
Sonrió y le hizo una seña con la cabeza para que lo siguiera.
Lucy pidió permiso a su padre con la mirada.
—Pásalo bien —la animó Cage.
Lucy se dio la vuelta y lentamente se unió a Ryan.
Cage se quedó solo frente a toda aquella gente.
En el medio estaba Gloria Day, o mejor dicho, Gloria Clay, después de casarse con Squire. A pesar de que su rostro evidenciaba lo mucho que sonreía, en aquel momento la mujer lo miraba con prevención. Cage se acercó a ella.
—Si has venido a traer a tu hija a la fiesta, eres bienvenido —dijo ella después de un momento—. Pero si has venido a hacer más daño a mi hija, será mejor que te des media vuelta y desaparezcas de aquí.
—Deja al chico que hable, Gloria —dijo Squire, que también lo miraba preguntándose qué estaba haciendo allí ese hombre.
Cage se quitó el sombrero y se armó de valor para hacer lo que se había propuesto.
—Es cierto que les he guardado rencor durante mucho tiempo, señora Clay. Hubo un tiempo en que era lo único que me hacía levantarme cada mañana.
Creyó ver un destello de comprensión en los ojos de ella antes de que desviara la mirada.
—Debo admitir que me acostumbré a culpar a su anterior marido de muchas cosas. Cuando usted se casó con Squire y se mudó a Weaver… bueno, me molestó más de lo que debería. Y lo siento. Siento muchas cosas.
—No necesito tus disculpas, Cage —le dijo Gloria, levantando la vista—. Ni tú las mías. Lo que pasó fue una tragedia y ya está. Así que, si es eso lo que has venido a decir, entonces…
Cage llevaba casi toda su vida valiéndose por sí mismo para defender lo que era suyo.
—No, no he venido por eso. Estoy enamorado de su hija, señora Clay. Y es la primera vez que me enamoro, que siento ese amor que realmente importa, y que uno se esfuerza por conservar el resto de su vida. Pero hasta ahora, he complicado bastante las cosas. Soy un hombre tozudo.
—Eso es cierto —intervino Squire—. Es muy tozudo. Le he ofrecido precios muy buenos muchas veces por esas tierras que tiene, pero hasta que…
—Squire, cállate —le ordenó Gloria.
—¿Por qué? —se defendió él, mirando alrededor con cara de inocente—. Sólo estaba corroborando que es un hombre tozudo. Pero también tiene agallas, eso hay que reconocérselo.
Cage estaba empezando a ponerse nervioso. En los últimos días se había reunido un par de veces con aquel hombre, pero no habían hablado nada en relación con Belle. No era a él a quien había ido a buscar esa tarde.
Era a Gloria.
—Y soy orgulloso —continuó Cage, decidido a continuar con aquello aunque acabara con él.
—Demasiado orgulloso, diría yo.
Él dio un respingo. La voz de Belle hizo que el corazón le diera un vuelco. Se giró y al verla la deseó, pero no sólo por su cuerpo.
—Te has cortado el pelo.
Ella se llevó las manos al pelo, que tras el corte le llegaba por los hombros. Se irguió y elevó la barbilla.
—¿Y qué?
Lo había hecho por él, Cage lo tenía muy claro. Y le dolió. No porque le importara que llevara el pelo largo o corto, sino por lo que le había motivado a cortárselo: olvidar los recuerdos de ellos dos juntos.
—Soy demasiado orgulloso —continuó él.
Si Belle deseaba verlo humillado, se humillaría, aunque no le gustara la sensación.
—Y tozudo —añadió ella, cruzándose de brazos.
Él la miró de reojo.
—Creo que eso ya ha quedado claro.
Ella resopló y apartó la mirada. Pero aquella actitud altanera no era más que una fachada. Él había visto sus ojos, estaban hinchados de llorar. Y no le gustaba saber que él era el causante de tanto dolor.
Gloria levantó la mano y suspiró.
—Basta —dijo, saliendo de la fila y acercándose a él—. ¿Cómo está tu madre?
Esa pregunta lo hubiera destrozado unas semanas antes.
—Está bien, gracias —respondió.
—Me alegro. Mi difunto marido también se alegraría. Se preocupó mucho por ti y por ella. Intentó hablar contigo más de una vez para decirte lo mucho que lo sentía. Pero le preocupaba aumentar tu dolor.
Realmente había comprensión en los ojos de Gloria Clay. Pero también una determinación de acero. Por cuidar a su hija, supuso. Él también era padre, y lo comprendía y respetaba.
—Le agradezco que me lo diga.
—Intentó ayudaros, con dinero. La cantidad que creíste que te llegó por el seguro de vida de tus padres, en realidad te la dio él.
—¿Cómo? —preguntaron a dúo Belle y él.
—Sé que no fue mucho —continuó Gloria—. No lo suficiente para cuidar a tu madre durante todos estos años. Has tenido que salir adelante tú solo. Y has hecho un buen trabajo.
—¿Por qué nos cuentas esto después de tantos años? —dijo Belle, colocándose junto a Cage.
—Porque… creo que Cage ya está preparado para aceptar la verdad. ¿No es así?
Cage recordaba el día en que había llegado el cheque del seguro.
—Tuve que batallar con la compañía de seguros durante meses —comentó—. Decían que la póliza había caducado. Más tarde recibí una carta, con un cheque. Decía que lo anterior había sido un error.
Con ese dinero había hecho muchas cosas, entre otras lograr que Sandi Oldham viajara por fin a Brasil y saliera de su vida.
Era un dato bastante difícil de digerir.
—Dada tu situación y lo que sabía de ti, Gus creía que nunca habrías aceptado el dinero si sabías que provenía de él. Él sabía que lo que tú querías era que tus padres siguieran a tu lado, pero eso no podía hacerlo, por mucho que lo deseara. Yo siempre dudé de si era una buena decisión, pero fue la que él tomó, y también era un hombre muy tozudo.
Esa acción había dejado a su propia familia sin casi nada cuando él había muerto.
—Lo siento —dijo él, sinceramente.
Ella le pasó la mano por el brazo.
—No tienes por qué lamentarte—dijo, y regresó junto a Squire—. Al menos, no por eso.
Gloria paseó la mirada entre Belle y él, y él supo que ella ya sabía qué había acudido él a decir allí.
Miró a Belle.
—Voy a vender el rancho.
Belle contuvo el aliento conforme aquellas palabras penetraban el muro que se había construido en los últimos días.
—¿Cómo? ¿Por qué? ¿Y a quién?
—Porque ya es hora —le respondió él.
Belle clavó la mirada en el suelo.
—No deberías vender el Lazy-B, Cage. Es tu hogar. Debe haber otra forma de luchar contra el pleito de los Oldham.
—No es por ellos por quien lo vendo. Lucy y yo vamos a mudarnos a Cheyenne.
Belle se cruzó de brazos por la cintura y miró a la muchacha que los observaba sentada en una silla, con un perrito caliente en la mano y completamente atenta a ellos.
—¿Le has dicho eso a ella? —preguntó Belle.
Cage frunció ligeramente los labios.
—¿Quieres saber por qué?
—No —mintió ella—. Come algo, hay mucho de todo. Claro, si puedes soportar comer algo preparado por algún Day.
—¡Annabelle! —la conminó Gloria.
Belle rompió a llorar, igual que le había sucedido durante la semana. Estaba montando una escena, justo lo que Cage odiaba. A él le gustaba que sus asuntos privados se mantuvieran privados. Y además, estaba sucediendo justo delante de todos los familiares de Belle.
—No se preocupe, señora Clay —dijo él tranquilamente—. No está diciendo nada que no haya pensando yo en algún momento. Eso también lo lamento.
Belle se apretó las sienes.
—Quizás deberíamos hablar de esto en algún otro lugar.
—No —dijo él, sorprendiéndola—. Aquí estará bien. Estoy enamorado de ti, Belle Day. Te lo he propuesto una vez, pero seguiré haciéndolo hasta que te des cuenta de que quiero estar contigo. Crees que no puedo soportar ser parte de tu familia. Bueno, pues aquí estoy. Y no voy a moverme de aquí hasta que empieces a verlo de esta manera.
Belle se lo quedó mirando. Todo el mundo estaba en silencio, observándolos.
—Soy un hombre sencillo, Belle, y no tengo mucho. Bueno, tengo equipaje —dijo, y sonrió a su hija—. Y no me refiero a Lucy, porque ella es lo mejor de mi vida. Aunque supongo que eso no es nuevo para ti. Me he pasado casi toda mi vida arreglándomelas por mí mismo, y lo de abrirme a nuevas perspectivas es nuevo para mí.
Cage se acercó un poco más a ella.
—No podemos cambiar el pasado —continuó—. Nos influye, pero no nos determina. Lucy y yo vamos a mudarnos a Cheyenne porque ahí es donde tú vas a estar.
—¿Y eso quién te lo ha dicho? —le preguntó ella desafiante.
—El médico al que pediste que viera a Lucy, el doctor Valenzuela. Dice que eres la mejor fisioterapeuta de Huffington y que está muy contento de que hayas vuelto a formar parte de su personal.
—Vaya, gracias por el reconocimiento.
—¿Entonces esto es una batalla con tu ego? —inquirió él—. Sí, Lucy va a recibir tratamiento en Huffington. Pero vamos a vivir en Cheyenne por ti, y no tiene nada que ver con tu trabajo, ¡así que, bájate de tu condenado caballo!
Ella lo taladró con la mirada.
—Soy entrometida. Soy ruidosa. Monto en caballos grandes. Entonces, ¿se puede saber qué diablos quieres tener conmigo?
—Sólo Dios lo sabe —dijo él tenso—, porque ya formas parte de mi corazón y haces que me duela como no te imaginas. A los diecisiete años me casé con una mujer, pero ella nunca fue parte de mi familia, nunca fue mi esposa en todo lo que ello implica. Tú eres la única a quien se lo he pedido, y me lo desprecias.
—Sólo me lo has propuesto porque…
Tuvo que tragarse sus palabras. Se lo había propuesto mientras hacían el amor.
—Porque quiero pasar el resto de mi vida amándote, creando un hogar contigo —dijo él, cada vez elevando más la voz—. Porque tal vez Lucy podría tener un hermano o hermana. Porque me gustaría verlos con tus ojos y tu sonrisa… De acuerdo, debería haberte comentado el tema de la custodia, ¡pero eso no tiene nada que ver con el amor que siento hacia ti! Y ahora, ¿vas a casarte conmigo o no? Y no empieces a mirar alrededor a ver qué te dicen los demás. Esto es algo entre tú y yo, Belle.
Ella estaba temblando.
Cage arrugó la frente y suavizó su tono. Se acercó a ella un paso más.
—¿Quieres que me ponga de rodillas delante de todos estos testigos? ¿Eso te convencería? —preguntó, y empezó a arrodillarse.
Ella negó con la cabeza y lo agarró de los brazos, haciéndolo levantarse.
—Yo nunca he querido que me suplicaras —susurró—. Sólo quería que me amaras.
—Eso ya lo tienes, Belle —le aseguró él, apartándole el pelo del rostro—. He solucionado el tema con los Oldham. Han devuelto a Satén al lugar al que pertenece.
—¿Pero… cómo? ¿Y cuándo? ¿Qué tal le ha sentado a Lucy?
—Lo hice cuando me evitabas y ni siquiera contestabas a mis llamadas —murmuró él—. Me pareció que tenía que demostrarte que mis sentimientos hacia ti no tenían nada que ver con nadie más que contigo. Entonces seguí el consejo de mi abogado y telefoneé a los Oldham. Y no, Lucy no está triste. Ahora que Satén ya no está, ella no tiene que hacerse la valiente. Cuando esté preparada, volverá a montar a caballo, pero en uno del que no esté asustada.
Belle estaba casi sin aliento.
—¿Y qué ha sucedido con los Oldham?
—Debería haberlo hecho mucho tiempo antes, pero esta tozudez me hacía querer demostrar que puedo hacerlo todo mejor que nadie. Ellos nunca han querido la custodia completa de Lucy. Sólo querían disfrutar de la nieta que Sandi les había estado negando.
—¿Y los has creído?
—Sí, cuando me han mandado la confirmación de que el juicio no sigue adelante. Ha llegado esta mañana —dijo, sacándose un papel del bolsillo y mostrándoselo—. Si yo no me hubiera atrincherado en mi orgullo y simplemente les hubiera dejada visitarla cuando lo solicitaban, no hubiera sucedido nada de todo esto. Entre otras cosas, no hubiera habido caballo. Pero tampoco te habríamos conocido a ti.
Carraspeó y desvió la mirada.
—A cambio, ellos pueden visitar a Lucy en el rancho cuando quieran, y ella ya no tiene que telefonearlos a escondidas.
Belle percibió el alivio en los ojos de él mientras doblaba la carta y se la metía en el bolsillo.
—Oh, Cage, ¿tan fácil ha sido?
—Bueno —respondió él, frunciendo ligeramente los labios, señal de que no había sido tan fácil—. Lo que importa es el resultado. Así que ya ves. Estoy aquí en cuerpo y alma, sin nada más. Tengo algunos planes para cuando venda la propiedad y pague mis deudas. No será como tener mi propia finca, pero yo…
—Nosotros —le corrigió ella con voz ronca, agarrándole la mano y llevándosela a la mejilla—. Nosotros, Cage, no sólo tú. Eso es una familia, ¿no?
—Nosotros —repitió él, como saboreando la palabra—. ¿Entonces esto es un sí, señorita Belle Day? ¿Quieres casarte conmigo?
Ella asintió, llorando de emoción.
—Señora Clay —comenzó él, elevando la voz—. ¿Tengo su permiso para casarme con su hija?
—Será mejor que lo hagas —contestó Gloria—. O aquí va a producirse una gran decepción.
Belle miró alrededor y vio una multitud de rostros expectantes. Lucy parecía más feliz que nunca.
—Bienvenido a la familia, hijo —le saludó Squire.
Cage sonrió y miró a Belle a los ojos.
—Te amo, Belle.
—Yo también te amo, Cage.
—¡Entonces bésala de una vez, que quiero irme a la piscina con mis amigos! —exclamó Lucy.
—A veces dice las cosas muy claramente —murmuró Cage—. No te dejes asustar por eso.
—Por nada del mundo.
—Y ahora, sobre el rancho… —comenzó Squire.
—Cállate, Squire —le reprendió Gloria.
Él gruñó.
—No te dejes asustar por eso —le susurró Belle.
Él tomó el rostro de ella entre sus manos.
—Por nada del mundo.
Por primera vez, ella lo creyó.
Entonces él la abrazó y se besaron, y el resto del mundo dejó de existir.