20

Adrien

¿A quién se le ocurrió esta mierda de idea? De lo único que estoy contento es de haber aprovechado los días en París para estudiar de más. Sabía que aquí no tendría tanto tiempo, pero no me esperaba que fuese perdiéndolo con esto. Con Melisa en la misma habitación que yo es imposible concentrarse. Y no es porque no lo intente, porque os aseguro que pongo mi mayor fuerza de voluntad, ahora bien, decidle a mi cerebro que deje de hacer el cafre y de mover mi mirada hacia su dirección. Juraría que ella muy concentrada tampoco está, y eso que su cara leyendo los apuntes es digna de observar. Es belleza nata, no hay otra. Y por culpa de eso, me quedo embobado en más de una ocasión. Dos veces me he ido al baño ya por si refrescándome un poco volvía a recobrar la compostura y me centraba en lo importante.

Pero, claro, que esté mordiendo el lápiz de una manera tan sensual no ayuda mucho. Más les vale que sea el último día que pasamos aquí antes de terminar los exámenes, si no, no me quedará otra que desvincularme de ellos y encerrarme en casa. Llevamos cuatro horas aquí y, probablemente, solo hemos aprovechado media. O tal vez solo sea yo el que tiene la cabeza en otra parte y no les esté prestando atención, que también podría ser.

—¿Qué escuchas? —Cedo a mis impulsos y le saco un auricular aprovechando que han decidido hacer una pausa para comer y Biel y Blanca están pidiendo Glovo—. Perdón —me disculpo al ver que la he asustado.

—No te va a gustar. —Su sonrisa induce a pensar que la han pillado haciendo algo que no debe—. Simplemente, me pongo música sin letra para no desconcentrarme. —Ahora se ríe abiertamente—. Es que me distraigo fácilmente. —Pues hoy diremos que estamos a la par.

—¿Por algo en concreto? —vamos a indagar.

—No, soy de las que no sabe estarse quieta, vengo a la biblio por si la presión social hace que me aprenda los apuntes.

—¿Y funciona? —Porque a mí hoy me está pasando justo lo contrario.

—Funcionaba hasta que llegaste tú. —Pam, bien directa.

—No quería molestar —me medio disculpo, pero sin alejarme.

—Pues deja de levantarte cada dos por tres y enseñarme el culo o de mirarme con esa sonrisa que solo hace que provocarme pensamientos impuros. ¡Déjame que me concentre! —Yo, de verdad, que no sé si reírme porque parece enfada, pero a mí me ha provocado otra cosa.

—¿Así que te distraigo? —Ahora me acerco más.

¡Ay por favor! Yo no puedo con él —dice levantándose—. Seguiré estudiando en casa esta tarde.

—No seas tonta —le replica Blanca—. Vamos a buscar bebidas y cafés y ya verás que se te pasa.

Entre bufidos veo que acepta y que se coloca la chaqueta para acompañar a Blanca. Ni que le hubiese dicho algo inapropiado, solo quería acercarme a ella y aprovechar el parón de una manera beneficiosa. No negaré que me gustar saber los detalles que ha contado, pero no es buena idea porque solo tengo ganas de seguir acercándome a ella. Y eso no es bueno, ni para ella ni para mí.

Los chicos se ríen mi cara, que debe ser todo un poema y Biel mke dice que me relaje un poco, que como la líe con Melisa va a terminar recibiendo él de Blanca y es lo último que quiere. Pues tal vez debería planteárselo, dicen que los polvos de reconciliación son los mejores y que cuando se está alterado es cuando más tensión existe y por eso es mejor. Y digo dicen porque no lo he experimentado. No, no he tenido pareja como para enfadarme y tener que reconciliarme y no he pasado por ello, mis líos tampoco me han montado escenas que acabaran así. Todo tiene su tiempo, imagino.

Otro dato que añadiré que todas sus caras me están conquistando, hasta cuando intenta poner cara de enfadada, que poco le dura. Me está creando demasiada curiosidad y no voy a esperar a febrero para cobrarme ese café, más que nada, porque no creo que aguante hasta entonces para hacerlo y no puedo dejar que intervenga en mis pensamientos cada dos por tres y, mucho menos, en esta época. Qué manda cojones, podríamos habernos conocido en verano o al inicio del curso y a estas alturas ya estaría superado.

Cuando vuelven, parece que las aguas se han calmado un poco, también ayuda que la comida esté ya sobre la mesa y que Roc y Thiago se hayan sentado a mi lado para evitar que tenga que hacerlo ella. Me han jodido los planes, pero imagino que lo han hecho por el bien común. Ni siquiera se ha dignado a mirarme en ningún momento. Ha cogido su pedido y su Coca-cola, se ha vuelto a poner los cascos, ha puesto las piernas encima de la silla y se ha centrado en sus apuntes. La que no ha podido contener la carcajada ha sido Blanca. Y luego me ha venido a decir que ya se le pasaría. Ese es un comportamiento infantil, pero no voy a ponerme a juzgarla ahora, porque la rabieta, tengo que reconocer, me produce gracia y ternura a la vez. Será que no estoy acostumbrado.

La tarde pasa mucho más relajada, ella sigue en su burbuja, no se ha molestado en entablar conversación con nadie, y los chicos hemos aprovechado un poco más que por la mañana, al menos yo, que he podido centrarme más.

A las ocho de la tarde consideramos que ya es hora de irnos, la biblioteca cierra en media hora y, aunque tiene un ala que está abierta por la noche, aún no estamos tan desesperados para quedarnos aquí. Sé que Blanca se va a casa de Biel, ya que es la última noche antes de que vuelva su madre para Reyes y querrán aprovechar, así que voy a utilizar el último cartucho.

—¿Te acompaño? —le digo cuando ya hemos salido todos—. No vayas a volver a decirme que te sabes el camino —prefiero adelantarme.

—Es que me lo sé, pero está bien, te debo una disculpa. —Sigue sin mirarme, pero, que haya accedido, ya es un avance por lo que no me voy a quejar.

—No hace falta, yo también venía con la intención de aprovechar más el día y cierta chica me ha jodido los planes.

—No es necesario que me comas la oreja, sigo pensando que es todo más fácil y sabiendo lo que quieres, ya tendremos ocasión.

—Por partes, lo he dicho de verdad, no me conoces mucho, pero ya te digo que no soy de regalarle los oídos a nadie, y eso último no me ha gustado. Quiero el café que me debes.

—Y acabar en la cama —termina ella la frase—. No hay que adornar las cosas. Además, iba a ser muy sencillo para mí, pero lo complicas todo cuando intentas mostrarte amable y te acercas de esta manera. —Yo estoy como un poco alucinando.

—¿Por qué complico las cosas? ¿Qué iba a ser sencillo? —Estoy más perdido que Wally.

—Pues que tenía interés en ti, pero para disfrutar, nada más y, de repente, ahora parece que eres encantador y eso no me gusta, porque…

—Termina la frase. —Quiero que lo haga porque yo tampoco estoy entendiendo lo que me provoca.

—No, da igual. Tendremos ese café y ya veremos. Buenas noches, Adrien.

Quería frenarla, pero me he quedado un poco paralizado. Ha sido verla un poco abatida y no me ha gustado, no sabía que decir. No soy experto en esto y tampoco entiendo lo que me está pasando, así que es complicado comportarse correctamente. Hoy nada de beso de despedida, hoy me he quedado un poco frío. Melisa habla sin tapujos en muchas ocasiones, en otras hace como que se calla algo y, al final, te acabas quedando a medio camino y con la mitad de la información. Yo no estoy intentando ser encantador, comerle la oreja o regalarle los oídos, simplemente, estoy siendo yo y hago lo que me sale con ella. Tampoco esperaba que me despertara cosas y que tuviese ganas de más que de llevarla a la cama. Tengo ganas de ese café no por lo que pueda pasar después, sino, también, porque me gusta hablar con ella, estoy a gusto y sé que tiene mucho que ofrecer. Ya dije que me iba a dejar llevar y lo voy a hacer. No voy a frenarme y espero que haya avanzado lo suficiente con el estudio, porque no voy a querer solo un café y no voy a esperarme a terminar los exámenes.

Adrien: He decidido que voy a cambiar el café por una cita. Y sí, he dicho cita y no voy a aceptar un no por respuesta, solo quiero saber qué día te va bien y espero que sea pronto, dejaremos entonces las cartas sobre la mesa. Buenas noche, Melisa.