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Adrien

Os dije que los días en París se me pasaron muy lentos, ¿no? Pues nada en comparación a lo que han sido estos dos días. O este día y medio. Después de la noche del miércoles, parece que mi vida esté en pause continuo, porque me cuesta pasar el tiempo y solo hay una cosa que me ocupa la cabeza. Menuda tortura la mía. Solo soy capaz de repetir la noche una y otra vez. De intentar buscar una explicación lógica o cualquier cosa que pueda convencerme de que no fue tan perfecta como la estoy pintando yo. Por suerte, ayer me quedé en casa todo el día y apagué el móvil para no desconcentrarme o para no caer en ninguna tentación. Tengo el último examen esta tarde y necesito que salga bien. A los chicos les dije que ya les contaría y, mucho me temo, no lo van a dejar pasar. Si no me han dado la tabarra es porque ellos mismos se han percatado de que es más grave de lo que aparentaba. Que, a ver, tampoco hay que hacer un drama, no seré el primero ni el último chico de veinte años que haya conocido a una chica que le interesa, pero, conociéndome o sabiendo todo lo que pienso al respecto de las relaciones, sí que puede ser más grande la bomba. Y me ha dado fuerte, porque solo pienso en terminar el examen de hoy y poder llamarla para fijar una hora para verla. Me da igual si es de madrugada, pero necesito verla cuanto antes y, si se puede, volver a perderme en ella.

Ahora mismo estoy esperando a que Roc y Biel bajen de casa del primero, han comido juntos, y así, al menos, pasamos el trámite de los últimos nervios los tres. Lo que no esperaba es que con ellos apareciese Blanca también y, mucho menos, que me sentara tan mal el comentario que me hace.

—Vaya, si estás vivo y todo, anda que la tienes contenta. — Eso ha ido directo a las pelotas.

—¿Qué he hecho ahora? —dije que nos veríamos el viernes y tengo pensado cumplirlo.

— Pues… desaparecer. ¿No has pensado que podrías haberle dicho algo? ¿O ya has conseguido lo que querías y borrón y cuenta nueva? —Aquí vuelan los puñales, me gusta que tenga amigas así, pero que no he hecho nada malo.

—Simplemente, me encerré a estudiar, —no considero que sea un crimen—, pero la llamaré al salir hoy.

—Pues veremos si te lo coge —y, dicho esto, le da un beso de despedida a Biel y se larga.

—No quiero comentarios —les advierto antes de que puedan abrir la boca.

—¿Ni decirte que la has cagado? —Roc nunca sabe mantenerla cerrada.

—Si realmente te interesa, no te costaba nada decir algo. ¿O piensas que la llamarás cuando termines y ella estará esperando en casa para veros? —Biel le acompaña metiendo el dedo en la llaga.

—Simplemente, no pensaba, ¿contentos? —vamos a empezar a ser francos—. Sabía que si iniciaba una conversación, no tendría ganas de frenarla y necesitaba concentrarme. Apenas nos conocemos y sabéis que no soy de los que está todo el día con el móvil ni de a los que le van los mensajitos. Si quiere conocerme, tendrá que conocerme a mí, no a un ideal de pareja que aparece en la tele.

No voy a darle más bombo al asunto porque no hace falta. Ni que fuésemos pareja o nos hubiésemos prometido amor eterno. Que sí, podría haberle enviado un mensaje de buenas noches o preguntarle qué tal las vacaciones o decirle esta mañana si le apetecía vernos más tarde o qué plan tenía, pero todo esto es nuevo para mí y no puedo dejar de ser quien soy de la noche a la mañana. Las cosas con calma seguro que van mucho mejor.

Afortunadamente, como es el último examen y lo consideramos muy importante, dejan el tema de lado y nos ponemos a repasar de camino a la universidad. Esta es la parte buena de los amigos, que saben dónde están los límites y, aunque te digan las cosas claras y las verdades, saben cuándo deben cambiar el rumbo de la conversación. Tampoco sé si piensan que voy a acabar como Biel, porque este ha pillado la directa y parece que las cosas con Blanca avanzan adecuadamente y a pasos agigantados. Qué bien por ellos, pero yo no sé si seré capaz de tener algo así.

En fin, se acabó el tema porque necesito centrarme en las tres horas que me vienen encima. Puedo ser muy cabra loca, pero, cuando toca centrarse, también soy el primero en comportarme. Y el tema de los estudios es algo que tengo muy claro: no se llega a dónde se llega sin esfuerzo y quiero obtener algo por mí mismo y que sea bien merecido.

Tres horas en las que la concentración ha sido máxima y agradezco tener esa capacidad cuando el temario me gusta. El examen ha resultado ser un poco más complicado de lo que esperaba, pero creo que lo he resuelto. Por las caras del resto, creo que todos pensamos lo mismo. El cruce de miradas con Roc me confirma que sabe lo que estoy pensando y que no me apure, que ellos me esperan en el bar, pero que puedo ausentarme para realizar la llamada con la que llevo pensando desde que me he levantado.

Tres llamadas. Tres no contestadas. ¿Se habrá enfadado de verdad? ¿Estaba Blanca en lo cierto? ¿La he cagado tanto por no decir nada en dos días? Qué mal se me da leer a las mujeres. O entenderlas. O solo fuera de la cama. Y, ahora, ¿qué se supone que debo hacer? ¿No existe ningún manual al respecto? Para una vez que me apetece, que quería hacer las cosas bien, que parecía que había encontrado algo bueno, va y, sin querer, la cago. Porque ha sido totalmente sin querer.

—No te rayes, Blanca ha colgado una story en Instagram, entraban a un spa, así que no debe tener el móvil encima —me asusta Biel por detrás.

Ni si quiera la sigo en las redes sociales, así que no estamos tan avanzados. Eso me permite respirar un poco y dejar de pensar que está pasando de mi cara, porque sobra decir que, de ser así, me afectaría algo más de lo que me gustaría.

—¿Crees que me estoy volviendo loco? —Quizás él sea el que más pueda entenderme ahora mismo.

—Yo estoy de puta madre con Blanca y no me arrepiento de ir rápido, así que te diría que te tirarás a la piscina sin pensarlo si Melisa te gusta.

—¿Qué quieres decir con tirarte a la piscina? —A ver si hablamos distintos idiomas.

—Que seas claro con ella desde el principio. Si quieres ver a dónde va, si quieres centrarte solo en ella, si quieres exclusividad… Cualquier cosa, ve con la verdad por delante. Disfrútalo mientras dure, porque, al menos, por mi corta experiencia vale la pena.

—Ahora voy —le digo justo cuando veo que mi móvil vibra y su nombre aparece en la pantalla.

—¿Cómo ha ido? —pregunta Melisa en cuanto descuelgo.

—¿No estás enfadada? —Oigo que se ríe—. ¿Blanca me ha tomado el pelo? Vale, mejor no contestes, no quiero quedar como un pardillo. Ha ido bien, pero mejor te cuento tomando algo después de la cena, ¿te parece? Si no ceno con los chicos hoy, me capan.

—Me apunto a esa copa, y resérvate la comida de mañana, creo que me he metido en un lío, pero no te entretengo más, dime algo cuando terminéis de cenar y nos vemos. Un beso, guapetón.

Y cuelga. ¿De verdad esta ha sido nuestra conversación? Yo es que no doy crédito a nada de lo que sucede. Blanca se ha reído de mí a gusto, seguro, y a mí me ha hecho pasar un mal trago. Pero cómo se iba a enfadar Melisa si realmente parece un encanto. Lo que no me ha dejado tan tranquilo es que se haya metido en un lío. O, tal vez, el que se está metiendo en uno soy yo. Pero paso a paso y, como ha dicho Biel, dejándome llevar, ya veremos lo que viene. Por el momento, vayámonos a cenar que así la copa llega antes.