Una parte de mí había esperado no tener que exponer jamás a Katerina a ese aspecto de mi vida. Quería que tuviese todas las partes buenas y hermosas que me había costado tanto trabajo construirme. No se merece lo feo, pero es parte de mí y va en el paquete de quién soy yo. Si me quedo con ella, que lo haré, es inevitable que me desprenda de cada una de las podridas capas y le ofrezca la verdad. Puede que ella me odie, pero me emplearé a fondo en recuperar su afecto.
Ella volverá a darme su amor. Soy un hombre decidido. Una vez pongo mis ojos en una meta, jamás dejo de conseguirla. He trabajado mucho para tener todo lo que tengo. Mi empresa, mis propiedades, este palacio... nada de todo eso me fue entregado en bandeja de plata. Me he partido el lomo para construir un imperio partiendo de cero. Me he ganado cada penique con mis propias manos. Sí, estas manos están sucias, pero ese es el precio de mi estilo de vida y de no arrodillarme ante ninguna de las dos fuerzas que dirigen mi país: el gobierno y la bratva. Sin embargo, nunca he trabajado más duro de lo que lo he hecho por Katerina. He ido a por ella con todo lo que tengo. He ido tras ella con todos mis recursos disponibles, empleando cada táctica existente. Ni de coña voy a perderla ahora.
Muevo el cuello para aliviar la tensión de mis músculos. Tras ponerme el pantalón del pijama, entro descalzo en el dormitorio. Las cortinas de la cama están cerradas. Meto un dedo entre ellas y levanto la de la izquierda. La cama está vacía. Probablemente mi gatita esté escondida en algún rincón de la casa, horrorizada ante la idea de dormir junto a un asesino.
Suelto la cortina y salgo del dormitorio. Hablaba en serio cuando dije que entendía que la situación era dura para ella. Dije que le daría espacio y eso es lo que haré, a pesar de que cada una de las células de mi cuerpo me exija que la traiga a la cama y le haga decir cosas que seguramente no piense, cosas que necesito escuchar desesperadamente.
Todo a su debido tiempo.
Llego al estudio y tecleo un código en la pantalla electrónica de la pared para abrir la puerta. Hasta que esté seguro de que Katerina no huirá ni llamará a la policía o a la embajada, guardo mi portátil y mi teléfono bajo llave cuando estoy en casa.
Me acomodo en el sillón giratorio de mi mesa, me pongo otro vaso de vodka de la botella que Lena ha dejado para mí y hago que mi portátil cobre vida.
Un mensaje de Adrian me está esperando.
Vaya, qué rápido.
Lo descargo en la aplicación de desencriptado y leo el texto. Adrian ha escarbado en los asuntos de Stefanov como le he pedido. No hay mención alguna de Vadim ni de su banda. No hay nada fuera de lo normal que destaque. Reviso el listado de los últimos movimientos de Stefanov que Adrian me ha adjuntado. Stefanov se ha reunido con Oleg Pavlov, un capo de la bratva que es un tipo importante en Moscú. Eso fue en San Petersburgo, un mes antes de que el asesino intentara dispararme y otra vez un día después de eso. En ambas ocasiones se han reunido en un club que Stefanov tiene cerca de Detskiy Severny Beach. No hay ninguna información sobre los asuntos que discutieron, pero entre esas dos fechas, Stefanov también se presentó en la casa de Oleg en Moscú. Miro más de cerca esa fecha. Fue un par de días después de que atacaran a Katerina cerca del Romanoff's.
El miedo se desliza por mi espalda al recordarlo. Si Katerina no hubiese entrado en el restaurante aquella noche... Si yo no hubiese estado ahí, cenando con Mikhail... ni siquiera soy capaz de pensarlo. No puedo traducir en pensamientos lo que podría haber ocurrido, y de ponerlo en palabras ni hablemos.
Me reclino en mi sillón y me tomo un trago de vodka mientras le doy vueltas a la información.
Vladimir Stefanov y Oleg Pavlov.
Conozco esos nombres, aunque yo nunca haya tenido la desagradable experiencia de cruzarme en el camino de ninguno de ellos. Igual que cualquier empresario con cierto capital en Rusia, sé quiénes son. Pero no es solo por eso que me resultan familiares, sin embargo. Hay algo más, un borroso recuerdo en lo profundo de mi mente. Es una sensación molesta, como una palabra que tienes en la punta de la lengua y no eres capaz de recordar.
Y entonces caigo en la cuenta.
Mi mente regresa al apartamento de la isla Vasilevsky en el que crecí. Me veo a mí mismo con catorce años, tumbado en mi cama y leyendo un cómic que había metido en casa de extranjis. Mi padre no quería que leyese esas cosas. Decía que las viñetas harían que me volviese demasiado perezoso para leer.
Las voces susurrantes de mi madre y mi padre me llegaban amortiguadas desde el otro lado de las finas paredes de mi cuarto. Estaban teniendo una pelea. Pelearse era raro en ellos, tanto que agudicé el oído. Entonces es cuando los oí, esos dos nombres.
Stefanov y Pavlov.
Mi madre los susurró atemorizada. Mi padre le respondió en tono tranquilizador, y cuando él repitió los nombres su tono era seco. Un instante después, me llegó un sonido de cazuelas desde la cocina donde mi madre estaba haciendo solyanka para cenar, y el olor al cigarrillo de mi padre me alcanzó desde el balcón.
Ansioso por conocer el destino de Batman, yo volví a mi lectura.
Un ruidito en mi teléfono me trae de vuelta al presente. Lo cojo y miro la pantalla. Es el jefe del equipo de limpieza, haciéndome saber que el trabajo está hecho. Descubrirán el cuerpo de Vadim poco después de amanecer, cuando sus colegas vayan a recoger los artículos para las entregas del día. Stefanov recibirá pronto mi mensaje.
Genial. No puedo esperar.
Tamborileando con los dedos en la mesa, me acabo el resto del vodka. El alcohol se desliza suavemente por mi garganta, calentándome el estómago y relajando mis tensos músculos. ¿Por qué discutían mis padres acerca de dos jefes de la bratva? Mi padre era un oficial de policía de alto rango. Nunca hablaba del trabajo en casa, al menos no cuando yo andaba por allí. ¿Sería un corrupto? ¿Estaría al servicio de Stefanov o de Pavlov? ¿Es por eso que mi madre estaba disgustada? ¿Porque les había vendido información? Puedo ver cómo habría disgustado eso a mi madre. Era una buena persona, una persona humilde que creía en el bien y en el mal. La imagen que yo tengo de mi padre no es la de un poli corrupto, pero yo era solo un crío. Estaba más interesado en la cultura pop prohibida y en ahorrar suficiente dinero para comprarme un monopatín que en el trabajo de mi padre.
No soy capaz de acordarme de mis padres sin experimentar ese dolor que me arranca el corazón del pecho, así que dejo a un lado mi nostalgia.
¿Cómo se conectan todos los puntos? ¿Hay alguna conexión entre la conversación de mis padres y los acontecimientos del último par de meses? ¿Cuál es la probabilidad de que esos mismos nombres surgieran entonces y ahora? Stefanov le pagó a Vadim para secuestrar a Katerina. ¿Pagó también al hombre que le robó la tarjeta? Es una deducción lógica. Eso significa que lo más probable es que Stefanov pagase al asesino que intentó matarme. ¿Pero por qué? ¿Qué tiene eso que ver con mis padres, si tiene algo que ver? ¿Cómo encaja en esto Oleg Pavlov? Sus reuniones con Stefanov en momentos próximos a los ataques contra Katerina y contra mí podrían ser mera coincidencia... es bastante probable que dos capos de la bratva hagan negocios juntos. Pero el hecho de que mi padre los mencionase a los dos hace ondear una gran bandera roja.
No tengo las respuestas, pero las encontraré. Y cuando las tenga, haré que Stefanov y cualquier otro hombre implicado en su plan lo paguen.
Abro la aplicación de encriptado y le envío otro mensaje a Adrian, instruyéndole para que siga husmeando en busca de información sobre Stefanov y que haga lo mismo con Pavlov. Pongo a su disposición una hermosa suma de dinero para sobornar informantes y accedo a mi banco para pagarle por el trabajo que ha hecho. Nada motiva más a la gente que un pronto pago. Dejará lo que sea que tenga entre manos para conseguirme la información que necesito.
La adrenalina de antes todavía tiene que salir de mi sistema. Estoy demasiado exaltado para poder dormir. Para hacer un uso productivo de mi tiempo, me ocupo de la burocracia relacionada con la excedencia de Katerina. Una vez el papeleo queda resuelto, programo un correo electrónico para que se envíe a Joanne a una hora razonable de la mañana, preguntándole a qué hora le iría bien que Katerina le hiciese una videollamada. Puedo ser despiadado, pero soy un hombre de palabra. Dije que mi kiska tendría una recompensa si se portaba bien, y ahora que ya sabe que no tiene salida, se comportará si eso significa que puede hablar con su amiga. Llámalo manipulación, pero no estoy obligando a Katerina a obedecer para que mi vida sea más fácil. Lo estoy haciendo por ella. Cuanto antes se adapte a su nueva situación, antes volverá a ser feliz.
No soy optimista acerca de descubrir nada a través de las cámaras de seguridad del hospital. Sin embargo, me conecto a tiempo real con el flujo de trabajo para comprobar el progreso del equipo. Como me esperaba, no han encontrado nada. Con suerte, pronto averiguaré algo más, bien a través de Adrian, bien del hombre que he puesto a seguir a Stefanov.
Tecleo una orden, pidiéndole a Nelsky, el jefe de mi equipo de seguridad, que abandone la búsqueda y se centre en vez de eso en obtener información acerca de las operaciones profesionales y personales de Stefanov y Pavlov. Quiero los planos de sus casas y sus oficinas. Quiero saber cuántos hombres tienen allí y qué armas llevan. Quiero saber cuántos hijos tienen, dónde van a la escuela, dónde tienen los apartamentos de sus amantes, qué coches conducen, y qué han comido sus esposas para desayunar. Quiero saberlo todo de ellos, hasta la marca de su ropa interior. Quiero conocer sus puntos fuertes, pero sobre todo sus debilidades. Quiero saber dónde se puede atravesar su protección. Pueden parecer intocables, pero si buscas con el suficiente empeño, siempre encontrarás alguna vulnerabilidad.
Me levanto y me desperezo. Matar a Vadim no ha apaciguado mi furia, ni de lejos. Necesito un entrenamiento agotador en el gimnasio. Hasta que pueda ponerle las manos encima a Stefanov, el saco de boxeo tendrá que bastarme.
Mi teléfono suena justo cuando llego a la puerta.
Es Igor.
Respondo:
—¿Sí?
—Creí que te gustaría saber que Stefanov ha puesto vigilancia a la casa. Hay un hombre ahí fuera. Es discreto, pero le he localizado con los infrarrojos.
—¿Estás seguro de que es de Stefanov?
—Sí. Usamos una cámara de visión nocturna y hemos pasado la imagen por el programa de reconocimiento facial.
Sonrío sin pizca de humor. Ya somos como enemigos de los de antes, Stefanov y yo, vigilándonos el uno al otro. No puedo esperar a aplastar a ese hijo de puta con el pie como si fuese un gusano.
—Sigue atento a lo que hace.
—Ya lo estoy haciendo. Ha entrado en un edificio al otro lado del río. Se está poniendo cómodo en el último piso mientras hablamos.
—Bien. Avísame si hay más hombres uniéndose a la fiesta —le digo antes de colgar.
Nunca es difícil sacar a las termitas de la madera con humo. Solo tienes que encender un fuego debajo.