Lucy
Para mi sorpresa, la cantidad de gente que estaba esperando delante a la casa de Adam era aún más grande que la que habíamos visto en el restaurante. Por suerte, ni una sola alma pudo ver a través de las ventanillas negras del coche de Jason, y Adam pasó desapercibido mientras atravesábamos las verjas y entró en la casa de Jason y Olive con nosotros.
Mientras me sujetaba a la parte trasera del sofá para poder quitarme los zapatos, lo vi caminar de un lado a otro como un animal enjaulado. No estaba segura de qué hacer o qué decir en una situación como esa, así que me quedé en silencio. ¿Estaba cabreado por que Adeline lo hubiera engañado? Al sentir mis ojos en él, se volvió hacia mí.
—Lo siento, Lucy. Sé que te he dicho que hablaríamos, pero aún no sé nada de Dan, y preciso conocer cómo van las cosas en casa de Adeline.
Negué con la cabeza mientras abandonaba la seguridad del sofá para acercarme a él.
—¿Estás loco? Ni siquiera he pensado en eso. Yo también estoy preocupada por Aiden.
Suspiró y se frotó la frente.
Indefensa, busqué la mirada de Olive.
—¡¿Jason?! —gritó mientras su marido se juntaba con nosotros en el salón—. Tal vez el conductor pueda llevar a Adam a la casa de Adeline.
—Sí, no se ha ido todavía, Adam. Pero si la situación está tan mal en tu casa, no puede estar mejor en la de Adeline.
—Eso es lo que me temo…
Antes de que pudiera actuar, su teléfono empezó a sonar.
—¿Dan? ¿Qué ha pasado? —Se cubrió los ojos con la mano y soltó un suspiro de sufrimiento—. Sí. ¿Lo han visto salir? Sí. Vale. Está bien, acércalo a la puerta. Estoy en casa de Jason. Voy para la entrada ahora mismo.
Al terminar la llamada, se volvió hacia nosotros.
—Está trayendo aquí a Aiden. Al parecer, la situación es aún peor en casa de Adeline, y cuando Dan se ofreció a traer a Aiden aquí para que ella se ocupara de todo lo demás, estuvo de acuerdo.
Cerré la distancia entre nosotros y le toqué el brazo.
—Eso es bueno, ¿verdad? ¿Quieres que vaya contigo, para que pueda distraer a Aiden?
Me tocó la cara, y noté la palma de su mano caliente contra mi mejilla.
—Solo si prometes distraerme a mí también.
No pude evitar sonreír; era algo que conseguía con frecuencia últimamente.
—Tal vez podamos llegar a un acuerdo.
Cuando Adam entró con Aiden en sus brazos, Dan cubría la retaguardia con el ceño ferozmente fruncido.
—Mira quién ha venido a verte, grandullón —le murmuró Adam a Aiden, que tenía la cara enterrada en su cuello mientras se aferraba a él con sus bracitos. El pijama que llevaba puesto tenían estampados adorables cochecitos azules.
—Hola, Aiden. —Me acerqué a ellos, sin saber muy bien lo que estaba pasando exactamente ni lo malo que era. ¿Podría haber un día peor, por el amor de Dios? Había empezado de forma prometedora, pero que se había convertido en un completo desastre.
Aiden asomó la carita y me saludó con la mano.
—Hola, Lucy. ¿Has venido a verme?
Sonreí.
—Claro que sí. Cuando tu padre me preguntó si quería verte, me lancé sobre él. ¿Cómo estás?
—He tenido un día difícil. Mami está muy triste. No quería dejarla sola, pero ella me ha dicho que no podía ayudarla.
«¡Oh, joder!».
Miré a Adam y vi que apretaba los dientes, haciendo que se le tensara la mandíbula, y qué mandíbula tan sexy era. Negué con la cabeza y me concentré en el niño.
—Todos tenemos días difíciles de vez en cuando. ¿Sabes lo que hago cuando tengo un día complicado? —Siguió agarrando la camisa de su padre y movió la cabeza—. Tomo un poco de helado y veo El Rey León o Zootopía con mi mejor amiga. —Sabía que eran sus películas favoritas.
—¿Las ves con Olive?
Asentí con la cabeza.
—Sí. Le gustan tanto como a mí.
Parpadeó unas cuantas veces, parecía que estaba medio dormido. Dan debía de haberlo sacado de la cama.
—A mí también me gustan mucho. —Miró a su padre—. Papá, ¿puedo verlas con Lucy? He tenido un día muy duro.
Adam se obligó a sonreír y le retiró el pelo de la frente.
—Ya ha pasado la hora de acostarte, Aiden.
—¿Y solo un poco, papá? ¿Por favor?
—¿Qué te parece si construimos un fuerte aquí en el salón y vemos las películas metidos en él? Tal vez si invitamos a tu padre a verlas con nosotros, no se niegue.
Aiden abrió los ojos con una mirada llena de esperanza mientras se erguía en brazos de su padre. Por el rabillo del ojo, vi que Adam sonreía y que Dan movía la cabeza.
—Pero no sé cómo hacer un fuerte, Lucy. Nunca he hecho uno. ¿Y tú?
—Por supuesto que sí, pero no creo que pueda hacerlo sin ti. ¿Me ayudarás?
—Claro que sí. —Tocó la mejilla de su padre para llamar su atención—. ¿Podemos construir un fuerte, papá? Te dejamos ver la peli nosotros. Si Lucy se pone a llorar de nuevo, puedes ayudarme a abrazarla y decirle que se está portando como una tonta otra vez.
Adam se rio y asintió con la cabeza.
—Vale. Haremos eso entonces. —Bajó a Aiden, y en el momento en que sus pequeños pies tocaron el suelo, el niño corrió hacia su dormitorio.
—¡Voy a por mi almohada favorita!
—Yo traeré las sábanas. —Mientras pasaba por delante de Adam, me cogió de la muñeca y me detuvo. Arqueé una ceja y lo miré—. ¿Estás segura de que no tienes un fetiche con esto?
Se inclinó y me besó. El suave roce de sus labios, aquel agradecimiento tan íntimo hizo que girara la cabeza cuando metió la lengua en mi boca. Antes de que me diera cuenta de lo que estaba pasando, había acabado.
—Gracias por estar aquí, Lucy. Por estar con nosotros —dijo con voz ronca. Aiden entró corriendo con dos almohadas en la mano.
—Te he traído mi otra almohada favorita, Lucy.
—Gracias, pequeño humano —dije en voz baja. Dejó las almohadas en el sofá y me cogió de la mano.
—Ven, te enseñaré dónde están las sábanas. —Me alejó de su padre, y se detuvo cuando llegamos al pasillo—. Papá, ¿vas a ayudarnos?
—Tengo que hablar con Dan antes de que se vaya. Iré después con vosotros.
—¿No quieres ver una película con nosotros, Dan?
—Tengo que irme, grandullón. Cuida de tu padre y de Lucy por mí, ¿vale?
Aiden infló el pecho de forma ostentosa y asintió con la cabeza.
—Claro. Lo haré muy bien.
Con esa promesa, me llevó a su habitación para que pudiéramos elegir sus sábanas favoritas.
Después de hurgar en varios cajones, nos decidimos por dos juegos celestes, uno verde que casi coincidía con el color de sus ojos, uno rojo y uno blanco con trenes rojos y negros. También robamos unas cuantas almohadas de la cama de su padre.
Cuando salimos con el botín, Adam y Dan no estaban a la vista. Aiden dejó todo en el suelo y me ayudó con mi carga.
—¿Podemos bajar cojines? Los apilaremos en el sofá para hacerlo más alto. Iré a ver cómo está tu padre.
—Lucy… ¿Crees que nos dejará tomar un helado?
—Mmm. —Entrecerré los ojos para que pareciera que lo estaba pensando mucho—. Le preguntaré a tu padre, pero creo que dirá que es un poco tarde para tomar un helado.
Aiden cruzó los brazos sobre el pecho, imitando mi postura, e inclinó la cabeza a un lado.
—Sí, creo que tienes razón. ¡Pero no dirá que no si le preguntamos mañana! Y quizá mamá pueda venir también.
—Sí. Tienes razón. Se lo preguntaremos mañana.
Lo ayudé a subir al sofá para que pudiera tirar los cojines al suelo y me acerqué a la puerta principal, donde pude escuchar la voz de Adam, cada vez más alta.
—Oye… —dije, llamando la atención de dos hombres muy enfadados—. Aiden está preocupado; ¿qué tal si bajas un poco la voz?
El ceño de Dan se hizo más profundo, pero no dijo nada. Adam estaba al teléfono, y parecía a punto de lanzarlo contra la pared.
—¿Qué pasa? —le pregunté a Dan en voz baja.
—Es Adeline —refunfuñó; su tono decía claramente su opinión sobre la ex de Adam.
—Adeline, no pienso hacer ninguna declaración contigo. Me importa una mierda cómo afecte esto a tu carrera. Deberías haberlo pensado antes de decidir que sería una buena idea engañarme con un director para conseguir un papel.
Abrí los ojos como platos mientras miraba a Dan, y me tragué las palabras que estaba deseando decir.
«¡Oh, joder!».
Al momento siguiente, Adam se puso tenso de pies a cabeza. Casi podía ver la vena que palpitaba en su cuello. Cerró los ojos para tomar aire profundamente, algo que no pareció relajarlo en absoluto.
—No le vas a hacer eso a Aiden. No le harás pasar por eso.
—¡Lucy! —gritó Aiden, y Adam giró la cabeza hacia él.
—Lo siento. Me voy —murmuré, aunque su mirada se aplacó un poco cuando cayó sobre mí.
Volví corriendo con Aiden sin añadir nada más.
¿Qué coño estaba pasando?