29

Kate

Volvemos a San Petersburgo con la misma seguridad estricta de la ida y llegamos a casa de Álex sin incidentes. Lena y Tima nos reciben en el vestíbulo. Le transmito a Tima el agradecimiento de William y de mi madre por su comida y me excuso para ir a darme una ducha.

Cuando vuelvo a bajar para cenar, Álex me llama desde la biblioteca. Entro con cautela. Está sentado en el sofá con su portátil en la mesita de café delante de él.

—¿Ocurre algo? —pregunto.

Él junta sus dedos y me lanza una mirada escrutadora.

—Nada en absoluto. ¿Por qué piensas que puede pasar algo malo?

—¿Porque hay un asesino que va tras de ti? ¿Porque mi madre está enferma y pueden ocurrir montones de cosas mientras yo no estoy allí? ¿Porque estás serio y eso siempre significa que hay malas noticias?

Su boca se tensa.

—Estás exagerando.

Me acerco al sofá.

—¿Entonces qué pasa?

—Joanne te ha enviado un mensaje para desearte Feliz Navidad.

Yo me tenso. El hecho de que Álex esté filtrando mis mensajes está mal a tantos niveles... Mi voz suena más seca de lo que pretendía.

—Qué amable por tu parte darme el mensaje. Supongo que también le habrás deseado Feliz Navidad de mi parte, ¿verdad?

Sus ojos azules se entrecierran una fracción, pero él lo suaviza con una sonrisa.

—¿Y qué tal si se lo dices tú misma?

Echo un vistazo su portátil.

—¿Ahora?

—Si te parece bien. Está disponible. Visitaron a los padres de Joanne en Hudson el día de Navidad pero han vuelto a casa esta mañana. Ella está reservando sus días de vacaciones para cuando haga más calor.

—¡Guau! —Suelto una risa amarga—. Últimamente sabes más sobre la vida de mi amiga que yo.

—Katerina —dice él frunciendo el ceño.

Me encojo de hombros.

—Es la verdad. ¿Y tú? ¿Qué le has dicho?

—Le he contado que cogimos un vuelo para ver a tu madre pero que tuvimos que volver enseguida por mis obligaciones de negocios.

—Ya veo. —Mi sonrisa es irónica—. ¿Tiene algún sentido que yo hable con ella entonces? Ya que le has contado todo lo que quieres que sepa...

Se pone de pie.

—¿Por qué estás tan molesta por esto? Pensé que te alegrarías de hablar con ella.

—¿Sabes lo que sí me alegraría? Leer los mensajes que ella me manda sin que tú los censures y me los transmitas.

Él rodea el sofá.

—¿Qué te pasa?

—¿Que qué me pasa? —Retrocedo un paso—. eres lo que me pasa.

Me vuelvo hacia la puerta pero él me agarra por la muñeca y me retiene con fuerza.

—Katyusha. Esto no es propio de ti. Creí que lo habíamos pasado bien en Deep Creek. Creí que estabas contenta de ver a tu madre.

—Estaba contenta. Mucho. Eso ya te lo he dicho antes.

—¿Entonces qué pasa contigo?

—Todo —digo, soltándome—. Esto. —Señalo la habitación—. El hecho de que me encierres aquí y filtres mis mensajes. ¿Y qué hay del hecho de que ya no tengo una vida? Tú aterrizas con tu avión en medio de Idaho y me dejas ahí tirada mientras te largas a hacer lo que sea que hicieses allí. No sé cómo puedes justificarte ese comportamiento a ti mismo, pero no está bien.

Su ceño se hace más pronunciado.

—Tenía una reunión de negocios. Eso es todo.

—No importa por qué fuiste allí. Lo que importa es que eres selectivo con la información que compartes conmigo. ¿Cómo esperas que confíe en ti si tú lees todos mis correos pero no me cuentas nada sobre tus asuntos?

Él me mira en silencio con los ojos brillantes de rabia, pero estoy demasiado disgustada para que me importe.

Después de un tenso momento, dice:

—Te pido disculpas por haberte dejado en el avión. Fue por tu seguridad. No volverá a ocurrir.

Esto no es ni siquiera porque me haya dejado tirada en un avión en medio del bosque. Para ser sincera, no he sido yo misma desde que salimos de Deep Creek. Mis emociones están descontroladas. Toda esta locura de situación está empezando a ser demasiado. La incertidumbre me está matando.

Respiro hondo unas cuantas veces para tranquilizarme y digo:

—No pretendía arremeter contra ti de esta manera.

—Lo comprendo. —Él me rodea con los brazos y me atrae contra su pecho—. Pronto habrá pasado todo, kiska.

Estiro el cuello para mirarle a la cara.

—¿De verdad? ¿Por qué? ¿Qué está pasando? —¿Qué es lo que no me está contando?

Él me besa la frente.

—¿Quieres que posponga la llamada a Joanne hasta que vuelvas a ser tú misma?

—No —digo rápidamente, librándome de su abrazo y pasándome las manos por el pelo—. Me gustaría charlar con ella.

Con otra mirada penetrante, él vuelve hasta el sofá, se sienta y reactiva la pantalla de su portátil para hacer la videollamada. Yo me siento a su lado en el borde del asiento.

Tres segundos después, la cara de mi amiga aparece en la pantalla.

—¡Katie! Es estupendo verte. —Está cruzando una espaciosa estancia con paredes de ladrillo sin rebozar—. Y a ti también, Álex. Feliz Navidad otra vez. —Se deja caer en un sofá marrón de piel, cruza una pierna sobre la otra y pone el portátil en una mesita.

—Gracias —le digo con una sonrisa auténtica, y noto como desaparece una parte de mi tensión—. Feliz Navidad para ti también.

Ricky saluda con la mano desde detrás de unos fogones en una isla de cocina, removiendo algo que hay en una cazuela.

—Feliz Navidad, chicos.

—Estamos en casa de Ricky —dice Joanne—. Tiene un apartamento de alquiler en el distrito Meatpacking. —Ella vuelve la cabeza para sonreírle—. Está cocinando.

Ella va maquillada y se ha alisado el pelo. Puedo contar con los dedos de una mano las veces que la he visto sin sus tirabuzones.

—Estás guapísima —le digo.

—Gracias. —Un rubor colorea sus mejillas—. Es una ocasión especial.

Ricky sale de detrás de los fogones con una botella de vino en una mano y dos copas en la otra.

—Una vez terminéis con vuestra luna de miel —dice, tomando asiento junto a Joanne—, también os invitaré a vosotros a cenar.

—Eso nos encantará —dice Álex.

Ricky guiña un ojo mientras sirve el vino.

—Haré que lo cumpláis.

—¿Qué tal está tu madre? —pregunta Joanne—. No me puedo creer que volaseis todo el camino hasta Carolina del Norte y no paraseis para vernos.

Álex me pasa un brazo sobre los hombros.

—Como he dicho en mi mensaje de texto, el deber me llamaba.

—Trabajas demasiado, Álex. —Joane coge la copa que le ofrece Ricky—. Viniendo de mí, eso es mucho.

Álex suelta una risita.

—Es una época ajetreada. Se calmará un poco después de Año Nuevo.

Joanne bebe un sorbo de vino.

—Volviendo a tu madre, Katie. ¿Cómo está?

—Está muchísimo mejor —le digo.

—Eso es fantástico. —Joanne se arrima más cerca de Ricky—. Me alegra oír eso.

—¿Y qué tal tus padres? —pregunto.

Ella dirige a Ricky una mirada de cachorrita.

—Están bien. Fue todo muy bien.

Miro a uno y luego al otro.

—¿Qué es lo que fue bien?

Ricky pone una mano sobre la rodilla de Joanne. Su sonrisa es todo dientes.

—Decidí hacerlo a la antigua y le pedí permiso al padre de Joanne para casarme con ella.

—¿Qué? ¿Os habéis prometido? —Miro a Joanne con la boca abierta—. ¡Eso es fantástico! Felicidades. ¿Y eso es lo de esta noche? ¿Una cena de celebración?

Joanne está radiante.

—Quería que fueseis los primeros en saberlo, antes de contárselo a nadie más.

—Felicidades —dice Álex—. Eso son muy buenas noticias.

Pongo una mano en mi corazón y digo:

—Me alegro tanto por ti... ¿Cuándo es el gran día?

—Pronto —responde Ricky, y su mirada se llena de calidez al posarse en Joanne.

—Sé que es algo precipitado —dice ella—, pero los dos sabemos que estamos bien juntos. ¿Por qué esperar?

—Pues sí, ¿por qué? —Suelto un chillido—. ¡Mi mejor amiga se va a casar! No me lo puedo creer.

Ella se hunde más en el asiento y apoya un brazo en el respaldo.

—Ricky quiere que nos fuguemos. Yo pienso que deberíamos celebrar una ceremonia pequeña e íntima.

La alegría llena de calor mi pecho al mirar sus caras felices.

—Estoy segura de que podréis hacerlo.

—Espero poder contar contigo —dice Joanne—. Me encantaría que fueses mi dama de honor.

—Por supuesto —digo, impulsivamente—. Será un honor. —Demasiado tarde, miro a Álex y me muerdo el labio al darme cuenta de que acabo de hacer una promesa que puede que no sea capaz de cumplir. Esa idea me fastidia la alegría del momento. Como no quiero fastidiarlo para ellos, me apresuro a cambiar de tema—. —¿Cuándo vais a elegir el anillo?

—No vamos a comprar anillos —dice Ricky—. Vamos a hacernos tatuajes. Es un cliché, pero parece la elección correcta para nosotros.

—Bien por vosotros —digo con una sonrisa—. Esta es una maravillosa sorpresa navideña.

Joanne hace una mueca. —Mi madre está decepcionada de que nos hayamos decidido en contra de un anillo y una gran boda.

—Ella respeta tu decisión —dice Ricky—. Solo necesita algo de tiempo para hacerse a la idea.

—Habladnos de vuestra visita a Deep Creek —dice Joanne.

Ricky levanta un dedo en el aire.

—Voy a darle una vuelta a la salsa, pero os escucho.

Mientras él vuelve a la cocina, les hablo de la clínica y del progreso de mi madre, pero me abstengo de mencionar a William por ahora. No tiene sentido hablar de él a menos que su relación, que está todavía en las fases iniciales, vaya más allá del centro de tratamiento. He aprendido mi lección con respecto a hacerme ilusiones demasiado pronto. Mi madre va generalmente de flor en flor. No hay muchos hombres que consigan mantener su atención, y luego está lo de su enfermedad. Como su ex-novio Martin, la mayoría de los hombres se echan atrás cuando la cosa se pone difícil.

Demasiado temprano, Álex mira el reloj.

—Me temo que tenemos que dejaros. Estamos a punto de cenar, y no queremos que se os enfríe el almuerzo.

Lo que es más exacto, quiere asegurarse de que la llamada no dure demasiado tiempo. Es una de sus normas de seguridad.

—Ha sido genial veros —dice Joane, descruzando la pierna en la que se ha sentado—. Te llamaré pronto.

—Me encantará que lo hagas —digo—. Quiero saberlo todo de tus planes para la boda.

Después de despedirnos, Álex termina la llamada.

Me mira solemnemente por un instante y luego dice:

—Siento que no puedas estar ahí por Joanne. Sé que te habría gustado ayudarla con los preparativos de la boda.

Yo me siento muy derecha, esperando el auténtico golpe.

Su tono es de disculpa.

—Me duele decir esto, Katyusha, pero puede que no estemos de vuelta a tiempo para la boda, no si la celebran pronto.

Vuelvo la cara para mirarle.

—Me has llevado a ver a mi madre por Navidad. No te estoy pidiendo estar allí para ayudar a mi mejor amiga con sus preparativos de boda, pero ¿por qué no podemos asistir a la ceremonia?

Si deciden celebrar una ceremonia.

—Hipotéticamente hablando, entonces.

Él deja escapar un suspiro.

—Estoy seguro de que pospondrían el gran día si tú se lo pidieras.

Le miro con la boca abierta.

—¿Lo estás diciendo en serio? No voy a pedirles a Joanne y a Ricky que pospongan uno de los días más importantes de sus vidas para que me venga mejor a mí. ¿Así de egoísta crees que soy?

Pasa un momento de silencio mientras él me estudia sin decir nada y luego enuncia:

—Como quieras, pero no habrá más viajes hasta finales de enero.

Me pongo de pie de golpe.

—¿Finales de enero? Para eso falta más de un mes.

Él me mira con el rostro inexpresivo.

—Soy consciente de cuánto tiempo falta.

—Y cuando lleguemos a finales de enero, ¿se convertirá en finales de febrero?

Un músculo vibra en su sien.

—Todo lo que haga falta.

Suelto una carcajada.

—Eres increíble.

Él se levanta.

—Son tiempos difíciles para los dos. No lo hagas más duro de lo que ya es.

Las lágrimas me queman los ojos, pero pestañeo para contenerlas.

—Si hay alguna manera de hacerlo posible, allí estarás. —Él me coge una mano—. Hay cosas que tienen que pasar primero, cosas que comprometerán nuestra seguridad si no me encargo de ellas antes, y cuando lo haya hecho, puede que tengamos que estar un tiempo manteniendo un perfil bajo.

—Eso es lo que no dejas de repetir.

Él me rodea la cintura con un brazo y me aprieta de golpe contra él. Yo me echo para atrás, pero no lo suficiente para escapar de sus labios. Los clava sobre los míos con un beso sofocante, prendiendo un incendio instantáneo en mi bajo vientre.

Yo le empujo por los hombros, peleando para conseguir distanciarme, hasta que él afloja sus brazos.

—Katerina —dice, clavándome una mirada de depredador.

—No, Álex. —Le agarro por la muñeca y aparto su brazo de mí—. Esta vez, no vas a librarte de la pelea a base de besos.

Sin mirar atrás, salgo de la habitación con el corazón dolorido... y no solo porque tal vez no pueda asistir a la boda de mi mejor amiga.