19
Desde que Daniel envió el mensaje con el poema que había escrito a Alejandro, no había podido parar quieto por la casa, exasperando a su madre. No vivían en un piso muy grande y lo había recorrido entero casi veinte veces esperando la contestación que no llegaba.
Su mente, ya de por sí hiperactiva, no paraba de imaginarse escenarios en los que Alejandro se burlaba de él, o publicaba el poema para que todo el mundo se riese, o incluso que le dijese que le gustaba para luego en persona burlarse de él. ¿Por qué había hecho caso a Nuria? ¡El poema era una porquería cursi! A él le gustaba más la poesía de verso libre, pero como a Alejandro le gustaban poemas con formatos más clásicos, lo intentó para impresionarle, pero era obvio que no lo había conseguido. Por otra parte, ¿por qué pensaba esas cosas si Alejandro nunca había sido el tipo de persona que se burlaba de los demás para herir sus sentimientos? Estaba muy confuso, nunca se había sentido así antes y le daba rabia no poder controlar sus emociones.
—Daniel, por favor, ¿podrías parar de una vez de dar vueltas? ¡Me estás poniendo nerviosa a mí! —exclamó su madre.
—Uf, es que no puedo parar, lo siento.
—¿Me vas a decir de una vez qué te pasa? Porque si tengo que aguantar que acabes volviéndome loca, me gustaría por lo menos saber por qué. ¿Se trata de algún chico?
—No. Bueno, sí. Solo somos amigos, pero me gusta mucho y creo que la he cagado con él.
—Vale, a ver, cuéntamelo todo, a lo mejor te puedo ayudar a sentirte mejor.
Daniel le contó todo a su madre, que asentía al principio sin decir nada y dándole un beso y un abrazo cuando terminó de hablar.
—Cariño, las relaciones no siempre son fáciles. Los primeros amores son los que más te rompen el corazón porque no has adquirido todavía las herramientas que te ayudarán a superar esas decepciones. No digo que vaya a salir mal, pero solo quiero que sepas que, si pasa eso, si sale mal, saldrás de ello. Y yo voy a estar aquí para apoyarte, no lo dudes. De todas maneras, por lo que me has contado, a mí me da la impresión de que sí le gustas. ¿No podría ser que por algún motivo no haya podido contestarte?
—¿Desde hace una hora? Nunca tarda tanto, siempre me contesta a los pocos segundos cuando le escribo.
—Bueno, ya verás cómo te contesta esta noche. A lo mejor se ha quedado sin batería, vamos a pensar en positivo. Mira, creo que te vendría bien salir a dar una vuelta, ¿no tenías que ir a casa de Montse a hacer lo de la web que me comentaste?
—¡Mierda! Se me había olvidado, voy para allá corriendo. Voy a llamarla para disculparme y salgo. Espero que tengas razón, mamá, luego te cuento a ver qué pasa.
Daniel llamó a Montse para inventarse una excusa y salió para su casa, aunque no le apetecía nada estar allí, solo quería mirar el teléfono, y sabía que no podría hacerlo cada dos minutos con ella delante.
Una vez en su casa se encontró con la sorpresa de que estaba también Rodrigo. Le molestó bastante, porque se suponía que iban a trabajar. Vale que él había llegado tarde, pero eso no era excusa. Le podía haber avisado cuando la llamó para decir que ya iba.
—Hola, Dani, hoy vamos a ser más, no te importa, ¿verdad?
—No, claro, no me importa. Perdona que haya llegado tan tarde, me surgió algo y no pude venir antes —contestó Daniel intentando sonar convincente.
Daniel iba directo a la habitación de Montse, pero esta le señaló el salón, donde estaba Rodrigo tumbado en el sofá. Se sentó incómodo en la butaca que quedaba libre, esperando a que Montse llevase el portátil al salón. Cuando lo hizo, se sentó junto a Rodrigo, que pasó el brazo sobre sus hombros en un gesto posesivo.
—Bueno, he hablado con Fermín esta mañana y quiere que la web sea sencilla, no hace falta que nos matemos a hacer diseños extraños, quiere que haya una página con los autores, su biografía y sus obras; otra con las crónicas de sus visitas y fotos, y otra con la información que han hecho Nasha y Rodrigo sobre cómo colaborar por si alguien más se anima. ¿Has mirado alguna plantilla ya? —preguntó Daniel intentando ir al grano para terminar los antes posible.
—No, pensé que lo harías tú, que se te da mejor.
—Pero es que si lo voy a hacer todo yo, ¿para qué quieres que venga, Montse? Lo podría haber hecho en casa en cinco minutos —respondió molesto.
—Eh, cuidadito con cómo le hablas a mi chica, que ha estado muy ocupada esta tarde, no es su culpa —intervino Rodrigo incorporándose.
—Ya, claro, ocupadísima. ¿Has hecho los deberes de Matemáticas, Montse? ¿O también quieres que te los haga yo otra vez? Porque veo que tienes compañía, a lo mejor te los puede hacer él, aunque supongo que habréis estado estudiando más bien anatomía, ¿no?
—Pero bueno, Dani, ¿se puede saber qué te pasa? ¿Por qué estás tan borde conmigo hoy? Pensé que éramos amigos —expresó Montse compungida.
—Lo siento, Montse, lo siento, es que no estoy teniendo una buena tarde, la verdad —contestó Daniel pasándose la mano derecha por el pelo.
—¿Problemas de amores? Si quieres puedes contárnoslo, ¿quién te gusta? ¿Nuria, Lucía, Nasha…? —preguntó interesada Montse.
—No, no; no es nada que tenga que ver con mal de amores, son cosas de casa —replicó Daniel levantándose a toda prisa—. Perdona, voy al baño un momento.
Necesitaba comprobar el teléfono y era la mejor excusa que se le había ocurrido. Además, no quería hablar del tema amoroso con Rodrigo delante, eso lo tenía clarísimo. Sacó el móvil y abrió rápidamente la conversación de Alejandro. Nada. ¿Qué pasaba? ¿Por qué no le contestaba? No sabía si iba a aguantar hasta que se marchase para volver a mirar el teléfono. Tiró de la cadena para que pareciese cierta su visita al baño y volvió al salón, donde encontró a Rodrigo y Montse dándose el lote en el sofá.
—De verdad, que si queréis que me vaya, no hay problema, hoy no es un buen día para hacer el proyecto para ninguno de los dos, me parece a mí.
—No, no te vayas, Danielito —dijo Rodrigo—, a ver si eres tan listo como dice Montse. Venga, a ver cómo se hace la web esa que tenéis que hacer.
—¿Siempre tienes que llamar a la gente cambiándoles el nombre? Si no te importa, Dani o Daniel, lo de Danielito sobra.
Rodrigo hizo un gesto con la mano de fastidio y se levantó para ir a la cocina a por bebida, pero como no había lo que quería, decidió bajar a comprar algo, dejándolos por fin solos.
—Bueno, venga, vamos a ello. ¿Qué plataforma te gusta más para la web?
—Pues yo tenía un blog de belleza hace dos años y lo hice en Blogger, es fácil, ¿te parece si usamos esa que la sé manejar bien?
—Sí, claro, me da igual, la que prefieras —contestó Daniel indiferente—. ¿Un blog de belleza? ¿En serio?
—Jajaja, sí, sí, es que me dio por ver youtubers de estas que se maquillan y quise abrir un canal para hacer lo mismo, pero mis padres no me dejaron y esto fue lo más lejos que llegué como influencer, un blog que debía tener unos diez seguidores. Al final me cansé y lo dejé a los pocos meses, es demasiado trabajo como para llevarlo todo al día.
—¿Querías ser influencer? ¿Por qué? Nunca lo he entendido, pudiendo dedicar el tiempo a otras cosas mejores…
—Ahora eres tú el que me deja flipada, Dani, ¿no lo entiendes? ¡Pero si están forrados! Las marcas les regalan cosas, entran a sitios gratis, viajan, viven la vida… ¡es el trabajo ideal!
—Estás de coña, ¿verdad?
—¡No! ¿Por qué iba a estarlo? Hacer lo que te gusta y que te paguen por ello, desde casa, haciendo el moñas, sin tener que estudiar más, es la manera más fácil de conseguir pelas y vivir la vida. No me digas que no te gustaría a ti poder vivir solo de hacer cosas de esas que hacéis en la Lego League.
—Pues no, la verdad, tengo otras aspiraciones. No sé, Montse, yo creo que no es tan fácil como parece. Aunque no lo creas, son muchas horas las que invierten en hacer los vídeos, no es algo que salga a la primera y siempre tienen que editarlos. A mí me parece una moda efímera, en algún momento tendrá que estallar esa burbuja, no puede ser que la máxima aspiración que tengas en la vida sea ser, básicamente, famosa.
—Pues sí, mira, quiero serlo —contestó Montse enfadada—. Mira, no te conozco desde hace mucho, eres rarito, sí, pero me caíste bien desde el primer día. Pero no me hace nada de gracia que te burles de mí usando palabras grandilocuentes como efímera.
—Eh… efímera no es grandilocuente, y no me estoy burlando de ti, solo he constatado un hecho, y es que lo de ser famoso no es tan fácil ni tan rentable como tú piensas, pero oye, tú misma. Volvamos a lo de la web, por favor.
Tras lo cual se pusieron por fin a trabajar y estuvieron concentrados, pese a las inevitables interrupciones de Rodrigo para hacer gracias, una vez que volvió de comprar.
—Bueno, bueno, pues va a tener razón Montse cuando dice que eres listo —dijo Rodrigo cuando terminaron—. Venga, tómate algo con nosotros antes de irte, hombre, que así se te pasa el mal humor.
—No, gracias. Oye, Rodrigo, ¿no tendrás aquí por casualidad el texto que habéis escrito Nasha y tú? Así lo podría dejar subido ya y es una cosa menos para hacer. Aunque también puedes mandárselo a Montse y que lo suba ella más tarde o mañana, claro.
—No, no lo tengo aquí, he dejado la mochila en casa. Luego se lo paso.
—Vale, pues entones yo me marcho ya, gracias por la invitación, pero tengo cosas que hacer en casa, de verdad —contestó Daniel aliviado por poder marcharse al fin. Se había sentido bastante incómodo y no quería pasar allí ni un minuto más del necesario. Había algo en Rodrigo que le ponía nervioso y no era simplemente que fuese un pesado.
Metió su cuaderno en la mochila y, justo cuando se levantaba, su teléfono cayó al suelo. Rodrigo se agachó para acercárselo, no sin antes ver la pantalla, en la que acababa de aparecer la notificación de un mensaje. Miró a Daniel, volvió a mirar la pantalla, miró a Montse y, poniéndose de pie, exclamó:
—¡Pero tú eres un maricón de mierda! Montse, no quiero que vuelvas a quedar con él, que lo haga todo desde su casa, ¡mira qué callado se lo tenía! ¡Si no tiene pluma! Nos has engañado a todos, julandrón. Toma tu móvil y lárgate de aquí, qué asco, de verdad. ¡Fuera! —gritó Rodrigo tirándole el móvil.
—¿Qué dices, Rodrigo? —preguntó atónita Montse—. Pero si yo creía que le gustaba.
Daniel se quedó petrificado, ¿por qué decía eso Rodrigo? ¿Qué había visto en su móvil? No tenía tiempo de comprobarlo, cogió sus cosas y se marchó rápidamente de allí. No esperó ni al ascensor, bajó por las escaleras corriendo por si Rodrigo decidía ir detrás de él. Estaba muerto de miedo.
En su pantalla, esperando a ser leída, la respuesta de Alejandro:
Te hechizaría encantado, Dani, perdona la tardanza, me quedé sin batería. A mí tus ojos también me vuelven loco. Besos. 20:03