Epílogo
Un barullo cada vez más intenso se escuchaba en la biblioteca del IES Ernesto Gutiérrez. Os contaré que habían pasado tres meses desde los eventos que nos habían dejado a todos pensando que parecía que este instituto tenía una maldición por los casos tan graves de intentos de homicidio que se habían dado: hacía años, Glauca, este año Nasha. La gente bromeaba diciendo que parecían el Bronx tricantino.
—¡Silencio, por favor! —exclamó Fermín paseándose por el pasillo con su inconfundible foulard—. ¡Silencio, he dicho!
Los alumnos se fueron callando poco a poco. En las primeras filas nos sentamos todos los voluntarios que habíamos participado en la organización de los encuentros. Una de las chicas se levantó y se situó en el centro de la tarima desde la que iban a hablar los autores. Llevaba el pelo muy corto, de estilo pixie que le daba un aspecto picarón. Se había puesto unos pendientes con forma de esqueletos y llevaba un vestido negro con medias a juego con los pendientes. Sus labios, de un color morado que los hacía más grandes y carnosos, comenzaron a hablar.
—A ver, ¡que os calléis de una vez! Hombre ya —gritó Esther.
—A mí me vas a decir que me calle, payaso —respondió en voz baja Pelayo, con la mala suerte para él de que Fernando, el profesor de Matemáticas, se había sentado delante de Diego y él, algo que era habitual desde que habían aparecido pintadas tránsfobas en el patio, que estaban seguros de que eran de ellos pero no podían demostrar aún.
—Pues mira, Pelayo, ella no, pero yo sí, así que o te callas o te vas a clase a hacer ejercicios de mates —le respondió Fernando, consiguiendo que se callase a regañadientes.
—Bien, ahora que tengo vuestra atención, me gustaría agradeceros a todos que me permitieseis elegir a los primeros autores que van a hablarnos de sus obras en esta primera jornada, especialmente quiero agradecerle a Nuria que haya podido contactar con ellos y convencerles para que viniesen hoy. Como sabéis, porque podéis ver la clara y obvia diferencia, este año ha sido bastante drástico en cuanto a mi cambio de imagen y todos sabéis por qué: soy una chica trans. A muchos y a muchas os sorprendió y no puedo más que entenderos, porque antes era un poco, o mucho, más bien, gilipollas, pero ahora que soy yo misma, creo que por fin empiezo a caeros bien, jeje. —Paró un momento para mirarnos. Nuria y Nasha sacaban los pulgares hacia arriba para indicar que lo estaba haciendo bien. Carlos, Álex y yo sonreíamos haciéndole gestos para que siguiese—. Tras los ataques homófobos sufridos por algunos compañeros, las burlas a compañeras lesbianas o las pintadas tránsfobas del patio, creo que todos podemos estar de acuerdo en que, con que el tema LGTBI, hay cierta desinformación, así que algo como esto era necesario. Bueno, todos sé que no lo pensáis, pero espero que después de conocer a los autores, cambiéis de idea. En fin, no me quiero enrollar, sin más quiero presentar la primera mesa de autores cuyas obras tienen representación LGTBI y que creo que es algo que todos debemos leer. Yo misma, si hubiese podido contar con más información a mi alcance, o leer novelas que hablasen de personajes como yo, hubiese tenido un camino más sencillo. Solo cuando leí El arte de ser normal en la biblioteca Lope de Vega, me di cuenta de que su protagonista era una chica que sentía lo mismo que yo. Y también intenté leer a Alana Portero, pero me costaba entender todo lo que escribía, todo hay que decirlo, pero cuyos versos, cuando por fin los entendí, me llegaron tanto al alma que decidí que sería la primera autora a la que me gustaría invitar. Así que, por favor, ruido de tambores, compañeros —nos indicó para que hiciésemos el ganso para crear expectación—. Es todo un orgullo presentaros a Alana Portero, Clara Cortés, Nando López, y Haizea M Zubieta. ¡Un aplauso para todos ellos!
La sala prorrumpió en aplausos y vítores, no solo por los autores, que se lo merecían mucho, sino por Esther, a la que tanto les había costado aceptar al principio, cuando se supo la noticia, y que se había ganado poco a poco a todos demostrando que, siendo ella misma, podía ser una persona perfectamente querida por el resto de los alumnos. Cuando volvió al instituto, don Gabino le explicó que él era un hombre trans y se ofreció a hablar con su madre para tranquilizarla y demostrarle que su hija podría tener una vida normal, fuese lo que fuese eso, y la felicitó por haber apoyado a su hija, a pesar de que sus creencias le habían enseñado lo contrario.
Nasha sonrió a Carlos, tal como habían hablado, seguían siendo amigos. Él había mantenido su palabra y no la agobiaba, estaba ahí para ella, pero respetaba su necesidad de estar sola. Al principio nos habíamos burlado un poco de él porque Nasha le había dejado en la friendzone, pero todos entendimos lo que necesitaba, y desde luego, valoramos mucho más a Carlos por demostrarnos que el amor no es posesión, sino apoyo.
Lucía se había ido finalmente de intercambio y Nuria había descubierto lo emocionante que era recibir cartas en el buzón, así que había montado toda una red de intercambio de cartas también con las hijas de las amigas extranjeras de su madre, especialmente con una tal Matea en Francia. El taller de la librería se convirtió en la base de operaciones de su plan para volver a poner las cartas de moda. Ofreció un taller de escritura epistolar donde, además conoció a un chico nuevo que le parecía muy interesante (y yo le había dado mi visto nuevo. Fue mi turno para echarle una mano con él como había hecho ella conmigo y Álex).
Álex y yo, a pesar de que encontramos algunos imbéciles por la ciudad que nos gritaban o nos miraban mal si íbamos cogidos de la mano por la calle o si nos dábamos un beso, participamos de forma activa en la asociación Tres Cantos Entiende para ayudar a que sea una ciudad cien por cien tolerante. Y estamos seguros de que lo vamos a conseguir.
Y esta es nuestra historia, pero podría ser la tuya o la de tus amigos, los que conoces y los que están por conocer, porque nunca sabemos quiénes aparecerán en nuestras vidas en el momento y lugar más inesperado… por culpa de las serendipias.
FIN