29

Melisa

Yo sola me meto en todos los fregados posibles, porque, claro, enmedio de besos perfectos, miradas increíbles y la complicidad que se respiraba en el ambiente, era totalmente imposible negarme a cenar con él. Negarme a cenar los dos solos en su casa habiendo terminado exámenes. Sabiendo que nadie podría interrumpirnos, sabiendo que tendríamos toda la noche, sabiendo que no habría prisa por poner fin a esos besos… o queriendo experimentar algo más. Vale, no, con todo eso en el saco, era imposible decir que no a esa invitación. 

Ahora bien, solo espero que apruebe el examen de ayer, porque si logré concentrarme más de cinco minutos seguidos mientras estudiaba, fue todo un milagro. Y solo faltaba que Blanca terminase un día antes y me diese la tabarra toda la tarde. No solo ella, sino compinchada con mi hermana Chloé que parece que para estos salseos o para burlarse de mí siempre puede hacer un hueco. Con este panorama es imposible que mi cerebro se desarrolle correctamente, si es que yo tengo que estar majareta a la fuerza porque la locura en mi casa viene de serie.

—¿Quieres que te acerquemos? Lucas me recoge en cinco minutos. —Irrumpe mi hermana el baño cuando estoy haciendo el último pipí nervioso, ni intimidad tengo ya.

—¿Le has dicho a dónde voy? —Yo misma me doy una hostia porque es evidente de que secretos entre estos dos pocos—. Déjalo, ahora pediré un taxi.

—No seas tonta, Lucas no hará comentarios, espabila que te espero abajo.

Todo el mundo me mangonea. Por poco no me dejan ni escoger la ropa que llevo, que aquí todas tienen un máster en seducción. Lo que no entienden es que ya estoy suficientemente nerviosa, no necesitaba ninguna ayuda extra.

Bueno, termino de hacer mis necesidades, que si sigo con estos pensamientos no salgo del baño en horas. Sí, perdonadme, pero los nervios me hacen mearme, algo que no tiene explicación, pero que mi cuerpo entiende. Me doy un último vistazo al espejo solo para comprobar que todo sigue en su sitio. Una manía, también, porque dudo mucho que me haya dado tiempo a cambiar en menos de diez minutos, pero, en fin, que a una le gusta mirarse y sentirse guapa; a veces te hace sentir más segura, y todo lo que sea sumar autoestima, bienvenido sea ahora mismo.

Cuando llego al coche, solo tengo que ver la sonrisita de Lucas para saber que está al corriente de todo y que encima cree que él tuvo que ver con su aparición estelar del otro día. Que en parte sí, para que negarlo, pero, para lo que vino a hacer, se podría haber quedado en casa. Que le faltó tiempo para correr y que Chloé no quedara con Fer, si es que cuando los celos le acechan…

—Sigo esperando que compenses lo del otro día. —Mejor mostrarse con seguridad antes de que se metan conmigo.

—Mi gran aportación se resume en la cena de hoy. —Sí es que ya decía yo…

—Chloé te está pegando demasiadas cosas. —Porque en principio él era el chico bueno.

—Todas buenas. —Se ríe la aludida —. Si quieres te damos unas clases para esta noche…

— Mejor, no, con que me llevéis y estéis calladitos me conformo. — Ya no necesito más material para mi cerebro.

—Pero mañana acércate a las oficinas a comer y nos pones al día — menciona Lucas.

—Como te gusta el cotilleo… Anda conduce.

Si es que este ya ha encajado a la perfección en la familia, donde haya un buen salseo o una buena telenovela, todos quieren saber más. Pero va listo si piensa que soy tan abierta como mi hermana y les voy a dar detalles en primicia. Que, a ver, tampoco voy con muchas expectativas. O sí. No lo sé. Ahora mismo estoy entre un mar de nervios y un mar de dudas. ¿Qué me está pasando? Sí, cuando dije que sí, hipnotizada por toda la atmosfera que se había creado, mucho me temo que mi visualización era él y yo dando rienda suelta a la imaginación y disfrutando el uno del otro sin impedimentos. Es decir, objetivo principal cumplido, misión lograda y listos para pasar página. Porque esa era la intención, ¿no? Un revolcón y para casa. Y ahora, ahora todo se complica. Porque nos hemos dado besitos de adolescentes que, al fin y al cabo, es lo que somos, hemos alargado el momento, hemos creado una complicidad y vamos a cenar como si fuésemos una especie de pareja. Red flag. Totalmente lo que quería evitar. Pero, eso ¿cómo se hace? Yo no decidí meterme en este embolado. O un poco sí, tampoco me voy a quitar todas las culpas de encima, pero no era mi intención. Y la intención es lo que cuenta, según dicen.

Vale, ya le doy al pause. O al stop. Se me está yendo la cabeza. Y solo porque estamos llegando a su casa y ya no sé cómo ponerme. Esto no está hecho para mí. La otra vez fue diferente porque me recogía, fuera de casa, al aire libre, a la vista de todos, e íbamos a un sitio público, que tampoco tengo miedo de que se propase, las clases de defensa personal de Fer y Jaime las tengo muy en mente, pero yo me entiendo y mi corazón bombea más rápido de lo que debiera. Digamos que tampoco ayudan las miradas que se van echando los dos tortolitos de delante. Quién la ha visto y quién la ve. Por lo menos, a mí me han dejado tranquila. Bueno, eso pensaba hasta que han parado.

—¿Necesitas condones? —pregunta Chloé sin venir a cuento.

—¿Tú eres tonta?

—Aquí estoy con ella. —Cómo sí solo fuese en eso—. Tu hermana mira por ti, Mel, siempre preparada.

—Idos un poco a tomar por saco. —Me bajo del coche antes de que iniciemos una charla que no viene al caso.

—Pórtate bien, hermanita —grita ella desde la ventana.

Suerte que me han dejado en la esquina y no hay riesgo de oídos indiscretos, porque, si no, empezaba de nuevo haciendo el ridículo. No ayudan, no ayudan. Además, esta se cree que no sé que, mientras terminaba de peinarme en el baño, me ha colocado dos en el bolsillo pequeño del bolso. Cómo si no la conociera suficiente. Pero, vamos, que con la imagen que tengo de él, dudo mucho que no tenga un arsenal en algún cajón de su habitación.

Vale, ya me estoy volviendo a encender. Y ahora, ¿cómo debo saludarlo? Dos besos, ¿no? Yo lo vería correcto. ¿O dejo que se acerque él y decida? Qué momento más incómodo. Ya me estoy imaginando el acercándose, yo girando la cara y no sé… todo un desastre. Segunda cita y ya estoy delirando. Esto no puede ir de ninguna manera por buen camino. Pero, allá que voy. Las Prieto no somos ningunas cobardes y si ya he llegado hasta aquí y me he preparado, al menos, físicamente, para lo que tiene que venir, no me queda otra que tirar hacia delante. Eso lo digo con la boca pequeña y, mucho más, después de picar al timbre y de verlo al otro lado. O, mejor dicho, después de inspeccionarlo y quedarme embobada con su sonrisa. Es guapo y lo sabe. Es guapo y se aprovecha de ello. Es guapo y se…, un momento, ¿se está riendo de mí?

—¿Te estás riendo de mí? —Anda, que empezamos bien.

—No sé si ya has terminado con el repaso. —Disimular nunca ha sido mi fuerte—. Tú también estás muy guapa.

—Nadie ha dicho que tú lo estuvieras… —Solo falta subirle un poco el ego.

—Anda, ven aquí.

No ha tenido que usar ni fuerza porque, ya con cogerme de una manera tan cariñosa la mano, me ha ganado. Y mucho más cuando no ha hecho ningún amago raro y se ha lanzado a por un beso. Si alguien quiere venir a rescatarme, que no tenga prisa, creo que prefiero estar aquí un rato más, luego, ya veremos cómo salgo de esta.