11

Lucy

Como esperaba, la policía no pudo hacer mucho ante mi pequeño altercado con Jake Callum. Lo cierto es que fui allí sabiendo todo eso, pero, ¡joder!, no esperaba que me sugirieran que tal vez había bebido demasiado y que no recordaba todo lo que había pasado. Si le dieras permiso a un degenerado que se cree el rey del mundo para meterte la lengua en la boca después de no haber besado tú a alguien durante semanas, te enterarías, ¿no? Según ellos, no, y, como si eso no fuera suficiente, dijeron que a veces en «fiestas como esa» las cosas podían descontrolarse.

Fue entonces cuando Dan el Gigante dio un paso al frente y se hizo cargo de todo. Al final, los polis prometieron que harían un seguimiento y que hablarían con Adam y Jake, pero que no podían prometerme que conseguirían algo. Aunque no era el mejor resultado, al menos habría un informe policial sobre Jake Callum, y si alguna vez este cruzaba esa línea con otra chica —aunque esperaba que no lo hiciera—, podrían tirar de ese documento y saber que no era su primer ataque.

¿Y sabéis qué más? Dan el Gigante no era el peor ser humano del mundo al final. Incluso se rio de mis chistes unas cuantas veces, y con reír me refiero a que sus labios se curvaron y a que movió la cabeza. Para mí, eso cuenta como una risa.

—¿En qué estás pensando? —preguntó Olive, arrancándome de mis pensamientos.

—En nada importante. —Hice girar la copa de vino y miré cómo se movía el líquido rojo—. No estoy segura de ser una gran admiradora del vino.

Me miró por encima del portátil.

—Es la segunda copa; eres una gran admiradora del vino.

Era viernes por la noche, y estábamos trabajando en la próxima novela de Olive, planificando y tomando notas. Era una noche llena de glamour para nosotras. Me recordó a los viejos tiempos, al segundo año en la universidad, la primera vez que Olive me envió un capítulo y me hizo rogarle el siguiente.

—Sin embargo, eso es todo. He tomado dos, pero aún no estoy convencida. Es decir, tiene clase, pero ¿me representa? Y seguro que se me está subiendo, pero ¿y sabor? Tampoco me convence mucho. No creo que me siente bien.

—Entonces no te lo bebas.

—Entonces, ¿qué hago? Creo que nos hemos quedado sin cerveza. ¿Has escrito la siguiente escena? Déjame verla.

—Todavía no. Déjame repasarla y ver si es buena. Y si quieres cerveza, ¿por qué no se la pides al vecino? —añadió como quien no quiere la cosa—. Tal vez él tenga.

—Oh, no sabes las cosas que tu vecino podría darme… —murmuré por lo bajo, con los ojos todavía clavados en el vino.

Olive se sentó más erguida, pero mantuvo la cara oculta detrás de la pantalla.

—¿Como cuáles? —Como si pudiera engatusarme actuando con indiferencia…

—Catherine me ha llamado de nuevo —mencioné de forma casual, ignorando su pregunta.

Al ver que no seguía hablando de Adam, se volvió a acomodar en su asiento.

—¿Qué quería esta vez? —murmuró.

—No le he respondido. —Me encogí de hombros, oliendo el vino antes de dar otro sorbo—. Probablemente me llamaba para preguntarme por qué me salté la entrevista de trabajo que tan amablemente me organizó.

—Deberías haberle contestado para decirle que ahora eres mi agente. —Se levantó, puso el portátil en la mesa de centro y se dirigió a la cocina—. Voy a por agua, ¿quieres?

—No quiero agua, y soy tu agente temporalmente —corregí—. Todavía sigo buscando trabajo, pero no voy a aceptar nada más de ella. —Cogí el portátil—. Y me voy a poner a leer la escena.

—¡No! —gritó Olive, cerrando de golpe la puerta de la nevera—. ¡No la he terminado todavía!

Retiré la mano y la miré por encima del hombro.

—¿Sabes cuánto tiempo hace que no leo nada de lo que escribes? Estoy con mono. Ten corazón…

Regresó con una botella de agua en la mano.

—La nueva novela está casi terminada. Tan pronto como Jasmine acabe de leerla, te la enviaré.

Estiré poco a poco las piernas, que había tenido recogidas bajo mi trasero, y me eché hacia delante para poner la copa de vino en el posavasos.

—¿Perdón? —Me aclaré la garganta antes de continuar—. ¿Puedes repetirme eso otra vez? ¿Jasmine? ¿Quién demonios es Jasmine y por qué demonios está leyendo tu novela antes que yo?

Después de beberse la mitad del agua de la botella, Olive me miró con suficiencia.

—Es mi lectora cero, o debería decir «lectora diez».

Me deslicé hacia delante en mi asiento y le presté toda mi atención.

—¿Que es tu qué?

—Ya sabes, lectora cero, la encantadora persona que lee el libro después de haberlo terminado y te indica lo que debes arreglar o te incluye notas alentadoras. Me encantan los comentarios con los que me da ánimo.

«¿Está de coña?».

—¿Es una broma? —Me miró de forma inquisitiva—. Ya sé lo que es una lectora cero, Olive. Yo era tu única lectora cero, ¿recuerdas? ¿Cómo has podido traicionarme así?

—Sí, supongo que sabes lo que es —dijo como si no significara nada para ella.

Era la peor traición que me podía hacer. ¿Cómo había permitido que alguien antes que yo leyera su novela?

—Me has dejado sin palabras. Llevo dos meses esperando para leerla. ¿Cómo has podido?

—¿También sabes qué es una amiga, traidora?

La miré con los ojos entrecerrados.

—Podría hacerte la misma pregunta ahora mismo, Olive.

—No sienta nada bien, ¿verdad? —me preguntó, lanzándome una mirada de lado—. Supongo que no, porque cuando no me cuentas tus cosas, me parece mal.

Resoplé y me apoyé en el respaldo del sofá. Así que se trataba de eso. ¿Cómo se las había arreglado la pequeña y astuta Olive para volver a hablar del tema? Cogió el portátil mientras continuaba con su sermón.

—Primero me entero de tu ruptura una semana tarde, cuando ya no puedo hacer nada al respecto.

—¿Y qué habrías hecho exactamente si lo hubieras sabido antes? ¿Llorar a mares? —pregunté, pero me ignoró.

—Después te ataca un estúpido hijo de puta que no debería tener ni derecho a votar…

—No me atacó, Olive. No lo exageremos.

—… y me lo cuentas al día siguiente. Después de ir a la policía. ¡A la policía, Lucy! Y él te atacó. No me importa lo que diga la poli, ¡te atacó! —Empezó a apretar la botella, así que me incliné hacia delante y se la quité de su mano asesina.

—Confieso que estaba muy nerviosa, y le propiné un puñetazo y todo, así que se podría decir que le devolví el ataque y que todo quedó en tablas. La única razón por la que no te lo dije cuando sucedió fue porque quería que fuera la mejor noche de tu vida. Te estabas divirtiendo. Has esperado mucho tiempo para ver la película; no quería estropeártelo.

Arqueó una ceja y me miró fijamente.

—Si no pasó nada fue solo porque Adam intervino.

Una fiesta llena de gente y tenía que ser él quien me salvara, ¿no? Maldita suerte la mía.

Estaba agradecida de que hubiera estado allí, pero ¿no podría haber sido otra persona? ¿El de la polla enorme al que estaba deseando encontrarme, tal vez?

—¿«Intervino»? —Puse mala cara—. ¿De qué lado estás, joder? Me mandó a la cárcel, por Dios, lo menos que podía hacer era ayudarme a darle una buena patada en las pelotas a Callum. Y puedo cuidar de mí misma, gracias.

—Y nadie puede ayudarte, ¿verdad?

—No he dicho eso.

—No es necesario que lo digas.

Intenté levantarme, pero Olive me cogió de la mano y tiró de mí bruscamente hacia abajo.

—¡Dios! —exclamé, medio mortificada y medio divertida—. Solo iba a la cocina para tirar la botella. Estás un poco peleona esta noche, ¿no?

Me lanzó esa mirada de «ni se te ocurra escaquearte» y cerré la boca. Tal vez ella tenía razón…, aunque fuera solo un poco. Había crecido sin esperar nada de Catherine: ni amor, ni amabilidad ni respeto; en resumen, nada. Incluso mi propia madre había decidido seguir adelante con su vida sin mí, así que había aprendido a cuidarme sola y a no esperar nada de los demás.

—Te he pedido que me dejes vivir con vosotros durante un tiempo, ¿no? ¿Eso no cuenta como petición de ayuda?

Olive era la excepción que hacía a lo de no necesitar ayuda, y a veces no me importaba pedírsela.

—Sí que cuenta. —Asintió con la cabeza y me arrebató la botella de la mano para ponerla en la mesa—. Pero no es suficiente. Y como no lo es, vas a responder a mis preguntas ahora mismo. Después de eso te enviaré el libro.

Eso me llamó la atención.

—¿Así que me has mentido? ¿No se lo has enviado a nadie antes que a mí? —¿Era tan patético que tuviera esperanzas?

—No, se lo he enviado a Jasmine esta mañana, y pensaba enviártelo a ti esta noche, después de que organizáramos el siguiente.

Puse los ojos en blanco.

—Vale. Mientras esa tal Jasmine sepa que yo soy la lectora cero, diez o como coño se llame, me parece bien que lo lea también.

—Gracias por darme permiso —dijo sarcásticamente.

Le brindé una gran sonrisa.

—De nada, Olive. —Negó con la cabeza, pero vi el leve movimiento de sus labios—. ¿Quieres que nos demos un abrazo? Me gustaría sentir la suavidad de tus pechos —comenté, ya inclinada hacia ella.

—No, no te mereces un abrazo, todavía no.

—Ay…

—Empecemos por Jameson.

Gemí y me eché hacia atrás otra vez.

—¿Qué pasa con ese idiota?

—¿Le has devuelto el mensaje? No, espera. Ya no me fío de ti. Dame el teléfono, voy a comprobarlo.

—Deberías ponerte a escribir de nuevo —dije, pero, aun así, me levanté para entregarle mi teléfono—. Estás empezando a actuar de forma extraña.

—No, estoy actuando como una buena amiga. —Me arrebató el aparato de las manos y revisó a fondo mis mensajes y llamadas recientes.

—¿Contenta ahora? —pregunté, mientras le tendía mi mano abierta.

Me puso el móvil en la palma de la mano y asintió con la cabeza.

—Sí. No le envíes ningún mensaje. Que se vaya a la mierda.

—Exactamente lo mismo que pienso yo. Bien, siguiente pregunta.

Se giró para quedar de cara a mí.

—Háblame de Adam Connor. ¿Te estás acostando con él?

Se me escapó la risa.

—¿Qué? Ni siquiera me cae bien ¿De qué estás hablando?

—Te quedaste en su casa después del incidente con Jake.

—¿Y —Esperé a oír el resto, pero ella no dijo nada más; solo esperó mi respuesta—. En caso de que se te haya pasado por alto la primera vez, o la enésima vez que lo he dicho, lo repito ahora: ni siquiera me cae bien. Estaba allí, así que le pedí que me trajera, o se ofreció, ni siquiera lo recuerdo. Y luego, como vosotros seguíais en la fiesta y yo no tenía llaves, me invitó a quedarme en su casa. Ya he dormido allí más veces.

—Pero esta vez Aiden no estaba, ¿verdad?

—Sí, ¿y? ¿Qué tiene que ver eso?

—Vale —suspiró—. Estás poniéndote muy difícil con este tema.

—No estoy siendo difícil. Ya te lo he contado: me puso un poco de hielo en la mano y me fui a la cama.

—¡Ajá! ¿Te puso hielo en la mano? Por fin estamos llegando a alguna parte. —Se abrazó una almohada contra el pecho y esperó a oír más detalles. Desafortunadamente, no podía ofrecerle ninguno.

Empecé a intentar contárselo, pero su teléfono comenzó a sonar y nos interrumpió. Olive levantó el dedo y me ordenó que me quedara quieta mientras hablaba con Jason. Por supuesto, yo me levanté y fui hacia las puertas correderas. Estábamos a más de veinticinco grados y se estaba a gusto fuera.

—No he empezado todavía. ¿Querías algo en especial? Espera un segundo, se lo preguntaré —dijo Olive al teléfono, y se giró hacia mí—: Jason va a mandar a Alvin a por comida china. ¿Qué quieres tú?

Me encantaba la comida china, pero en ese momento, ni siquiera podía soportar la idea de comer. Aparentemente no me iba el vino, o igual era que todavía me sentía mal. Olive frunció el ceño y luego siguió hablando con Jason. Cuando acabó la llamada, vino a por mí otra vez.

—¿Por dónde íbamos?

—Por ninguna parte, porque no hay nada más que contar.

—Te gusta.

—No me gusta.

—Te gusta, te gusta.

—¿Que lo digas dos veces cambia acaso el hecho de que no me guste?

—Te gusta más de lo que quieres acostarte con él.

—Por favor… —resoplé, ofendida—. Con gusto me lo follaría mucho, pero ni siquiera me gusta tanto como para eso. Cada vez que habla quiero darle un golpe en la cabeza. —En realidad, me habría acostado con él a cualquier hora cualquier día. Cuando escuchaba su voz dulce, ronca y profunda, me daban ganas de lanzarme de cabeza a su cama, o a cualquier superficie plana en realidad; vamos, que me habría ido con él a cualquier parte.

«Y olvidándonos de la voz, si se estuviera callado y se quedara quieto, aun así me lanzaría a su cama y le rogaría que me follara».

Además, no era culpa mía ser una mujer, no había nada que pudiera hacer al respecto. Seguro que su polla encajaba perfectamente en mi vagina, y había estado muy cerca de tocársela. Pensé que debí haberlo hecho, incluso aunque solo hubiera sido para ver su reacción. Lástima que me hubiera acobardado por miedo a lo que haría después.

En resumen: Adam Connor era un capullo de libro, pero era un padre con el que me acostaría. Sin embargo, ¿liarme con él en serio…? No, era demasiado tentador, en especial cuando estaba cerca de Aiden. Cuando lo veía interactuar con su hijo, la forma en que le sonreía o simplemente lo llevaba a la cama para arroparlo…, ¡joder!, me hacía ronronear y derretirme más rápido que la nieve. Lo peor de todo era que conseguía que mi maltrecho corazón se saltara un latido, lo que no me gustaba ni un pelo.

Olive cerró los ojos y soltó un feliz suspiro.

—Ya os imagino a los dos juntos. Os estáis besando… Apasionadamente. Con rapidez porque Aiden está ahí. Pero tú eres feliz. Estás loca de felicidad. Y adoras a Aiden tanto como a Adam. Adam definitivamente se da cuenta de eso y te quiere todavía más.

—Muy bien, loca —le dije, chasqueando los dedos para arrancarla de ese sueño—. Te dejo con esas fantasías y me alejaré despacito. —Y lo hice exactamente así; abrí las puertas correderas y salí al exterior, solo para que Olive me siguiera.

—Vuelve aquí; no he terminado todavía.

Fui hacia la escalera, que seguía apoyada en el muro.

—¿Adónde vas? Lucy, no puedes huir de tus sueños.

Me puse frente a ella, pero seguí retrocediendo.

—¿Mis sueños? Esos eran sueños tuyos. Yo nunca he soñado con ese tipo. ¿Me he imaginado que me follaba de seis maneras diferentes? Claro, admito que lo he imaginado, pero fue antes de conocerlo. —Me tropecé con el infame arbusto, y me di la vuelta para poder escalar la pared—. Y, para tu información, voy a ir a saludar a Aiden.

Olive se apoyó en el árbol y me sonrió mostrándome todos sus dientes.

—Sigue diciéndote eso, pequeña Lucy.

Me puse a horcajadas en el muro y la miré.

—Es oficial: te has vuelto loca. Ve a escribir algunas palabras para que tu cerebro pueda empezar a funcionar de nuevo.

—Lucy, cierra los ojos e imagínate sentada junto a una cascada. Una cascada donde Adam Connor aparece de la nada. Desnudo. O medio desnudo. Eres una pequeña y tranquila…

Me di la vuelta y bajé por el otro lado.

«Debería darle vergüenza burlarse de mis técnicas de relajación».

—¿Debo esperarte despierta o planeas pasar la noche en la cama de Adam? Porque, si lo haces, sabes que tendrás que darme detalles. Quiero respuestas a todo lo que me has preguntado sobre Jason. El tamaño. El tamaño es importante. Mide su pilila para que pueda imaginarme todo lo que hay en mi mente.

—Sigue llamándolo «pilila» y no te diré nada. ¡Adiós, Olive!

Tuve suerte de que Adam no hubiera pensado todavía en quitar la escalera. Hasta que lo hiciera, seguiría invadiendo su privacidad. Tampoco era que fuera a visitarlo ni nada así. Solo extrañaba al pequeño humano al que él estaba criando, y esperaba pillarlo antes de que se acostara.

Cuando me acerqué lo suficiente a la casa, oí música. Las puertas estaban cerradas, pero el sonido se filtraba al exterior. La gente rica y su sonido envolvente…

Me quedé quieta para escuchar y unos segundos después reconocí el inconfundible sonido de la voz de Frank Sinatra. Mmm…, así que mi imbécil tenía buen gusto. Bueno, no era «mi imbécil», por supuesto, pero ya sabéis lo que quería decir.

Me detuve en un sitio donde no podían percibir mi presencia, y vi a Adam cerca del mueble bar. ¿Aiden ya estaba en la cama? Pensé en dar unos golpecitos en la ventana para llamar su atención antes de que me viera, se cabreara y me acusara de invadir su privacidad otra vez, pero era difícil apartar los ojos de él. Era jodidamente guapo, poseía el tipo de belleza que te hacía empezar a jadear como un perro cuando lo mirabas durante unos segundos. Así que lo miré en silencio mientras se servía una copa y leía los papeles que tenía en las manos. Parecía ocupado, no en plan «Tengo que concentrarme en esta documentación», sino más bien «Tengo un millón de cosas en la cabeza». Me pregunté qué le hacía parecer tan desgraciado. A decir verdad, desde que me había pedido que me ocupara de Aiden unos días, lo veía de otra manera. Claro…, lo odiaba.

Un poco.

O algo así.

Sin duda, no me gustaba nada. Por la forma en que me había tratado ese día y también porque todavía quería saltarle encima a pesar de lo que me había hecho. Pero, dejando eso a un lado, mi corazón se derretía un poco cada vez que lo veía…, cuando no estaba comportándose como un capullo, como el otro día.

¿Quién le daba permiso a alguien para tocarle la polla? Personalmente, habría confesado que era una gran idea, porque él me lo había dicho al oído… y me había dado permiso para tocarlo. ¡Qué tonto! No sabía nada de mí. Si lo hubiera tocado, habría terminado follando con él, y por razones aún desconocidas para mí, no era eso lo que quería. Al menos por el momento.

«Pero, Lucy, ¿cómo puedes odiar a un espécimen tan perfecto del género masculino…?».

Mi mayor razón para seguir odiándolo era la forma en la que me sentí cuando me había tocado la otra noche, cuando quiso ponerme hielo en la mano. Había notado esas molestas mariposas en el estómago que Olive confesaba haber sentido cuando vio a Jason por primera vez, y eso me había asustado muchísimo. Aunque hubiera tenido diferentes tipos de mariposas en mis partes femeninas cuando tonteaba con Jameson, ahora habían aleteado en mi estómago, y eso era mortal para mí, como una alergia que podría llegar a matarme inesperadamente.

Después de observarlo unos minutos más, me adelanté y golpeé el cristal. Levantó la cabeza de los papeles que llevaba en la mano y me vio. Pareció dudar antes de levantarse del sofá y acercarse para abrir las puertas de cristal.

—Hola —dije cuando estuvo delante de mí sin barreras.

Bajó el volumen de Frank Sinatra con la ayuda de un pequeño mando a distancia.

—Veo que vuelves a arrastrarte por mi jardín otra vez. —Había una pequeña sonrisa en sus labios, así que no me pareció que le importara que me encontrara allí.

—Si no quieres que me arrastre, como tan groseramente mencionas, deberías retirar la escalera.

—¿En qué puedo ayudarte, Lucy?

—En nada, muchas gracias. ¿Y tú, cómo estás esta noche?

Suspiró y me invitó a entrar con un gesto de la mano.

—Qué amable de tu parte invitarme a pasar —comenté cuando entré y él cerró la puerta.

—¿Hay algo que pueda hacer por ti o solo has venido para conseguir tu dosis diaria de…?

Le interrumpí antes de que pudiera terminar la frase.

—Antes de que digas algo por lo que tendrás que pedir disculpas más tarde, te haré saber que he venido a saludar a Aiden. Lo he echado de menos esta semana.

Adam me miró durante un buen rato, como si tratara de averiguar si le mentía o no. Cuando estuvo satisfecho con lo que vio en mis ojos, se pasó una mano por el pelo e hizo un gesto invitándome a sentarme. Yo me preguntaba qué estaba pasando, pero hice lo que me pidió y esperé.

—¿Y qué? —pregunté al ver que no decía nada durante un buen rato.

—Adeline no le ha dejado venir, así que he enviado a Dan a ver qué pasa. —Miró el reloj—. Debe de estar a punto de volver. Puedes esperar si quieres.

Subí las piernas al sofá y me puse cómoda.

—¿No me vas a echar?

—Aiden me pregunta por ti cada vez que llama por teléfono. Así que imagino que se alegrará de verte aquí, y así, además, evitaré todas las preguntas que me haría si no te viera.

Eso me hizo sonreír.

—Me quiere.

Adam me devolvió la sonrisa.

—Es raro, ¿verdad?

Le fruncí el ceño.

—Tú sí que eres raro. Yo también adoro a tu hijo. Es bastante más guay que su padre.

Con una pequeña sonrisa, negó con la cabeza y se dirigió al mueble bar. Nunca lo había visto beber antes de esa noche.

—¿Te preocupa algo? —pregunté, por conversar de algo hasta que Aiden llegara.

—Demasiadas cosas.

Gruñí, y saqué el teléfono cuando lo sentí vibrar en el bolsillo.

Me gustaría que vinieras conmigo.

«¡Ni siquiera me lo pediste, gilipollas!».

No era la primera vez que sabía de Jameson desde que había recibido aquel mensaje en la fiesta del estreno de la película. Había estado enviándome mensajes de vez en cuando durante toda la semana. Respiré hondo y volví a poner los pies en el suelo.

—Creo que debería marcharme —murmuré, ya de pie.

Adam se dio la vuelta con dos vasos en las manos; whisky, al parecer.

—¿Qué te pasa? —preguntó, ignorando mis palabras y tendiéndome el vaso. El fuerte olor del whisky me dio náuseas. Arrugué la nariz y negué con la cabeza.

—No, gracias. No me encuentro muy bien, así que… veré a Aiden en otro momento. —Me metí el móvil en el bolsillo y dejé el whisky en un posavasos, con los ojos de Adam aún clavados en mí.

—Siéntate —ordenó mientras se sentaba en la esquina más alejada del sofá—. Llegarán enseguida.

Miré al exterior y sopesé mis opciones: sentarme y esperar a Aiden o volver con Olive para que siguiera interrogándome sobre mis inexistentes sentimientos por Adam. Pasar tiempo con el enemigo es lo que tiene.

—¿Qué te pasa? —preguntó por segunda vez justo antes de tomar un sorbo de su whisky.

Me senté, y me costó trabajo apartar la mirada de sus claros y atractivos ojos.

—Nada específico, solo me siento mal.

—¿Qué tal la mano?

La levanté y observé mis nudillos. Todavía estaban algo rojos y un poco doloridos. Sin embargo, era un dolor que me satisfacía, pues me recordaba que había pegado a aquel idiota, cosa que no me importaba recordar. Y eso me recordaba también que…

—Podría hacerte la misma pregunta. —Dejé caer la mano y le hice un gesto con la barbilla—. ¿Qué fue lo que pasó entre Jake y tú? ¿De verdad está liado con tu ex?

Arqueó una ceja, pero por lo demás permaneció en silencio.

Sentía curiosidad desde que había leído la historia en internet. ¿Era cierto lo que decían o le había pegado por lo que me había pasado la noche anterior? Según Olive, había atacado a Jake por mí, pero yo tenía mis dudas. Olive era una romántica nata, y quería que me enamorara de nuevo; por supuesto que pensaría así.

Me excité bajo su escrutadora mirada y, nerviosa, empecé a hablar con él.

—¿Qué te pasa?

—¿Qué quieres decir? —dijo soltando la bebida.

—¿Por qué me miras así?

Aquella molesta ceja se arqueó de nuevo.

—¿Así cómo?

—¿Sabes qué? No importa. —Aparté la vista de él e hice lo posible por ignorarlo durante los cinco siguientes minutos o así, hasta que se levantó para servirse otra copa.

Estaba pensando en Jameson cuando una botella de agua apareció delante de mi cara.

—Gracias —dije con sinceridad, y se la cogí de la mano.

—De nada. Pareces muy tranquila; tal vez deberías ir a ver a un médico —sugirió mientras se sentaba más cerca de donde yo estaba sentada.

—Estoy bien.

—Lo que tú digas…

Destapé la botella y tomé un gran trago de agua fría. Luego cerré los ojos y me imaginé en otro lugar…, tal vez en un bosque, o en una casa junto a un lago donde me rodeaban los árboles y las aguas tranquilas. Podía sentarme en la terraza, cerca del agua, y leer allí el nuevo libro de Olive. Sonreí para mis adentros. Podía enamorarme de tantos protagonistas de novelas como fuera posible y la maldición ni siquiera me rozaría. Había algo especial en enamorarse de personajes ficticios a través de las palabras. En esa terraza, con los pájaros revoloteando y el viento moviéndome el pelo, sería feliz.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Adam en voz baja.

No abrí los ojos para responder.

—Soñando.

Pasó un buen rato antes de que volviera a hablar.

—¿Dónde estás?

—En la casa del lago. Leyendo el nuevo libro de Olive. Hay un viento suave. Me gusta el viento; me hace sentir feliz por alguna razón. Me gusta percibir ese suave roce en mi piel, en mi pelo. El sol asoma a través de los árboles, así que no hace frío. El agua está preciosa. Tranquila y pacífica.

—¿Hay una silla vacía a tu lado?

—Me molestarías, así que no. —Abrí los ojos y lo miré—. Sin resentimientos, ¿eh?

Sonrió y buscó los papeles que había dejado a un lado cuando entré.

—Sin resentimientos, Lucy.

Sintiéndome un poco mejor, miré a mi alrededor y suspiré. Era casi la hora de acostar a Aiden.

—¿Haces eso a menudo? —preguntó Adam, con los ojos clavados en los papeles que tenía en la mano.

—¿Si hago mucho qué?

—Trasladarte a otro lugar.

Me encogí de hombros.

—Es normal que pienses que estoy loca.

—No he dicho eso. En realidad… —Dejó de hablar, lanzó los documentos a la mesa junto al sofá y se frotó el puente de la nariz.

—¿En realidad… qué? —pregunté con curiosidad—. No seas una de esas personas, termina la frase.

Cerró los ojos y dejó caer la cabeza hacia atrás.

—A riesgo de parecer un mocoso de Hollywood…, solía tumbarme en mi cama e imaginar que tenía una vida más sencilla. En lugar de ser arrastrado a fiestas donde las drogas y el alcohol se ofrecían en mesas de cristal, donde tenía que cuidar de Vicky, mi hermana, para que no jugara accidentalmente con polvos blancos pensando que eran maquillaje o harina, para que no se bebiera una de esas copas de vino pensando que era su zumo…, solía desear unos padres normales. Deseaba poder invitar a mis amigos sin preocuparme de cómo actuarían mis padres dependiendo de su estado de ánimo. No me mires así —advirtió cuando abrió los ojos y me encontró mirándolo.

Me pasé las manos por los brazos y me mantuve en silencio.

—Sé lo que estás pensando —continuó, malinterpretando mi mirada—. Me dieron una buena vida. Una buena educación. Oportunidades que tal vez no hubiera tenido si no fueran mis padres quienes son. No digo que mi vida fuera mala ni nada, pero entonces quería ser un adolescente normal. Con padres normales. Una vida normal, ya sabes, sin paparazzi, sin la mierda de Hollywood. —Su mirada se volvió más dura—. Puedes pensar que lo sabes todo sobre alguien solo porque está a la vista del público, pero no puedes saber lo que pasa a puerta cerrada.

—Lo entiendo —dije con una voz apenas audible.

—¿En serio?

Aparté la vista de él.

—Antes tengo que contarte una historia. No sé quién es mi padre —comencé, sorprendiéndome a mí misma. ¿Realmente iba a hablarle sobre mí? Las palabras simplemente querían salir, así que supuse que sí—. Según Catherine, mi abuela, mi madre estaba completamente enamorada de él. Vivían juntos, pero cuando se enteró de que estaba embarazada, él recogió todas sus cosas y desapareció. Al parecer, ya le había dicho que no quería tener hijos, así que lo vio como una traición. Después de que yo naciera, mi madre decidió que tampoco quería criarme y me dejó con Catherine. Y Catherine…, bueno, me acogió, pero es una mujer muy difícil.

Miré a Adam para ver si me estaba escuchando. Cuando nuestros ojos se encontraron, bajó la cabeza en un pequeño gesto.

—Continúa.

Resoplé; habría sido más fácil dejar de hablar si me hubiera ignorado.

—Catherine… Catherine tampoco se casó nunca; vivió con el amor de su vida y luego tuvieron a mi madre, así que fue todo sol y arcoíris durante un buen tiempo, supongo. Pero cuando mi madre cumplió dos años, mi querido abuelo empezó a engañar a Catherine y la dejó por la otra mujer, con la que se casó un mes más tarde. Catherine regresó a su casa, lo que no fue la mejor idea del mundo, porque sus propios padres, que no estaban casados, por cierto, la trataron como una mierda. Aun así, crio a mi madre lo mejor que pudo, pero se volvió una amargada con el tiempo. Cuando mi madre me dejó con ella, ni siquiera se hablaban, así que obviamente las mujeres de nuestra familia han estado siempre bastante jodidas y sin hombres cerca.

Le lancé otra mirada y lo encontré esperando a que continuara.

—Así que estamos malditas. Y Catherine…, bueno, ella me cuidó cuando mi madre se fue, pero, como ya he dicho, es muy controladora y difícil. Para todos los que lo ven desde fuera, parece que es un ángel por haberme acogido, pero no ha sido así. Quería que yo fuera una versión de ella. Nada de lo que hacía estaba bien. Solo existían sus formas, y, cuando no seguías sus reglas o no hacías lo que ella quería que hicieras, sabía cómo echarte en cara todo lo que te había dado. No creo que tenga una mente estable, pero me cuidó en vez de echarme a la calle, así que le debo una, supongo.

Hubo un momento de silencio.

—¿Malditas? —repitió—. ¿Por eso el otro día dijiste que no haces el amor?

—¿Dije eso?

Asintió con la cabeza.

Yo y mi bocaza.

¿Y se acordaba?

—Mmm… no recuerdo haberte dicho eso, pero sí. No quiero terminar siendo una mujer amargada como ellas. Y no parece que tengamos suerte con el amor como familia, ¿verdad? Entonces, ¿por qué forzarlo? Prefiero estar soltera y ser feliz que enamorarme de alguien, tener un hijo… y que me engañe o me deje cuando las cosas se pongan difíciles para ir a casarse con otra. —Negué con la cabeza y me abracé las rodillas—. Las mujeres de nuestra familia no reciben propuestas de matrimonio. Así que, no, gracias. Soy mucho más feliz viendo que otras personas se enamoran, me hace más feliz no sentir dolor.

—¿Nunca te has enamorado de nadie? —preguntó, como si fuera la cosa más ridícula que hubiera escuchado.

—Yo no te he juzgado a ti por querer una vida normal, ¿verdad?

Se inclinó hacia adelante y puso los codos en los muslos, dejando que sus sexys antebrazos colgaran frente a mí mientras sus ojos perforaban los míos.

—No te estaba juzgando, Lucy.

¿Por qué tenía que ponerme nerviosa cuando me miraba así? Cogí la botella de agua y tomé otro sorbo para pasar el tiempo.

—Bueno, me ha parecido que lo estabas haciendo. —Me encogí de hombros—. De todos modos, con una mujer como Catherine necesitaba evadirme de alguna forma. Cuando estaba en la cama por la noche, cerraba los ojos e imaginaba que me encontraba en otro lugar. —Le lancé un vistazo rápido—. No imaginaba una vida diferente, ni que nadie viniera a rescatarme, pero disfruto cerrando los ojos y yendo a un lugar lejano. Me sosiega. A veces me imagino que soy una cascada, el viento o el sol. Esencialmente, al soñar, creaba mi propio sol los días que lo necesitaba. Era mi escape. Sé que me hace parecer una loca, pero me ayuda a calmarme, así que si piensas que estoy chalada, me la pela.

Él soltó una risotada, y yo me levanté lentamente del sofá. Como sabéis, tenía muchas razones para odiarlo. Sabía que lo que le había contado me hacía parecer una chiflada, pero eso no significaba que no me doliera ver que se reía de mí. Dejé la botella de agua en el sofá suavemente y me dirigí a las puertas de cristal. Quizás Olive me dejaría acurrucarme con ella un rato. Me sentía un poco mal después de todo. No sería tan cruel como para rechazarme.

Antes de que pudiera abrir las puertas y salir, Adam me agarró por la muñeca otra vez. En serio, ese hombre tenía algún tipo de fetiche con eso. Lo miré por encima del hombro e intenté alejarme, pues su cercanía y su contacto hacían que me subiera un hormigueo por la columna vertebral. No estaba enfadada ni nada, solo cansada, y, bueno, sí, tal vez un poco dolida.

—Me alegro de servirte de diversión esta noche, pero creo que ya ha llegado la hora de que me vaya.

—No —dijo, moviendo el pulgar con suavidad sobre la piel sensible de mi muñeca. Fruncí el ceño y miré hacia abajo, donde me estaba tocando, pero su dedo ya estaba quieto, como si no se hubiera movido nunca—. No me estaba riendo de ti, Lucy —me dijo en tono suave, y me estremecí. Estábamos demasiado cerca. Él debió de llegar a la misma conclusión, porque dejó que me fuera y dio un paso atrás.

Y yo no fui hacia él. En absoluto.

Me puso la mano en la espalda —y tenía manos grandes, para sostenerme mejor, supongo— y me empujó con suavidad hacia el sofá. Me senté en el borde y vi que cogía el teléfono.

—Déjame llamar a Dan para saber cuánto tardarán. —Me miró con el móvil en la mano—. Has esperado mucho rato, y él se pondrá triste si se entera de que sabes que te ha echado de menos.

Parecía sincero, así que decidí quedarme.

—Vale. —Volví a mi asiento y abracé un cojín.

Dan no contestó, y noté la frustración en la cara de Adam. Empezó a andar por delante de mí, y probó con otro número. Al ver que en ese tampoco encontraba respuesta, soltó un largo suspiro y se frotó la nuca.

—Esto no me gusta —dijo finalmente, apartándose de la oreja el aparato.

—¿Has llamado a tu ex?

—No responde. Dan tampoco. Adeline podría estar rodando, pero Aiden debería estar en casa con su niñera.

—¿No estarán de camino? —sugerí, con cierta preocupación en la voz.

—Será eso —murmuró, guardándose el teléfono—. Les daré un poco más de tiempo. A veces Aiden tarda mucho tiempo en prepararse.

Nos sentamos en un tenso silencio mientras escuchábamos los suaves murmullos de Frank Sinatra. Cuanto más tiempo pasaba sin que un pequeño humano atravesara corriendo la puerta principal, más ira parecía emanar de Adam. Cuanto más me quedaba allí, más sentía que estaba invadiendo otro momento familiar, y esa era una sensación extraña después de haberlos «invadido» a ellos en múltiples ocasiones.

—¿Eso qué es? —pregunté, señalando los papeles cuando no pude soportar más el silencio.

—Guiones.

—Vamos, estoy segura de que puedes decirme algo más.

Volvió a mirar hacia la puerta principal una vez más, y luego se dio la vuelta para coger los folios.

—Son nuevos. Tengo un contrato con el estudio y les debo una película más. Me han enviado dos guiones para que elija, pero no me convence ninguno.

—¿Puedo verlos? —Tendí la mano hacia él y esperé.

—Esta es una de esas cosas que no puedes mencionar a nadie, Lucy.

Puse los ojos en blanco y moví los dedos.

—Dámelos.

Me los entregó a regañadientes. Tenía mejores cosas que hacer que ir por ahí y difundir rumores sobre la nueva película que pensaba protagonizar Adam Connor.

—¿Cómo va lo de ser agente? —me preguntó mientras miraba el primer guion.

Le respondí sin levantar los ojos de las páginas que sostenía entre mis manos.

—Ya casi he terminado. He reducido el tema a dos editoriales, y estoy esperando a que me contesten. También he buscado otros contratos: audiolibros y cosas así. ¿De qué va este?

Se acercó hasta que estuvo sentado muy —repito— muy cerca de mí. Quise que los latidos de mi corazón fueran más lentos.

«¿Qué coño pasa, corazón? ¿Qué es lo que te pasa? Se supone que este tipo no nos gusta, ¿recuerdas? No hay necesidad de dar volteretas solo porque esté a una distancia tan corta».

Me rozó el hombro con el brazo cuando me quitó el guion de las manos, y dio la casualidad de que inspiré en el mismo momento. Qué coincidencia, ¿verdad? Respiré hondo y sentí un cosquilleo en el brazo, allí donde su piel había estado en contacto con la mía. Antes que nada: estúpida piel y estúpido cosquilleo. Olía a whisky y a algo cálido, salvaje y deliciosamente masculino. Era la invitación perfecta para acariciarle el cuello y perderse en su olor y su cuerpo… Lo que era una idea muy, muy mala. Cerré los ojos para ignorarlo, pero eso solo consiguió que su olor fuera más intenso y que sintiera más su cercanía. Olía lo suficientemente bien como para saltar sobre él en ese mismo momento. Si hubiera sido otra persona, no me lo habría pensado dos veces antes de hacer exactamente eso, pero, dado que se trataba de Adam, me obligué a quedarme quieta.

Se podría pensar que con alejarme de él habría resuelto el problema, pero no era una cobarde; nunca me alejaría de un tipo solo porque era lo que quería. Al diablo con eso. Si él quería jugar conmigo, iba a estar a la altura.

Tratando de respirar por la boca sin parecer un bicho raro, me incliné hacia él y dejé que mi brazo se apoyara en el suyo mientras revisaba el guion. Parecía muy relajado, lo que me enfureció aún más. Ahí estaba yo tratando de no actuar como si me estuviera afectando su proximidad, y él ni siquiera notaba que yo estaba teniendo un colapso mental. Joder, estaba a punto de dejar salir a mi cantante interior para interpretarle Pillowtalk, de Zayn.

Qué divertido iba a ser molestar a los vecinos junto a Adam Connor, en especial cuando esos vecinos eran Olive y Jason.

Con la mente a millones de kilómetros de distancia, desnuda en una cama enorme con Adam, tuve problemas para concentrarme en sus palabras cuando empezó a hablar.

—En este se supone que soy un marido devoto de una socialista a la que termino matando y que huyo mientras un minucioso detective trata de atraparme.

—Aburrida —me las arreglé para decir.

—Sí, por eso también le he dado un no.

—¿No debería tu agente conseguir algo mejor para ti?

—Debería, por eso me voy a deshacer de él.

Arqueé una ceja y lo miré de reojo.

—Por lo que he oído, te estás deshaciendo de un montón de gente. ¿Es verdad lo que dicen? ¿Que estás arremetiendo contra la gente que trabajaba para ti a causa del divorcio? —Cometí el error de mirarlo a los ojos, y él me observó con una expresión dura en la cara.

—Parece que espiar a alguien no es suficiente para ti. ¿También me sigues a través de la prensa sensacionalista?

—Por favor, ¿por qué iba yo a llevar la cuenta de lo que pasa en tu vida? Lo leí por casualidad mientras veía las fotos del estreno de Olive y Jason. Un enlace me llevó a otro y luego a otro… No te estaba controlando, créeme. Viví en tu casa durante una semana, ¿recuerdas? No hay nada emocionante en ti. Si incluso Dan tiene una vida más movida que tú.

Tiró el guion con una fuerza innecesaria, y cayó al suelo. Lo miré extrañada, pero me ignoró, ya centrado en el siguiente guion.

—¿Ese es el ganador?

—¿Cómo te has enterado de la movida vida de Dan? —La pregunta era bastante inofensiva, pero la forma en que se mantenía quieto parecía decir que la respuesta le importaba, y eso resultaba muy raro.

—¿Porque hablamos? No me odia tanto como cuando me encontró en el jardín. No puedo decir con certeza si me aprecia o no, pero al menos ahora habla conmigo. Incluso le hice reír un par de veces. Nos estamos haciendo amigos, creo. Lo estoy ablandando.

—¿Cuándo habéis tenido tanto tiempo para hablar?

—Cuando lo enviaste a la comisaría conmigo. ¿Qué es lo que te pasa?

—Nada. —Se encogió de hombros ante mi pregunta—. Este guion trata de dos hermanos, chico y chica. Son estafadores y trabajan con un grupo restringido de personas. Se supone que mi personaje se enamora de la chica que es su objetivo y luego termina matando a su propia hermana cuando esta va tras esa chica.

—Este suena un poco más interesante —concedí.

Gruñó y pasó unas cuantas páginas, y, cuando terminó, me entregó el guion.

—Los diálogos no tienen la fuerza suficiente. La hermana debería ser un personaje más intenso si va tras su interés amoroso. Ella se hace pasar por una persona inestable, lo que le quita garra al personaje. Alguien tiene que repasarlo y cambiar algunas cosas.

Lo hojeé, pero no pude ver nada que me llamara la atención.

—¿Cambiar el qué?

Se acercó más a mí y nuestras piernas se tocaron.

«¡Dios mío!».

Prácticamente estaba provocándome.

—Si hacemos una lectura, verás lo que quiero decir.

—¿Una lectura?

—Lee algunos diálogos, Lucy.

—¿Quién soy yo? ¿Laurel? —Señalé el nombre y miré a Adam.

—Eres Laurel, mi hermana. Y yo soy Damon.

—Bien. Empieza tú.

En la parte superior del guion decía «Exteriores. Cementerio. Noche», e informaba de que Laurel estaba andando hacia Damon con una mirada sospechosa en su rostro mientras él la esperaba junto a la tumba de su padre.

De repente Adam se levantó y me ofreció su mano.

—Venga, levántate para que puedas meterte en el papel.

Resoplé, pero, aun así, le cogí la mano que me tendía para ayudarme a levantarme.

—No voy a ser tu coprotagonista. No necesito meterme en el papel.

—Vamos, sígueme la corriente.

—Quieres que lea esto porque piensas que también soy inestable, ¿es eso? ¿Hará que el personaje sea más creíble para ti?

—No seas tan desconfiada, Lucy. Solo lee las malditas líneas.

La escena consistía en los dos hermanos hablando. ¿Qué podía tener de malo? ¿Quién se perdería la oportunidad de leer un diálogo con el puto Adam Connor, en especial líneas que podrían terminar en la pantalla grande?

—¿Y tú qué vas a leer? —pregunté, mirando alrededor para ver si había otra copia.

—Ya lo he leído dos veces. Me sé la escena. Empieza…

Con el guion en una mano, me estiré la camiseta, enderecé los hombros y leí las malditas líneas.

—«¿Por qué me has pedido que nos viéramos aquí, Damon?».

Adam alargó la mano y me levantó la barbilla con la punta de los dedos, haciendo que mi mente se quedara en blanco como si hubiera sufrido un cortocircuito. De fondo, Frank Sinatra cantaba Fly Me to the Moon.

—Se supone que debes mirarme cuando hablas. Y poner un poco más de emoción. La escena está preparada; lee las líneas para tener idea de lo que dice el guion.

Sosegué mi corazón y algunas partes femeninas y luego miré directamente sus ojos verdes sin fondo.

—No soy actriz… Tendrás que conformarte con la cantidad de emoción que estás recibiendo.

«Capullo codicioso».

Miré el guion, memoricé las siguientes líneas, y esta vez las dije sin bajar la vista.

—¿Por qué me has pedido que nos viéramos aquí, Damon?

—He pensado que sería apropiado. —Adam continuó con su actuación.

—¿Has pensado que una reunión de hermanos en el cementerio es lo más adecuado? —pregunté, lanzando a los papeles que sostenía en la mano una mirada de escepticismo—. ¿Y qué diablos significa esto? —Señalé lo que estaba escrito entre las líneas.

—He pensado que sería apropiado —repitió, mirándome fijamente.

«Dios, tienes un problema, tío…».

Puse los ojos en blanco y continué.

—No nos hemos visto ¿en qué? ¿Quince años? ¿Por qué ahora?

—Nos sentamos junto a su lápida e hicimos una promesa, ¿recuerdas?

—Aquí es donde nuestra vida comenzó; por supuesto que lo recuerdo, Damon.

Asintió solemnemente y finalmente apartó la mirada de mis ojos.

—Y ahora estamos al final de otro camino.

—¿De qué estás hablando, Damon? —Eché un vistazo al guion y luego lo volví a mirar.

Respiró hondo, se pasó la mano por el pelo y dio un paso adelante, acercándose demasiado, para mi comodidad.

—No puedo seguir así, Laurel. No puedo ser un fantasma durante la noche, no puedo fingir que soy otra persona. Quiero más.

Endurecí mi voz tanto como pude y leí las siguientes líneas.

—«Todo esto es por ella, ¿no es así, Damon? Todo esto es por Jessie. No es más que una agente, ¿o ya lo has olvidado?».

Adam estiró la mano y me quitó el guion de las manos para echarle un vistazo rápido y luego me lo devolvió. Abrí la boca para lanzarle un comentario sarcástico sobre lo buen actor que era, pero me puso el dedo en los labios.

Otra vez a tocarme…

Frank seguía susurrando de fondo.

Fruncí el ceño, pero me quedé callada.

—No puedes negarme que no estás tan cansada de todas las mentiras como yo, Laurel. ¿Cuándo será suficiente?

Me salí del personaje, suspirando.

—¿Se pasan toda la escena hablando así entre ellos? ¿Cara a cara? —Adam inclinó la cabeza a un lado, así que recibí el mensaje y seguí con la lectura.

—«Todavía no, Damon. Estamos muy cerca de conseguir todo lo que queríamos desde el principio».

Suspiró y volvió a mirar hacia otro lado.

—Está embarazada, Laurel. Jessie está embarazada.

«Y la trama se complica…».

Leí las siguientes líneas y resoplé.

—¿Cómo puedes estar seguro de que es tuyo? Sabes que estaba saliendo con ese tipo, Jake, hasta hace unos meses.

Cuando Adam me miró, sus rasgos estaban más marcados.

—Es mío.

Arqueé una ceja.

—Encárgate de ello. Haz que aborte. No puedes dejar que esto estropee nuestros planes. Hemos esperado mucho tiempo.

—Por lo que veo, Laurel es una cabrona —murmuré en voz baja mientras pasaba otra página del guion. De repente, tenía las manos de Adam en las mejillas, y me estaba dando un beso en la frente.

—¿Qué coño… ? —murmuré, mirándolo mientras trataba de alejarme.

«¡Peligro! ¡Peligro!».

«¡Abortad operación!».

Señaló el guion.

—Lee…

Y por supuesto, justo ahí arriba, decía: «Damon la besa en la frente».

Poniendo de nuevo cara de póquer, traté de mantener la calma. Él me besó de nuevo, sus labios resultaban sorprendentemente suaves sobre mi frente, y traté de quedarme lo más quieta posible mientras tenía la cara tan cerca de la mía. Luego me obligó a mirarlo a los ojos. Sí, me obligó…, estaba bastante segura de que había algún tipo de magia involucrada porque apenas podía respirar mientras sentía que sus manos me acunaban la cara y que sus ojos veían mi alma.

«Imbécil».

Tragué saliva, y luego me aclaré la garganta, por si acaso.

—Eres mi hermana, Laurel. Te quiero —dijo con una sonrisa tierna en los labios—. Te quiero, pero ya he llegado al final. No me hagas elegir. Ya no puedo seguir, puedo perder demasiado.

Eché un vistazo al guion, porque mi cerebro tenía dificultades para funcionar bien.

—¿Y qué hay de mí, Damon? ¿Qué esperas que haga? ¿Que siga con mi vida? ¿Que actúe como si su familia no hubiera destrozado a la nuestra?

Adam me acarició el pómulo con el pulgar, haciendo que ardiera de pies a cabeza. ¿Eso estaba también en el maldito guion? Luego, bajó la cabeza hacia mí, y me preparé para un beso en la punta de la nariz o algo igual de inocente.

Extraña relación de hermanos, pero yo qué sabía…, ¿verdad?

Nuestros ojos se encontraron y, sin romper el contacto visual, sus labios tocaron los míos con suavidad. Me quedé helada. Yo, Lucy Meyer, la chica a la que nada le hubiera gustado más que besar a Adam Connor un mes antes, me quedé paralizada cuando ese mismo Adam Connor me besó en los labios. Mi cuerpo traidor dio un paso hacia él para mantener el contacto.

Definitivamente se trataba de unos hermanos muy raros.

Durante unos segundos peligrosamente largos, me dejó sentir los labios sobre los míos, moviéndolos lentamente. Luego sentí un suave pellizco en el labio inferior, y, antes de que me diera cuenta de lo que pasaba, me besó de verdad, me convenció para que abriera la boca.

Con ternura.

Pero sentí su lengua. Os juro que lo hice.

Inspiré con brusquedad y, antes de que pudiera reaccionar de alguna manera, se estaba retirando.

Vamos a dejar clara una cosa: no seguí sus labios. Tampoco me balanceé hacia él como una adolescente enamorada. No, no soy así. Eso solo fue una alucinación. Tan pronto como me soltó, incliné la cabeza y empecé a pasar las páginas como una loca. Como no pude encontrar lo que buscaba, me limité a levantar una mano y a darle una bofetada. Una bofetada muy fuerte.

Durante un largo momento, ninguno de los dos se movió. Frank terminaba otra canción, y aparte de mi pesada respiración, era lo único que se podía oír.

—¿Y eso? —preguntó Adam finalmente.

—¿Qué te has pensado? —Me las arreglé para salir del trance. A pesar de que había estado quieta en el sitio durante los últimos minutos, me sentí como si hubiera corrido un maratón… Y solo por un besito que ni siquiera había podido saborear adecuadamente. Me aclaré la garganta—. Acabas de besar a tu hermana… —Le señalé con el dedo—. Y no intentes convencerme de que ha sido un beso fraternal. ¿Cómo querías que reaccionara?

Desde el tocadiscos empezó a sonar It Was a Very Good Year, mi canción favorita de Frank Sinatra, y Adam me cogió la barbilla con los dedos para levantarme la cara. No fue un gesto suave; su mano, grande y cálida, prácticamente engulló la mitad inferior de mi cara. Definitivamente era un momento para mojar las bragas. ¿Quién no adoraba que un hombre, en especial un hombre que se parecía a Adam Connor, tomara el control de su cuerpo, de una manera sexy, por supuesto?

—No he besado a mi hermana, Lucy —murmuró. Luego se inclinó y me besó. Otra vez. Y esta vez de pleno. Sujetándome la cara, inclinó la cabeza hacia mi boca y metió la lengua dentro.

Sí, uno de esos besos…

Así que sabía a eso. Calidez. Seda. Adicción. Sexo. Peligro. Locura.

El guion cayó de mi mano al suelo.

Mi cerebro era un completo desastre, pero me lanzó todo tipo de alarmas de peligro.

Adam inclinó mi cabeza hacia la derecha, y casi me hizo estallar por la forma en la que me besaba.

Era como un beso envuelto en otro beso.

¿Eso tiene sentido? ¿No? Pues tampoco tenía sentido para mí en ese momento.

«¡Sí, Lucy! ¡Sí!».

«¡No, Lucy! ¡No!».

Era como si tuviera múltiples personalidades viviendo dentro de mi cabeza desde hacía tiempo y hubieran estado esperando para salir de su escondite solo para esta ocasión especial.

Y, de nuevo otra vez, Adam Connor me estaba besando… ¿Qué coño se supone que debe hacer una chica cuando se enfrenta a un problema así? Lo odiaras o no, tú también lo harías. Lo aceptarías todo y te asegurarías de responderle.

Le agarré la camisa con los puños y lo acerqué a mí, devolviéndole el beso con fervor. Podría haber escrito un poema sobre lo bien que me sentí al notar que se cernía sobre mí, y ni siquiera era escritora. Sus dedos se apretaron en mi barbilla hasta el punto de que estuvo peligrosamente cerca de hacerme daño, pero eso no impidió que me gustara. Odiaba a Adam, pero me encantó la forma en que controló el beso. En que me controló. ¿Cómo podía ser que su caricia fuera tan diferente de la del imbécil de Jake Callum?

Me encantó la forma en que jadeaba por la falta de control, como yo… Me encantó que me pusiera la mano izquierda en la cintura y me apretara contra su cuerpo. Nuestras lenguas libraron una batalla, y no me importó quién saliera ganando al final siempre y cuando mantuviera sus labios contra los míos.

Quise que se quitara la camisa para poder sentir el tacto de su piel, pero eso hubiera requerido separar sus labios de los míos, algo que no me atraía demasiado en ese momento; podría haberse agrietado la tierra bajo mis pies y aun así no lo habría soltado. Giró la cabeza hacia el otro lado y profundizó el beso, obligándome a acercarme más a él. Empezaba a pensar que estaba bien que no te besaran durante más de un mes si el beso que te daban al final de esa sequía era como este, aunque lo cierto es que estaba de acuerdo con cualquier cosa que ese hombre me hiciera. Y, santo cielo, me devoró como si estuviera saciando su sed. Estuve a punto de lanzarme sobre él y hacer todo lo posible para tirármelo allí de pie. Habría requerido muchas maniobras, pero habría podido conseguirlo.

Incapaz de contenerme durante más tiempo, gemí, y él se apartó un poco, dándome en los labios unos cuantos besitos mientras yo intentaba no hiperventilar. Me soltó la cara y me puso suavemente el pelo detrás de la oreja.

Justo cuando pensaba que la tortura a mis sentidos había terminado, se inclinó y me besó en la mejilla, y luego un poco más arriba, dirigiéndose hacia mi oreja. Mi cuello, como si tuviera voluntad propia, se inclinó hacia un lado para dejarle más espacio para trabajar, y él eligió ese momento para pasarme la lengua por el lóbulo de la oreja, haciéndome gemir con más fuerza. Lo único que pude hacer fue aferrarme a él. Me había vuelto loca. ¿Podéis imaginarlo? Sin embargo, mis partes femeninas canturreaban felices.

—Lucy —susurró, haciendo que se me erizara todo el vello de mi cuerpo. ¿Por qué mi nombre tenía que sonar tan bien cuando salía de sus labios?

Parecía inhalarme, con la nariz hundida en mi cuello, y mi cuerpo prácticamente se derritió bajo sus manos. Sentí como si cobrara vida. Como si flotara fuera de mi cuerpo. O todo lo anterior junto.

—Llámame chiflado, mi pequeña acosadora, pero creo que me gustas —murmuró contra mi piel, calentándome de arriba a abajo mientras me pellizcaba la piel.

—Y creo que tú no me gustas en absoluto —susurré cuando pude pensar lo suficiente para formular palabras de nuevo.

—Mmm —canturreó junto a mi oreja, haciéndome cerrar los ojos. ¿A qué estaba jugando?—. Entonces, supongo no me devolverás el beso si intento besarte de nuevo.

Era una declaración estúpida. Todo tipo de besos eran bienvenidos siempre que involucraran sus labios tocando partes de mi cuerpo, y el muy imbécil lo sabía, por supuesto.

Intenté apartarme, pensando que estaba deseando otra bofetada, pero me rodeó la cintura con sus grandes manos y, antes de que me diera cuenta de lo que planeaba hacer —y no me avergüenzo de decir que esperaba otro de esos besos duros—, empezó a andar hacia atrás llevándome con él.

Se dejó caer en el sofá, y yo me subí como por ensalmo a su regazo. De nuevo, no quería hacerlo, por supuesto, así que eché la culpa a sus grandes y fuertes manos. Si no me hubiera tocado la cintura, me habría alejado por completo. Sin embargo, como sus manos seguían sobre mí, instándome a acercarme en lugar de a separarme, empecé a inclinarme hacia él para probar de nuevo esos labios.

Era ir a por todas o volver a casa, ¿verdad?

Con una de sus manos aún en mi cintura, deslizó la otra por mi espalda y dentro de mi camiseta. Me agarré al respaldo del sofá con una mano y le puse la otra en el pecho. Me dio vértigo sentir aquellos frenéticos latidos bajo mis dedos. No tenía derecho a sentirme mareada por sus latidos. Debería haberme bajado de su regazo para salir corriendo.

Pero ¿qué hice? Me quedé por más.

Apoyó la mano entre mis omóplatos. Piel sobre piel. Piel caliente sobre piel ardiente. Asegurándome de que seguía de rodillas, apreté los pechos contra su amplio torso echándome hacia delante para recibir otro beso de tornillo.

Adam soltó un largo y satisfecho gemido que me disolvió el cerebro aún más y me hizo mojar las bragas. Luego movió la mano más arriba para poder agarrarme de la nuca y llevarme a sus labios. Para controlarme. Fue algo muy sexy, y muy tierno a la vez. Protector. Aunque podría haber sido aún más sexy si hubiera estado a punto de satisfacerme con su polla.

Esa imagen me hizo soltar un gemido aún más fuerte. La salvaje que había en mí no tenía puesta la correa, e intentaba devorar al hombre que estaba entre mis piernas. Me apartó de sus labios y me apretó el cuello para llamar mi atención. Apenas podía abrir los párpados, pero me las arreglé para abrirlos lo suficiente como para ver sus expresivos ojos mirando directamente mi alma.

—No eres tan bueno como pensaba. —Las palabras salieron de mi boca, tomándome incluso a mí por sorpresa.

Separó los labios con una expresión ilegible. Antes de que pudiera decir nada, se abrió la puerta principal y alguien la cerró de golpe.

Aiden.

Fue suficiente para ponerme en movimiento. Me levanté y me limpié la boca con el dorso de la mano. Dejé que mi camiseta cayera para cubrirme la espalda de nuevo, y maldije en silencio a Adam por hacerme sentir desnuda al no tener sus manos sobre mí. Él seguía sentado en ese maldito sofá y me miraba como si me viera por primera vez.

—Adam, tenemos un problema. No te va a gustar —anunció una voz, y entonces Dan el Gigante entró desde el pasillo.

—Me voy a mi habitación —murmuré antes de alejarme rápidamente.

Dan frunció el ceño cuando pasé junto a él, pero por suerte no dijo una palabra. A mitad de camino a mi habitación, me di cuenta de que yo ya no dormía allí. Pude oír a Dan y a Adam hablando en voz baja. Gemí al tiempo que me llevaba las palmas de las manos a la cara y regresé al salón.

—Es muy gracioso… —dije, pasando junto ellos, y luego continué hacia el jardín sin terminar mi frase.

Me subí al muro, y estuve frente a las puertas correderas de Olive en pocos segundos. Estaban cerradas.

—¿Qué coño…? —murmuré, y empecé a dar golpes. Las luces seguían encendidas en el interior, así que estaban despiertos.

—¡Olive! —grité, acercándome al cristal para mirar al interior.

De repente las finas cortinas de color beis se movieron, y apareció ante mí la cara de Olive.

—¡Joder! —grité, llevándome la mano al pecho—. ¿Has perdido la cabeza? Me has dado un susto de muerte.

—No te voy a dejar entrar —anunció, de pie al otro lado de las puertas de cristal. Capté la satisfacción en la curva de sus labios.

—¿Qué? ¿Por qué?

Cruzó los brazos sobre el pecho y arqueó una ceja.

—Confiesa…

—¿Que confiese qué?

Me miró con los ojos entrecerrados y se pegó más al cristal, supuse que para estudiarme la cara. Entonces abrió los ojos de par en par y jadeó.

—¡Lo has besado! Tienes los labios hinchados. ¡Lo has besado y no ibas a contármelo!

—¿Perdona? ¡Estoy tratando de entrar para poder contártelo!

—Mientes.

—No, Olive.

—Entonces cuéntame qué has hecho.

—No he hecho nada.

Me miró con incredulidad.

—¿De verdad vamos a hablar a través del cristal? —dije.

—Sigo esperando.

—Vale, ¡Dios! Yo nunca te he obligado a contarme algo así.

Emitió una carcajada.

—¿Estás segura? Piensa un poco más. Me has hecho cosas peores. Todavía recuerdo que le enviaste un mensaje a Jason de mi parte, diciéndole que estaba libre. Por completo.

—Deberías estar agradecida. Has terminado casándote con él, ¿no?

—No cambies de tema, Lucy. Cuéntame lo que ha pasado allí o no te dejaré entrar, y te aseguro que no te enviaré el libro. Deberías oír lo que Jasmine me está diciendo al respecto. Piensa que es fantástico.

—Creo que llevas demasiado tiempo conmigo; estás empezando a actuar como yo.

—Cuéntamelo-de-una-vez.

Levanté las manos.

—Vale, vale. Tranquilízate, mujer. Pensaba que Aiden estaría allí, pero aún no había llegado a casa, así que Adam se ofreció a dejarme esperar a que llegara.

—Lo estás haciendo bien; continúa.

A pesar de la situación, me reí y me acerqué al cristal.

—Vale. Me ha besado —susurré, lo suficientemente fuerte para que me oyera—. Luego le he dado una bofetada, porque estaba besando a su hermana.

Olive abrió los ojos de par en par.

—Luego me ha besado de nuevo, y yo le he devuelto el beso. Entonces, cuando estaba a punto de restregarme contra su regazo para sentir el tamaño de su polla antes de morirme de curiosidad, ha entrado el guardaespaldas.

—Eres lo peor, Lucy. No tengo ni idea de lo que significa nada de esto. ¿Te ha besado a ti y a su hermana y le has dado una bofetada?

Asentí, orgullosa de mí misma.

—Bueno, es casi eso. Me ha besado después de que le hablara de Catherine y de mi maldición.

Se acercó, apretando la frente contra el cristal.

—¿Le has hablado de la maldición?

Otro rápido asentimiento.

—Después de la bofetada, me ha besado de nuevo, y, bueno… —Hice una pausa y luego me encogí de hombros—. Ha estado mejor, supongo. Al menos no ha sido suave. La bofetada debe de haber ayudado.

—Te odio —dijo.

—Y eso es exactamente lo que yo le he dicho a él. Asegura que cree que le gusto, así que le he dicho que lo odio.

Una gran sonrisa se extendió por los labios de Olive.

—Adam Connor te quiere.

Le lancé una mirada aburrida.

—No he dicho eso, ¿verdad?

—Y tú te estás enamorando de él.

Me reí y negué con la cabeza.

—Lo que tú digas, loca. Ahora abre la puerta, te lo he contado todo.

Me dio la espalda y se apoyó contra la puerta de cristal al tiempo que me lanzaba una mirada tímida por encima del hombro.

—Voy a escribir un libro sobre tu amor con Adam. Va a ser legendario.

—No me estoy enamorando de él, por el amor de Dios.

—Lo harás. Y voy a disfrutar de cada segundo.

—Estoy maldita, ¿recuerdas, Olive? Deja de jugar y abre la puerta. Hace frío aquí fuera.

—Por favor, estamos en Los Ángeles y es septiembre, ¿cómo va a hacer frío? Y estoy segura de que Adam ya te ha calentado suficiente. Tal vez debería enviarle un mensaje. ¿Dónde está tu teléfono?

—¡Olive! Te juro por Dios… —Golpeé en el cristal—. ¡Abre la puta puerta! Te estás convirtiendo en una miniyo, y no me gusta nada. Solo puede existir una. ¡Tú eres la tranquila y sensata, no la que deja a su amiga al frío de la noche para que los coyotes se la coman solo para darte una lección! ¡Que eso es lo que yo haría!

—Aprendí de la mejor.

Me veía dividida entre sentirme como una madre orgullosa y una madre cabreada.

En sus ojos brillaba la diversión.

—Estoy investigando para mi próximo libro. Ya que escribiré sobre ti, será mejor que me meta en el personaje, ¿verdad? —Entonces se puso seria y suspiró—. ¿Por qué te haces esto? Ve a divertirte con él. —Inclinó la cabeza hacia la casa de Adam, haciendo un gesto—. No estás maldita, Lucy. Si te ha besado, significa que está interesado incluso después de todo lo que has hecho.

—¿Perdón? ¿Estabas conmigo en el muro el primer día? Si yo soy una acosadora, tú también lo eres.

—No me pilló, ¿verdad?

—Muy bonito… Menuda excusa. Ahora abre la puerta.

—Dime por qué.

—¿Por qué qué?

—Por qué no vuelves allí y lo intentas de nuevo. Así verás por dónde va…

Como no abría las malditas puertas, le di la espalda y me senté delante de la puerta.

—¿Lucy? —me dijo.

Miré al cielo.

—Porque, si me enamoro de él, no sobreviviré a la caída.