8

Adam

A pesar de las objeciones de Dan, pensaba que había tomado la decisión correcta al pedir ayuda a Lucy. Sí: por lo que sabíamos, no tenía ningún tipo de experiencia con niños, pero la había visto con Aiden, y mi hijo me había hablado mucho sobre ella. Era feliz cuando estaba con ella, y yo quería que fuera feliz. Dejando eso a un lado, sabía que ella lo mantendría a salvo. Ya lo había hecho una vez. Además, Dan la había investigado después de que saliera de casa escoltada por la policía.

Estaba limpia como una patena.

El primer día que se suponía que debía cuidar de Aiden, Dan había insistido en que pusiéramos un pequeño dispositivo de escucha en uno de los juguetes de Aiden para asegurarnos de que todo iba bien durante el día. No me opuse; se trataba de la seguridad de mi hijo. ¿Era un exagerado? A quién le importaba; mi conciencia estaba tranquila.

Cuando fui a la casa de Jason a recoger a Aiden, este seguía en pie después de una noche con solo tres horas de sueño. Hice que Lucy firmara el maldito acuerdo de confidencialidad, aunque luego se puso a refunfuñar, y salí de allí lo antes posible.

El segundo día, después de pasar un rato con Aiden, me encontré con el firme culo de Lucy subiendo el muro que separaba la propiedad de Jason de la mía. Puede que fuera una fisgona, pero estaba intentando mantenerse fuera de mi camino, lo cual era una sorpresa considerando que me había estado espiando con mi hijo sin nuestro conocimiento durante Dios sabía cuánto tiempo.

Como iba a ser la primera noche que ella pasara en mi casa, preferí que mantuviera esa distancia lo más posible. Había aceptado su ofrecimiento solo porque no contaba con más opciones. Aiden tenía tendencia a meterse dentro de sí mismo cuando no era feliz, y llevarlo al rodaje conmigo estaba fuera de consideración. No olvidaba cuánto odiaba que mis padres nos llevaran a Vicky y a mí con ellos, ya que solo era para olvidarse de nosotros durante horas mientras ellos estaban perdidos en su propio mundo. Claro, evidentemente, tenían personas que se encargaban de nosotros para asegurarse de que seguíamos respirando y comportándonos como se esperaba, pero algunos días apenas les veíamos el pelo. Sin embargo, éramos unos buenos «accesorios»: Vicky, con su pelo dorado y sus grandes ojos verdes, era el complemento favorito de mi madre. Vestía a Vicky ella misma, y se aseguraba de que la vieran, para que los paparazzi les hicieran fotos y hablaran del buen gusto de la madre con la moda. Algo parecido pasaba con mi padre y conmigo. Por supuesto no llenábamos las portada de las revistas del corazón con nuestra forma de vestir, pero ese no era el objetivo, ¿verdad? La familia Connor era una marca, y punto.

Nuestros mejores recuerdos eran aquellos en los que no veíamos a nuestros padres durante meses, cuando tenían que rodar en exteriores. No quería que le pasara lo mismo a Aiden. Ese era el objetivo.

El tercer día fue muy largo. Entre tratar de dar con una nueva empresa de relaciones públicas y rodar las escenas extra de la película, me sentí desbordado. Solo había que añadir una discusión con Adeline sobre Aiden, y otra discusión con el estudio sobre mi contrato…, y mi día fue un completo desastre. Llegué a casa a la mañana siguiente. A pesar de haber llevar despierto más de treinta y seis horas, me aseguré de pasar algo de tiempo con Aiden antes de que Dan lo llevara al colegio.

Ese tercer día no vi la cara sonriente de Lucy Meyer.

El cuarto día, cuando llegué a casa, me encontré a Lucy y a Aiden durmiendo en los lados opuestos del mismo sofá, mientras que Simba se revolcaba con Nala en la pantalla. Me quedé inmóvil y los miré en silencio. Aiden estaba durmiendo con la boca abierta como siempre, con las manos debajo de la cabeza. Murmuró algo en sueños, y luego dio unas pataditas suavemente en las piernas de Lucy mientras luchaba por darse la vuelta sobre el otro costado. Cuando desvié la mirada, me encontré mirando la cara de Lucy. Estaba acurrucada en posición fetal, con las rodillas contra el pecho. Llevaba el pelo recogido en lo alto de la cabeza, lo que obtenía una clara imagen de su cara. Podía ver un trozo de su hombro a través de la pequeña abertura de la camiseta. Parecía inocente, completamente opuesta a su papel habitual. Si no hubiera escuchado jugar a Aiden con ella, no me habría sentido seguro al dejarlo a su cuidado, pero sabía exactamente cómo pasaban sus días gracias a Dan, y todo me daba la razón en mi precipitada decisión.

La puerta se abrió y se cerró a mi espalda, y Lucy se movió. Mantuve los ojos clavados en ella, esperando que se despertara y me acusara de cualquier cosa, pero, salvo el estremecimiento inicial de sus hombros, se quedó quieta.

—¿Están dormidos? —preguntó Dan, deteniéndose a mi lado.

—Parece que sí.

—Es muy buena con él —dijo en un tono tierno mientras mantenía la vista en ellos—. Le está enseñando a cantar con su amiga, y él les está enseñando a actuar. Es bastante exigente, ojo.

—Parece que te diviertes escuchándolos.

—¡Claro! —respondió sin pensar, y yo sonreí ante su tono.

—Lucy es complicada —comenté, consciente de mis problemas para mantener los ojos alejados de ella.

Dan gruñó por lo bajo, así que me obligué a mirarlo. Me di cuenta de que sus pupilas también estaban clavadas en Lucy. Me aclaré la garganta y me fui a la cocina. Después de un segundo de vacilación, Dan me siguió. Abrí la nevera para coger un poco de agua.

—Todo parece ir bien. No había nadie esperándote esta noche.

—Eso es bueno. Parece que Adeline les interesa más que yo.

—¿Cómo ha ido la conversación con ella? ¿Crees que serás capaz de convencerla sin pasar por el juzgado?

Me incliné hacia la nevera con un suspiro.

—¿Quieres beber algo? —pregunté, sacando una botella de agua.

—Paso.

—No, no me ha hecho caso. No sé a qué está jugando, pero no va a ser tan fácil como pensábamos. Creía que ella estaría de acuerdo en todo esto, ya que Aiden es la razón por la que ha pedido el divorcio, pero quizás no ha sido así. No sé lo que pasa por su mente.

—Tal vez necesite tiempo para hacerse a la idea. Tal vez le preocupe lo que el público pueda pensar de ella si no lucha por la custodia de su hijo —sugirió Dan, apoyándose de forma casual en el marco de la puerta.

—Tal vez —convine. Tomé unos cuantos sorbos de agua—. Tal vez sea eso, quizá recapacite.

Bien sabía Dios que lo que el público pensaba de ella y lo que sus amigos decían a sus espaldas le importaba mucho a Adeline. No sería capaz de explicarles la repentina ausencia de Aiden de su vida.

—No te preocupes, acabará entendiéndolo. Además, sería difícil para Aiden verla solo los fines de semana.

—Quiero que viva conmigo, Dan —dije, mirándolo a los ojos. Dan era una de las pocas personas que lo sabía casi todo sobre la familia Connor, lo bueno y lo malo.

—Lo sé, jefe, pero estas cosas llevan su tiempo. Déjala en paz durante un tiempo. Veamos lo que hace ahora que se ha liberado de todo lo que la retenía.

Eran palabras de Adeline, no suyas. Asentí con la cabeza y me quedé en silencio. Dan se enderezó y miró por encima del hombro hacia el salón.

—Si aquí está todo bajo control, me voy ya.

—Claro. Te llamaré después, pero mañana no tienes que recoger a Aiden; le prometí que ella lo recogería en el cole. Luego tengo una reunión con la nueva empresa de relaciones públicas. —Miré el reloj que había en la pared; eran las once—. Tómate la mañana libre si quieres. Estaré en el rodaje después de la reunión.

—Pensaba que terminarías el rodaje esta semana. ¿Faltan escenas?

—Sí; Matthew, el director de la película, quiere probar un final diferente y ampliarlo con algunas escenas extra.

—Vale, ya hablamos después —dijo Dan, y luego se detuvo en la puerta del salón—. ¿Necesitas ayuda para llevar a alguno a la cama? —Arqueó una ceja mientras esperaba la respuesta. Adiviné a cuál de los dos se refería, y no me gustó.

Lancé la botella de agua al cubo de basura y me acerqué a su lado. Los dos estaban profundamente dormidos.

—No. Es probable que monte una escena y nos acuse de atacarla mientras duerme.

Dan se rio.

—Cierto. Cierto. —Dio la espalda a la escena para ponerme la mano en el hombro mientras me miraba muy serio—. Ten cuidado con ella, Adam. Puede que sea buena con Aiden, pero eso no significa que sea buena para ti.

—¿Qué coño quieres decir?

—Solo es una advertencia.

—¿Sobre qué? —pregunté en tono más duro.

Levantó las manos en actitud de rendición.

—Veo cómo la miras. Tómalo como un consejo de un amigo, nada más —dijo antes de desaparecer.

No sabía si me estaba advirtiendo porque él mismo estaba interesado en la bola de fuego o por otra razón completamente diferente. Ignoré aquella idea, y cogí a Aiden en brazos lo más suavemente posible. Sus ojos se abrieron de par en par cuando lo estaba metiendo en la cama.

—¿Papá?

—Shhh —murmuré, echándole el pelo hacia atrás.

—No te vas a morir todavía, ¿verdad? —preguntó sin apenas abrir los ojos.

Los efectos de El Rey León

—No lo tengo pensado, hijo. Ahora es hora de dormir.

—Vale… —Asintió con la cabeza y se subió las mantas hasta el cuello—. Lucy se ha puesto a llorar cuando Mufasa muere, así que la he abrazado y le he dicho que solo era una peli y que estaba siendo tonta. Tenía razón, ¿no?

—¿Se ha puesto a llorar?

—Ajá… Con lágrimas y todo, no como hace Penny en clase. La he abrazado y le he dado unas palmaditas en la espalda que le han hecho reír.

—Buen trabajo, hijo —dije, sonriendo—. Ahora vuelve a dormirte.

—Pero tenía razón, ¿no? ¿Lo he hecho bien?

—Lo has hecho bien, Aiden.

—Te quiero, papá.

Le di un beso en la frente.

—Yo también te quiero, Aiden.

Al instante se durmió.

En cuanto apagué las luces de la habitación de Aiden, mis pies me llevaron de vuelta automáticamente al lado de Lucy.

Así que había llorado por Mufasa… A pesar de todas las veces que me había dicho que me odiaba, al final tenía corazón.

Me arrodillé delante de ella y esperé a que se despertara y me gritara. Al ver que no lo hacía, me sorprendí a mí mismo al levantar una mano para tocarle con ternura la muñeca expuesta. Tal vez quería que se despertara y me gritara. Tal vez disfrutaba viendo cómo le ardían los ojos, ese destello de algo a lo que no podía darle nombre. Mis pensamientos se desviaron hacia Adeline, lo tranquila que era, lo suave que era…, a falta de una palabra mejor. Cuánto había cambiado en unos años… ¿Echaba de menos a la vieja Adeline? ¿Era otra ahora?

No me malinterpretéis: Lucy parecía una mujer tierna en general, pero había algo en ella que resultaba firme. Verdadero. A pesar de su locura, también era normal, y la envidiaba por esa libertad. Sabía quién era, y no tenía problemas para mostrarse al mundo.

Al notar que emitía un ruido suave mientras dormía, me levanté, le eché una manta fina por encima y la dejé en paz. Por mucho que me gustara tenerla cara a cara, tenía que evitar acercarme. Corta o larga, significativa o con sentido, cualquier tipo de relación con una admiradora era una idea muy mala, y Lucy Meyer lo era de la peor clase, ya que no temía enfrentarse a mí y obligarme a reconocer su existencia. Mi único objetivo era conseguir la custodia total de Aiden y ofrecerle una normalidad nueva, y tenía que recordarlo en todo momento. De todas formas, Lucy no era importante; encontraría a alguien para cuidar de Aiden mientras pasaba la semana con Adeline, y no volveríamos a ver a Lucy.

No estaba buscando un polvo rápido, ya había tenido suficientes para toda la vida, y tampoco necesitaba una relación. Lo que quería era irme a la cama. Estaba cansado y no había dormido. Necesitaba conciliar el sueño unas horas antes de que empezara otro día y volviéramos a hacer las mismas cosas.