CORAZÓN DE DIAMANTE
Kinh Tam ya había pensado en cómo responder al abad y a los novicios mayores cuando le preguntaran por qué había recogido al recién nacido abandonado. El joven novicio suplicó a sus hermanos mayores que lo comprendieran y aceptaran.
Estas palabras, sin embargo, no evitaron que Thanh Tam montara en cólera e ignorara a Kinh Tam durante muchos días. Y no porque no se preocupara por él, sino porque no comprendía del todo su forma de proceder. Su lógica le decía que no era el padre del niño y por lo tanto no debería asumir la responsabilidad de su cuidado. Kinh Tam había escapado a duras penas del lazo de la justicia, así que ¿por qué debería colocárselo voluntariamente?
Aunque Thanh Tam había escuchado el razonamiento de que «el mérito de construir un templo de nueve pisos de altura no puede compararse al mérito de salvar la vida de una persona», no podía aceptarlo. «¿Por qué no salvar a cualquier otro ser humano, en lugar de a ese ser humano en concreto?»
Sin embargo, Kinh Tam se mantuvo firme, más duro que una roca, porque el corazón del novicio había llegado a ser como el diamante. Nadie podía evitar que hiciera lo que consideraba correcto. ¿Cómo alguien tan amable, dulce y devoto podía ser tan testarudo? Y a pesar de todo, después de una semana, la firme paciencia de Kinh Tam contribuyó a cambiar el punto de vista de Thanh Tam.
El hermano mayor Chi Tam tampoco estuvo de acuerdo al principio, pero guardó silencio y no hizo tangible su protesta. Es posible que el hermano mayor se encontrara dividido entre dos fuerzas: por un lado, su temor al desprecio de la gente, y por otro, su fe en su hermano menor, cuyo carácter era realmente excepcional.
La actitud de su maestro fue aún más misteriosa. Tras escuchar la sincera petición de Kinh Tam, el abad guardó silencio. Luego dijo:
—Tienes mi permiso para hacer cuanto te plazca. Has alcanzado la madurez y la sabiduría. Haz lo que creas que es apropiado.
Criar a un niño no era una tarea menor. Afortunadamente, aunque la tía Han, que estaba en el pueblo, no tenía leche en abundancia, accedió a compartir un poco con el pequeño. Kinh Tam le puso al niño Thien Tai («Buena Herencia»), y lo llamaba Tai para abreviar. El novicio masticaba arroz hasta convertirlo en una pasta con la que alimentar al pequeño y le cantaba nanas utilizando tan sólo las meditaciones de los sutras y de las escrituras.
El hermano Thanh Tam a menudo ayudaba a cuidar de Tai. Le gustaba mucho cantar El sonido de la marea creciente:
La puerta del Dharma universal está abierta,
el sonido de la marea creciente es cristalino, y el milagro
acontece:
¡un hermoso niño aparece en el corazón de una flor de loto!
Una única gota de agua compasiva basta
para devolver la fuente refrescante a ríos y montañas.
Man, el nuevo aspirante, también disfrutaba abrazando al bebé Tai. A menudo Man corría hacia la choza de paja y pedía permiso para sostener al bebé o al menos sentarse a su lado y verlo dormir. Con la presencia del pequeño Tai, la vida en el templo se hizo más animada. Kinh Tam cuidó a Thien Tai con amor, y el trabajo de criar a un niño se convirtió en una práctica de meditación en sí mismo.
Desde el día en que Kinh Tam se hizo cargo del bebé, el hermano mayor Thanh Tam se encargó de la tarea de hacer sonar la campana cada tarde, tal como le había pedido Kinh Tam. Era muy difícil hacerla repicar mientras se sostenía al niño con un brazo. Además, su sonido era demasiado fuerte y a veces asustaba al pequeño, que rompía a llorar. Cuando Kinh Tam echaba de menos tocar la campana, su hermano mayor se quedaba con el bebé mientras el novicio iba al campanario y recitaba los gathas. Man también pedía permiso para quedarse con el pequeño Tai mientras Kinh Tam cumplía estas tareas. A todos les gustaba escuchar el recitado de Kinh Tam. No poder hacerlo los dejaba con una sensación de carencia.
Muy diestro en el arte de coser y zurcir, el novicio hizo un diminuto hábito de monje para el pequeño Tai, utilizando sencillos tejidos de color dorado. Cuando el pequeño tuvo dos años de edad le enseñaron a llamar al novicio «padre-maestro».
A medida que Thien Tai crecía, extrañamente no se parecía en nada a Mau: su rostro empezó a asemejarse al de su «padre-maestro». Ello hizo que la conducta del novicio Kinh Tam fuera más sospechosa. Nadie podía imaginar la posibilidad de que las semillas de la virtud y la práctica diligente de Kinh Tam, sembradas y cultivadas en Thien Tai, pudieran manifestarse más visiblemente en el rostro del niño que las semillas hereditarias transmitidas por los padres biológicos.
El novicio Chi Tam, ahora plenamente ordenado y llamado Thay Chi Tam, o venerable Chi Tam, era considerado el discípulo de más antigüedad y años de práctica en el templo y un monje muy aplicado. Sin embargo, incluso él tenía que admitir que su diligencia en la práctica palidecía si se comparaba con la del joven novicio Kinh Tam. En verdad, éste había puesto todas sus energías en la práctica de la meditación. Todas las tardes, Kinh Tam practicaba la meditación sentada hasta la medianoche. Cada vez que Chi Tam echaba un vistazo al bosque de pinos frente a las puertas del templo, veía la luz de una lámpara de queroseno brillando en el interior de la choza de paja de Kinh Tam. El joven novicio participaba en todas las actividades del templo y sólo se ausentaba cuando estaba enfermo. Thay Chi Tam solía verlo practicar la meditación en movimiento, dando pasos pausados, relajados e intensos en el polvoriento camino ante las puertas del templo. A veces Thay Chi Tam se avergonzaba por no esforzarse tanto en la práctica y estudio como su hermano menor.
El novicio Kinh Tam consideraba al pequeño Tai como un objeto fundamental para una meditación más profunda. Thien Tai era hijo de Mau, sí, pero también hijo de Kinh Tam. Ésta era la meditación en la que el novicio se concentraba con firmeza.
Durante estos períodos de meditación, Kinh Tam pensaba profundamente en todos los escándalos, injusticias y sufrimientos que había padecido. El novicio pensaba también en todos los individuos directamente implicados para obtener una mayor claridad y sabiduría. Kinh Tam siempre empezaba con una reflexión centrada en su propia persona.
El segundo centro de atención era Thien Si. Parecía que el joven estaba atrapado. Como hijo único de una familia rica, tenía muchas ventajas a la hora de alcanzar una buena educación y una carrera de éxito, pero no era dueño de su propia vida. Thien Si vivía como una sombra de sus padres, plenamente sometido a su control, como una marioneta accionada por los hilos del titiritero. No era capaz de tener sus propios juicios sobre las cosas o generar felicidad para sí mismo y sus seres queridos.
Kinh Tam volvió a pensar en el momento crítico de la acusación de intento de asesinato. Thien Si estaba allí, sentado, queriendo decir algo, pero en última instancia fue incapaz de expresar sus pensamientos. Estaba a punto de perder a su esposa, pero no pudo gestionar la situación ni tomar una decisión al respecto. Sus padres decidieron expulsar a su nuera. ¿Cómo podría él oponerse a ellos? Kinh intentó cambiar la situación, pero le resultó imposible. Al volver a casa se había sentido ligera de corazón y de mente, sin experimentar rencor alguno hacia Thien Si. Sin embargo, Kinh no sentía mucho respeto por él, y sin respeto el amor matrimonial no podía sobrevivir.
El tercer objeto de su meditación era Mau. Hija de una familia acomodada, tenía belleza y posición social, pero no felicidad. Aunque había tenido muchos pretendientes, nunca había sido verdaderamente amada. Ni siquiera el joven con el que Mau se había acostado había gozado de su amor o su respeto. El novicio no necesitaba saber quién era ese hombre. Lo que sabía con certeza era que Mau no lo amaba. Mau y aquel hombre simplemente habían sido víctimas de los encendidos fuegos de la pasión.
Mau se había enamorado, pero fatalmente, pues ese amor tuvo que hacer frente a dos obstáculos mayúsculos. El primero era que la persona amada había tomado los votos monásticos. El segundo era que la persona amada era una joven disfrazada. Además, Mau no sabía practicar de acuerdo con las enseñanzas de Buda, como las Cinco Instrucciones de la Atención Plena (preceptos budistas). Nadie había ayudado a Mau a comprender que cuerpo y mente son como profundos océanos que contienen oscuros y ocultos remolinos y monstruos marinos que pueden hacer zozobrar el bote de nuestra vida en segundos. Cuando uno se siente abatido, solo e impotente debido a un amor imposible, la riqueza o la belleza no tienen un verdadero valor. La cuestión es cómo crear una felicidad real.
Tanto Kinh Tam como Mau corrían peligro de ahogarse en el océano del sufrimiento y la ignorancia. Si Kinh Tam no hubiera practicado intensamente, el novicio no habría podido escapar de ese océano. Mau había esperado atrapar a Kinh Tam en un presunto encuentro amoroso. La joven aún confiaba en la fuerza de su influencia, su poder y su posición en la sociedad. Pero Kinh Tam había desafiado todo eso. El orgullo y la vanidad de Mau habían quedado completamente demolidos. Podría decirse que ella era quien más sufría. ¿Qué le quedaba para ser feliz en la vida? ¿Acaso el único camino aún disponible para ella era el camino de la práctica?
La cuarta persona era el padre biológico de Thien Tai. Si era rico o pobre, joven o viejo, de clase alta o baja, conocido o desconocido, si aún vivía en el pueblo o se había marchado a otro lugar, todo eso carecía de importancia para el novicio. Kinh Tam sólo veía que el hombre también sufría inmensamente. Había sufrido porque Mau no lo reconoció, aun cuando había permitido que intimaran físicamente. Si Mau lo hubiera amado, habría comunicado su nombre al consejo del pueblo a fin de concertar su matrimonio. La verdad es que Mau no lo amaba y temía incluso pronunciar su nombre. Evidentemente, él también estaba aterrado y no se atrevía a mostrarse o reconocer públicamente a su hijo. Tal vez ni siquiera sabía que tenía un hijo. No se habría visto atrapado en esta red y forzado a ocultarse si Mau no hubiera estado obsesionada, desesperada e infeliz. El hombre también había sido víctima del miedo y la ignorancia. ¿Escaparía alguna vez de ese dilema?
De los cuatro, sólo Kinh Tam fue capaz de vislumbrar el camino de salida y practicar para no dejarse superar por las graves injusticias que habían acontecido. Observando a su alrededor, el novicio descubrió que otros muchos jóvenes también estaban atrapados en situaciones en las que el sufrimiento era similar al de estos cuatro seres. ¿Cuántos de ellos habían encontrado, como era su caso, un camino para escapar del sufrimiento y ser realmente libres?
El corazón y la mente de Kinh Tam se sentían ligeros y libres gracias a la práctica de la observación profunda que invocaba las energías de la bondad y la compasión interiores, como agua fresca que brotara de lo más profundo de la tierra. Al observar a los otros tres, Thien Si, Mau y el padre de Thien Tai, el novicio percibía que todos habían sufrido; cada uno de ellos luchaba por conducir el bote de la vida a través de los turbulentos mares de la ignorancia y los deseos, sometidos y a veces sepultados por el embate de las olas. Inundado de compasión, el corazón del novicio estaba libre de odio, dolor y resentimiento. Kinh Tam sabía que necesitaría más práctica para que un día le fuera posible ayudarlos a los tres, y también a otros, para que hallaran su propia comprensión y se liberaran del sufrimiento.
El novicio pensó: «Qué desolador es ver la manera en la que los jóvenes continúan hundiéndose en esos senderos dolorosos. Mi padre, mi madre, mi maestro, mis hermanos mayores e incluso el pequeño Thien Tai también han sido víctimas y han tenido que padecer algunas de las consecuencias, aunque ninguno de ellos ha sido responsable en modo alguno de este sufrimiento y estas maldades».