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Melisa

Me temo que todavía estoy intentando procesar lo que acaba de suceder cuando oigo el portazo que da Lorena al cerrar. No porque sea el niño al que más odié en su día, sino porque odié a su padre, lo odiamos todos. Destrozó a mi tía. La partió en dos. La engañó. La manipuló. Y todo lo que vino después, nos lo comimos nosotros. Yo solo tenía siete años cuando sucedió, pero me acuerdo muy bien de casi todo. Fue una época bastante negra para la familia, el antes y después de mi tía.

—No quiero ser un insensible, pero alguien ha pensado que el chaval no tiene que pagar los errores de su padre —Jaime rompe el silencio.

—¿Cómo estás? —Se me acerca Lucas, que el pobre tampoco debe saber de qué va todo esto.

—Bien, y creo que Jaime tiene razón —me atrevo a decir.

—¿En serio Mel? Juraste odiar a ese niño hasta el fin de sus días —habla Chloé, la dramática.

—Tenía seis años y me estampó mi tarta de cumpleaños en mi fiesta. Pues claro que quería odiarlo, pero ahora ya no sé si puedo. —La sinceridad siempre ha ido por delante en esta casa y sobra decir que estoy más enganchada de lo que me gustaría como para cambiar mis sentimientos.

—Vayamos por partes y siento ser yo el portador de malas noticias —interviene Fer—. A mí no me gustaría que te hiciesen daño Mel. ¿No sé había ido a Francia?

—Su padre vive ahí, pero él está aquí con su madre, y creo que la relación con él no es muy buena. —Y espero que sea por lo que estoy pensando.

—¿Alguien puede ponerme al día? —Sí, será mejor que alguien le cuente las cosas a Lucas en lo que yo me voy a por agua y a reponerme un poco.

También estaría bien que os contara algo a vosotros. Y, de paso, añadir que no creo que él sea el culpable de nada. A pesar de entender la reacción de Fer o de Lorena, no comparto las formas. Me parece que vamos a tener una conversación Adrien y yo, espero que pronto. Nunca hemos sido partidarios de que todos los chicos son iguales, de encasillarlos a todos en el mismo bando, por lo que sería hipócrita si ahora consideráramos que Adrien es como su padre o capaz de hacer lo que hizo. Que todo podría ser, pero prefiero quedarme con que no. Porque su educación viene de dos partes y si vive con su madre, quiero pensar que es porque los valores que le ofrece esta son mucho mejores que los que les daría el otro. Además, hace ya más de diez años que todo sucedió, y aunque fue muy duro, el daño no es el mismo. O eso quiero pensar. No sé dónde irá lo nuestro, si es que va a algún lado, pero de ser el caso, no me gustaría que mi tía fuera con prejuicios o que mis padres no lo aceptasen de la misma manera que yo.

En fin, que me voy a volver a ir por las ramas antes de contaros nada. Sebastien era el jefe de mi tía y su supuesto novio. Voy a hacer un resumen bastante corto porque no merece la pena revivirlo todo y porque así queda todo más clarito y no hay dudas al respecto. No fue mi historia y no estoy para dar detalles de lo que no me pertenece. He dicho novio porque ella lo vivió así, ella lo presentó así y él la trataba como tal. Venía a comidas familiares, vino a algún viaje y, sobre todo, la hacía feliz. Tal vez la tenía más consentida de lo normal, pero aquí que cada uno viva las relaciones como quiera. Pues bien, hasta ahí parecía todo correcto, solo que, cuando llevaban más de un año, ella se enteró de que tenía un hijo. Alguien que salió de la nada, de repente, y que no entendimos porque se lo calló. Tengo vagos recuerdos de cómo se dio la noticia, sin embargo, mi tía lo encajó bien. No supuso ningún drama, solo una sorpresa. Lo aceptó. A esas alturas, ya estaba enamorada y ese detalle no iba a ser un freno.

Claro, no hubiese sido un freno si no hubiese sido el primer palo de muchos. Cinco meses después, mi tía se quedó embarazada. Un regalo decía que era y en su momento más pletórico de la relación. Más tarde me enteré de que era un regalo porque mi tía tenía problemas en ese aspecto y pensaba que nunca podría ser madre cuando siempre había sido su sueño. Pues el boom más grande llegó con ese regalo y de forma envenenada. Sebastien no solo tenía un hijo, sino que seguía casado y todas las noches que no compartían y las ausencias de trabajo, no eran eso, sino momentos con su verdadera mujer. Había estado jugando a las casitas, a las dobles vidas destrozó más de un corazón. No valieron las excusas, ni las suplicas ni nada de todo lo que intentó. Cuando has estado tanto tiempo engañando de esa manera, no hay forma posible de justificarse. Debo aclarar que, en algunos bajones de mi tía, seguramente, hubiese terminado perdonándolo, el amor es lo que tiene que te ciega por completo. Gracias a que mi padre se interpuso y marcó muy claro las normas. Eso terminaba en ese instante y de la manera más drástica posible, cortando todo vínculo y que él se encargaría de que se cumpliese.

Algo que tampoco hizo falta y que demostró una vez más la poca vergüenza que tenía ese hombre. Soltó que se iba a Paris y desapareció. Mi tía pensó que lucharía un poco más, que mostraría algo más de interés, pero fueron ilusiones vanas. Ahí quedo marcado cuanto la había querido, que era lo mismo que nada. Y ni siquiera sabremos si fue la única o la lista era más larga. Después, vinieron días muy duros en mi casa, ya que mi tía se instaló con nosotros y, aunque yo era pequeña, recuerdo ver que siempre estaba apagada, triste, que lloraba a todas horas y ni que mis payasadas o las e Chloé lograban animarla. Un mes más tarde, perdió al bebé, según dicen porque dejó de cuidarse y todo ello repercuto también en el crecimiento del niño. Hay quienes dicen que fue lo mejor, porque hubiese sido un recuerdo doloroso, hubiese traído más problemas y no sé cuántas cosas más. Para los más cercanos, sabiendo la ilusión que tenía mi tía por tener un descendiente, eso la terminó de matar.

Casi tres años estuvo en depresión y, aunque mejoró, nunca ha vuelto a ser la misma. Hay gente que no lo entenderá, que considerará que fue una relación corta, pero todo depende de la intensidad, y aquí los Prieto amamos a lo grande. Este es un poco el resumen de lo que sucedió, y los Guyot se llevaron una etiqueta que, visto lo visto, todavía no se ha olvidado. Y no digo que debamos olvidarla, pero tampoco podemos precipitarnos. Adrien quizás también lo pasó mal, era un niño como yo o tal vez piense como nosotros y no apoye el comportamiento de su padre.

—Pienso como Jaime, no lo conocemos lo suficiente, pero dudo que Adrien fuese capaz de hacer algo así. —Si es que mis cuñados son lo más.

—Ahora no, pero nadie dice que no lleve algo en los genes.

—¿Esto te enseñan en Medicina? —le rebate Chloé a Lorena—. El puterío no se transmite de generación en generación, sale natural.

—Pues no me voy a arriesgar a que pueda suceder. —Cuando le sale la vena protectora…

—Yo debo admitir que de primeras me ha subido el cabreo y siento haberlo tratado así pequeña, pero, como he dicho, no quiero que te hagan daño. —Calla, Fer acaba de poner los pies en el suelo—. Ahora bien, pienso tenerlo vigilado.

—¿Eso significa que puedo retirarme para ver si todavía quiere hablar conmigo? —Porque tal y como se ha ido de casa, no sé yo si le apetecerá mucho…

—Lo más justo es que tengáis vosotros una conversación. —Es Jaime, que es el que faltaba.

Pues que no me lo digan dos veces, después del show que han montado sin dejarle ni hablar, temo que haya puesto la cruz definitiva y eso solo hay una manera de comprobarlo.

Melisa: ¿Podemos hablar?