Lucy
—Olive…, Olive, despierta.
Nada. Ni siquiera un gemido.
—Olive. Olive. Olive.
Por fin emitió un sonido.
—Vete, Lucy.
—Tienes que despertarte —dije cuando empecé a empujar la cama hasta hacerla rebotar en ella.
—Dame una buena razón y consideraré abrir los ojos —murmuró, dándose la vuelta y abrazando la almohada con más fuerza.
—Me he despertado.
—Sí. No. Buen intento, ahora vete.
—Olive.
—Lucy.
Suspiré y me subí a la cama.
—Olive, despierta.
—Lucy, vete.
Esta vez fui yo quien se quejó.
—Las reglas del juego no son así, Olive. Yo vengo a tu habitación para despertarte y tú te despiertas. Y ni siquiera puedo tenderme sobre tus tetas y ponerme cómoda porque estás acostada sobre ellas. Aplastándolas. Matándolas. ¡Ten corazón, mujer!
—¿Qué le has hecho a Jason?
—¿Qué le he hecho? ¿Estabas fantaseando con un trío? —Le di un suave empujón y me senté a su lado—. Me halaga que me hayas elegido para interpretar un papel en tus fantasías, mi olivita. Cuéntame todos los detalles.
Soltó un largo suspiro.
—No te vas a ir, ¿verdad?
—Mmm… —Retiré una de las almohadas de debajo de su cabeza—. No.
—Eso es lo que pensaba. Vale… —Aceptó lo inevitable y se dejó caer de espaldas, golpeando las sábanas con demasiado entusiasmo para mi gusto—. ¿Qué hora es?
—Las nueve y pico.
—¿En serio? Bueno, es la primera vez que no es tan pronto. Normalmente me despiertas a una hora más impía.
—¿Ves? —Le golpeé el hombro con el mío—. Puedo ser amable. Soy una buena amiga.
—Bien. Y ahora que estoy despierta…, ¿por qué estoy despierta esta vez?
—Porque tengo noticias.
—¿Buenas o malas noticias? —preguntó Olive mientras levantaba las sábanas para que yo pudiera meterme debajo de ellas. Por mucho que actuara como si odiara que la despertara temprano, sabía que le gustaban esas visitas mías a su habitación tanto como a mí. Vale, quizás no tanto como a mí, evidentemente, pero no podía negar que las agradecía.
Pensé en todo lo que quería compartir con ella, pero no podía decidir si eran malas o buenas noticias. Definitivamente una era buena, pero ¿podría ser que la mala lo fuera tanto que eclipsara a todas las demás? Bah, no iba a pensar en eso hasta que me viera obligada a hacerlo.
—Unos cuantas buenas, y tal vez también alguna mala. —Me aventuré sin comprometerme a nada.
—Vale, escupe.
—¿Cuál quieres primero?
—Cuéntame primero todas las buenas.
Asentí con la cabeza. Buena elección.
—La mejor de todas las buenas es que te he conseguido… —Detuve mis palabras para crear más tensión.
—¡Te he conseguido… un contrato de audiolibro para Mi alma al descubierto!
Se sentó en la cama y me miró con los ojos muy abiertos.
—¿Tengo un contrato?
—Sí. Exactamente. Y eso no es lo mejor. —Tenía problemas para reprimir mi energía, así que me senté y crucé las piernas.
—¡Dime el resto ya!
—¡Vas a ser la narradora!
Su expresión cambió de golpe.
—¿Qué? ¿La narradora? ¿Por qué iba a querer ser la narradora?
—¿Quién podría leer tu libro mejor que tú?
—Lucy. No.
Le di un empujón en el hombro y se tambaleó hacia atrás.
—Olive. Sí.
Negó con la cabeza mientras se levantaba de la cama.
—No puede ser. No voy a hacerlo.
La vi rodar a lo largo de la cama mientras soltaba un suspiro.
—Sí, lo harás. ¿Y quieres saber por qué lo harás con la mejor sonrisa en tu cara, mi olivita?
—Oh, por favor, ilumíname.
—Porque el conarrador será tu puto marido, por eso.
El ritmo se detuvo, y tuve problemas para contener mi vertiginosa sonrisa.
—¿Jason va a leer conmigo? ¿Se lo has comentado?
—Por supuesto que sí. Por mucho que piense que yo debería tener el derecho de elección, ya que prácticamente te entregué a él envuelta en un bonito paquete, no puedo tomar decisiones como esa en su nombre. Así que hablé con él hace unos días, y considerando el tamaño de la sonrisa que me brindó, le gustó mucho esa idea. Al editor también le encantó, así que… ¡está en marcha!
Olive se enderezó en la cama y se sentó sobre los talones y con una sonrisa preciosa en la cara.
—Eres un genio, Lucy. Me encanta esa idea. No me gusta tener que leerla, pero si lo hago con Jason…, me encanta la idea.
Le devolví la sonrisa.
—De nada, mi olivita. Al principio les preocupaban los emolumentos de Jason, pero él no quiere recibir nada, así que el contrato contempla tan solo los derechos de audio para Mi alma al descubierto. Por cierto, te van a dar un buen adelanto. Me he asegurado de ello.
—Eso significa que tú también recibirás una buena comisión.
Fruncí el ceño.
—Mmm, no. Solo te estoy ayudando. Y en realidad me gusta el título de agente temporal, así que me lo quedo, pero no voy a aceptar tu dinero.
—Sí, lo harás. ¿Por qué demonios, si no, pasas tanto tiempo hablando con esas editoriales?
—Porque te estoy ayudando.
—Sí. Y porque esto se te da muy bien. Los números, conseguir que la gente haga lo que tú quieres. Y te preocupas por mi trabajo. Te preocupas por mis personajes y quieres lo mejor para mí. No creo que haya un agente mejor que tú para mí, así que te mantengo y te quedas con tu comisión.
La miré con los ojos entrecerrados mientras consideraba sus palabras. Necesitaba un trabajo, eso era un hecho establecido, pero cobrarle a mi mejor amiga… No, tampoco me importaba mucho esa idea. Era mi mejor amiga, mi hermana en lo que importaba. La ayudaría tanto como pudiera y realmente disfrutaba echándole una mano en cualquier cosa que necesitara, pero…
Olive chasqueó los dedos delante de mi cara, arrancándome de mis pensamientos.
—No tienes nada que pensar. Te pedí que fueras mi agente. A los agentes se les paga. Me has conseguido un contrato, lo que te convierte oficialmente en mi agente. Y no temporal. Ni siquiera te pedí que me consiguieras un contrato de audiolibros, y aun así lo has hecho. Eres mi agente, Lucy. Y te llevas el veinticinco por ciento.
—¿El veinticinco por ciento? ¿Estás loca? Ni siquiera sabes de qué adelanto estamos hablando.
¿Realmente estaba pensando aceptar dinero de mi amiga? ¿Y esa cantidad nada menos? No lo creía.
—Eso es lo que gana un agente. De cada contrato de libro, audiolibros, derechos de publicación en el extranjero, o lo que sea que consigas firmar, obtendrás el veinticinco por ciento, tanto del anticipo como de las regalías.
Me empezaba a sentir incómoda; así que negué con la cabeza y me moví.
—No puede ser. —De ninguna manera, era demasiado dinero—. El veinticinco es demasiado. No le cedas tanto dinero a nadie.
Se encogió de hombros como si fuera yo quien estuviera diciendo tonterías.
—Eres mi agente. Cuidarás de mí y me conseguirás los mejores contratos posibles. Ya lo has hecho. No sé por qué seguimos hablando de esto. A mí ni siquiera se me hubiera ocurrido sugerir que podría leer el libro con Jason. Incluso aunque lo hubiera pensado, difícilmente podría conseguir que dijeran que sí. Además, Jason ya interpretó a Isaac; ¿estás segura de que su contrato no será un problema?
—Voy muy por delante de ti. Ya he hablado de eso con su agente. Tom dijo que sería una buena promoción para la película cuando salga en dvd. Y él ha revisado el contrato para asegurarse. Ese frente está cubierto.
—¿Ves? —Me empujó el hombro con el dedo índice, tal vez con demasiada fuerza—. Ya has pensado en todo. Eres mi agente, y punto.
—Vale —cedí, y me froté la zona que acababa de pincharme—. Pero soy una agente que ni siquiera tiene un avance de tu próximo libro. ¡Menuda agente! Tal vez deberías pedirle a Jasmine que sea ella tu agente.
¿Todavía estaba un poco celosa por eso? Sí, es posible. ¿Y qué?
Olive me tendió la mano e hizo un gesto con la barbilla para que se la cogiera. Así que lo hice.
—El veinticinco por ciento.
Suspiré.
—El diez por ciento.
Me miró aburrida.
—El veinticuatro por ciento.
Creo que se podría llegar a adivinar cuánto tiempo nos llevó convenir una cifra, pero, por si acaso no es así, fue mucho, muchísimo tiempo. Hubo un montón de apretones de manos y muchos gestos afirmativos con la cabeza. Al final, llegamos al acuerdo de un quince por ciento, y eso fue todo.
—¿Ahora podemos seguir durmiendo? —preguntó con una mirada esperanzada—. ¿Solo un ratito más?
La abracé y caímos sobre las almohadas.
—Vamos a trabajar juntas.
Se rio.
—Sí. Ya puedo oírte haciendo restallar el látigo.
Solté otro largo suspiro.
—Siempre pensando lo peor de mí. Estoy siendo muy amable con todos los editores.
—Me encanta que hagas restallar el látigo, así que todo va bien. No querría a otro agente ni de coña. ¿Sabes lo que deberías hacer?
—¿Qué?
—Deberías llamar a Catherine y contarle que tienes trabajo.
Miré al techo, notando el estómago revuelto.
—No creo que le guste escuchar eso. Quería que yo trabajara como contable.
Sentí los ojos de Olive clavados en mí e hice lo posible por no parecer afectada, pero ella me conocía lo suficiente como para leer mi mente.
—Vale. No he debido mencionarla. Ha sido un error.
Hice un sonido que no significaba nada y traté de no pensar en nada malo.
—Vale, ¿estás preparada para la segunda buena noticia?
—¿No dormimos un ratito más, entonces? Vale, cuenta.
—Nada de dormir más, porque vamos a salir a celebrar el contrato del audiolibro.
—¿Con mimosas?
Mmm, con alcohol… No estaba segura de poder. Quería beberme todo el alcohol, todo el tequila que pudiera conseguir, pero tenía miedo de no poder hacerlo durante bastante tiempo. Asentí de todas formas y agradecí que Olive no se extrañara por mi silencio y lo dejara así.
—Ahora, antes del desayuno de celebración, la segunda buena noticia es que tengo una mucho, mucho más grande, un negocio brutal que estoy tratando de finiquitar antes de contártelo, y la tercera buena noticia es que ¡he encontrado un apartamento!
Olive se apoyó en el codo y me miró con la boca abierta, con una expresión triste y desgarrada.
—¿Qué? ¿Te vas?
La miré de reojo.
—Has oído lo que he dicho sobre el negocio brutal, ¿verdad?
No dejaba de mirarme, así que puse los ojos en blanco.
—Llevo semanas aquí, Olive, y he estado buscando un apartamentito desde el día que llegué, pero no había encontrado nada.
—Y ya lo has hecho. ¿Dónde?
—Cerca de nuestro antiguo apartamento. ¿Recuerdas la tienda de té que cerró? ¿En la que me tiraste una taza de té en la cabeza y conseguiste que nos echaran? Pues a dos manzanas de ella. Está lo suficientemente cerca de la universidad de California, para poder buscar una compañera de piso.
Me miró con atención.
—No te la tiré a la cabeza. Me tropecé y me caí.
—Sí. Te caíste sobre mí. Cuando tenías una taza de té caliente en la mano.
—No estaba caliente. Le había echado leche fría. De todos modos, sobreviviste. Y no deberías irte ahora, con lo cerca que estás de Adam y Aiden.
Resoplé y solté una risa muy poco femenina.
—¿Acercándome a Adam Connor? ¿Me tomas el pelo? Lo odio aun más que hace unos días.
—¿Por qué? ¿Porque ya no hace flexiones?
¡Dios! Incluso mi propia amiga se había puesto del lado de ese capullo egocéntrico. Me hundí de nuevo en la cama.
—Estoy muy decepcionada contigo ahora mismo, mi olivita. Apuesto algo a que no te sentirás tan tierna con él cuando sepas que anoche entró en tu casa.
Hmmm, quizás podría convencer a Olive de que presentara cargos contra la estrella de cine. ¿No sería un magnífico giro en la trama? Y una gran venganza, también. Sin embargo, Olive se apresuró a aniquilar esos hermosos sueños.
—No entró por la fuerza. Llamó a Jason, y lo dejó entrar. Y yo estaba justo al otro lado de tu puerta después de que se colara en tu habitación porque tenía que escucharos y saber por qué estaba aquí, pero Jason me apartó, y no pude oír una maldita cosa. Así que ya estás soltándolo todo. ¿Puso tu mundo patas arriba?
—No tuvimos sexo —murmuré en voz baja.
—No sería por tu falta de esfuerzo, supongo.
Ignorando a Olive, busqué el teléfono en la mesilla de noche y comprobé la hora.
—Mira qué tarde es, tenemos que salir. No quiero que el tráfico me deje atascada hasta la hora del almuerzo. Mi estómago está quejándose; necesito comer algo, tal vez waffles, tal vez huevos, tal vez croissants, tal vez todo lo anterior. También necesito café. Entonces probablemente necesite un postre. Vamos, cabecita hueca. —Salté de la cama y la golpeé con una de las almohadas—. Vamos a salir a celebrarlo.
—Nunca entenderé que muestres tanto entusiasmo por las mañanas, Lucy. —Me quitó la almohada de la mano cuando estaba a punto de golpearla (ligeramente, por supuesto) y se apartó el pelo de la cara.
Justo cuando salía de la cama, me detuvo, con el ceño fruncido, y me hizo volverme hacia ella.
—Has dicho antes que tenías buenas y malas noticias. No me has contado las malas noticias.
Evité el contacto visual y jugué con el borde de las sábanas para tener algo en que ocuparme.
—Digamos que tenemos que pasar por Target para comprar algo. Te lo contaré todo después del desayuno de celebración. Me muero de hambre, vamos. —Le tiré la almohada a la cara—. Deja de torturarme y levántate.
—Vale, vale…, está bien —Apartó las mantas y se bajó de la cama bostezando—. ¿Qué hora es?
—Serán las ocho —le dije sobre mi hombro mientras iba hacia la puerta con pasos rápidos; todo el mundo necesita cierta ventaja cuando está huyendo de una mujer cabreada.
Cuando llegué al marco de la puerta, dejó caer las manos, muy lentamente, y Olive me miró con una mirada digna de una asesina. Así que, obviamente, le sonreí. De oreja a oreja.
—Se llama desayuno por una razón: tiene que darse muy temprano, Olive. No te enfades conmigo.
—Si yo fuera tú, empezaría a correr.