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La primera escena del tercer acto mostraba a Lydia al enterarse de que se iba a Brighton con los Forster. Casey observó a Lori riendo y hablando sobre la ropa que iba a llevarse, y se maravilló viendo que la joven realmente parecía ser Lydia.

Casey tenía pocas frases en aquella escena, de modo que permaneció a un lado y observó a Olivia al lado de Lori. ¿Cómo no se había dado cuenta del parecido? Lori era más alta y tenía la maravillosa agilidad de la juventud, pero las dos se parecían mucho. Tenían el mismo pelo rubio muy claro y los ojos azules que podían pasar al instante de la risa a fulminar a alguien con la mirada. Cuando Lori agitó la mano en un gesto de desaire hacia su hermana Kitty, Casey recordó haber visto a Olivia haciendo el mismo movimiento.

Kit estaba sentado en un lado del escenario con el rostro oculto al público tras un periódico, pero Casey podía ver que también él observaba a Olivia y a Lori. Había una expresión tal de arrepentimiento en su cara que Casey casi podía leerle el pensamiento. Se había perdido la vida que había dado como resultado a aquella hermosa joven. Olivia, su hija Portia, Lori, todas se le habían escapado.

Rowan apareció entre bambalinas. Parecía una versión más furiosa de su padre. También él observó la bulliciosa interpretación de Lori. Eran familia directa, pero no se habían conocido hasta entonces.

Kit mantuvo el periódico en alto hasta que Casey y él se quedaron solos en escena. Lizzy debía decir al señor Bennet que no debía permitir a Lydia ir a Brighton. Para meterse en el papel, Casey pensó en lo que les había contado Lori en el camerino. ¡Devlin tumbándose en la cama a su lado! ¡Qué espabilada había sido diciéndole que tenía la regla! ¡Y qué bien había calado su personalidad para saber que le repugnaría su afirmación!

Cuando Lizzy pidió al señor Bennet que no dejara a Lydia marcharse, su tono era suplicante, desesperado, como si Casey intentara impedir lo que ya había ocurrido. En cuanto a Kit, pronunció las palabras del señor Bennet dando su permiso, pero sus ojos expresaban una tremenda angustia.

Se hizo una pausa para que Josh y sus hombres obraran su magia y convirtieran el escenario en un hermoso salón de Pemberley. Cuando Tate salió a escena, Casey se alegró de no tener que fingir más que lo detestaba. Claro que él se mostró absolutamente encantador. Cuando él sonrió al señor y la señora Gardiner de un modo que levantó un coro de suspiros entre el público femenino del exterior, a los actores les costó no echarse a reír.

En la siguiente escena se produjo un cambio. La chica de instituto que hacía de Georgiana, la hermana de Darcy, había sido sustituida por Nina. Una rápida ojeada a Rowan, que permanecía con el ceño fruncido entre bambalinas, respondió a la pregunta de Casey sobre el motivo del cambio. Al parecer Tate había hablado sobre las chicas que acosaban a Lori. Tal vez después de ser interrogadas por el FBI se lo pensarían dos veces antes de acosar a otra persona por un ataque de celos.

Teniendo al lado a Nina, una persona que a Casey le gustaba de verdad, le resultó más fácil interpretar el papel de Lizzy. Abandonaron el escenario del brazo.

Casey no se fue corriendo a su camerino, se quedó para ver a Tate con la mujer que interpretaba a su rival, la señorita Bingley. Cuando la mujer hizo comentarios despectivos sobre Lizzy Bennet en son de burla, Darcy la puso en su sitio con tal desprecio en la voz que la pobre chica casi se echa a llorar. Trabajaba en una tienda del pueblo, y estuvo a punto de desmoronarse ante la estatura y la ira de Tate, dentro de su papel, dirigida contra ella. Cuando bajó el telón, se fue corriendo.

Casey sonrió, se sujetó las largas faldas y bajó corriendo las escaleras. Tenía que cambiarse mientras Josh convertía el escenario en una posada.

De vuelta en el escenario, cuando Lizzy pronunció sus frases sobre la fuga de Lydia y Wickham, en su voz se detectaba un auténtico temor y tenía lágrimas en los ojos. Sabía que debía decirle a Darcy que no era problema suyo, y así lo hizo, pero sus ojos tenían una expresión suplicante.

Tate comprendió lo que significaba. Se trataba de todo lo que había tenido que vivir Lori y lo que le aguardaba en los meses siguientes. El ex cuñado de Tate sería arrestado, y más tarde habría un juicio. Iba a ser duro para ella.

Tate interpretó su papel a la perfección, pero en un momento dado, alargó la mano para tocar a Casey y tranquilizarla. No era un gesto apropiado para aquel momento de la obra y Tate dejó caer la mano antes de que adquiriera un mayor significado.

La escena pasó a la salita de los Bennet, donde la señora Bennet tenía un ataque de histeria. En los ensayos, el frenético revuelo de Olivia, sus «nervios», resultaban casi risibles. Pero esa noche, no. En aquella versión, no. Eran y parecían reales.

Olivia decía que su marido se había ido en busca de su hija, pero Kit los pilló a todos por sorpresa cuando salió a escena con paso firme y un porte que delataba su pasado militar. Era Christopher Montgomery, no el tímido señor Bennet, cuando puso las manos sobre los hombros de Olivia.

—La encontraré. La traeré de vuelta y la protegeremos para siempre —dijo, mirándola a los ojos.

Olivia asintió, incapaz de hablar por las lágrimas.

—Todo esto ha sido culpa mía —prosiguió él—. Yo he provocado esta situación. Yo permití que sucediera, y me esforzaré hasta el último aliento para compensarte.

Sus cabezas casi se tocaban, y de nuevo Olivia no pudo hacer nada más que asentir.

Kit la soltó, se separó de ella, luego dio media vuelta.

Todos en el escenario estaban confusos por la interrupción. Olivia permaneció en silencio con la vista clavada en Kit, mientras él se alejaba.

Kit llegó al final del escenario, se detuvo y se dio la vuelta para mirar a Olivia. Con unas cuantas zancadas volvió hasta ella, la atrajo hacia sí y la besó.

No fue un beso fingido con la boca cerrada con el que se pretendía implicar más de lo que realmente mostraba. Fue un beso profundo, de película porno, de los que se ven cuando los niños ya se han ido a la cama.

El público, tanto del interior como del exterior del teatro, contuvo el aliento. En el escenario, todos miraban boquiabiertos «El beso».

Olivia estuvo a punto de desmayarse, pero Kit la sujetó entre sus brazos, impidiendo que cayera... y siguió besándola.

Al cabo de unos minutos, Kit se separó de ella y la enderezó. Siguió sujetándola por los hombros hasta que ella se mantuvo en pie por sí sola. Luego la saludó con una breve inclinación de cabeza, como diciendo: «¡Ahí tienes! Piensa en ello mientras esté ausente», y abandonó el escenario a grandes zancadas, dejando tras de sí a público, actores y equipo técnico, mudos de asombro.

Olivia fue la primera en recobrarse. Dijo su frase en la que se quejaba de que sin duda el señor Bennet lucharía con Wickham y acabaría muerto y entonces las echarían a todas de su casa. En el libro, la mujer se mostraba egoísta y fría, pero Olivia lo dijo como una mujer que acabara de ver partir a su amado a la guerra. La ira y el miedo que teñían su voz, después de un beso que solo podían darse dos personas que se habían amado durante mucho tiempo, hizo brotar las lágrimas de los espectadores.

Cuando terminó, Olivia miró al señor Gardiner, el hermano de la señora Bennet. Él debía decirle que se calmara, pero el actor, un habitante del pueblo, seguía mirándola en silencio.

Espontáneamente el público se puso en pie para aplaudir y lanzar vítores y silbidos.

Olivia se quedó quieta donde estaba, como si quisiera esperar a que cesaran los aplausos. Pero Casey no iba a permitirlo. Agarró a Olivia de la mano e hizo que se diera la vuelta para encararse con el público.

Durante unos instantes, Olivia permaneció inmóvil, luego hizo una reverencia al público para agradecer los merecidos aplausos. Tuvo que hacer varias reverencias antes de volver a su sitio. Todo el mundo guardó silencio y la obra se reanudó.

Continuaba con una corta escena que no estaba en el libro, en la que aparecían Wickham y Lydia juntos. Casey tenía que cambiarse para la escena siguiente, pero se quedó entre bambalinas para mirar. No se sorprendió cuando Tate apareció a su espalda.

Durante los ensayos, Lydia soltaba risitas, coqueteaba y provocaba a Wickham, mostrándose feliz por haberse fugado con él. Pero no fue así como Lori lo interpretó. Más bien pareció reflejar cómo se había sentido cuando Devlin la mantenía encerrada en la habitación de un motel. Exteriormente era amable con él, pero dejaba traslucir al público el miedo que sentía en su interior. La realidad de una chica de quince años seducida por un hombre de treinta y tantos resultó más que inquietante.

Aquel vuelco en la escena cautivó al público... y encolerizó a Devlin.

Cuando terminó la escena, Devlin abandonó el escenario hecho una furia.

—¿Habéis visto eso? —dijo a Casey y a Tate—. ¡Después de todo lo que he hecho por esa pequeña zorra! ¿Ha estado contando mentiras sobre mí? Me he pasado horas escuchando sus quejas sobre su abuela y cómo la maltrataba. Siendo pariente de la chica, consideré que era mi deber como adulto responsable alejarla de esa vieja bruja. Habría llamado a las autoridades, pero pensé que sería mejor descubrir primero la verdad, así que me la llevé. ¿Qué hay de malo en eso? —Devlin lanzó una mirada furiosa al escenario, donde estaban cambiando el decorado—. ¡Se ha comportado como si yo la hubiera seducido! Mira, Landers, si pierdo este duelo, no será culpa mía. ¿Entendido?

Se alejó todavía enojado, haciendo que vibrara todo el escenario con sus furiosas pisadas.

Tate y Casey miraron hacia el otro lado, donde estaba Rowan, que lo había oído todo. No dijo nada, simplemente bajó por la escalera en dirección a los camerinos.

En las siguientes escenas se trataban las consecuencias del matrimonio de Lydia con Wickham. Al regresar el señor Bennet a casa, la señora Bennet lo recibía con silencioso alivio. Luego Kit y Olivia se alejaban cogidos del brazo.

Cuando Lydia y Wickham llegaban a la casa de los Bennet, Lori no reía triunfalmente como Lydia en la novela. Parecía una joven que había aprendido la lección... pero era demasiado tarde. Lori pronunció las frases del guion, pero sin la felicidad que destilaba en la novela. Ella les dio un tinte moderno, un sesgo políticamente correcto. Era una chica de quince años y ahora estaba casada.

Al hablar con sus hermanas, no alardeaba, sino que daba a entender que sabía lo que iba a perderse. Ya no volvería a reír con ellas. Ni a coquetear en las fiestas. Ya no tenía esperanzas de futuro.

Cuando Lydia le dijo a Lizzy que el señor Darcy los había encontrado, lo dijo como si la hubiera rescatado, intentando arreglar una mala situación de la mejor manera posible.

Desde el otro extremo del escenario, Devlin se había salido de su papel de Wickham y lanzaba miradas amenazadoras a Lori. Ella sabía que el público las veía, así que se colocó casi detrás de Casey, que le rodeó los hombros con el brazo y le devolvió las miradas amenazantes a Devlin.

Al final Elizabeth y Wickham tenían un pequeño diálogo, en el que Casey dejó entrever a Devlin, y al público, lo que pensaba de él.

La siguiente escena mostraba una felicidad que todos necesitaban, cuando Jack, haciendo de señor Bingley, pedía a la hermosa Gizzy, haciendo de Jane, que se casara con él. Después de la triste realidad entre Lydia y Wickham, el público prorrumpió en aplausos de felicidad.

En la penúltima escena, Hildy, como lady Catherine de Bourgh, salió a escena y realizó una actuación magnífica y desmesurada. Se mostró tan descaradamente esnob que el público se echó a reír. Espoleada por las risas y las alteraciones de las escenas previas, Hildy exageró su interpretación al decirle a Elizabeth lo absolutamente indigna que era de un hombre rico y aristocrático como el señor Darcy. Parecía hablar de la cocinera y la estrella de cine.

Casey replicó que estaba de acuerdo, pero que él la quería a ella, así que, ¿qué podía hacer? ¿Decirle que no? ¡Imposible!

Hildy pronunció su largo y escandalizado discurso con tal convicción que Casey estuvo a punto de asegurarle que se mantendría alejada de Tate. Pero sacó pecho y dijo que si la volvía a pedir en matrimonio no le rechazaría.

Por fin llegó la escena final. Empezó con Lizzy y Darcy a solas. Hablaban un poco, culpándose a sí mismos hasta que Tate decía que la amaba.

—«Desde el primer momento me has visto como un hombre —dijo, mientras le sostenía las manos, con el rostro cerca del suyo—. No como me ve el mundo, con las riquezas que he adquirido, sino como soy yo realmente. Te amo con todo mi corazón.»

No eran las frases del guion, pero para entonces Casey estaba acostumbrada a las improvisaciones. Abrió la boca para responder, pero Tate dio un paso atrás y levantó una mano para que el público pudiera verla. En el dedo meñique de la mano izquierda llevaba un anillo increíblemente hermoso con un gran diamante en el centro.

Se lo sacó del dedo, hincó una rodilla en el suelo y le pidió a Casey que se casara con él.

El aspecto del anillo y la expresión de Tate la sobresaltaron hasta el punto de olvidar sus frases. Solo pudo asentir con la cabeza.

Él sonrió, le puso el anillo en el dedo y luego se levantó y la atrajo hacia sí para besarla. Bajó el telón. El fin.

El público se levantó y, cuando el telón volvió a levantarse, Casey y Tate seguían abrazados. Los demás actores siguieron con su papel y salieron apresuradamente a escena para felicitarlos. Pero Tate y Casey no interrumpieron el beso.

Uno a uno, los actores se acercaron al proscenio para saludar. Cuando Olivia y Kit dieron un paso adelante cogidos de la mano, el público enloqueció. En el exterior sonaban bocinas de coches y un par de coches patrulla de la policía hicieron sonar las sirenas para mostrar su reconocimiento.

Kit reculó para permitir al público ver claramente a Tate y a Casey abrazados. Pero luego meneó la cabeza y apuntó con el pulgar hacia abajo. Estaba claro lo que quería decir. ¡Un hombre más joven como Landers no sabía cómo besar!

Siguiendo la broma de Kit, Olivia lo miró, agitó las pestañas, agitó las caderas, y abandonó el escenario contoneándose, seguida por un Kit jadeante. Todos prorrumpieron en sonoras carcajadas.

Lydia y Wickham saludaron a continuación. Cuando Lori no permitió siquiera que Devlin le tocara la mano, se enfureció momentáneamente, pero luego se atusó un imaginario mostacho y le lanzó una mirada lasciva.

Este final supuso un alivio con respecto a lo que habían hecho en la obra, y que tan real había parecido.

Finalmente, todos se hicieron a un lado para mostrar a Casey y a Tate, que seguían con el beso. Acabaron separándose para saludar. Casey levantó la mano con el anillo de diamantes, sopló sobre él y lo frotó contra su hombro. Levantó el brazo con aire triunfal, como indicando que le había tocado el primer premio de la lotería.

Tate la agarró de la mano y se la llevó fuera del escenario, actuando como si estuviera impaciente por quedarse con ella a solas. Se detuvieron entre bastidores para observar al público y a los demás intérpretes, que saludaban por segunda vez.

Casey miraba el anillo, que lanzaba destellos incluso bajo aquella tenue luz.

—Esto parece de verdad. Creo que la escena de la petición de mano ha sido una gran contribución a la obra. ¿Por qué no me has avisado?

—Es real, y ningún hombre avisa antes de pedir la mano a una chica. ¿Oyes eso?

El público coreaba algo, pero Casey seguía con la vista clavada en el anillo.

—¿Cómo que real? ¿Diamantes?

—Están diciendo: «¡Lizzy! ¡Lizzy!» Te quieren a ti.

Casey no entendió qué quería decir.

—¡Ve! Sal a saludar. Te lo has ganado. —Tate la empujó hacia el escenario.

Casey se dirigió al proscenio sola. Era difícil de creer, pero el público realmente gritaba el nombre de Lizzy. La querían a ella. Emmie corrió por el escenario, oculta casi bajo el peso de un enorme ramo de rosas, que entregó a Casey. Sonriendo de oreja a oreja, la niña hizo ademán de marcharse, pero Casey la tomó de la mano y ambas hicieron una reverencia ante el público, que no dejaba de aplaudir.

Emmie, que era muy joven, pero ya veterana, dio un paso atrás con los brazos extendidos y miró hacia donde estaba su tío. Enseguida echó a correr hacia él. Tate la aupó y salió al escenario con ella en brazos para colocarse junto a Casey. Los aplausos, silbidos, gritos y bocinas eran ensordecedores. Pasó un buen rato hasta que pudieron abandonar el escenario.

Entre bambalinas les aguardaba un perplejo Devlin al que habían esposado.

—No sabía que era tan joven, y ella quería estar conmigo. ¿Y ahora dice que la retenía contra su voluntad? —balbuceaba—. No pueden hacerme responsable de sus mentiras. Si me hubiera dicho la verdad, la habría ayudado, que es lo que quería hacer desde el principio. ¿Cómo iba yo a saber que es una mentirosa patológica? ¡Las esposas deberían ponérselas a ella, no a mí! Yo intentaba...

Se interrumpió porque la multitud pedía que salieran Lydia y Wickham.

—¡Tienen que quitarme esto! Me quieren a mí.

Rowan soltó un bufido despectivo y agarró con fuerza el brazo de Devlin.

Pero Kit dio un paso hacia ellos. No dijo nada, pero lanzó a su hijo una mirada que lo decía todo. Rowan soltó a Devlin, pero no le quitó las esposas.

Cuando Devlin salió a saludar con las esposas puestas y Lori a su lado, el público estalló en risas y vítores. El villano era castigado. Todos creyeron que formaba parte de la obra y apreciaban el enfoque propio del siglo XXI que le habían dado a la historia.

El rostro de Devlin perdió su expresión malhumorada e interpretó su papel para el público, llegando incluso a perseguir a Lori por el escenario antes de desaparecer finalmente entre bastidores. Rowan no perdió el tiempo y volvió a sujetarlo, pero se detuvo cuando Devlin se plantó delante de Tate.

—Bueno, ¿quién ha ganado? —preguntó con voz desdeñosa. Su tono dejaba bien claro que sin duda había vencido en el gran duelo interpretativo que todos los demás habían olvidado.

—Tú —respondió Tate—. Lo admito. —Y, tras estas palabras, se inclinó formalmente ante su ex cuñado.

Devlin levantó la barbilla y finalmente se lo llevaron esposado.