21

Adam

La reunión con Tom había ido bien. En realidad, había ido incluso mucho mejor de lo que esperaba. Después de discutir la situación actual con Sun Down Pictures, Jason se unió a nosotros, y discutimos más a fondo la posibilidad de trabajar juntos en un nuevo proyecto. Tom estaba definitivamente entusiasmado con la idea, y creía que Jason también. Después de hojear las páginas del guion, les prometí que terminaría de leerlo lo antes posible, pero, por lo que pude ver, era muy bueno.

Desafortunadamente, lo que pasó después de la reunión me desconcertó por completo. Salimos de la cafetería donde habíamos mantenido la reunión y nos separamos de Tom. Habíamos acordamos ir a casa de Jason porque Olive tenía una sorpresa, pero Jason recibió otra llamada mientras esperábamos que trajeran nuestros coches. Al colgar, se volvió hacia mí.

—Vale, tenemos que hacer un trato. —Se pasó la mano por el pelo.

Intrigado, esperé a que continuara. ¿Estaba a punto de retirarme la invitación después de que Olive me hubiera animado a ir? No me habría sorprendido demasiado, en especial si era decisión de Lucy.

—No voy a fingir que sé lo que pasa entre tú y Lucy, pero supongo que está pasando algo.

Se detuvo, esperando algún tipo de reconocimiento por mi parte. Asentí con la cabeza para que continuara.

—Sabes que está embarazada, y aun así pasaste la noche con ella. De nuevo, por eso, voy a suponer que lo que está pasando es algo serio y que ella es de alguna manera importante para ti.

—En efecto. ¿Adónde quieres llegar con esto, Jason? ¿La llamada era de Lucy?

—No. Y, sinceramente, no quiero entrometerme, pero si Lucy se va, Olive…

El aparcacoches trajeron nuestros coches, y estuvimos callados durante un minuto más o menos. Antes de que Jason pudiera continuar, comenzó a sonar mi teléfono.

—¿Qué has querido decir con que «si Lucy se va»? —distraído, revisé la pantalla: era mi abogado.

—Si se va a Pittsburgh.

Levanté los ojos despacio y me encontré con la mirada incómoda de Jason.

—¿A Pittsburg? Lucy no me ha comentado nada de que pensara irse a vivir allí. —Por alguna razón, no creía que me mintiera sobre algo tan importante como mudarse. No iba a desaparecer sin más.

—No digo que se vaya a marchar, pero esa llamada telefónica… —Suspiró y negó con la cabeza—. No tengo ni idea de qué harás con esta información, pero de todas formas te la voy a dar. Su ex está esperando que lo recoja en el aeropuerto. —Levantó el móvil—. La llamada era suya.

—Y… —de repente, mi mente se convirtió en un lugar muy tranquilo y peligroso— vuelven a estar juntos…

Negó con la cabeza.

—No tengo ni idea de lo que pasa entre ellos, pero no lo creo. Estará aquí por el embarazo. No creo que haya reaccionado correctamente cuando se enteró por Lucy, y supongo que está aquí para hacer las cosas bien. Voy a llevarlo a casa.

—La quiere —adiviné.

Al mirarme, se frotó el puente de la nariz.

—Por lo que me ha dicho Olive, sí. Sí, creo que quiere volver con ella.

—Dame cierta ventaja —le dije al instante, rodeando el coche mientras Jason se quedaba quieto—. Vete por el camino más largo o algo así. Dame cierta ventaja.

Cuando me subí al coche y me fui, Jason estaba sonriendo.

Olive se acercó a mí en cuanto atravesé las puertas.

—Oh… —murmuró, y parecía nerviosa—. Hola. Pensaba que eras Jason. —Se echó hacia la derecha para mirar detrás de mí—. ¿Y Aiden?

—Aiden todavía está en el colegio, y mucho me temo que hoy le toca a Adeline. —Los medios de comunicación solo hablaban de ella, y, dejando eso a un lado, no creía que me permitiera llevarme a Aiden cuando no era mi turno después de que le pidiera la custodia exclusiva.

—Oh, qué pena. Entra, entra…

La seguí después de cerrar la puerta.

—¿Puedo hablar con Lucy?

—Por supuesto. Estábamos en su habitación, ¿quieres que vaya a buscarla?

—¿Te importa si te la robo un rato? Solo necesito unos minutos.

Sonrió con dulzura mientras me miraba con curiosidad.

—Por supuesto. Tuya es para que la robes…

Fruncí el ceño ante su elección de palabras y me alejé. Cuando llegué a la habitación de Lucy, la puerta estaba abierta de par en par, así que entré y la cerré.

—¿Adam? ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Lucy cuando salió del baño.

—¿No me has invitado?

Se acercó y sonrió con malicia.

—Ya, bueno, en realidad te ha invitado Olive, pero no me he opuesto demasiado, y eso también cuenta.

Asentí con la cabeza.

—No esperaba menos.

—Entonces, voy a cambiar la pregunta. ¿Por qué estamos encerrados? Podría suponer que querrías un polvo rápido, pero tu cara me dice que pasa algo.

—Tenemos que hablar.

—¿De qué tenemos que hablar? —Cruzó los brazos y esperó a que yo siguiera explicándome.

—Lucy, iba a darte espacio. En lugar de intentar derribar tus muros, iba a esperar a que estuvieras lista para dejarlos caer por tu cuenta, pero se nos ha acabado el tiempo.

Dejó caer los brazos y se enderezó; su expresión era ilegible.

Di un paso hacia ella, pero, aun así, mantuve la distancia.

—Nos está pasando algo. Hay algo en ti, entre nosotros… No puedo entender qué es exactamente, pero sí estoy seguro de que te quiero en mi vida. Te conozco…, al menos siento que te conozco, y quiero que me des más de ti. Anoche te pedí que me dieras la oportunidad de cuidar tu corazón, y me temo que necesito una respuesta ya.

Estaba completamente quieta delante de mí, sus ojos eran ilegibles. Como siempre, yo no tenía ni idea de lo que iba a decir, y no me gustaba. No me gustaba que existiera la opción de que me dejara.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó finalmente—. Acabas de decir que no querías presionarme, pero aquí estás, haciendo justo eso.

Me acerqué a ella, que pegó la espalda a la pared. Sosteniendo su mirada, apoyé la frente sobre la suya e inspiré su olor para tratar de calmar mi corazón, repentinamente acelerado. No iba a irse.

—Tu ex está a punto de llegar. Acaba de aterrizar en Los Ángeles y Jason lo ha ido a buscar.

Se apartó de mí, arqueando las cejas con una expresión confusa.

—¿Jameson está aquí?

Asentí con la cabeza.

—Imagino que está aquí por el bebé… y por ti.

—Adam, no voy a…

—No. Necesito que me des una respuesta antes de que lo veas.

—Dudo mucho que esté aquí por mí, Adam. Estás siendo ridículo. Cuando le dije que estaba embarazada, me preguntó qué pensaba hacer con el bebé. Esa no es la pregunta que haría alguien a quien le importas.

—Lucy —dije bajito, sosteniéndole la barbilla entre los dedos—. Ningún hombre cogería un avión a otra ciudad por una chica que no le importa.

Le pasé el dedo por la mandíbula y vi que sus labios se separaban. Me incliné y le robé un beso.

—Me vas a hacer sacar la artillería pesada, ¿verdad?

—No tengo ni idea de qué armas estás hablando, pero sí, claro, veámoslas. Sácalas.

—Solo soy un chico delante de una chica, pidiéndole que lo ame.

Una sonrisa cautelosa apareció en sus labios.

—Estás citando un diálogo de Notting Hill, ¿eh? Es una gran arma, tienes razón. ¿Crees que eso me afecta? ¿Que hace que mi corazón lata más rápido al oírtelo?

Le cogí la mano y apreté la palma de la mano contra mi corazón, para que pudiera sentir lo rápido que latía por ella. Nos miramos fijamente durante un buen rato, quietos en el sitio.

Piel con piel.

Corazón con corazón.

—Oí una vez que algunas chicas se desmayan cuando oyen a un hombre citar diálogos de películas, así que se me ha ocurrido que podía probar contigo.

Dejó caer las manos, así que le puse la mía alrededor de su cuello, donde sentí latir su pulso.

—Me vuelves loco, Lucy.

Lentamente, su sonrisa desapareció.

—Me estás asustando, Adam.

—Eso es bueno. No me importa asustarte si eso te lleva a aceptar que sentimos algo el uno por el otro.

—No puedo amarte —insistió antes de que las palabras salieran de mi boca—. No puedo decirte esas palabras. Puede que no me creas cuando digo que estoy maldita, pero eso no cambia el hecho de que lo esté.

La acerqué a mí, su pecho contra el mío.

—Lucy, dime que me odias. No me importa. Prefiero que mientas y me digas lo mucho que me odias a que te mienta otro y te diga que te ama.

—Si digo que te odio, significa que te odio de verdad. No estoy mintiendo. Y tú me haces cabrearme mucho, así que te odio.

—Vale. —Enterré la nariz en su cuello y sonreí—. ¿Eres mía, entonces? ¿No puede volver aquí y llevarte con él?

Una llamada a la puerta nos interrumpió antes de que Lucy pudiera darme una respuesta.

—¿Lucy? Esto… Jameson está aquí. Te está esperando.

La miré, y me la encontré mirándome.

—Bajo dentro de un minuto. Gracias, Olive.

La voz de Olive fue un murmullo bajo al otro lado de la puerta.

—Por supuesto.

Apoyé los labios en los suyos y suspiré.

—Te dejaré que hagas conmigo lo que quieras. Todas las noches.

—Vale. De acuerdo. Lo intentaré.

—Sabía que sacar el tema del fornicio inclinaría la balanza a mi favor. Estoy empezando a pensar si debería preocuparme por lo mucho que adoras mi polla.

Soltó una risita y apoyó las palmas de las manos en mi pecho mientras yo envolvía su cintura con los brazos y la obligaba a acercarse aún más a mí.

—Bueno, es que me encanta. Y la manejas bastante bien. Besas bien y no eres malo en la cama.

Finalmente, solté un largo suspiro y me relajé. Esto iba bien. Sonreí contra sus labios.

—Vale. Te dejaré jugar con ella tan pronto como estemos solos.

Me aparté después de que me brindara una sonrisa, y se dirigió a la puerta.

—Creo que debería salir.

Le cogí la mano.

—Podemos ir juntos. Si le interesa estar presente en la vida del bebé, significa que lo veré en muchas ocasiones.

Resopló y negó con la cabeza.

—Muy seguro estás de que estaremos juntos algún tiempo, ¿eh?

—Esos son mis planes, y no te preocupes: no me echarás tan fácilmente. Sé cómo cuidar lo que es mío. No vas a querer deshacerte de mí.

Con la mano aún en el pomo de la puerta, me lanzó una mirada profunda.

—¿Nos quieres a mí y a al bebé? ¿Ni siquiera te preocupa que esté embarazada y que me vaya a poner gigantesca? Solo lo pregunto para asegurarme.

—Vayas a tener un niño o no, sigues siendo la misma, y te quiero. Te quiero a ti y a todo lo que viene contigo, incluso esa pequeña maldición.

Tal como le prometí la noche en que vino a mí, curaría su corazón, y sería el que rompiera la maldición si era lo necesario para que creyera en mí.