Adam
—Envíalo hoy. No me importa lo que sea necesario: quiero que lo hagas antes de que termine el día.
Al otro lado de la línea estaba mi abogada, Laura Corey.
—Dame un segundo, Adam.
Cerré los ojos y esperé.
—Muy bien. Entonces, vamos a solicitar la custodia exclusiva de Aiden. No va a ser un proceso fácil. ¿Estás preparado para ello?
—Quiero a mi hijo, Laura. —Ya no tenía dudas al respecto; no encontraba ninguna razón para darle a Adeline tiempo para entrar en razón.
—Vale, Adam. Está bien. Empezaremos el proceso hoy. ¿Quieres que me ponga en contacto con tu nuevo equipo de relaciones públicas para discutir cómo vamos a llevar el asunto? Tengo que ser sincera contigo: te recomendaría que hablaras con un medio de comunicación en el que confíes o que al menos emitas un comunicado de prensa. Será mejor que te adelantes a todo y proporciones una breve explicación en lugar de dejar que hagan conjeturas.
—Con esto no busco conseguir publicidad, Laura.
—Y no digo que debas hacerlo. Solo piénsalo. En estas situaciones, es mejor ofrecer una explicación en vez de guardar silencio y permitir que la prensa se vuelva loca con ello. Y después de las fotos de ayer, créeme, se volverán locos.
—Lo que me recuerda que… —empecé, sintiendo el estómago revuelto—. Quiero las fotos de Aiden fuera de internet, y los nombres de esos fotógrafos. Sabían que lo que estaban haciendo era ilegal. No debería haber pasado.
Ella suspiró; el sonido me puso todavía más nervioso.
—Tienes razón, es ilegal, pero es difícil aplicar la ley en estos casos. Haré que un investigador intente conseguir los nombres de los fotógrafos, pero ya sabes que se protegen mutuamente. Será complicado.
—Quiero que lo intentes.
—Por supuesto; te llamaré cuando sepa algo.
Puso fin a la llamada. Con el teléfono todavía en la mano, salí al jardín y llamé a Adeline. Otra vez.
La noche anterior, cuando Dan había vuelto de casa de Adeline sin Aiden y me había hecho saber que mi ex se había ido de la ciudad con él, sin avisarme aunque sabía que ese día le tocaba venir conmigo, la había llamado repetidamente hasta que había contestado el teléfono. No había sido una conversación divertida. Cuando intentó explicarme por qué se lo había llevado, me quedé sin palabras.
Me respondió al quinto timbrazo esta vez.
—Adam. Hola.
—Adeline. ¿Dónde estás?
—Acabamos de aterrizar en el aeropuerto de Los Ángeles.
—¿Te vas a casa? Enviaré a Dan a buscar a Aiden. Pero tú y yo… debemos hablar.
—Adam… —suspiró—. Sé que lo he jodido. Tienes todo el derecho del mundo a estar enfadado conmigo, pero soy perfectamente capaz de llevar yo misma a Aiden.
—Y yo te estoy diciendo que no has de hacerlo.
—Quiero hacerlo, Adam. Por favor, dame la oportunidad de explicarme. Quiero disculparme contigo cara a cara, y creo que será bueno que Aiden nos vea juntos.
No quería sus disculpas, y no deseaba verla, en especial después de haber visto las fotos de Aiden llorando mientras estaba acorralado por una nube de paparazzi. Por lo que a mí respectaba, habíamos terminado. En todos los sentidos.
Después de colgar, mantuve una charla con mi nuevo equipo de relaciones públicas y les anuncié todos los temas que necesitaba que trataran. Aunque quería mantener mi vida en privado y no estaba de acuerdo con mi abogado, sabía que se filtraría a la prensa; al menos así tendría control sobre cuánto y qué tenían que saber.
Una hora después, Adeline entró con Aiden de la mano. En la llamada de la noche anterior, ella me había dicho que Aiden estaba cansado y ya dormía, así que no había podido hablar con él ni sobre lo que había pasado ni sobre cómo estaba. Cada vez que lo dejaba en casa de Adeline, él se callaba y me miraba como si lo estuviera traicionando. La mirada que me dirigió cuando entró era exactamente esa mirada, e hizo que algo me atravesara el pecho. Sin saber a qué me enfrentaba, me arrodillé frente a él para darle un abrazo, pero no quiso que se lo diera. Se quedó completamente inmóvil contra mí mientras yo lo abrazaba.
Con los brazos todavía alrededor de Aiden, miré a Adeline. Ella apretó los labios y se disculpó con rapidez. Suspiré y solté a mi hijo.
—Hola, hijo. Te he echado de menos.
Murmuró un «hola» en voz muy baja.
—¿Te has divertido en Nueva York con tu madre?
Otra respuesta impersonal en forma de murmullo.
—Aiden —murmuró Adeline con suavidad mientras le soltaba la mano y le acariciaba el pelo—. ¿Puedes darnos a tu padre y a mí unos minutos?
—Vale.
Sin mirarme a los ojos, me rodeó y fue a su habitación, aunque se detuvo a mitad de camino. Sus ojos se encontraron con los míos un momento mientras yo me levantaba.
—He sido bueno, así que ¿puedo pedirte algo?
—Por supuesto —respondí. Obtendría casi todo lo que quisiera de mí en ese momento si con eso conseguía que me mirara a los ojos.
—¿Puedo hablar con Lucy?
—Ha estado preguntando por ella desde que hemos aterrizado —añadió Adeline.
Por supuesto que quería hablar con Lucy. Yo también querría si fuera él. De hecho, yo también quería. Ese era otro asunto del que no había tenido tiempo de ocuparme… Era difícil intentar «ocuparse» de Lucy, pero teníamos que hablar sobre ese beso. Por mucho que me hiciera parecer sensible, después de lo ocurrido la noche pasada, necesitábamos hablar, y después de eso, querría besarla de nuevo, seguramente para hacerla callar.
—Podemos llamarla, amigo, pero no sé si estará ocupada.
—¿Podemos llamarla ahora? Si la llamamos ahora, podemos preguntarle si me ha echado de menos. Porque si lo ha hecho, vendrá a verme, lo sé.
Miré a Adeline.
—¿Puedes esperar mientras la llamo?
—Por supuesto, Adam —respondió con una sonrisa amable, rozando mi brazo un breve momento antes de dirigirse al salón y mientras yo sacaba el móvil.
Aiden dio un par de pasos hacia mí, pero seguía mostrándose distante. Esperaba que ver a Lucy ayudara. Marqué el número, y ella respondió al tercer timbrazo.
—Llamas para que te dé algunos consejos, ¿verdad?
¿Quién podía imaginar de qué estaba hablando?
—¿Consejos sobre qué?
—Sobre besos, por supuesto. Es decir, no ha sido mi peor beso, supongo, pero…, no sé, creo que te vendrían bien unos cuantos consejos, y si pienso eso, significa que realmente te vendrían bien unos cuantos consejos.
Aunque Adeline estaba sentada a pocos metros y Aiden me miraba lleno de esperanza, no pude contener la respuesta.
—¿Porque tú has hecho un buen trabajo?
Hubo un breve silencio.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Solo digo que creo que a ti sí te vendrían bien unos cuantos consejos. No quiero romperte el corazón, pero…
—Pero… Pero ¿qué? —dijo con voz aguda.
—Me temo que ahora no es un buen momento. Tendremos que discutirlo en otro instante.
Gruñó.
—Soy la persona que mejor besa que podrías haberte encontrado, imbécil.
—Si tú lo dices, Lucy…
—¿Si yo lo digo? ¿¡Si yo lo digo!? ¿Quién te crees que eres?
Esbocé una sonrisa de oreja a oreja. Si hubiera estado a mi lado, me habría gustado demostrarle quién era, pero, por desgracia para nosotros, no lo estaba. En cambio, mi hijo se dedicaba a tirarme de la camisa, tratando de llamar mi atención.
—¿Puedo hablar con ella? Creo que me ha echado de menos. Creo que debería ser yo quien hablara con ella.
Asentí con la cabeza y levanté el dedo.
—Aquí hay alguien que quiere hablar contigo, Lucy. ¿Tienes un momento?
—¿Y ahora vas y me preguntas si tengo un momento? ¿Después de que me has fastidiado la tarde? ¿Y quién quiere hablar? ¿Es Dan? Ya he hablado con él esta mañana.
¿Había hablado con Dan? Tenía la pregunta en la punta de la lengua, pero la reprimí.
—No, no se trata de Dan —dije bruscamente. Sin más explicaciones, le pasé el teléfono a Aiden.
—No la presiones, ¿vale? —le advertí—. Si está ocupada, la verás en otro momento.
—¿Hola? ¿Lucy? ¿Eres tú? —Sostuvo el teléfono con ambas manos y clavó la mirada en sus zapatos—. Soy Aiden. ¿Te acuerdas de mí?
Eché un vistazo a Adeline para ver lo que estaba haciendo y me encontré con sus ojos clavados en nosotros. Me hizo un gesto con la cabeza y miró hacia otro lado. Me resultaba raro tenerla en mi casa, como si ya no perteneciera a mi vida. Mi existencia había cambiado mucho en muy poco tiempo.
—¿Me has echado de menos? Si me has echado de menos, puedes venir a verme ahora.
—Aiden, no la presiones —le recordé en voz baja, prestándole atención. No me lanzó ni siquiera una mirada.
—Vale. ¿Puede venir Olive también? Ella también debe de haberme echado de menos. Ah… ¿Cuándo vienes entonces? Vale. Te estoy esperando, así que no tardes.
Lo que fuera que Lucy dijera al otro lado de la línea, hizo que Aiden sonriera y asintiera con la cabeza.
—Cinco minutos, Lucy. No tardes, ¿vale?
Aiden me devolvió el teléfono rápidamente y corrió a su habitación.
—¡Aiden, ten cuidado! —grité, pero siguió ignorándome.
Después de asegurarme de que Lucy no seguía en línea, guardé el móvil y regresé con Adeline. A mitad de camino, recordé el «cariño» que Lucy sentía por traspasar el muro y decidí quedarme cerca de las puertas de cristal para poder abrirle cuando apareciera con ganas de asesinarme. Al apoyarme en el cristal, mis ojos se encontraron con los de Adeline.
Por un momento nos miramos en silencio fijamente.
—¿Cómo estás? —preguntó.
—Hasta ayer, muy bien, Adeline.
—No puedes culparme, Adam.
—¿Y a quién se supone que debo culpar, Adeline? ¿Debería reñir a Aiden por salir del coche por su cuenta?
Adeline suspiró y se puso su largo pelo rubio detrás de la oreja.
—No tenía que haber salido del coche hasta que hubieran ido a buscarlo, pero tienes razón, él no es el culpable.
—Qué amable de tu parte estar de acuerdo conmigo en algo.
Pasó por sus ojos una nube de dolor, pero lo ocultó rápidamente.
Se levantó del sofá. Unos vaqueros blancos se ceñían a sus largas piernas mientras que la blusa gris quedaba relativamente suelta a la altura de sus pechos. Aun así, pude ver que no llevaba nada debajo. No supe si era una táctica o no, pero no iba a hacerme caer en la cama con ella.
Cuando empezó a acercarse a mí, su móvil empezó a sonar en el bolso, y lo miró. Luego regresó al sofá para responder a la llamada.
—Estoy esperando una llamada del director desde Nueva York, Adam. ¿Te importa si la cojo?
No esperó mi respuesta. En ese momento exacto, alguien dio un golpe a las puertas de cristal, y me olvidé de mis dudas sobre cuánto debía contarle a Adeline acerca de mis planes. Giré la cabeza y me encontré con los ojos cabreados de Lucy. Sonreí. Estaba empezando a reconocer el hecho de que me encantaba verla dispuesta y ansiosa por escupirme fuego.
Mi pequeña guerrera.
Levantó la mano, y antes de que pudiera romper el cristal con más golpes, abrí la puerta para que pudiera entrar.
—Imbécil —murmuró mientras pasaba a mi lado.
—¿Perdón? —pregunté al tiempo que arqueaba una ceja.
—Imbécil —repitió, más fuerte esta vez—. ¿Cuándo fue la última vez que besaste a alguien? —preguntó, mirándome—. Fue un beso horrible. Una gran decepción.
Me incliné y reprimí una sonrisa cuando vi que su cuerpo se inclinaba un poco hacia mí.
—¿Intentas que te bese de nuevo, Lucy? —le pregunté al oído, rozándole la oreja con los labios—. ¿Es esta tu manera de pedírmelo sin tener que pedírmelo? ¿Crees que caeré en la trampa?
Ella soltó un gruñido ronco, y esta vez no hice nada para ocultar la sonrisa.
—Porque, si es así, está funcionando. Nada me gustaría más que volver a besarte hasta ver cómo te aferras a mí para no perder el sentido.
Capté el escalofrío que recorría su cuerpo cuando la ligera inclinación de su cuello acercó mis labios a su piel. Era tremendamente sexy e igual de tentadora. Al ver en el cristal el reflejo de Adeline, que seguía hablando por teléfono de espaldas a nosotros, me aseguré de que mi nariz rozara suavemente la piel de Lucy mientras respiraba profundamente.
—Pero esta vez… esta vez me gustaría terminar lo que has empezado. Me gustaría quitarte la ropa. Tocarte. —Planté un rápido beso en su cuello—. Y besarte… besarte… y besarte… Te besaré todo el tiempo que quieras, cariño. Y seguiré besándote mientras te corres en mis dedos. —Me incliné un poco más, asegurándome de que mis labios quedaban junto a su oreja. Por el rabillo del ojo, me fijé en que sacaba un poco la lengua, como si quisiera lamerse el labio inferior—. Y en mi polla —añadí, con la voz más ronca de lo que quería—. Te miraré a los ojos y te besaré hasta que tus labios estén rojos e hinchados. Apuesto lo que quieras a que te encantaría.
Cuando me enderecé, se había quedado completamente quieta, pero sus ojos… Ah, esos ojos grises se estaban derritiendo. Se derretían para mí de una manera que me habría gustado ver si ella hubiera estado debajo de mí, encima de mí o a mi alrededor.
—Es que… Es que…
—¿Sí, Lucy? —le incité.
Entrecerró los ojos hasta que se convirtieron en rendijas. Cuando movió el dedo para que me acercara y abrió la boca para volver a hablar, hizo lo posible por ocultar su reacción hacia mí con palabras afiladas.
—No tocaría tus labios ni con un palo de tres metros, Adam Connor —susurró mientras su pecho subía y bajaba con rapidez—. Y dudo seriamente que puedas follarme como me gusta que me follen con una polla de doce centímetros.
Me eché hacia atrás y sonreí.
—¿Crees que me mide doce centímetros?
—¿Adam? —me llamó Adeline. Noté que Lucy se ponía tensa.
Di un paso atrás para alejarme de Lucy y giré el cuerpo hacia mi ex.
—Esta es nuestra famosa Lucy —le hice saber.
Adeline miró a Lucy, y la sonrisa se extendió por sus labios cuando se acercó a saludar a mi acosadora.
Era nuestra Lucy, de Aiden y mía.
Seguí los ojos de Lucy mientras nos miraba a Adeline y a mí, pero no dijo nada. Cuando Adeline llegó junto a ella, retrocedí y observé cómo besaba a Lucy en la mejilla.
—Me alegro de conocerte finalmente —confesó Adeline en tono sincero.
—Ah… —Lucy me miró, como queriendo leer mi mente, pero, como no podía, se concentró en Adeline—. Hola. Yo también me alegro de conocerte.
—Deberías ver cómo se iluminan los ojos de Aiden cada vez que habla de ti.
—¿Habla de mí? —preguntó Lucy, esbozando una dulce sonrisa con esos labios que empezaba a interesarme mucho.
Adeline negó con la cabeza y le tocó el brazo.
—Habla de ti sin parar. Eres su nueva cosa favorita. Estoy muy contenta de haberte conocido hoy. Llevo tiempo queriendo decirle a Adam que nos presente.
«Su nueva cosa favorita». Adeline y su forma de usar las palabras… ¿Y para qué quería ella que le presentara a Lucy?
—¿Sí? —preguntó Lucy, tan confundida como yo.
Adeline me miró por encima del hombro.
—Adam mencionó que había despedido a Anne, la niñera anterior —le dijo a Lucy antes de que pudiera intervenir—. No me explicó por qué, por supuesto, pero, si quieres saberlo, Anne estaba demasiado interesada en lo que pasaba aquí, así que estoy contenta de que haya contratado a otra niñera.
—Ah… Interesante… —dijo Lucy, mirándome por encima del hombro de Adeline. Negué con la cabeza, sin responderle.
—Lucy no es la niñera —corregí a Adeline.
Adeline se volvió hacia mí otra vez.
—Pero Aiden me ha dicho que está cuidando de él.
—Y lo hace, pero no es su niñera. Ha tenido la amabilidad de cuidarlo la semana pasada porque no he podido contratar a nadie todavía.
Adeline no dejaba de mirarnos.
—Vivo al lado —informó Lucy—. Temporalmente —añadió—. Soy amiga de Olive. ¿Olive Thorn? ¿La esposa de Jason Thorn? Estoy segura de que has oído hablar de ella. —Lucy clavó los ojos en mí.
«Vuela libre, cariño…», le dije con la mirada.
La cara de Adeline se iluminó mientras yo observaba la incómoda interacción entre ellas. Podría haber intervenido, supongo, pero ¿dónde habría estado la diversión si lo hubiera hecho?
—¿La escritora? ¿Es ella la Olive que Aiden está mencionando a cada rato? —Adeline se volvió hacia mí—. Sabía que eran tus vecinos, pero no creía que fueran tus vecinos de al lado.
—¿Qué diferencia hay?
Adeline puso los ojos en blanco y se alejó con Lucy hacia el salón.
—Vamos, tenemos que sentarnos para esto.
Los ojos confundidos de Lucy se encontraron con los míos cuando pasaron junto a mí, y le sonreí.
—Adoro su libro, y he oído que las galas de presentación de la película son brutales. Me encantaría conocerla —continuó Adeline tan pronto como se sentaron.
—Se alegrará de oírlo —respondió Lucy.
—Espero que no te sientas incómoda, Lucy. Ya que estás pasando tiempo con Aiden, me gustaría conocerte un poco más. Sé que él te quiere, pero…
Negué con la cabeza; ya sabía a dónde quería llegar.
—¡Aiden! —grité, y unos segundos después todos oímos sus pies corriendo hacia nosotros. Cuando vio a Lucy, cambió de rumbo y voló hacia ella. Lucy se levantó, y Aiden se lanzó y le abrazó las piernas. Ella gruñó con fuerza, y la risa que vino después del gruñido fue preciosa.
—Hola, pequeño humano —le dijo con cariño.
Aiden inclinó la cabeza hacia atrás y la miró con placer.
—¡Has venido!
—Por supuesto, ¿cómo iba a perdérmelo?
—Aunque casi llegas tarde, así que tendrás que quedarte más tiempo.
Aiden bajó los brazos y esperó la respuesta de Lucy con una mirada especulativa.
Verlo tan feliz alivió la preocupación que me atenazaba el pecho. Tal vez ya no estuviera tan asustado, ahora que tenía a su Lucy. Por un breve segundo me pregunté qué habría hecho Lucy si hubiera estado en ese coche con él. ¿Lo habría dejado atrás y confiado en los asistentes para que lo cuidaran? ¿Se habría olvidado de él?
Lo dudaba mucho.
Lucy fingió mirar la hora en un reloj inexistente.
—Oh, no sé, ¿a qué hora he llegado?
Aiden le sujetó la muñeca y la miró fijamente durante un buen rato.
—¡Has llegado una hora tarde, Lucy! Ahora tendrás que quedarte una hora más.
—Mmm, vaya… Y yo que pensaba que eran solo cinco minutos… Supongo que me quedaré una hora entonces.
Aiden saltó y levantó el puño.
—¡Sí!
—Aiden —dije para llamar su atención, y él me miró. Tenía esa dulce sonrisa que solo un niño puede tener cuando ha engañado a su persona favorita y conseguido que pase más tiempo con él—. Sigo teniendo que hablar con tu madre, así que quizá puedas ir con Lucy al jardín y contarle lo que has hecho en Nueva York.
—Vale —respondió con rapidez, con los ojos aún brillantes de emoción. Agarrando la mano de Lucy, la arrastró hasta el jardín.
—Oye, Adam… —murmuró Lucy antes de que pudiera cerrar la puerta. Aiden le soltó la mano y corrió hacia la piscina.
—¡Aiden, más despacio! —le grité.
Después de echar un vistazo rápido a Adeline, Lucy sonrió.
—¿No sabe por qué despediste a la niñera? —susurró en voz baja.
—Claro que lo sabe.
—Entonces ¿no sabe que hiciste que me arrestaran?
—También lo sabe.
Arqueó las cejas, escéptica, y me miró un buen rato antes de alejarse para ir junto a Aiden mientras murmuraba algo en voz baja, demasiado baja para que yo la escuchara. Los ojos de Adeline los siguieron mientras Aiden corría para ir en busca de Lucy y poder arrastrarla de nuevo.
—¿Lo está cuidando?
—Si no está ocupada, viene durante unas horas hasta que yo vuelvo. Si no, lo cuida Dan.
—¿Te fías de ella después del incidente con Anne?
—¿Te refieres al incidente en el que nuestro hijo casi se ahoga?
Adeline sabía lo del incidente de la piscina, pero no me sorprendió demasiado que no mostrara signos de preocupación por Aiden.
Puso los ojos en blanco.
—No tienes que decirlo así. No queremos que nadie se entere de lo que pasó.
Por supuesto que no. Negué con la cabeza e intenté dejarlo pasar.
—¿Así que confías en ella? ¿Qué tal con Jason y Olive?
Ni siquiera tuve que pensar en la respuesta a esa pregunta.
—No lo dejaría con ella si no fuera así. Además, Aiden disfruta pasando tiempo con Jason y Olive. —Miré al exterior y los vi sentados en las tumbonas mientras Aiden hablaba animadamente—. Por lo que me ha dicho Jason, ellos también. —No me estaba preguntando por el bienestar de Aiden en relación con ellos.
No sentí la necesidad de mencionarle que habíamos puesto un dispositivo de escucha en un juguete de Aiden para asegurarnos de que todo iba bien. Pensándolo bien, ya no sentía la necesidad de explicarle nada a Adeline.
Sentado frente a ella, me alejé de ella un poco más. Apenas significaba nada para mí. Solo una ínfima parte de lo que había sido.
—¿Cómo te va? —me preguntó cuando me quedé callado.
—Bien, Adeline.
—¿Estás seguro? Sé que también te has tomado un descanso con Michel. Estoy aquí por si quieres hablar, Adam.
Arqueé las cejas, y ella tuvo la decencia de apartar la mirada de mí.
—Nunca he querido fastidiarte la vida, Adam.
—Mi vida no está fastidiada, Adeline. De hecho, estoy muy contento con cómo han resultado las cosas, y no me he tomado un descanso con Michel: lo he despedido. Tú y yo… ya no vamos en la misma dirección. No tenía sentido mantener ese vínculo.
—No tiene que ser así, lo sabes.
Sacudí la cabeza y me relajé en mi asiento.
—No tengo problemas con cómo están las cosas entre tú y yo, Adeline. Hiciste tu elección, y estoy de acuerdo con ella. Seguí adelante. Tú seguiste adelante. Nuestro único problema ahora mismo, que es de lo que me gustaría hablar, es Aiden.
—No lo veo como un problema, Adam.
—Oh, pero lo haces, Adeline. Él era la razón por la que querías el divorcio, ¿recuerdas?
Suspiró y se levantó de la silla para mirar al jardín, donde Lucy y Aiden estaban a la vista.
—¿Crees que nos hemos equivocado?
—¿Equivocado? —pregunté. No la seguía.
Se volvió hacia mí, se sujetó las manos a la espalda y se apoyó en la ventana. Mirándola, busqué los sentimientos que había tenido por una chica que no era más que pura dulzura, pero no pude encontrar lo que buscaba. Todo había terminado entre nosotros. Y no era solo que Adeline, la Adeline que yo había conocido, no estaba allí. Evidentemente, seguía siendo dulce y considerada cuando quería, pero no era la misma chica que conocí en el rodaje y de la que me había enamorado.
Tal vez se había adaptado a Hollywood y quizá era yo el que había cambiado radicalmente.
—Con Aiden. ¿Crees que fue un error?
Sorprendido por la pregunta, me quedé mirándola fijamente.
—¿Cómo puedes decir eso, Adeline? —me las arreglé para decir después de un rato. Pensando en ello posteriormente, siempre pensé que fue el momento en el que mi decisión de alejarla de Aiden se hizo más firme.
—No estoy diciendo que Aiden sea un error, Adam. No te lo tomes así. Lo adoro…
Pude sentir el «pero» que venía, y no me decepcionó.
—… pero ¿crees que la decisión que tomamos fue un error?
A mí me pareció que estaba haciendo la misma pregunta.
—Después de que nos enteráramos del embarazo, fuiste tú la que hizo todos los planes, Adeline. Todo fue decisión tuya.
—Pero luego no lo fue.
—Sí. —Asentí, concediéndole eso—. Después de que lo viera yo, se convirtió en nuestra decisión.
Dejó el lugar junto a la ventana y se sentó a mi lado. Muy cerca.
—¿Crees que las cosas serían diferentes para nosotros si no fuéramos los padres de Aiden? ¿Crees que habríamos terminado igual o que habríamos tomado decisiones diferentes en el camino?
La miré a los ojos y vi que estaba siendo sincera. Solté el aire.
—No lo sé, Adeline. No puedo saberlo. Si me preguntas si nos hubiéramos casado de cualquier manera… Creo que lo habríamos hecho. Yo te amaba. Tal vez no hubiera pasado tan rápido, pero, sí, creo que hubiéramos terminado juntos.
—Yo también te quería, Adam —susurró—. Tanto que no podía imaginarme despertarme sin que durmieras a mi lado…
—Pero ahora puedes —terminé por ella.
Ella miró hacia otro lado.
—Creo que cometí un error al obligarnos a tener un hijo. Y él te cambió. Nos cambió a los dos.
—Por supuesto que me cambió. El problema es que no pudo cambiarte a ti, y eso es lo que terminó cambiándonos a los dos. No veo por qué estamos teniendo esta conversación de nuevo, Adeline. Pasamos por todo esto cuando me largaste tu discurso de «quiero divorciarme». Tengo otras cosas de las que hablarte. No tengo tiempo para oír que nuestro hijo ha sido un error para ti.
—Nuestro hijo —repitió, buscando mis ojos—. Lo siento. Las cosas han sido difíciles para mí últimamente.
—¿Por qué? ¿No te ha dado luz verde el director?
—En realidad, no, no me ha dado luz verde. Ya te dije que tenía que llevarme a Aiden porque el director quería verme. El papel es el de una madre que intenta proteger a su hijo de un marido maltratador, así que cuando se publicó en todas partes la historia de que me olvidé a Aiden en el coche… Eso ha debido de influir en su decisión.
—Seguramente. —Negué con la cabeza—. Aiden no es un bolso que puedas llevar a donde quieras para presumir de él, Adeline. Que pases más tiempo con mi madre no significa que tengas que actuar también como ella. —Apretó los labios—. Quería hablar contigo para poder decirte que voy a solicitar la custodia exclusiva de Aiden. No quería que lo oyeras de un comunicado de prensa ni que te enteraras por los medios de comunicación.
Me puso la mano en el brazo y se inclinó hacia mí.
—Sabías que iba a hacerlo, y creo que después de lo que pasó ayer, ya es hora de que lo ponga en práctica —dije antes de que pudiera tener la oportunidad de protestar.
—Adam, no puedes hacerme eso ahora, después de lo que pasó. Y tienes que pensar en Aiden también. Ya hemos hablado de esto antes. Olvídate de mí, ¿sabes lo que pensará él? ¿Lo que pensarán todos los demás?
Me giré para poder verle la cara. Su mano me apretó suavemente el brazo.
—¿Qué pensará él, Adeline?
Soltó el aire que contenía.
—Pensará que no lo quiero, y lo mismo pensarán todos los demás.
—¿Lo quieres?
—Sí, Adam. Por supuesto. Esto está funcionando muy bien. Una semana conmigo, una semana contigo. De esta manera, tengo tiempo para concentrarme en mi carrera. Por fin voy a volver a hacer lo que me gusta.
—Nunca te he impedido hacer lo que te gusta, Adeline. Como todo lo demás, tomar un descanso también fue decisión tuya. Pensabas que si lo dejabas con las niñeras y volvías a trabajar, la gente te juzgaría mal. Al final, siempre has hecho lo que querías hacer, así que ni siquiera se te pase por la cabeza echarme la culpa de eso.
—Adam… —empezó de nuevo, y me encendí Me levanté y miré su cara triste.
—¿Qué pasó ayer, Adeline? ¿Te olvidaste de que iba en el coche contigo?
Frunció el ceño.
—Por supuesto que no.
—Entonces, ¿qué pasó? —repetí la pregunta con los dientes apretados.
—Se suponía que Rita se ocupaba de él. Fue culpa suya.
—Rita, tu asistente. ¿Vas a quedarte ahí sentada y echar la culpa a una asistente por no haberse ocupado de tu hijo?
Permaneció en silencio. Su móvil empezó a sonar en el sofá de enfrente y sus ojos fueron en esa dirección. Para mi sorpresa, no le hizo caso.
—He visto las fotos —le expliqué—. He visto las fotos, y no te vi regresar para rescatarlo. Se quedó allí, Adeline. Se quedó ahí quieto y lloró hasta que otro de tus asistentes apareció para recogerlo.
Se levantó.
—Tenía que haber esperado en el coche, Adam —dijo en voz alta mirándome a los ojos.
—Tiene cinco años, Adeline. Quería estar con su madre.
El teléfono dejó de sonar, pero empezó de nuevo.
—Cógelo —dije—. Le diré a Aiden que se despida, si tienes tiempo para ello, por supuesto. Si no, voy a salir a pasar un tiempo con él para que empiece a mirarme a la cara en vez de a los pies, y luego me reuniré con mi abogado. Te sugiero que hagas lo mismo. Seguiremos con el mismo régimen de visitas hasta que el juez tome una decisión.
Me alejé de ella, pero su voz me detuvo antes de que pudiera salir al jardín.
—No me daré por vencida con él tan fácilmente, Adam —dijo, en un tono más firme de lo que había sido unos segundos antes—. No pienso dejar que todos crean que me parece bien que lo alejes de su madre.
—Por supuesto que no lo harás, Adeline —convine—. ¿Cómo te haría quedar eso ante los ojos del público? Una mujer a la que no le importa su hijo… —Negué con la cabeza—. Te será mucho más difícil conseguir papeles importantes de esa manera, imagino, con la mala prensa y todo lo demás. Lucharás por ello, lo sé. A mí, en cambio…, no me importa nada lo que opine nadie. Lo único que tiene valor para mí en este momento es lo que ese niño —señalé con el pulgar por encima del hombro— piensa de mí. Y si no vuelve a rogarme que no lo mande a tu casa de nuevo, creo que tendré motivos más que suficientes para sentirme feliz.