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Casey se había metido el móvil en el bolsillo antes de abandonar la casa y ahora notaba que vibraba. Se hizo a un lado para dejar pasar a la estrella de cine antes de contestar.

—¡Stacy! —exclamó con alegría al oír la voz de su hermanastra—. ¿Cuándo llegas? ¿Quieres que vaya a buscarte al aeropuerto?

—No. Estoy, esto, Casey, por favor, no te enfades conmigo, pero no voy a volver. Al menos durante una temporada.

—Pero se suponía que ibas a ocuparte de los decorados y los trajes. La obra no puede ponerse en escena sin ti.

—Ya sé que es eso lo que tú crees, pero no es cierto. He llamado a mamá y todas las del club de lectura van a renunciar a criticar el último libro premiado que todas detestan, para sacar las máquinas de coser. Ellas se encargarán de hacer todos los trajes femeninos. Y papá conseguirá los trajes de los hombres de no sé qué sitio de Los Ángeles. Mis dibujos para los decorados y los trajes ya están acabados, así que podrán utilizarlos. Y he conseguido que un tapicero haga las cortinas y las fundas a un buen precio.

—Eso es fantástico —dijo Casey—, pero te echaré de menos.

—¿Estás segura? Por lo que he oído decir, Tate Landers y tú sois la comidilla del pueblo. ¿De verdad le echaste una bronca en escena delante de todo el mundo?

—Más o menos. —Casey no quería hablar sobre eso—. ¿Por qué te quedas en Washington?

—Porque me he enamorado de un hombre.

—¿Qué? ¿Quién? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo?

Stacy se echó a reír.

—¿Recuerdas que te dije que iba a salir a cenar con el hijo de Kit, Rowan? Vino a recogerme con su primo Nate Taggert. Y bueno, Rowan era demasiado serio para mi gusto, pero Nate resultó divertido y encantador, y muy interesante.

—¿Debo entender que es el elegido?

—¡Sí! Solo hace una semana, pero apenas nos hemos separado en todo este tiempo. ¡Es maravilloso! Me ha conseguido un trabajo como decoradora del apartamento de otro de sus parientes. Lo siento, pero no puedo irme de aquí ahora. Dime que lo entiendes, por favor.

—Por supuesto que sí... y te envidio.

—¿Vives a unos metros de Tate Landers y me envidias a ?

—Es un capullo.

—Oh, no. Dime que no es cierto. Sus películas son tan maravillosas. Hace que toda la sala vibre con él. ¿Qué es eso tan horrible que te ha hecho? ¿Se te ha insinuado?

—No, quiero decir, casi me electrocuta, pero es más bien lo que ha hecho a otra persona. Su cuñado está aquí también y...

—¿Cómo que te ha electrocutado? ¿Con qué? ¿Una pistola eléctrica? Casey, eso es muy grave.

—No ha sido eso. Yo le he llamado vampiro y él me ha puesto la mano en el cuello y me ha dolido, eso es todo.

—¿Te ahogaba? Voy a llamar al sheriff. Necesitas protección.

—¡No! —exclamó Casey—. Solo me ha tocado con la punta del dedo, nada más.

—Oh —dijo Stacy—. Tate Landers te ha tocado con la punta de un dedo, ¿y el hormigueo ha sido tan fuerte que te ha dolido?

—No ha sido así. No exactamente. Ha sido... —Casey rio—. ¡Cómo te echo de menos! Tráete a tu novio. Podéis redecorar la terraza cubierta de tu madre. Parece un poco desvencijada.

En el pueblo se hacían bromas sobre la época en que Stacy estudiaba diseño de interiores. Decían que había practicado redecorando todas las estancias de la casa de sus padres... varias veces.

—Todo irá bien sin mí. Y Casey... —Hizo una pausa—. Sé que puedes ocuparte del atrezo.

—¡Oh, no! No puedo cocinar y hacer de Elizabeth y ocuparme del atrezo.

—¿Acabas de decir lo que creo que has dicho? ¿Vas a hacer de Elizabeth?

—Eso creo. Tate me lo ha pedido y...

—¿Tate de Tate Landers? ¿Ese Tate? ¿Él personalmente te ha pedido que hagas de Elizabeth haciendo él de Darcy?

—Sí, pero no ha sido como tú estás pensando. ¡Ayer se metió en mi casa sin permiso y se comió una tarta entera! No dejó nada. Además, estuvo arriba, en mi dormitorio.

Stacy guardaba silencio.

—¿Sigues ahí?

—Sí. Creo que acabas de vivir todas mis fantasías. Casey, ya veo que ese hombre te ha causado una mala impresión, pero en lo que se refiere a tu comida, deberías tener un poco de compasión con nosotros los pobres mortales. ¿Recuerdas aquellos pastelitos de avellanas y naranja que hiciste y desaparecieron? Dijimos que debía de habérselos comido Josh, pero fui yo. Me los comí todos y luego mentí. Así que, no seas tan dura con ese pobre hombre, ¿vale? Tengo que irme. Nate llegará en cualquier momento y tengo que prepararme.

—¡Espera! ¿Qué ha dicho Kit cuando le has contado todo esto?

—¿Kit? Oh... yo... Tú eres tan diplomática... Creo que deberías... Oh, oh. Creo que ya oigo a Nate. Tengo que irme. Te quiero un montón y estoy muy muy contenta de que seas mi hermana. Llámame luego. Adiós —se despidió, y colgó.

—No se lo ha dicho a Kit. —Casey apretó los dientes—. Mierda. Doble merde. ¡Voy a matarla!

—¿Puedo ayudarte en algo? —preguntó Tate, que al parecer había vuelto sobre sus pasos para ver qué le pasaba.

—No. No es asunto... Oh, váyase.

—¿Ha recibido malas noticias? —preguntó Tate, sin moverse.

Casey se paseaba de un lado a otro.

Él alargó los brazos como si fuera a ponerle las manos sobre los hombros, pero los dejó caer.

—Cuénteme qué ha ocurrido.

Casey dejó de pasearse.

—Mi hermana no va a ayudarnos con la obra.

—¿Se refiere a la chica de Jack?

—Esa es Gizzy, y no pertenece a Jack ni a ningún otro hombres. Es Stacy.

—¿Rubia, muy guapa? ¿Diseñadora de interiores?

—¿Cuándo se han conocido?

—Yo no la conozco. Mi hermana sí, y lleva meses intentando conseguir que salga con ella. —Cerca había un banco de madera y Tate lo señaló—. Siéntese y cuénteme qué pasa.

Casey se sentó.

—Llega demasiado tarde. Stacy se ha enamorado de un tipo de Washington y se va a quedar allí. Le ha pasado el trabajo de hacer los trajes a su madre y quiere que yo me ocupe del atrezo. Pero lo peor de todo es que creo que no le ha contado nada de nada a Kit.

—¿Le tiene miedo? —Tate se sentó en el extremo más alejado del banco.

—No es eso. Es un gran tipo, pero esto es demasiado para él y para mí. Cocinar, actuar, atrezo. Ni siquiera he desayunado esta mañana.

Tate metió la mano en un bolsillo y sacó una gruesa barra. En el envoltorio se afirmaba que era todo proteína y que confería a la persona energía ilimitada.

Casey la tomó, rompió el envoltorio y le dio un mordisco.

—Espero que sepa que estas cosas son sobre todo azúcar y que no son nada saludables. Son letales.

—Eso es lo que dice mi publicista sobre mí.

Casey no pudo evitar reírse, y eso hizo que se relajara un poco.

—A Kit no le va a hacer ninguna gracia enterarse, porque le gusta mucho como trabaja Stacy. Trabajaron juntos en Washington y aquí, en la mansión. Incluso le presentó a su hijo.

—Le hará feliz que se quede para estar con su hijo.

Casey miró a Tate.

—Tenían que ir a cenar y él se presentó con su primo. A Stacy le gustó más el primo.

—Ah —dijo Tate—. La trama se complica. Quizá yo pueda...

Le interrumpieron los chillidos de cuatro chicas que salieron de pronto de entre los arbustos.

—¡Está aquí! —dijo una—. Mi madre hizo la prueba para el papel de Elizabeth.

—Y mi hermana también —dijo otra—. ¿Es cierto que fue a su camerino y trató de darle un beso de tornillo, pero ella lo rechazó?

—Mi prima dice que la tiró sobre un sofá e intentó meterle la mano por debajo del vestido.

Dos hombres con uniforme de color marrón claro llegaron corriendo.

—Lo sentimos, señor. Han conseguido esquivarnos. La valla estará levantada mañana.

Los hombres agarraron a las chicas por el brazo y tiraron de ellas.

—¡Un momento! —Tate se levantó y se acercó al grupo—. En casa tengo una caja llena de DVD de mi última película. ¿Queréis uno?

Las chicas empezaron a chillar y a parlotear al mismo tiempo.

Tate miró por encima de ellas a Casey y se disculpó encogiéndose de hombros; luego condujo al grupo de chicas hacia la casa.

Casey se levantó, intentó armarse de valor y enfiló el sendero que llevaba a la glorieta.