13

Lucy

—Eres un perro —le dije a Aiden, y él se rio, cubriéndose la boca con la mano.

—No soy un perro, Lucy —se las arregló para protestar entre risas. Le sonreí.

Estábamos sentados en las tumbonas del jardín, mientras su padre hablaba con su madre. Dios, esperaba no haber actuado como un bicho raro cuando la había visto. Es decir, era actriz; aunque no hubiera actuado en muchas películas, lo era. Sin embargo, en general era conocida por haber sido la esposa de Adam Connor. Así que después de las cosas que aquel imbécil me había murmurado al oído, levantar la cabeza y ver a su esposa —su exesposa— hizo que se me quedara la mente en blanco un instante.

—Vale —me rendí—. Eres más bien un lindo cachorro.

—Si soy un cachorro, ¿qué eres tú? ¿Una gata? —preguntó con una mirada maliciosa en los ojos.

—¿Por qué todos piensan que soy una gata? No, hoy voy a ser un pájaro. Ahora cierra los ojos.

—Pero yo también quiero ser un pájaro.

—¿En serio? —Lo miré con un ojo medio abierto—. Vale, entonces somos pájaros los dos.

Asintió con entusiasmo y cerró los ojos.

—¿Qué harías si fueras un pájaro?

—¡Volaría lejos!

—¿A dónde quieres volar?

—Eres rara, Lucy —anunció Aiden.

—¿Rara en plan bien o en plan mal?

Vaciló un momento.

—En plan bien. Me gustas.

—Eso es bueno —afirmé con una sonrisa—. Tú también me gustas.

—¡Aiden! —gritó Adam; lo miré por encima de mi tumbona.

«Capullo sexy».

Se acercó a nosotros con pasos fluidos, que me hicieron captar todo lo que era Adam Connor. Me miró, así que, por supuesto, yo posé la vista en otro lado, pero malditos fueran sus ojos.

Se arrodilló entre las tumbonas, agarrándose en el bastidor a pocos centímetros de mi cara, y se concentró en Aiden.

—Dan viene de camino hacia aquí. ¿Te parece bien si te quedas con él unas horas?

Aiden se encogió de hombros.

«Bueno, bueno, bueno…, ¡qué interesante!».

—Necesito que me mires, Aiden —soltó Adam con un suspiro.

Aiden clavó los ojos en su padre, pero pude ver que era lo último que quería hacer.

—Tengo que ir a hablar con mi abogada. ¿Te importa quedarte con Dan?

—¿Por qué no puedo quedarme con Lucy? —preguntó Aiden.

La mirada de Adam buscó la mía.

Arqueé una ceja.

—Porque… —empezó a decir, mirando a Aiden de nuevo—. Estoy seguro de que Lucy tiene otras cosas que hacer. Volveré tan pronto como pueda; luego quiero hablar contigo sobre lo que pasó y que no volverá a pasar, ¿vale?

Ah, por eso el pequeño humano le estaba dando la espalda.

Aiden se encogió de hombros otra vez.

—¿De qué vamos a hablar? No me querías, así que mamá me llevó en el avión.

Mis ojos volaron hacia Adam, y vi que se ponía tenso de una manera aterradora.

—¿Es eso lo que tu madre te ha dicho, Aiden?

La respuesta de Aiden fue reacia.

—No.

—Levántate —ordenó Adam, y me di cuenta de que me estaba entrometiendo en otro momento privado, pero, diablos, no era culpa mía. Debían dejar de tener esos momentos cuando yo estaba presente. Así que me quedé.

Aiden se levantó de la tumbona y se puso frente a su padre, con los ojos clavados en los zapatos mientras se retorcía sus pequeños dedos.

Adam le levantó suavemente la barbilla para poder mirarlo a los ojos.

—Sé que estás confuso por todo lo que ha estado pasando, ese ir y venir entre tu madre y yo…

Aiden frunció el ceño.

—No estoy confuso. Ya no quieres besar y abrazar a mamá, así que te divorciaste.

Apreté los labios, pero mantuve el control. Adam, por otro lado… Adam no parecía divertirse tanto, pero, Dios, tenía un aspecto muy sexy con el ceño fruncido.

—Los dos queríamos el divorcio, Aiden. No era solo yo.

Aiden volvió a encogerse de hombros.

—Entonces, ¿todavía quieres besar y abrazar a mamá?

—No he dicho eso.

«Dios, qué forma de meter la pata…».

—Creo que tu padre te quiere mucho, Aiden —intervine. No me correspondía decir nada, pero aquel padre sexy estaba tardando demasiado en llegar al meollo del asunto. Las miradas tanto del padre como del hijo se volvieron hacia mí, y me tocó encogerme de hombros—. Sé lo triste que se pone cuando te vas con tu madre. Yo misma lo he visto. Se sienta y llora todo el día. —Arrugué la nariz—. Es patético, de verdad.

—No, no llora —dijo Aiden con una brillante sonrisa.

—Claro que sí, pequeño bicho. Lo he visto yo misma.

Inclinó la cabeza a un lado.

—¿Lo estabas mirando por encima del muro otra vez, Lucy?

—Sí.

Se volvió hacia su padre y le puso los brazos alrededor del cuello.

—No quiero que llores, papá. No te dejaré para ir en avión de nuevo. Te lo prometo.

Los ojos de Adam se encontraron con los míos mientras se aferraba a su hijo.

—No, no me dejarás. No dejaré que te vayas. Nunca más.

«No voy a desmayarme».

«No voy a desmayarme».

«No voy a desmayarme».

—¿Has puesto la nota en la puerta? —susurró Aiden desde su escondite debajo de la mesa de madera.

Yo estaba escondida detrás del sofá.

—Lo he hecho. No te preocupes, la verá.

—¿Y has dejado el arma donde él pueda verla también?

—Sí.

Se rio.

—¿Crees que se enfadará?

—¿Enfadarse? Qué va, será el mejor momento de su vida. Nos lo agradecerá, créeme.

Después de que Adam se fuera, me había quedado con Aiden. Una hora después, cuando Dan el Gigante vino con nosotros, lo convencimos para que saliera a comprarnos algunos tesoros; lo necesario para una divertida noche de cine: pizza, caramelos, chucherías, M&Ms, hamburguesas… La lista seguía y seguía. Tan pronto como atravesó la puerta, y juraría que vi una sonrisa en sus labios, ideamos un plan para vengarnos de Adam por haber permitido que Adeline se llevara a Aiden a Nueva York. Sabía que él no había tenido nada que ver, pero, aun así, queríamos vengarnos con un poco de diversión, y esa era una excusa tan buena como cualquier otra. Más importante aún, hizo que la sonrisa de la cara de Aiden fuera enorme cuando se me ocurrió por primera vez.

Llamamos para saber cuándo llegaría Adam a casa y le dejamos una nota en la puerta.

«¿Estás preparado para llorar como un bebé, Adam Connor?
¡Atrápanos si puedes!
P. D.: Y solo porque sentimos lástima por ti, puedes usar el arma. Está cargada».

Justo debajo de la nota dejamos una pistola de agua del menor tamaño que se puede encontrar. Aiden y yo nos habíamos quedado las grandes. De hecho, eran tan grandes que Aiden seguía teniendo problemas para sostener la suya.

Oímos que se abría la puerta, y luego llegó la voz de Adam.

—¿Aiden?

Me llevé el dedo a la boca y le advertí a Aiden de que se quedara callado. Asintió, pero no pudo contener la risita que se le escapó de los labios. Parecía condenadamente feliz. Le sonreí y me preparé para alcanzar a Adam con agua helada. Subí la cabeza ligeramente, lo suficiente para que mis ojos y mi frente fueran visibles, y lo vi entrar por el gran espacio que quedaba entre la cocina y el salón donde nos habíamos escondido y aguardábamos tan silenciosamente como podíamos.

—¿Dan? ¿Hay alguien en casa?

Otra risa de Aiden.

Volví a comprobarlo y vi que no se había tomado en serio nuestro juego: el arma colgaba de su mano junto con la nota que habíamos pegado a la puerta. Que así fuera. Le habíamos advertido.

Se adentró más en la habitación, más cerca de nosotros. Conseguí la atención de Aiden y le hice la señal con un dedo. Entonces abrí la palma de la mano y susurré: «Vamos». Nos pusimos de pie al mismo tiempo, justo cuando Adam estaba de pie entre nosotros, y lo rociamos con agua desde ambos lados. Cuando el primer chorro de agua fría impactó contra su camisa, abrió la boca por el shock. Empecé a reírme y a accionar el arma para mojarlo más.

La risa de Aiden era incontrolable mientras lanzaba agua hacia el estómago de su padre. Los ojos de Adam se clavaron en su hijo y luego en mí; después levantó su pequeña pistola —sin ánimo de hacer ningún juego de palabras— y empezó a disparar agua a su hijo mientras avanzaba hacia él. Aiden gritó cuando el primer chorro encontró su objetivo, y salió corriendo. Había otra pistola cargada esperándolo cerca de las sillas del salón. Eso me dejaba a solas con su padre.

Bajó su arma y se volvió hacia mí.

Lo que fue un gran error…

—¿Qué es esto? —preguntó mientras se pasaba la mano por la camisa mojada. Levantó la mano y se sacudió un poco de agua. Le habíamos dado de lleno. Mis ojos siguieron el recorrido de su mano porque, ¡oh, Señor!, podía ver el contorno de sus abdominales, y esos pectorales… Mi madre… Qué vista tan gloriosa. Dio un paso adelante y yo uno atrás.

—No te acerques más. —Levanté el arma.

Se detuvo; la expresión de su cara hizo que ronronearan mis partes femeninas. Esos ojos… ¡maldita sea, qué ojos!

—Estoy intentando animar a Aiden —le expliqué mientras me alejaba de él, ya que no parecía tener intención de parar.

—¿Estás? Me parece que yo soy el que hace todo el trabajo.

—Bueno, después de todo, tú eres quien lo ha puesto triste. Es solo un poco de agua, don Estrella de Cine, no hará que te derritas.

—Creo que tú…

No le dejé terminar y le lancé más agua, justo en la entrepierna. Paró de hablar y bajó la vista a sus pantalones ahora mojados. Cuando me miró con una ceja arqueada, me puse el arma a la cadera y me encogí de hombros.

—Corre, Lucy. Corre por tu vida —murmuró, y luego se abalanzó sobre mí. Le vi lanzar su arma, y, antes de que pudiera llegar a mí, me di la vuelta y corrí.

—¡Está entrando! —grité, haciéndole saber a Aiden que su padre iba a aparecer. Otra ráfaga de agua dio a Adam en la cara justo antes de que pudiera cogerme. Llegó a tocarme el brazo, pero con mis habilidades ninja, grité y me las arreglé para zafarme de él y del hormigueo que su mano me provocaba cada vez que me tocaba.

Como mi pistola estaba vacía, agarré la quinta pistola que habíamos escondido en el jardín y le disparé a Adam desde el otro lado. Adam avanzó hacia Aiden, que dio un salto para huir, riendo y gritando.

—¡Papá, no puedes atraparnos!

—Oh, créeme, lo haré.

—¡Ya estás todo mojado! ¡Te tenemos!

—Cuando os ponga las manos encima, diréis algo muy diferente.

Adam fingió atrapar a Aiden, pero luego lo dejó escapar.

—¡No vas a atrapar a Lucy! ¡Inténtalo! —gritó Aiden mientras miraba a su padre para adivinar hacia dónde correría después.

—¡Eh, venga ya…! —grité, pero era demasiado tarde: mi pistola se había atascado… ¡Menuda mierda de chisme! Y antes de que pudiera descubrir qué le pasaba y arreglarla lo más rápido posible, Adam aceleró sus pasos y casi me atrapó.

Dejé caer el arma y hui de él, pero fui demasiado lenta. Me deslizó el brazo alrededor de la cintura y me agarró justo cuando empezaba a correr. Su pecho amortiguó mi caída, y gruñí por la fuerza con que me llevó hacia él. Me rodeó con sus brazos.

—Gracias por hacerle reír, Lucy. Pero… —me susurró al oído.

No me derretí, mi corazón no se aceleró. No, en absoluto. Nada. Después de todo, no me gustaba demasiado.

—Me temo que tengo que apresarte. ¡Aiden! —gritó, y Aiden apareció frente a nosotros, sosteniendo el arma.

—¡Aiden! ¡Me ha atrapado! ¡Ayúdame, pequeño humano! —grité.

—¡Suéltala, papá!

—Ven a por ella si tanto la quieres —respondió Adam, y me apretó entre sus brazos mientras se inclinaba y presionaba los labios contra mi cuello.

«¡El muy…!».

—¡Yo te salvaré, Lucy!

Sintiéndome libre, segura y feliz, dejé caer la cabeza en el hombro de Adam, y nuestros ojos se encontraron. La sonrisa que curvaba mis labios desapareció lentamente cuando vi su mirada.

¡Mierda!

¡Mierda!

¡Mierda!

—No puedes mirarme así —susurré mientras se movía lentamente conmigo en brazos. A pesar de toda el agua fría que le había disparado, su cuerpo era sorprendentemente caliente contra mi espalda. Y firme. Y delicioso. Y tenía el corazón acelerado.

—¿Por qué no?

—Porque se supone que no me tienes que gustar.

La sonrisa que me brindó fue casi tierna, y de repente sus dedos se enredaron con los míos contra mi pecho.

—Pero tú me gustas mucho, Lucy.

Y así como así, antes de que pudiera maldecirlo, había agua fría en mi cara.

—¡Aiden! —escupí mientras el pecho de Adam temblaba de risa.

—¡Le estoy disparando, Lucy! ¡Eres tú la que está en mi camino!

—¡Apúntale a la cara! —grité.

—¡Te tiene cogida!

—Y tanto… —Adam estuvo de acuerdo con las palabras de su hijo—. Te tengo.

—Te diría que te lo pensaras mejor —murmuré, y le intenté dar un empujón con el codo. Y luego otro. Estaba segura de que me estaba haciendo más daño a mí misma que a él. Patético, lo sé…

Tiró de mí, y ambos caímos hacia atrás, pero yo seguía entre sus brazos y no podía quejarme. Caímos de espaldas en la piscina con un gran chapoteo, y Adam me soltó. Nadé de vuelta a la superficie y jadeé en busca de aire. Tan pronto como la cabeza de Adam apareció por encima del agua, Aiden comenzó a rociarlo con más agua. Me uní a su hijo y lo salpiqué tanto como pude.

Adam levantó el brazo y se limpió el agua de los ojos.

—¡Voy a por ti, Aiden! —gritó después de un gruñido fingido.

Miré detrás de mí y pude ver a Aiden, que corría entre chillidos al interior de la casa. Por suerte estaba bastante seco, porque estaba segura de que los suelos de madera y todas esas alfombras mullidas le habían costado a Adam mucho dinero. Cuando volví la cabeza y vi a Adam nadando lentamente hacia mí, me entró el pánico e hice lo posible por alejarme de él hasta que di con la espalda en el borde de la piscina.

Adam se sumergió un poco en el agua hasta que todo lo que pude ver fueron sus brillantes ojos verdes. Entonces, antes de que pudiera controlar mi pesada respiración y darle a mi corazón una buena sacudida para que se recompusiera, él cayó sobre mí. Plantó los brazos en el borde y me atrapó entre su cuerpo y la pared de azulejos de la piscina.

—Primero, tú —dijo, y mis ojos se posaron en su boca. No respiraba tan fuerte como yo, pero tampoco parecía demasiado tranquilo—. ¿Tienes algo que alegar? ¿Quizás una disculpa para que sea magnánimo contigo? —preguntó, mientras clavaba la mirada en su cara.

—¿Por qué tendría que disculparme?

—Por tenderme una emboscada.

Incliné la cabeza y me di unos golpecitos en los labios con el dedo índice.

—No.

—Bien.

Y así como así, sus labios cayeron sobre los míos. Gruñí e intenté apartar su pecho de mí, pero entonces sus manos agarraron una de los mías e inmovilizaron mis dedos de nuevo.

«¡Maldito sea!».

Maldito fuera él y esa lengua hábil que acababa de meter en mi boca.

Dejé de forcejear y le devolví el beso con la misma pasión, porque ¿a quién quería engañar?; besaba de vicio. Emitió un gruñido desde lo más profundo de su garganta, como si el contacto no fuera suficiente y se muriera por más. Me soltó la mano, me sujetó por la parte posterior de los muslos y aseguró mis piernas alrededor de su cintura. Mis brazos le rodearon el cuello de forma automática mientras me dejaba llevar más por el beso, y luego…

Luego sentí su polla.

¡Mierda!

Su polla, definitivamente, no era un arma pequeña. En realidad, no tenía nada que ver con doce centímetros. Parecía gruesa; una polla así de gruesa no podía ser corta. Sería más que decepcionante si ese fuera el caso. No había pensado realmente que le mediría doce centímetros, pero, si fuera así, mi vida sería mucho más fácil.

Justo cuando apreté las piernas alrededor de él, ya sabéis, para intentar medir su longitud frotándome contra él, me empujó las piernas y dejó de besarme.

¿Os había dicho últimamente lo gilipollas que era?

Abrí los ojos despacio, y me encontré con sus verdes e hipnotizadores iris, lo cual era muy difícil de soportar considerando que me sentía más que un poco mareada. Mi único consuelo era que él respiraba tan fuerte como yo.

Ambos escuchamos al mismo tiempo la voz exaltada de Aiden, y yo miré por encima del hombro hacia la casa. No estaba a la vista, y esperaba que me hiciera caso y se escondiera en uno de los armarios de la cocina como le había dicho que hiciera si las cosas se ponían feas.

—¡Papá, no puedes encontrarme! ¡Soy buenísimo!

Miré a Adam.

Vaciló un segundo, pero luego sus ojos se alejaron de los míos, y yo tragué saliva.

¡Uf! Había estado cerca. El hecho de que no le hubiera arrancado la ropa mojada o lamido alguna parte de su cuerpo, especialmente una parte específica de su anatomía, era una gran victoria personal para mí.

—Si no te quedas aquí esta noche, Lucy, irrumpiré en la casa de Jason —me advirtió, y sus ojos volvieron a buscar los míos.

Sentí cosquillas en la columna vertebral. Demonios, todo mi cuerpo se estremeció… especialmente mi corazón. Aspiré aire de forma temblorosa.

—Me encantará ver cómo lo intentas —dije finalmente.

Se inclinó y apretó la boca contra mi piel, donde mi hombro se encontraba con mi cuello. Sentí el suave roce de sus labios, su cálido aliento mientras soplaba con suavidad sobre mi piel húmeda.

«Peligro, Lucy. Corre. Protege tu corazón».

¿Alguna vez alguien te ha soplado sobre la piel húmeda con el aliento caliente? ¿No? Inténtalo: provoca cosas increíbles en tus ovarios.

—Quédate aquí esta noche y te prometo que te daré algo mucho mejor…

Se alejó del borde de la piscina y de mí, y salió del agua para ir en busca de su hijo.