CÉSAR MARTÍN CASASOLA
El análisis del comportamiento no verbal es una herramienta imprescindible dentro del ejercicio profesional que realizan las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.
El comportamiento supone comunicación, un medio para recibir y transmitir información, al igual que la palabra hablada. Y si bien escuchar lo que nos dice el ciudadano es de vital importancia para comprender lo sucedido, observar con atención es esencial para alcanzar lo que trata de decirnos a través de su comportamiento no verbal. El policía puede y debe usar este conocimiento para comunicar o captar alteraciones en el comportamiento de la persona que puedan indicar cambios en sus pensamientos, emociones, intereses o intenciones (Magariños, 2015). Todas las personas transmiten información constantemente a través de sus acciones o movimientos corporales, por lo que se debe ser buen observador para captarlas e interpretarlas con claridad y fiabilidad.
Si fijamos nuestra atención en la faceta de seguridad ciudadana, un policía experimentado en el comportamiento no verbal puede ejercer el dominio en una intervención con un ciudadano —una identificación rutinaria en vía pública— sin tener que ser agresivo en su lenguaje verbal. Dicho logro se obtiene manteniendo un mayor contacto visual directo con el individuo, dado que consigue reflejar una menor actividad emocional y un mayor control de la situación. Un tono de voz correlaciona con la impresión de que la persona sea alguien sumisa o dominante. Así pues, una persona con el tono de voz grave se relaciona con personas fuertes y seguras. Un volumen alto no correlaciona positivamente con el dominio de una situación, más bien no es necesario hablar muy alto al ciudadano, un volumen normal o bajo denota énfasis y dignidad en nuestros argumentos (López, 2011).
Por otro lado, la postura y la proximidad del agente con respecto a la otra persona son formas muy eficaces de comunicar autoridad y de reducir tensión en un determinado momento, así como de dominar una situación complicada con tan sólo saber dónde colocarse y cómo. Una postura erguida, con la espalda recta, hombros hacia atrás moderadamente, barbilla elevada y el peso distribuido en los dos pies —postura muy utilizada por las Unidades de Intervención Policial— expresa confianza y liderazgo. De esta forma al posicionarse en la zona íntima o personal de una persona —siempre que se valoren los riesgos que conlleva— se ejerce un mayor dominio sobre ella, porque pierden confianza y centran su atención sobre el agente. También el hecho de ampliar con nuestras piernas nuestra zona personal es un signo de autoridad y autoconfianza frente a los demás (J. Navarro y Karlins, 2010).
Un agente de autoridad debe mantener la calma y el control de sus gestos y movimientos en todas las circunstancias, pues inspira seguridad en su persona. Si el agente de policía perdiese los nervios mediante gritos, alaridos o agitación de brazos, lo único que reflejaría son señales de pérdida de control que podrían volverse en su contra.
Pero no solamente los agentes deben controlar su comportamiento no verbal, sino ser competentes al detectar signos o señales que nos adviertan de los posibles peligros que pudiesen darse en una intervención. Ser capaces de detectar expresiones que reflejen ira en la persona con la que estamos interviniendo nos proporcionará ventajas que servirán para prepararnos ante un posible ataque o huida del individuo. Una mandíbula apretada, unos labios que han desaparecido o están encorvados hacia abajo en forma de «U» o incluso unos puños cerrados con fuerza, pueden ser indicios de que la persona que se tiene enfrente se prepara para realizar un ataque de manera inesperada. Si se detectan estas señales, el agente puede estar prevenido.
La observación de la postura corporal del individuo y de los pies pueden darnos pistas de cuáles van a ser sus intenciones en un futuro próximo. Si durante la intervención el sujeto cambia de postura de modo que con alguno de sus pies apunta hacia otro lado, ha de interpretarse como un signo de que le gustaría marcharse —puede ser que no lo lleve a cabo por diversas razones, entre ellas porque no se atreva, pero deberíamos estar prevenidos ante una posible huida.
Asimismo, el comportamiento no verbal cobra relevancia en el campo de la investigación de un delito. El investigador debe expresar un comportamiento abierto y relajado ante una víctima o testigo, de esta manera se consigue que tengan una buena imagen de él y la colaboración será mayor y más intensa en la resolución de un hecho criminal (J. Navarro y Karlins, 2010). Para este objetivo, la primera impresión es fundamental, dado que están muy sensibles en ese primer contacto, se debería reducir la tensión que existe per se en esos momentos. Un signo muy poderoso que se debe usar con inteligencia es la sonrisa; denota una actitud positiva y tranquilizadora que es muy fácilmente detectable por la otra persona. Hay que ejercer una comunicación empática. Para ello debe sincronizar o imitar con sus movimientos los de la persona a la que se está interrogando —por ejemplo, si la persona tiene doblada la pierna izquierda sobre la derecha mientras está sentada, hacer lo mismo— esto favorece la comodidad y la colaboración. Reflejar el lenguaje corporal de las personas cuando se interactúa con ellas es una manera de construir confianza. Pero se debe ser sutil en la realización.
Cuando se buscan evidencias de mentira en los interrogatorios, los investigadores deben ser muy cautelosos a la hora de interpretar el comportamiento no verbal de los sospechosos. Una premisa fundamental es que debemos tener una preparación amplia y alejarnos de los estereotipos más extendidos sobre este tema. Necesitamos evaluar y determinar correctamente la verdad de los aspectos que no lo son. Se debe establecer una línea base de comportamiento y preguntarse qué ha sucedido en el interior del sujeto para alejarse de ella. Es fundamental crear una gran carga cognitiva en el sujeto que le genere un esfuerzo —por ejemplo, que narre la historia en sentido inverso cronológicamente— para que obvie el control de su comportamiento no verbal, tanto en su faceta emocional como en la conductual. No hay que olvidar el alcance de los silencios. Si en un interrogatorio se obtiene una respuesta satisfactoria ante alguna pregunta, permanecer tranquilos y callados, manteniendo el contacto visual, generará una presión para seguir hablando y revelar más cosas sobre ese tema.
Finalmente, cabe concluir que se debe seguir investigando sobre la influencia del comportamiento no verbal en la labor policial para alejarnos de los mitos estereotipados que alberga la población.