7
Para su sorpresa, Nasha se sentía tan a gusto en su nuevo hogar que le parecía que nunca había pertenecido a otro lugar que no fuese Tres Cantos. Las clases iban muy bien, se había hecho muy amiga de Nuria, Lucía, Carlos y Daniel, al que conoció más por las clases de escritura. Solo en casa notaba de vez en cuando inquietud por parte de sus padres. Les había pillado observándola cuando leía en el sofá o veía la televisión. Siempre habían sido padres protectores, pero esa última mudanza tan precipitada les había cambiado. Su madre intentaba no viajar tanto para pasar más tiempo con ella y su padre, que siempre se había quedado a trabajar hasta tarde en sus anteriores oficinas, regresaba a casa a las cinco.
—Mamá, en serio, no hace falta que me esperéis despiertos, no es la primera vez que quedo con amigas —le dijo a su madre cuando se disponía a salir. Era viernes y había quedado con Nuria y con Lucía para ir al cine.
—¿Cómo no te vamos a esperar despiertos? Es una ciudad pequeña, pero es que puede ocurrir cualquier cosa —contestó su madre cogiendo sus manos—. Nasha, no quiero tratarte como una niña, pero ya sabes lo que pasó con…
—No va a pasar lo mismo —cortó tajante Nasha de inmediato. No quería que siguiese por donde iba. Su última mudanza no había sido solo por el trabajo de su padre, se sentía culpable de que una parte importante hubiese sido por ella—. No saldré hasta muy tarde, lo prometo. En cuanto termine la película vuelvo a casa.
—Está bien, pero a la mínima que te notes en peligro, me llamas y te voy a buscar —añadió su padre acercándose para darle un beso—. Sea la hora que sea, allí me tendrás. Prefiero que me avises a que vengas andando sola por la calle de noche, hija.
—Vale, os avisaré, no os preocupéis.
—¿Solo vais las chicas hoy? —quiso saber su padre.
—Sí, Carlos tenía entrenamiento de kárate y mañana compite, así que no puede salir, y Daniel iba con su madre a una exposición en Madrid, así que solo chicas. No te preocupes.
—Ummm, vale, vale, hija, tienes que entenderme, sé que tus amigos son majos, me encantó conocerlos hace unos días, pero como padre, siempre va a estar en mi mente que por muy mayor que te hagas sigues siendo mi niña pequeña y el tema de los chicos me tiene alterado.
—Ya, bueno, es distinto. Además, creo que a Daniel le gustan los chicos. No nos ha dicho nada, pero de vez en cuando veo cómo mira a Carlos y bueno, igual me lo imagino, pero yo diría que le gusta. No es muy hablador, así que no sé.
—Y a Carlos, ¿le gusta Daniel? —preguntó su madre interesada—. La verdad es que cuando vinieron a merendar yo diría que a Carlos le interesas más bien tú.
—¡Mamá! Pero qué dices, no, no, qué va, ¿cómo le voy a gustar yo? Anda, anda, bueno, me voy, de verdad, que llego tarde. See you later!
Salió de casa y se dirigió a Golo, la tienda de chuches en la que habían quedado para ir juntas al cine. Era una tienda con solera, ya estaba en la época en que la madre de Nuria iba al instituto, se lo había contado una de las primeras veces que quedaron, le dijo que en los tiempos de su madre todos quedaban allí y en un sitio de máquinas recreativas de un tal Candi que ahora ocupaba una tienda china. A Nasha le hubiese gustado que siguiese existiendo, le encantaba jugar de vez en cuando con la consola y jugar con amigos en máquinas recreativas también era divertido.
—¡Carboncito! ¿Pero qué haces por aquí? —escuchó a sus espaldas sobresaltándola. Allí estaba Rodrigo con Montse, que parecía incómoda ante el comentario, pero que no dijo nada.
—Rodrigo, ¿podrías dejar de llamarme así, por favor? Yo no te voy llamando gilipollas por la calle aunque lo seas —contestó enojada—. Si tanto te molesta mi color de piel, no me mires, ignórame.
—Bueno, bueno, hija, qué exagerada eres, si solo era una broma, no hace falta ponerse así. ¿Verdad, Montse?
—Ya, pues hay bromas que no me gustan un pelo. Estoy muy harta de tener que justificar mi color de piel cuando yo nací mulata, heredé los genes de mi madre y estoy muy orgullosa de ello. La pena es que tú puedes ser majo, posiblemente naciste siendo buena persona y has decidido ser un capullo.
—Nasha, hija, que tampoco es para tanto, ya te ha dicho que era una broma —intervino Montse molesta.
—¿En serio, Montse? Cómo se nota que eres blanca, no entenderéis nunca, nunca, lo que vuestras bromitas significan para alguien negro, o chino, o para cualquiera que no sea «blanquito español».
—¡Nasha! ¿Te está molestado Rodrigo otra vez? —preguntó Carlos, que llegó corriendo a su lado. Había estado paseando a su perro Colate después del entrenamiento y, sabiendo que iban a quedar allí, se había pasado para saludar antes de volver a casa. No esperaba ver a Nasha sola frente a Rodrigo.
—Eh, tío, que no pasa nada, solo estábamos hablando. ¿Qué pasa, que ahora es tu novia? —preguntó Rodrigo dándole un golpe a Carlos en el hombro.
—Pues no, es mi amiga, y más vale que la dejes en paz —contestó Carlos encarándose todo lo alto que era de forma amenazante sobre Rodrigo, quien retrocedió dos pasos cautelosamente.
—Vale, vale, ya me voy, a ver si tu perrito salchicha me va a morder… Que disfrutéis de la cita, tortolitos. Me piro al cine con Montse, que ella entiende las bromas.
—¡Pues yo que tú tendría miedo de Colate, está entrenado muy bien, idiota! Como le diga que te ataque, olvídate de tus huevos…
Rodrigo se volvió hacia él y le sacó un dedo mientras se alejaba con Montse cogida por la cintura. Todo le daba igual, esa mierda de perro no le daba ningún miedo, y Carlos mucho menos. Pensó que lo mejor sería irse porque no quería que Nasha montase un numerito delante de todo el mundo.
—¡Será imbécil! No le aguanto, de verdad. ¿Va a perseguirme todo el curso por todo Tres Cantos? ¿Qué he hecho para que no me deje en paz? —preguntó Nasha nerviosa.
—Bueno, es que estás muy bue…perdón, quería decir que, bueno, no sé, está loco —tartamudeó Carlos poniéndose colorado de repente. Nasha contuvo la risa porque le parecía muy mono, con sus pequitas y esos ojazos azules que la esquivaban por la vergüenza de lo que casi acababa de decir. A ver si su madre iba a tener razón después de todo—. Bueno, no creo que se atreva a meterse contigo estando yo cerca, sabe que soy campeón de Madrid de kárate.
—Por cierto, muchas gracias por venir en mi ayuda, no tenías por qué hacerlo. Sé que mañana tienes competición y debes descansar.
—Bueno, realmente, yo creo que lo tenías bastante bien controlado, no eres el tipo de persona que necesita que la defiendan, ¿verdad?
—Ay, si tú supieras… Aunque de vez en cuando no viene mal que alguien dé la cara por ti, sentir que le importas a otra persona tanto como para enfrentarse a un imbécil como Rodrigo y gente como él —contestó con tristeza, mirando al suelo para que Carlos no pudiese ver sus ojos, que se habían tornado vidriosos de repente cuando un recuerdo cruzó su mente.
—Nasha, ¿estás bien? —preguntó cogiendo su mano—. Si necesitas hablar, puedes contar conmigo, se me da muy bien escuchar. Eso y esconderme en las paredes para que no me vean los profesores.
—¿Esconderte en las paredes? —preguntó atónita sin poder evitar sonreír, tanto por lo que acababa de oír como por sentir la mano de Carlos en la suya—. ¿Ahora te vuelves invisible?
—Sí, no falla nunca. Antes de que empiecen las clases me pongo junto al marco de la puerta pegado a la pared, cuando pasa el profesor, no me ve.
—¡Ja! Eso no te lo crees ni tú, ¡pero si te he visto haciéndolo esta mañana y don Gabino te ha echado de clase por hacer el canelo!
—Bueno, a lo mejor es que tiene visión de rayos X…
En ese momento llegaron Nuria y Lucía. Nasha soltó rápidamente la mano de Carlos, a tiempo para que sus amigas no lo viesen. Se agachó para acariciar a Colate como si no hubiese ocurrido nada. Le encantaban los perros, y este era muy simpático. No les contaron lo que había pasado con Rodrigo, no pensaban que fuese a suceder nada más. Las chicas se despidieron de Carlos cuando cogieron el autobús que las llevaría hasta los cines. Él se quedó allí hasta que vio al autobús alejándose.
—Colate, tú no te preocupes, que no eres un perro salchicha estúpido como dice Rodrigo. Eres un perro genial. Y le gustas a Nasha, creo que más que yo, pero bueno, qué le vamos a hacer. Anda, vamos a casa…
Cuando las chicas llegaron al cine, compraron las entradas y, para disgusto de Nasha, allí estaban Rodrigo y Montse también. Por suerte les tocó sentarse en lugares completamente alejados, no quería ni imaginarse lo que sería tener que aguantar a Rodrigo detrás de ella tirándole palomitas o cosas peores. En la fila para entrar vieron a Daniel y a su madre, que habían llegado de la exposición antes de lo previsto y habían decidido unirse a ellas. Iban a ver La forma del agua, ya que estaban deseando verla desde que la anunciaron.
A la salida del cine estaban todos emocionados, les había encantado porque no solo era una película con monstruo tipo La bella y la bestia, era una película que abordaba muchos más temas, sí, de refilón, pero ahí estaban, para que se quedasen en la mente e hiciesen recapacitar al espectador.
—Nasha, ¿quieres que te llevemos a casa? Nos pilla de camino —ofreció la madre de Daniel.
—Pues mira, te lo agradezco, así mi padre se queda tranquilo. Voy a avisarle que si no, va a estar mordiéndose las uñas hasta que llegue.
Nasha cogió su móvil para escribir a su padre y, justo cuando estaba escribiendo, recibió otro mensaje:
+34606…:
Nena, ¿por qué no me contestas? No puedo vivir sin ti, de verdad, te necesito. Sé que en el pasado las cosas no fueron bien, pero necesito verte, ¿por qué no me contestas? ¿Has encontrado a otra persona? No podría vivir si fuese así, me quitaría la vida, sin ti no tiene sentido seguir existiendo.
Nasha podía sentir su mente trabajando a toda velocidad para tomar una decisión. ¿Borraba el mensaje como la otra vez? ¿Se lo decía a sus padres? Se suponía que no podía ponerse en contacto con ella por orden judicial, pero pobrecito, lo estaba pasando mal. ¿Y si de verdad estaba arrepentido? No, no, seguro que no lo estaba, intentaba jugar con ella otra vez. Decidió borrar el mensaje y esperar que no volviese a contactar con ella.