Esther,
Hoy estoy triste. Bastante, la verdad. A veces la tristeza se apodera de mí y sé que no voy a poder deshacerme de ella por mucho que lo intente. Siempre voy a contar con su compañía, siempre. ¿Será la única que me aguante?
Intento no mirar a Carlos, con sus pecas, Carlos con sus ojos azules como el océano. La ira me inunda cada vez que me doy cuenta de que está mirando como un bobo a la nueva. Tampoco le culpo, la verdad, ¿quién querría estar conmigo si pudiese estar con ella? Es simpática, guapa, amable, tiene paciencia, es increíble. Su piel tiene un color único que no puedo dejar de mirar, me gustaría tener ese color tan bonito y no el blanco fantasmal que tengo ahora mismo. A lo mejor Carlos, en un brote de locura, podría fijarse en mí.
Pero, ¿qué estoy diciendo? Eso nunca va a pasar, porque los monstruos no podemos ser amados.