Adam
Había pasado casi una semana desde lo que había empezado a llamar «el incidente», y todavía seguía enfadado. Enfadado con Aiden por no hacerme caso. Enfadado con Dan por no estar pendiente de nuestra seguridad. ¡Joder!, había despedido a Anne esa noche, después de que pude sonsacarle a Aiden toda la historia, e incluso así estaba enfadado también con ella.
Pero más que con nadie, estaba enfadado conmigo mismo. ¿Cómo había podido ser tan descuidado para apartar la vista de mi hijo…? Ni siquiera importaba que fuera un niño bueno: yo era el responsable de él. Debía haber estado pendiente de él. Debí… Supongo que debí haberlo hecho mejor.
Las puertas se abrieron de golpe en ese momento, y avancé de la mano de mi hijo. Sus pequeños dedos me apretaban la mano, así que lo miré.
—¿Estás preparado, papá?
Curvé los labios y asentí.
—¿Y tú?
Asintió solemnemente y luego me miró.
—¿Crees que me odia?
—¿Por qué va a odiarte? —pregunté con aire distraído mientras nos acercábamos a la casa.
—Porque por mi culpa le he causado grandes problemas. Creo que me odia. Creo que no va a querer volver a verme.
—Lo dudo mucho, amigo, pero se lo vas a preguntar tú mismo para estar seguro, ¿vale?
—Es muy guapa —añadió en voz baja—. Espero que no me odie.
Me quedé en silencio. Tenía tantas ganas de acercarme a esa exasperante mujer y pedirle disculpas como de que me metieran una bala en la cabeza, pero por lo que me habían dicho Aiden y luego Jason Thorn, esa joven había salvado la vida de mi hijo. Aun así, si Aiden no hubiera insistido en verla de nuevo, nunca habría puesto un pie en la casa donde se alojaba. Que retirara los cargos debería haber sido más que suficiente para aquella pequeña acosadora.
Dios, pensar en ella me estaba volviendo loco. Cada vez que alguien mencionaba su nombre —y Aiden lo mencionaba muy a menudo—, volvía a verla en el jardín y me entraba el miedo de que una acosadora o un paparazzi le hicieran daño a Aiden. Recordaba los ojos grises y atormentados de aquella chiflada, esos ojos con los que me miraba cuando tuve su delicada muñeca en mis manos como si fuera a rompérsela. Aunque debía reconocer que había querido apretar su precioso cuello entre mis manos desnudas cada vez que abría la boca para hablar.
Sí, noté que mi pulso empezaba a acelerarse; enfrentarme de nuevo a ella no iba a ser tan fácil como pensaba.
Antes de que pudiera llamar al timbre, Jason abrió la puerta.
—Hola. ¿En qué puedo ayudarlos, caballeros?
—¿Eres una estrella de cine? —preguntó Aiden antes de que pudiera explicarle a Jason qué demonios hacíamos delante de su puerta.
La expresión de Jason se suavizó, y se arrodilló ante Aiden.
—Soy actor, como tu padre. Y tú debes de ser Aiden.
Mi hijo abrió los ojos de par en par y luego me miró.
—Sabe quién soy, papá —susurró.
Jason se rio y le tendió la mano.
—He oído hablar mucho de ti, Aiden. Me alegro de conocerte por fin.
Aiden miró su mano extendida y luego me miró a mí.
—¿Puedo, papá?
—Claro, hijo.
Me brindó una gran sonrisa y estrechó la mano de Jason.
—Es un placer conocerlo también, señor. Mi padre es una gran estrella de cine. Ha hecho muchas películas. ¿Usted también?
—Sí. Y puedes llamarme Jason.
—¿Quieres ser mi amigo?
—¿Quieres que lo sea?
Otra vez me miró a mí.
—¿Puedo ser amigo de Jason, papá? Me cae bien, y vive muy cerca de nosotros, así podría jugar con él.
Asentí brevemente con la cabeza.
—¿Qué te parece si le dices a tu nuevo amigo por qué estamos aquí antes de hacer planes para jugar?
—¿Querrías jugar conmigo, Jason? A veces mi padre no puede.
«¡Oh, Aiden…!».
—Aiden…
—Hemos venido a ver a Lucy —dijo finalmente, con la vista clavada en los pies—, porque no quiero que me odie.
Jason se enderezó, abrió más la puerta y nos invitó a entrar. Mientras recorríamos el estrecho pasillo, los ojos de Aiden se iban fijando en todo lo que nos rodeaba, y tuve que arrastrarlo conmigo.
—Lucy, tienes visita —anunció Jason.
—¿Quién es?
—¿Quién es?
Dos voces femeninas distintas respondieron al mismo tiempo.
Y entonces mi acosadora apareció con una cuchara de madera en la mano. Cuando me vio, le desapareció la expresión apacible que tenía y frunció el ceño. La otra mujer —que supuse que era la mujer de Jason— apareció por detrás de la primera y me brindó una sonrisa, disimulando muy bien la sorpresa.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Lucy con hostilidad. Estaba reproduciendo mis sentimientos con suma exactitud; la única diferencia era que yo no podía actuar de forma hostil hacia ella porque Aiden estaba conmigo.
«¡Dios!».
Aunque todavía quería matarla. Apreté los dientes para contenerme.
—Créeme, yo tampoco me siento demasiado entusiasmado de verte —admití. Eso consiguió que arqueara las cejas.
—Entonces, por favor, lárgate —respondió, señalando la puerta con la mano.
Ni Jason ni Olive se perdían una coma de la conversación, aunque permanecían en silencio, observando la interacción entre nosotros. Deseé que hubieran interferido de alguna manera; hubiera preferido hablar con ellos en vez de con esa tarada que lograba encender algo dentro de mí. Entrecerré los ojos mientras la miraba y luego sentí que alguien tiraba de la tela de mis vaqueros.
Aiden. Sí, claro…
—Mi hijo tiene algo que decirte —dije de forma directa para que entendiera que verla no era mi idea de la diversión. Entonces, Aiden decidió ser tímido y se escondió detrás de mí, por lo que me vi obligado a dar un paso a un lado para que la señorita acosadora pudiera ver quién era el responsable de la visita.
—Oh, hola. Hola… —dijo Lucy.
Su expresión se suavizó cuando finalmente vio a Aiden. Esta vez, en lugar de esconderse detrás de mí, Aiden me abrazó la pierna para asegurarse de que no me alejaba demasiado. No solía ser ser un chico tímido, pero no estaba acostumbrado a estar rodeado de extraños. Dada la atención que nos prestaban los medios de comunicación, habíamos tratado de mantener nuestra vida familiar lo más privada posible, lo que significaba que Aiden no estaba habituado a conocer a adultos, pues estábamos sumamente pendientes de su seguridad.
—Hola —repitió en voz baja, y él le hizo un leve saludo antes de agarrarse a mi pierna y esconder la cara.
Lucy dio un paso adelante, pero se detuvo cuando nuestros ojos se encontraron. Habría preferido coger en brazos a mi hijo y alejarme de ella, pero ya era demasiado tarde para eso.
—Aiden —dije para que pudiéramos terminar de una vez y marcharnos—. ¿Qué querías decirle a la señorita Lucy?
Me había estado insistiendo con que quería volver a ver a la señorita acosadora desde que lo había recogido en casa de su madre el día anterior.
—Quiero preguntarle algo —susurró.
—Adelante…
—¿Puedes preguntárselo tú?
—Lo haría, hijo, pero no tengo ni idea de lo que quieres preguntarle.
—Pero si te lo acabo de decir, papá. Mientras veníamos hacia aquí, ¿no lo recuerdas?
—Aiden, ya te he dicho que…
—Por favor, papá. Por favor, por favor.
Apreté los labios mientras él asentía repetidamente mirándome con sus brillantes ojos verdes.
—Se pregunta si lo odias por haberte dado problemas —solté sin volver a mirar a Lucy.
Ella me miró con odio, una expresión que no estaba acostumbrado a recibir, y en ella esa emoción solo acentuaba sus ojos de color gris azulado, unos ojos en los que no tendría que haberme fijado.
Negó con la cabeza como si se sintiera decepcionada conmigo.
—¿Es eso lo que le has dicho?
Justo cuando intentaba averiguar qué demonios quería decir, le dio la cuchara de madera a su amiga —que estaba claramente pasándoselo en grande— y empezó a avanzar como pavoneándose hacia nosotros.
—Pórtate bien, Lucy —murmuró Jason mientras se apoyaba de forma casual contra la pared, mirándonos.
En lugar de contestarle, ella me lanzó una mirada penetrante con la que parecía estar diciéndome «¿Te importa?», y sin esperar una respuesta, se sentó con las piernas cruzadas delante de mí.
—Hola —le dijo a Aiden otra vez.
—¿Y? ¿Me odias? —preguntó él, apretando el brazo alrededor de mi pierna mientras esperaba su respuesta.
—No.
—¿Ni siquiera un poco?
—Ni siquiera un poco. De hecho, estoy muy contenta de volver a verte.
Aliviado por las respuestas que obtenía, Aiden me soltó la pierna y se puso delante de Lucy.
—¿En serio?
—Sí. Cuando me fui, me quedé muy preocupada por ti, así que me alegro de verte aquí, sano y salvo.
Encantado por lo que oía, Aiden le rodeó el cuello con los brazos y la abrazó con torpeza.
—Yo tampoco te odio. Te lo prometo. No soy como mi padre.
Eso me hizo ganarme otra mirada. ¡Ventajas de tener un niño de cinco años muy sincero!
—Vale —le tranquilizó ella con una palmadita en la espalda—. Te prometo que yo tampoco te odio como odio a tu padre.
Como si me importara. Moví el cuello para deshacerme de una repentina rigidez.
—¿Ahora somos amigos? —preguntó Aiden mientras la miraba con expresión seria—. Jason acaba de aceptar ser mi amigo, así que si tú también eres mi amiga, podrías venir a visitarme con él.
—Vamos, Aiden. Ya basta —le advertí, poniéndole la mano en el hombro.
—¿Ahora es tu turno, papá? —me preguntó mirándome con inocencia.
«¡Joder!».
Pero Aiden esperaba mi respuesta con tanta expectación que no me veía capaz de negarle nada, ni siquiera una disculpa a una persona que odiaba desde el momento en que la había visto por primera vez.
Cuando mi hijo me miró, Lucy también levantó la vista, y sus ojos se encontraron con los míos. Y cuando la miré…, ya no pude pensar en nada que decir.
—Papá, me prometiste que haríamos esto juntos.
No le había prometido nada, pero ya, de perdidos al río… Respiré hondo y solté el aire mientras Lucy se levantaba del suelo y daba unos pasos hacia atrás.
—Aiden me ha contado lo que hizo y lo que pasó después —empecé con la voz ronca. Oír lo asustado que se había sentido cuando perdió el manguito y empezó a tragar agua había sido particularmente difícil para mí—. No me gusta lo que estabas haciendo. No me gusta.
Al escucharme, entrecerró los ojos, levantó la barbilla ligeramente y cruzó los brazos contra el pecho, lo que hizo que sus tetas sobresalieran por arriba.
«No mires, Adam».
—Solo que lo que hiciste probablemente le salvó la vida a mi hijo. Por eso, y únicamente por eso, te estoy agradecido.
De repente, su expresión se hizo más tierna y dejó caer los brazos. Miró por encima del hombro y suspiró.
—Tienes razón —admitió—. Aunque no era mi intención hacer daño, no estuvo bien que me subiera a esa escalera y te espiara. Dicho esto, me alegro de haber estado allí en el momento adecuado.
Al menos era lo suficientemente sincera como para aceptar que lo que había hecho estaba mal. Me relajé un poco y asentí con la cabeza.
—Gracias. —Miré la cara sonriente de Aiden—. ¿Ya nos podemos ir?
—Un minuto más, por favor…
Sentí curiosidad por saber por qué necesitaba otro minuto, así le dije que sí, y lo vi correr hacia Jason, para detenerse a pocos centímetros de él y ponerse de puntillas. Cuando él se inclinó, le susurró algo que no pude oír, y Jason se rio.
—Sí, la conozco. ¿Quieres que os la presente a los dos? —preguntó Jason mientras le revolvía el pelo.
Mirando de reojo a la mujer de Jason, Aiden asintió con la cabeza. Jason se rio, y se acercaron a su sonriente esposa.
—Parece que tienes un admirador —comentó.
—Hola, Aiden —dijo ella, y se agachó para que sus ojos quedaran al nivel de los de Aiden—. Soy Olive.
Los ojos de Aiden se abrieron de par en par y se le escapó una risa de sorpresa.
—¿Olive? ¿Como «oliva» pero con e?
—Sí, como oliva.
Al oír otra risita, me relajé más y solté el aire. Me alegró ver que se divertía, pero teníamos que irnos para que pudiera llegar a tiempo al set de rodaje y repasar algunos cambios de última hora en el guion.
Lucy me echó un vistazo por encima del hombro con una sonrisa en los labios, pero cuando nuestros ojos se encontraron, su mirada se volvió helada. La tregua había durado demasiado. Como no pensaba volver a verla, me dio igual.
—¿Te gustaría tomar un café? —preguntó—. Aquí hay una complicada máquina de espresso, pero estoy segura de que tú tienes una similar, así que te gustará este.
¿Qué demonios se suponía que significaba eso? Incliné la cabeza a un lado y la observé durante un buen rato. ¿Qué era exactamente lo que veía cuando me miraba con esos ojos inquebrantables? No era la típica mujer que perseguía las estrellas, eso era seguro. No actuaba como lo hacían todas las demás cuando me tenían cerca. No, no lo hacía. Me sostenía la mirada de frente, ni siquiera parpadeaba bajo mi mirada dura. Entonces, ¿por qué coño había estado espiándome por encima del muro?
—No —repuse bruscamente, y vi que Jason se inclinaba para que Aiden pudiera susurrarle algo al oído esta vez.
—Oh, amigo, ¿no estarás intentando robármela? —preguntó Jason, que fingió sentirse dolido cuando Aiden terminó lo que le estaba diciendo. Mi hijo negó con la cabeza y le lanzó a Olive otra mirada tímida.
«¡Joder, mi pequeño está colado por la mujer de Jason!».
Jason lo levantó y lo puso en la mesa de la cocina.
—Díselo tú mismo. Estoy seguro de que le encantará oírlo.
—¿Sí? ¿Estás seguro? —siseó Aiden por lo bajo.
—Créeme, a las chicas les encanta oír esas cosas.
Aiden asintió con la cabeza mientras en su cara aparecía aquella expresión que indicaba que estaba considerando profundamente lo que acababa de aprender. No pude evitar sonreír mientras lo veía disfrutar de toda la atención que estaba recibiendo.
—¿Qué es? Dímelo ya —le presionó Olive, acercándose a ellos con una sonrisa insegura.
—Eres muy guapa —dijo Aiden, y yo gemí por lo bajo.
—Aiden…
—¿No te parece muy guapa, papá?
—Por supuesto que sí, hijo, pero ya es hora de que nos vayamos. Estoy seguro de que tus nuevos amigos tienen cosas que hacer.
Ignorándome, él siguió con los ojos clavados en Olive.
—¿Te gustaría que mi padre te firmara una foto? —Miró de reojo a Jason—. A las chicas también les gusta eso.
Lucy estalló en carcajadas, igual que Olive. Emocionado, Aiden empezó a reírse también. Los ojos de Jason estaban clavados en su esposa, y le sonreía.
Negué con la cabeza. Menudo tonto.
—Parece que estás criando a un buen ligón —dijo Lucy cuando su risa se apagó y los Thorn estaban ocupados hablando con Aiden.
Clavé los ojos en Lucy y arqueé las cejas. Murmuró algo inaudible, y hubiera jurado que sus labios rosados formaron la palabra «gilipollas».
—¿Qué ha sido de la atenta niñera? —preguntó antes de que yo pudiera pensar algo que responder a ese comentario.
Aparté la mirada de sus labios.
—La he despedido.
—Al menos has hecho algo bien —murmuró.
—Ella debía estar fuera, con él. Al contrario de lo que crees, no lo dejé solo en la piscina.
—Ah, claro. La niñera. ¿También te limpiaba tu precioso trasero?
—¿Qué problema tienes conmigo? —pregunté, dando un paso hacia ella. Era baja comparada conmigo, y me cerní sobre ella a propósito. ¿Retrocedió como lo haría cualquier otra mujer cuerda? Por supuesto que no.
—¡Podría hacerte la misma pregunta! ¿Qué problema tienes conmigo? ¡Si incluso te he ofrecido café después de que me metieras en la cárcel! ¿Qué más debo hacer?
—Solo has estado en una celda provisional. Por mucho que me hubiera gustado a mí, no llegaste tan lejos. Ni siquiera te han procesado.
—Y estoy segura de que hiciste todo lo posible para que ocurriera. Estuve cinco horas tras las rejas, gracias a ti. ¡Ese fue mi premio por salvar la vida de tu hijo!
Me acerqué a ella rechinando los dientes.
—Te acabo de decir que no sabía que Aiden estaba solo. —La miré fijamente, y me imitó con arrogancia. Quise agarrarla para hacerla entrar en razón. Tal vez de esa manera su presencia no me enervaría tanto.
Sus ojos se clavaron en mis labios durante un breve momento, y me di cuenta de lo profunda que era mi respiración. Consciente del espeso silencio, miré por encima de su cabeza y vi que Aiden nos observaba con gran atención.
—Se respira la tensión —dijo Olive a nadie en particular.
Miré a Lucy, fruncí el ceño al darme cuenta de lo cerca que estábamos y luego me volví hacia Jason.
—Lamento la interrupción, Jason, pero creo que ahora es mejor que nos vayamos.
Ignorando a Lucy olímpicamente, ayudé a Aiden a bajar de la mesa.
—Adiós, Olive —se despidió tímidamente, diciendo adiós con la mano.
Cuando Olive se inclinó para darle un beso en la mejilla e invitarlo a volver de nuevo, él le dio un fuerte abrazo y le dio las gracias.
—Quieren que me quede, papá. ¿Puedo quedarme?
—No han dicho eso, Aiden. Te han invitado a venir en otra ocasión, y yo tengo que ir a trabajar, así que debemos marcharnos.
—Pero has dicho que Anne ya no está, así que ¿quién se quedará conmigo?
—Tengo que dejarte en casa de tu madre, Aiden. Ya hemos hablado de ello esta mañana, ¿recuerdas? Dormirás en su casa.
Casi habíamos llegado a la puerta mientras íbamos charlando, pero cuando mencioné a su madre, me detuvo.
—Por favor, papá. Por favor. Quiero dormir contigo.
Miré a todos los que estaban detrás de nosotros y me puse de rodillas delante de él.
—¿Te pasa algo, Aiden? —Aunque era obvio que todos los presentes le caían bien, la forma en la que actuaba no era la habitual. No era un niño malcriado; le pasaba algo.
Tan pronto como mis ojos estuvieron al nivel de los suyos, me rodeó el cuello con los brazos y se agarró con fuerza.
—No quiero irme. Por favor. ¿No puedo quedarme con Dan?
—Aiden, Dan tiene el día libre. —Retiré sus brazos de mi cuello y lo miré a los ojos; los tenía rojos. ¡Joder!—. No me hagas esto, Aiden. Hasta que contrate a alguien, no hay nadie en casa que pueda cuidarte, hijo.
Se restregó los ojos secos y asintió con la cabeza.
—Si voy con mamá, no estaré contigo.
—Se me rompe el corazón —dijo Lucy, interrumpiendo nuestra conversación.
Claro, y su corazón era algo que estaba incluido en la lista de cosas que me importaban. Apreté los dientes.
—Por favor, ¿nos permites un momento?
—Como tu corazón probablemente está tallado en piedra —continuó ella como si yo no hubiera hablado—, no puedes entender cómo se siente, pero solo quería hacerte saber que son muchos los corazones que se están rompiendo ahora mismo, aunque no parece que te importe.
—¡Lucy! —susurró Olive con intensidad a su espalda.
—¿Qué? —le preguntó a su amiga como si fuera inocente como un ángel. A mis ojos era más bien el diablo hecho carne—. Solo digo la verdad. Mira… —comenzó, acercándose—. Olive y Jason tienen que irse a una reunión, y tardarán una hora más o menos, pero yo no tengo ninguna entrevista de trabajo hoy. ¿Por qué no dejas a Aiden aquí conmigo? Lo puedes recoger en cuanto vuelvas de donde sea que tengas que ir, y ya que hemos logrado probar el hecho de que no quiero hacerle daño a tu hijo, viendo que le he salvado la vida una vez…
«No».
Esa era mi respuesta inmediata, pero antes de que pudiera expresar mi opinión, Aiden corrió hacia Lucy y le dio un abrazo, o más bien abrazó sus piernas. Sus piernas desnudas. Sus suaves y tonificadas piernas. Levanté la vista y, meneando la cabeza, me encontré con sus ojos.
—Quiero quedarme — repitió Aiden por décima vez.
—Lucy tiene razón, Adam —convino Jason—. Olive y yo estaremos de vuelta dentro de dos horas como máximo. Será divertido. Cuidaremos de él hasta que vuelvas, no te preocupes.
Suspiré y me froté los ojos.
—No me gusta que hagas esto, Aiden. No siempre puedes salirte con la tuya.
—Pero me gusta estar aquí, papá, y si me quedo puedo dormir contigo. Aunque tendrás que recogerme aquí.
—Siempre voy a buscarte, Aiden. Y solo has estado aquí diez minutos.
Como su táctica no funcionaba, intentó otra diferente.
—Lucy me cae bien.
—Y a Lucy le gustas, pequeño humano. —Lucy se interpuso en nuestro ir y venir y señaló algo que no pude ver al otro lado de la cocina mientras le susurraba algo al oído. Cuando Aiden fue a comprobar lo que era, Lucy se acercó a mí.
—Es evidente que no se quiere ir.
—Evidentísimo.
Cerró los ojos y respiró hondo, y vi cómo sus labios formaban una línea recta.
—Siento haberte espiado, ¿vale? —dijo—. Ha sido el mayor error de mi vida. Ni siquiera estás tan bueno de cerca. Si pudiera volver atrás, créeme, lo haría. No te pareces nada a como pensaba que serías.
—Gracias —me burlé—. Y yo que esperaba que estuvieras enamorada de mí…
Otra falsa sonrisa.
—Yo no me enamoro, y de todas formas no eres mi tipo, lo siento.
Como si fuera a creerla después de ver las fotos que me había hecho cuando estaba medio desnudo…
—Me rompes el corazón, cariño.
—Como debe ser, y no me llames «cariño».
Me reí entre dientes y negué con la cabeza. Era fascinante.
—Bueno —continuó—. ¿Cuánto tiempo estarás fuera?
Me pasé una mano por el pelo, pensativo.
—Al menos seis horas.
—¿Y no puedes ir a recogerlo a casa de su madre?
—Se va de la ciudad esta noche. Ya lo hemos hablado; si lo dejo allí, no va a esperar a que lo vuelva a recoger. —¿Por qué estaba tan dispuesto a darle esa información?
—Pues ya está. Se quedará aquí hasta que vuelvas.
Mis ojos buscaron a Aiden, y le vi mostrándole a Jason los musculitos de su brazo. Sonreí. No podía dejarlo allí, ¿verdad? Conocía a Jason solo porque habíamos hablado algunas veces, y sin duda no conocía a la chiflada que estaba delante de mí, mirándome con impaciencia. Pero, si se lo devolvía a Adeline, no lo vería en una semana. Ya lo echaba demasiado de menos, y enviarlo lejos con Adeline para que faltara al colegio y durmiera en caravanas no me parecía la mejor opción en ese momento.
—Aiden, ven a darme un abrazo —dije.
Levantó la cabeza de golpe, y su cara se iluminó.
—¿Puedo quedarme?
—Puedes quedarte. Solo por esta vez.
Vino corriendo hacia mí.
—Gracias. Gracias. Gracias.
—Te quiero, hijo. Pórtate bien, ¿vale?
—Te quiero, papá. Puedes irte.
Dicho eso me soltó, se dio la vuelta y cogió a Lucy de la mano, alejándola de mí.
Cuando ella me miró por encima del hombro con una sonrisa en los labios… durante un momento me pareció preciosa.
Cuando tienes un hijo, todo cambia. Tu vida social, tu vida laboral, cambia incluso la dinámica de tu familia. Hubo un tiempo en el que solía pasar días sin dormir para poder adelantar mis tareas, pero por entonces, en especial después del divorcio, tenía que organizarlo todo alrededor de Aiden. Ser un padre mejor se había convertido en mi prioridad. Quería ser el puto mejor padre del mundo.
Me llevó siete horas terminar lo que tenía que hacer en el estudio. El director, Matthew, quería que me quedara otras diez horas para rodar una de las escenas nocturnas que había convenido con Jamie Wilson, pero debido a la situación de Aiden, conseguí que lo reprogramaran todo. Lo último que quería era que pasara la noche en una casa extraña.
—Lamento mucho todo esto. Estoy seguro de que teníais otros planes para hoy —me disculpé mientras cruzaba la puerta y entraba en el pasillo de la casa de Jason.
—No pasa nada, hombre. Olive y yo llegamos hace horas, y tu hijo ya estaba cansado.
—¿Se ha dormido?
—Se despertó cuando nos oyó entrar, o más bien cuando oyó la voz de Olive, pero se ha vuelto a dormir hace un rato.
Entramos en el salón, y estaba buscando a Aiden con la mirada cuando vi que Olive entraba desde el jardín trasero.
—Hola, Adam —me saludó, enlazando la cintura de Jason con un brazo.
—Hola. Espero que Aiden no haya dado demasiado la lata.
—Oh, no lo ha hecho. Estoy casi enamorada de él. Podría incluso considerar dejar a este si no se esmera más —dijo con una sonrisa genuina mientras le daba una palmadita en el pecho a Jason.
Jason le puso el brazo alrededor de sus hombros y la achuchó.
—No voy a poder perder de vista a tu hijo, Adam. Dada la manera en que está coqueteando con Olive, no creo que me queden opciones de luchar por ella.
Me reí y le guiñé un ojo a Olive.
—Es que tiene buen gusto para las mujeres.
Se sonrojó un poco y miró a Jason con una gran sonrisa. Jason gimió por lo bajo y negó con la cabeza.
—Puedes salir al jardín; Aiden está fuera con Lucy. Creo que voy a mantener a mi mujer lejos de los Connor por hoy.
¿Cuánto tiempo había pasado desde que Adeline me miraba como Olive miraba a Jason? ¿Años? ¿Cuándo había cambiado todo hasta el punto de que apenas reparaba en mí? Con esos pensamientos amargos en la mente, salí en busca de mi hijo, que estaba durmiendo en un sofá, con los brazos y las piernas abiertas, cubierto por una manta de un suave color nude.
Fruncí el ceño, mirando a mi alrededor. ¿No acababa de decir Jason que Lucy estaba con él? Escuché una voz débil en las cercanías, así que la seguí hasta el lateral de la casa.
—Te comenté que me quedaba con Olive, Catherine. No. Bueno, entonces se lo comenté a tu buzón de voz… No. ¿Cómo podía imaginar que querías hacer algo especial por mi graduación? Tienes razón, lo siento.
El tono de su voz y la forma en que tenía los hombros hundidos pegaban tan poco con la mujer que había conocido hasta ese momento que me detuve en seco. Era evidente que se trataba de una llamada telefónica privada, y quise darle privacidad. Debía hacerlo, pero luego pensé que ella tampoco había seguido un juego limpio. Así que, en lugar de irme, me apoyé en el árbol más cercano y me puse a oír sus respuestas.
—Catherine, en realidad estoy ayudando a Olive. No he dicho eso… Lo sé… Lo sé… —Empezó a caminar, y si hubiera girado un poco la cabeza me habría visto, pero la noche ayudaba a ocultar mi presencia—. Ese es el problema. Creo que no quiero ser contable… Sí, soy consciente de ello, pero la única razón por la que elegí esa especialidad fue porque tú querías que la hiciera. Recuerdo como si fuera hoy el día que me dijiste que dejarías de pagarme la matrícula si se me ocurría cambiar… Sí, lo sé.
Se quedó quieta, y yo contuve la respiración.
—Lamento todos los problemas que te he causado, Catherine, pero solo tenía cinco años cuando ella me dejó contigo. No tuve nada que opinar al respecto. Nunca fue una decisión mía… Me gustaría que estuvieras orgullosa de mí. —Siguió una larga pausa—. Lo entiendo.
Se giró un poco y, gracias a la luz de la luna, pude ver su cara más claramente. Era condenadamente guapa, y lo parecía todavía más bajo la suave luz de la luna. Por desgracia, también era una completa chiflada; guapa, pero chiflada. Se colocó su pelo corto detrás de las orejas y cerró los ojos.
Durante un breve momento, me pregunté qué sentiría si pasara la punta de los dedos por su piel. ¿Sus labios serían suaves? ¿Me sonreiría como la había visto sonreír a mi hijo? Recordé el día en que la encontré en el jardín, empapada y cabreada. Si había de ser sincero, habría reconocido que me hubiera gustado sentir su cuerpo contra el mío, percibir su respiración entrecortada, su mirada ardiente. Durante una fracción de segundo, me excité solo de pensarlo. Si la hubiera conocido en la calle, en una cafetería, o incluso en un rodaje, no me habría importado follar con ella. Negué con la cabeza para deshacerme de esos pensamientos no deseados. Era la última persona con la que habría considerado estar. No era un suicida. Había millones de mujeres guapas por ahí.
—Siento haber resultado ser como mi madre, Catherine —espetó después de otra larga pausa—. Olive quiere que sea su agente, pero, aun así, voy a buscar trabajo… De acuerdo. Vale, quizá vaya y hable con la empresa que me has mencionado.
Unos segundos después puso fin a la llamada y apoyó la frente contra la pared. Aunque me pareciera bien entrometerme en su vida, ya que ella me había hecho exactamente lo mismo, no era lo correcto. Y, a pesar de ello, no podía irme. Me crucé de brazos y esperé en silencio a que ella me pillara observándola.
Para mi sorpresa, no tardó mucho en deshacerse de los efectos que la llamada telefónica había tenido sobre ella; tan pronto como me vio, su expresión belicosa apareció de nuevo, y por expresión belicosa me refería a que el pequeño dragón parecía listo de nuevo para escupir fuego.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, acercándose a mí.
—¿Vas a seguir preguntando lo mismo cada vez que me veas?
—Si estás en un lugar en el que no deberías estar, sí, creo que lo haré.
—Te lo pasas pipa así, ¿no?
—¿Cómo?
—Haciendo que la gente se sienta mal —expliqué—. Y, ya que se te da tan bien, asumo que no soy tu única víctima.
Mantuvo los ojos clavados en mí con una expresión calculadora durante un buen rato; luego pasó a mi lado sin volverse para mirarme siquiera.
—Todo el mundo me quiere, muchas gracias.
Tuve que reírme. Giró la cabeza para mirarme y frunció el ceño más profundamente.
—En vez de acercarte a hurtadillas a mí, deberías haberte quedado con tu hijo.
—Está durmiendo —le recordé—. Sin mencionar que, una vez que está fuera de combate, nada puede sacarlo del sueño hasta que esta a punto de despertarse. Y tengo que recordarte que eres tú la que lo ha dejado solo.
—Estaba con Olive, y no importa lo que digas: podría levantarse y caminar sonámbulo hasta la piscina. Deberías cuidar mejor de él.
Fui hacia ella y la alcancé antes de que pudiera llegar a la zona donde Aiden estaba durmiendo. La agarré del brazo y la obligué a girar para que me mirara.
—Esta es la segunda vez que insultas mis habilidades como padre —dije con los dientes apretados mientras bajaba la cabeza hacia ella—. No te gustará lo que pasará como lo digas una tercera vez. —¿Cómo era posible que se las arreglara para dar con la tecla que me hacía saltar casi cada vez que abría la boca?
—Te reto a que lo intentes. —Me miró con los ojos entrecerrados, y movió los hombros para intentar zafarse—. Quítame la mano de encima.
Me avergüenza admitir que tuve que obligarme a soltarla. Di un paso atrás. ¡Dios!, ¿por qué conseguía cabrearme así? Hasta ese momento, cada vez que intentaba mantener con ella una conversación civilizada acababa igual que cuando habíamos empezado—. Y pensar que estaba considerando ofrecerte trabajo…
Frunció el ceño, e inclinó la cabeza a un lado.
—¿Qué trabajo?
—¿Con quién estabas hablando?
—¿Qué trabajo?
—¿Con quién estabas hablando, Lucy?
—¿Qué trabajo, Adam?
—¿Alguna vez te ha dicho alguien lo insufrible que eres?
—¿Qué puedo decir? Parece que sacas lo peor de mí.
Nos miramos con los ojos entrecerrados, perfectamente quietos. Decidí ignorar que bajó dos veces los ojos a mis labios, y di otro paso atrás. Tenía la sensación de que si nos quedábamos demasiado cerca el uno del otro durante más de unos minutos, me haría arder con ella.
Seguimos mirándonos. Era inevitable no mirarla cuando estaba cerca.
Ella resopló y se frotó los ojos.
—De verdad que sacas lo peor de mí. Es sencillo: creo que no me caes bien —admitió.
«¡Cuánta sinceridad!».
—Creo que tú tampoco me caes bien, así que no tienes que sentirte culpable ni nada.
—No era el caso, pero gracias.
¡Dios, era insufrible!
Respiró hondo y luego se estremeció de forma visible, seguramente para relajar los músculos.
—Estaba hablando con mi abuela. No es algo que hagamos con frecuencia, así que estoy un poco… tensa, supongo.
—De eso ya me he dado cuenta. ¿Así que estás buscando trabajo?
—Creo que sí.
—¿No lo sabes?
—Sí, estoy buscando algo. He estado buscando. También estoy ejerciendo temporalmente de agente de Olive, por lo que estoy intentando conseguir un buen contrato para sus próximos libros. Hasta ahora no me gusta demasiado lo que le ofrecen. —Se encogió de hombros—. No estoy segura de lo que hago, pero parece que ella confía en mí, así que no pude decir que no. Solo trato de ayudar, así que espero no estar metiendo la pata.
Como se empezaba a comportar como una persona bastante normal, me relajé.
—Me parece que estás haciendo todo lo que haría un buen agente.
Era cierto.
—Tal vez. Me he especializado en negociaciones, pero no sé si lo haré bien como agente. De todos modos, acepto —anunció, y esperó expectante.
—¿Aceptas qué? —pregunté, sin entender.
—He pensado que es mejor ahorrarte la molestia.
—¿De qué demonios estás hablando ahora?
—¿No me vas a pedir que cuide a tu hijo mientras estás de rodaje, o lo que sea que hagas? Jason se pasa mucho tiempo rodando, así que he asumido que estabas…
Levanté la mano para interrumpir su frase.
—¿Cómo sabes que…? No importa. En realidad, pensaba preguntarte si podrías cuidarlo algunos días más. Por alguna razón desconocida, parece que le has caído en gracia. —Había llamado dos veces a lo largo del día para hablar con Aiden, y no había hecho otra cosa que decirme lo genial que era Lucy una y otra vez. Lucy me lanzó una sonrisilla falsa ante mis propias narices, y hubiera apostado millones de dólares a que me estaba maldiciendo como un marinero mentalmente, o quizá planeando mi muerte prematura. De cualquier manera, estaba empezando a gustarme provocarla—. Solo te lo ofrezco porque no he podido encontrar a nadie a quien quiera ofrecer un contrato indefinido. —Después del divorcio, la asistente personal se había quedado con Adeline, y yo aún no había tenido tiempo de encontrar otra que me satisficiera—. Aunque no deja de ser irónico que le pida a una acosadora que cuide de mi hijo, tengo presente el hecho de que ya le has salvado la vida una vez, así que sé que mantendrás los ojos abiertos. Como un vigilante 2.0, ¿no? Además, no tengo más opciones en este momento, porque su madre está fuera de la ciudad.
—En primer lugar —empezó a decirme llena de furia—, ¿por qué siento que esperas un agradecimiento de mi parte? Ya me he disculpado por mi arrebato de curiosidad.
—Oh, entonces es así como se llama a invadir la privacidad actualmente, ¿no?
Dudé de que me hubiera oído, porque siguió hablando.
—No voy a disculparme una y otra vez, así que, si dejas de llamarme «acosadora», me convertiré en tu niñera temporal durante una semana. De todas formas, parece que solo hago cosas temporales estos días; soy Lucy, la temporal. —Se dio la vuelta y comenzó a pasearse a grandes zancadas—. Siempre y cuando no estés presente, por supuesto. No me caes bien.
La seguí.
—¿Alguna vez has tenido novio? Porque me cuesta mucho imaginarme que alguien te aguante. —Mientras la insultaba una vez más, me fijé en la forma en la que sus vaqueros oscuros se ceñían a su trasero redondo. No había nada plano en ella ni en su trasero, y sin duda tampoco en su personalidad.
Se detuvo, y casi choqué con ella. Y también estuve a punto de agarrarle las caderas, pero podemos saltarnos esa parte.
—Me imagino exactamente por qué tu esposa pidió el divorcio, señor Connor —exclamó, sin darse cuenta de lo que pasaba por mi mente—. No me ha costado nada entenderlo. Cuando tengas tiempo, por favor, dame su número para que pueda llamarla y felicitarla por tomar una decisión tan sabia.
¿Por qué noté que me palpitaba la polla cuando me había llamado «señor Connor»? ¿Y por qué me había fijado en su culo, para empezar? A pesar de todo, compartimos varias miradas hostiles y seguimos andando como si no nos hubiéramos insultado mientras le miraba el culo.
—Por supuesto, te pagaré —continué.
—Seré niñera con sueldo. Impresionante. ¿Cuánto me pagarás? Me gustaría recordarte cómo me han marcado emocionalmente esas cinco horas que pasé en la cárcel.
Ignoré el golpe.
—Dan, mi jefe de seguridad, guardaespaldas, o como quieras llamarlo, recoge a Aiden en la guardería y lo lleva a casa, así que no estarás con él todo el día.
—También puedo recogerlo yo, si necesitas que tu guardaespaldas te proteja de tus exaltadas fans. Dios no permita que pongan sus ojos en ti ni nada… ¿Qué harías sin él?
Vi el cuerpecito de Aiden, durmiendo, y, no muy lejos, a Olive sentada en el regazo de Jason. Ya que lo estaban vigilando ellos, estiré la mano para agarrar a Lucy por el brazo y detenerla. Me dije a mí mismo que era solo porque no quería que Aiden oyera mi voz y se despertara. Sí, era por eso. Pero cuando toqué su piel, estaba fría. Muy fría. Y dejé caer la mano antes de que pudiera estremecerse.
—Tendrías que firmar un acuerdo de confidencialidad.
Abrió la boca para discutir sobre ello, como yo esperaba, pero luego la cerró sin decir nada. Me observó en silencio mientras se frotaba los brazos. Noté que tenía la piel de gallina.
—Vamos adentro, estás helada.
¿Por qué pensé que me escucharía? No lo hizo; se mantuvo firme y suspiró.
—Lo firmaré. De todas formas, no tengo pensado hablar con nadie sobre ti.
—No se trata solo de mí. No puedes hablar de nada de lo que oigas mientras estés con Aiden. Ni siquiera con tus amigos.
Miró hacia sus amigos y algo cambió en su expresión. No me gustó, en especial la mirada calculadora. De allí no iba a salir nada bueno.
—Me ocuparé de Aiden, y también firmaré ese estúpido acuerdo de confidencialidad, pero tengo que hacerte una petición —dijo finalmente, dejando que sus ojos se encontraran con los míos.
—No te voy a contratar para que seas su niñera definitiva. No ha lugar para peticiones.
—Sí ha lugar: solo te voy a pedir poder dormir en tu casa durante la semana. Pasaré el tiempo con Olive después de que regreses a casa para que no me veas, pero volveré a tu casa para dormir.
Realmente confundido, fruncí el ceño.
—¿Por qué? —pregunté. ¿Acaso no la quería Jason en su casa? Es decir, no podía recriminárselo, pero, por lo que había dicho de ella cuando vino a convencerme para que retirara los cargos y renunciara a conseguir una orden de alejamiento, había supuesto que ella era una persona importante para él.
—Míralos —repuso mientras señalaba con un gesto de cabeza a Jason y Olive.
Los miré, y vi lo que ya había visto un minuto antes: a Olive sentada entre las piernas de Jason mientras se sonreían y hablaban en susurros.
—¿Y?
Lucy suspiró y puso los ojos en blanco.
—Están enamorados…
Como si eso lo explicara todo.
—Desearía entender tu lenguaje, porque creo que entonces les encontraría sentido a muchas cosas, pero no es así, así que tendrás que explicarte mejor. ¿Qué coño tiene que ver que se amen con que quieras dormir en mi casa?
Volvió a ponérsele la piel de gallina, y se metió las manos en los bolsillos traseros, lo que hizo que sus pechos sobresalieran más.
Levanté la mirada.
—Hasta hace poco, salía con un chico y vivíamos juntos, pero después de graduarnos se ha ido de la ciudad.
—Quieres decir que te dejó. Un chico listo. —Sus ojos brillaron, y apretó los labios. Sonreí—. Lo siento, ha sido un golpe bajo. Continúa.
—En el contrato de arrendamiento no aparecía mi nombre, así que me pidieron que me fuera. Ya que eres taaan inteligente, estoy segura de que recuerdas que no me llevo bien con mi abuela. Si me hubiera ido a vivir con ella… No quiero ni pensar en ello. Digamos que me roba la vida, la positividad, todo. Así que, por supuesto, Olive me acogió en su casa, y llevo aquí más de dos semanas.
—Todavía no tengo ni idea de a dónde quieres llegar con esto, cariño.
—No me llames «cariño». Es la segunda vez que te lo digo. Odio que la gente use esa palabra en ese tono.
Me observó atentamente; cambió el peso del pie izquierdo al derecho, con las manos aún sujetas en los bolsillos traseros y los hombros tensos y erguidos
Antes de cruzar los brazos sobre el pecho, le hice un gesto para que siguiera.
—Como acabo de decir, llevo aquí más de dos semanas, y este es su hogar. De acuerdo, estuvieron en Londres la primera semana, pero, aun así, ¿qué pasa si Jason quiere echar un polvo salvaje en la cocina?
La miré boquiabierto.
—No puede —continuó—. No puede porque yo estoy en su casa. No es que esté intentando espiarlos ni nada, pero ni siquiera he oído un gemido por la noche, y, créeme, Olive es de las gritonas. Además, Olive ha esperado mucho tiempo a que Jason se enamorara de ella, y merece tener sexo salvaje y demoledor todas las noches, por eso quiero dormir en tu casa. Eso les dará una semana para hacer lo que quieran donde quieran. De todas formas, espero encontrar un apartamento tan pronto como tenga trabajo.
Me había quedado paralizado, y lo único que pude hacer fue arquear una ceja. ¿Había perdido la cabeza al pensar que Aiden estaría bien si ella se ocupaba de él durante unos días? Pareció quedar satisfecha con el movimiento de mis cejas, porque asintió con la cabeza y se dio la vuelta para ir con sus amigos; solo que se tropezó con algo y no tuvo suficiente tiempo para sacar las manos de los bolsillos y recuperar el equilibrio, así que la cogí del brazo un segundo antes de que se cayera sobre una planta.
¿Creéis que me lo agradeció? Habría sido pedir demasiado.
—¡Maldita sea, Olive! —gritó en la noche—. ¡Voy a cortar todos tus arbustos con mis propias manos! —Luego se volvió hacia mí y se zafó de mí antes de que yo pudiera retirar la mano—. ¿Y qué te pasa a ti con mi brazo, por el amor de Dios? Cada vez que puedes, te aferras a él. ¿Eres fetichista o algo así?
No recordaba haber accedido a su petición, pero de alguna manera se las había arreglado para invitarse a quedarse en mi casa.