Carta de Pablo a una iglesia dividida
No existe tal cosa como una iglesia perfecta cuando hay seres humanos en la nómina. Nunca lo ha sido, nunca lo será, hasta que la nómina sea llamada allá arriba.
Piense en la iglesia fundada por el ministro cristiano más extraordinario, influyente y de éxito de la primera generación de creyentes. Pablo no se quedó en Corintio solo algunos días o semanas, como lo hacía en la mayoría de ciudades. Permaneció por dos años, entrenando y alimentando los bebés espirituales. Sin embargo, varios años después los corintios aún se estaban comportando como muchachos desobedientes y rebeldes.
Los corintios discutían sobre quién era más importante en la iglesia, se demandaban en la corte, se hacían los de la vista gorda ante el incesto entre la congregación, y demostraban estar totalmente confundidos acerca de creencias cristianas clave como la resurrección.
Esta no es una carta aburrida.
Primera a los Corintios es apasionante debido a los asuntos profundamente emocionales que trata Pablo. Además es oportuna porque por desgracia hay un poco de Corinto en cada iglesia… y mucho de Corinto en algunas.
Frases célebres
«Comamos y bebamos, porque mañana moriremos» (15.32). Pablo cita un proverbio griego para sugerir cuál sería nuestra actitud si Cristo no hubiera resucitado de los muertos.
«¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?» Alabanza de creyentes que comprenden que, igual que Jesús, también resucitarán.
«Fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir» (10.13).
«Vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo» (6.19). Recordatorio de Pablo a los corintios de cuidar bien sus cuerpos.
Tras bastidores de 1 Corintios
Papeles protagónicos
Pablo, destacado ministro al mundo no judío, y fundador de la iglesia en Corinto, Grecia (1.1)
Trama
Dos años después de salir de la iglesia que inició en Corinto, Pablo recibe noticias de problemas. Llegan mensajeros con una carta de la congregación, pidiendo ayuda para solucionar una cantidad de problemas divisivos. No todas las malas noticias están en la carta. Los mensajeros y otras fuentes informan problemas adicionales: luchas de poderes entre el liderazgo, camarillas en la congregación, actitudes de «ese no es mi problema» acerca de miembros que participan en sexo ilícito, y cristianos que demandan a cristianos.
Pablo empieza su carta tratando primero con estas complicaciones, puesto que reflejan un malentendido profundamente asentado acerca de lo que significa ser cristiano. Solo entonces, comenzando con el capítulo siete, enfoca las preguntas que hacían los corintios: respecto de asuntos más prácticos de la vida cotidiana y de cultos de adoración. Preguntas como: «¿Es mejor para la gente no casarse?» (7.1), y ¿está bien comer «carne sacrificada a los ídolos» (8.1), que los sacerdotes venden al por mayor a vendedores de carne, los cuales la revenden con utilidad en las carnicerías?
En todo consejo de Pablo, este insta a los creyentes a actuar en unidad y amor. Enseña que si pueden hacer esto, sus demás problemas se marchitarán y morirán.
Qué buscar
Una lucha de poderes en la iglesia. La congregación se está dividiendo en bandos que prefieren uno de al menos tres líderes: Pablo, Pedro o Apolos (1.12). Apolos, mencionado en Hechos 18.24–28, es erudito del Antiguo Testamento y orador carismático. Pedro, uno de los discípulos originales de Jesús, pudo haber apelado a los judíos cristianos en Corinto. Pablo, fundador de la iglesia y defensor de creyentes no judíos, conservaba un núcleo leal de partidarios.
«No haya entre vosotros divisiones—aconseja Pablo—¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros?» (1.10, 13).
Cristianos con mala conducta. Además de la lucha de poderes hay otros problemas en la iglesia, muchos provenientes de cristianos que se comportan como si tuvieran licencia para pecar. Un individuo se casa con su madrastra, haciendo caso omiso tanto de la ley romana como la judía, que consideran esto como incesto (Deuteronomio 27.20). A Pablo le indigna que la congregación permita que este individuo permanezca en la iglesia, como si no estuviera haciendo algo malo.
Pablo dice que aunque Dios juzga a la gente fuera de la iglesia, los cristianos tienen la obligación de juzgar y disciplinar a sus miembros. El apóstol aconseja a los corintios alejarse del creyente profeso que descaradamente sea «fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón» (5.11). En un consejo aún más severo, Pablo añade: «Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros» (5.13).
Otro ejemplo de mala conducta es de cristianos que se demandan unos a otros en «juicio delante de los injustos» (6.1).
«¿Sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?—Pablo pregunta—¿Ponéis para juzgar a los que son de menor estima en la iglesia?» (6.2, 4).
Consejo práctico acerca de la vida y la adoración. Pablo contesta en el capítulo siete varias preguntas que la iglesia le ha hecho.
He aquí un ejemplo de los tópicos.
Matrimonio. Según parece Pablo espera que Jesús regrese pronto, así que aconseja a las personas que no se casen, pero reconoce que «mejor es casarse que estarse quemando» (7.9).
Consumo de alimentos ofrecidos a ídolos. Pablo dice que este asunto no tiene importancia particular, pues todo alimento viene de Dios. No obstante, el apóstol dice que los cristianos deben ser sensibles ante otros creyentes que tienen escrúpulos en contra de comer tales alimentos (8.1–13).
Vestirse para cultos de adoración. El apóstol dice que las personas se deben vestir de mane-ra adecuada, no como establecedores de moda para llamar la atención hacia sí mismos, o como señuelos para el sexo opuesto (11.1–16).
La Cena del Señor. Pablo explica que esta es una celebración compartida de la muerte y la resurrección de Jesús. Pero Corinto la ha convertido en una segregación, donde miembros ricos se reúnen en corrillo para consumir deliciosos platos tradicionales, mientras en comparación los pobres consumen migajas (11.20–33).
Dones espirituales. El apóstol expresa que Dios da diferentes habilidades a diferentes personas. Cada don es importante y útil en la obra del Señor (12.1–31).
Un hermoso himno acerca del amor. Uno de los capítulos más famosos en la Biblia es el mensaje lírico de Pablo acerca del amor. El poema viene inmediatamente después de que Pablo ha hablado de otros dones de Dios, para enfatizar que todo talento es inútil si no surge de un corazón de amor. El apóstol dice: «Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe» (13.1).
Pablo sostiene que la habilidad de amar a otros es el don más grande de todos, más que la esperanza, e incluso más que la fe (13.13). Este es un poderoso mensaje especialmente en Corintio, una ciudad famosa por su gran templo de Afrodita, diosa del amor.
Autor y fecha
«Os escribo esta salutación de mi propia mano» (16.21). Esta conclusión, junto con la introducción: «Yo, Pablo» (1.1), identifica claramente quién es el escritor. Los dirigentes de la iglesia primitiva incluyeron esta carta en el Nuevo Testamento porque creyeron que venía de la pluma de Pablo, el ministro más influyente entre la primera generación de cristianos.
¿Sabía usted?
• Primera Corintios no es la primera carta de Pablo a la iglesia en Corinto. Solo es la primera que sobrevivió. El apóstol dice en 1 Corintios: «Por carta ya les he dicho» (5.9, NVI).
Pablo escribió la carta desde Éfeso por allá en el 55 d.C., dos o tres años después de salir de Corinto. El apóstol había llegado a la ciudad como cinco años antes e inició la iglesia durante el segundo de sus tres viajes misioneros por el oriente del Mediterráneo. En general Pablo no se quedaba en una localidad más de unas pocas semanas, pero hizo una excepción con Corinto, un concurrido puerto lleno de viajeros internacionales que podrían oír su mensaje y llevarlo con ellos a casa. Pablo se quedó dos años en Corinto, y luego regresó después de escribir 1 Corintios, durante su tercer viaje misionero.
Ubicación
La carta de Pablo está dirigida a cristianos de una joven iglesia que él inició unos años antes, durante su segundo viaje misionero (se muestra en el mapa), en Corinto, quizás la ciudad más concurrida de la antigua Grecia. Localizada al sur de Atenas, Corinto está cerca de una franja de tierra de seis kilómetros de ancho que separa el Mar Egeo en el este y el Mar Adriático en el oeste.
A menudo se detenían en Corinto barcos de comercio que transportaban productos destinados a Roma y a otras ciudades occidentales. Si el barco era bastante pequeño lo podían subir a un enorme vagón, lo transportaban a través del istmo, y luego lo lanzaban al Adriático. Esto ahorraba a los mercaderes un viaje de más de trescientos kilómetros alrededor de la punta de Grecia, y los libraba de tormentas y piratas. Barcos más grandes bajaban su cargamento y lo transportaban a otras embarcaciones que esperaban en el puerto del Adriático. Nerón empezó un canal en el año 66 d.C., pero el proyecto se detuvo después de que los ingenieros dudaran que se pudiera construir, y luego de que los corintios se quejaran que un canal evitaría que los viajeros se detuvieran en la ciudad. El proyecto se terminó en 1893, y aún está en uso.
Escenas extraordinarias de 1 Corintios
Pocos años después que Pablo se va de la iglesia que fundó en Corinto, para seguir sus viajes de predicación por el oriente del Mediterráneo, la congregación se divide en facciones de lucha. Algunos prefieren la guía de su ministro fundador. Otros prefieren las interpretaciones de Pedro, quien aún observa muchas costumbres judías y probablemente vive en Jerusalén. Otros tienden a acercarse a Apolos, un brillante erudito y dinámico orador que vive en Corinto.
Pablo ruega a los corintios que dejen de discutir, puesto que solo Cristo es el líder de la iglesia. «¿Fue crucificado Pablo por vosotros?—pregunta el apóstol—¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?» (1.13).
Pablo afirma que los tres dirigentes son solo siervos de Dios. «Sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas […] todo es vuestro» (3.22). Comparando el reino espiritual de Dios con un jardín, Pablo dice: «Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios» (3.6).
Cristianos pelean por quién está a cargo
(1.10–31)
Pablo se indigna al averiguar que un miembro de la iglesia se ha casado con su madrastra, y que la iglesia no ha tomado medidas para disciplinarlo. Tanto por las normas romanas como judías, el sujeto ha cometido incesto.
El apóstol dice: «Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios; no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón» (5.9–11). Pablo explica que Dios juzga a aquellos fuera de la iglesia, pero los creyentes tienen la responsabilidad de proteger el nombre de Jesús al disciplinar a quienes se llaman cristianos.
Este es el consejo del apóstol: «Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros» (5.13). Este severo juicio no es para condenar al hombre a destierro eterno sino para hacerlo entrar en razón, a fin de que se arrepienta y regrese a Cristo y a la iglesia.
Inmoralidad en la iglesia
(5.1–13)
Las discusiones entre la iglesia se agravan tanto que los cristianos empiezan a llevarse unos a otros a juicio. Pablo pregunta: «¿Osa alguno de vosotros, cuando tiene algo contra otro, ir a juicio delante de los injustos, y no delante de los santos?» (6.1).
Los juicios romanos operaban sin las nociones que hoy día apreciamos; la justicia era ciega. Era de esperar que los jueces romanos dieran veredictos a favor de las partes más ricas e influyentes. Los pobres y las demás personas de bajo estrato social temían que los llevaran a juicio, porque—culpables o inocentes—seguramente su sufrimiento se multiplicaría si sus acusadores eran ricos o de clase social más alta. Al prohibir demandas entre creyentes, Pablo protege a los miembros socialmente más débiles, y llama a toda la iglesia a ser responsable de aplicar la sabiduría de Dios en desacuerdos entre ellos.
Cristianos demandan cristianos
(6.1–11)
Cuando los creyentes en muchas iglesias, incluida la de Corinto, observan el rito de la Cena del Señor comiendo pan y bebiendo vino, que representan el cuerpo y la sangre de Cristo, también consumen una comida completa llamada «festín de amor».
Surge un problema.
Pablo escribe: «Cuando, pues, os reunís vosotros, esto no es comer la cena del Señor. Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y otro se embriaga» (11.20–21).
Según parece, el festín del amor es una comida improvisada servida en un salón grande de reuniones, a menudo en casa de miembros ricos. Los miembros de la iglesia se agrupan en corrillos socioeconómicos: los ricos se juntan para comer alimentos de prime-ra calidad, y las familias más pobres y los esclavos comen los escasos bocados que pueden llevar.
Pablo dice que esto deshonra a Cristo, y que divide a quienes debían estar unidos en gratitud por lo que Jesús hizo por ellos en la cruz.
El apóstol recomienda que quienes tengan hambre coman antes de ir a adorar, para así concentrarse en el ritual de la cena y agradecer a Jesús por el regalo de la salvación y la promesa de resurrección.
Más un festín segregado que una Cena del Señor
(11.17–34)
Pablo escribe que Dios ha confiado a los corintios una amplia variedad de talentos o dones: profecía, sanidad, enseñanza, hablar en otras lenguas. Todos estos son importantes porque permiten a los cristianos ayudar a otros. Sin embargo, el apóstol dice que el don más grande de todos—el que canaliza nuestros talentos en la dirección correcta—es el don del amor.
Pablo afirma: «Si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy» (13.2).
El amor compasivo—inspirado en la muerte de Cristo por la humanidad—produce personas desinteresadas que son amables y pacientes, no jactanciosas ni fáciles de enojar, siempre apoyan y son optimistas, no llevan cuenta de los males que otros hacen.
El apóstol manifiesta que los cristianos no empiezan de este modo. «Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño» (13.11).
Cristianos maduros cultivan una actitud de amor hacia los demás. Pablo dice que entre los tres rasgos más nobles—fe, esperanza y amor—«el mayor de ellos es el amor» (13.13).
El más grandioso de los dones: ha capacidad de amar
(13.1–13)
Algunos corintios están confundidos acerca de la resurrección de Jesús, y de lo que esto tiene que ver con ellos. Según parece unos no creen que los cuerpos resucitarán. En vez de eso, han adoptado el entendimiento griego de que solo el alma es inmortal. Pablo enseña que Jesús—alma y cuerpo glorificado—resucitó y lo vieron cientos.
«Si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana—explica Pablo—. Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre [Adán], también por un hombre [Jesús] la resurrección de los muertos» (15.17, 20–21).
El apóstol revela que algún día, en un instante, «los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados» (15.52). Nuestros antiguos cuerpos hechos de polvo se volverán «como el de aquel que vino del cielo».
Pablo dice que cuando esto suceda se cumplirán las profecías de Isaías y Oseas, y las personas alabarán a Dios, diciendo: «¡La muerte ha perdido la batalla! ¿Dónde está la victoria? ¿Dónde está la afrenta?» (vea Isaías 25.8; Oseas 13.14).
Jesús resucitado se reúne con sus discípulos
(15.1–58)
Reseña
Aquí estuvo Erasto. En el Nuevo Testamento se identifica a Erasto como compañero de Pablo (Hechos 19.22; 2 Timoteo 4.20) y como tesorero de la ciudad de Corinto (Romanos 16.23). Estas referencias pudieron haber sido acerca de dos hombres. Aunque así fuera, ambos eran cristianos, y el Erasto de Corinto era miembro de la iglesia que había allí.
Arqueólogos que excavaban en las ruinas de la antigua Corinto encontraron un bloque de piedra para empedrar con esta inscripción, escrita en latín, el lenguaje romano: «Erasto, comisionado de obras públicas, corrió con los gastos de este empedrado».
La inscripción podría estar identificando al mismo cristiano corintio y al tesorero del que escribió Pablo.
Juegos ístmicos. Los juegos ístmicos, una competencia atlética segunda en popularidad solo después de los olímpicos, se celebraban en Corinto cada cuatro años; y se realizaron en el 51 d.C., cuando Pablo estaba en la ciudad.
Tal vez no es coincidencial el primer uso de Pablo de imágenes atléticas que aparecen en su carta a los corintios. Al comparar a los cristianos con atletas en una carrera, Pablo dice: «¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis» (9.24).
«Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible» (9.25). Es más, las coronas de los ganadores en los juegos ístmicos estaban entretejidas de tallos marchitos de apio.
Mujeres, hagan silencio en la iglesia. A veces Pablo daba la impresión de ser el primer liberacionista. Después de todo él fue quien dijo: «Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer» (Gálatas 3.28). Por desgracia, a muchos lectores les podría parecer más como un chauvinista en 1 Corintios: «Como en todas las iglesias de los santos, vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar. […] Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos» (14.33–34).
El apóstol puede ser desconcertante en el tema de las mujeres. Por una parte ordena a Febe como diaconisa de la iglesia (Romanos 6.1) y hasta describe a una mujer llamada Junias usando el raro y más elevado título de liderazgo en la iglesia de «apóstol» (Romanos 16.7). Sin embargo, en otras cartas insiste en que los hombres deben ser los encargados (1 Corintios 11.2–16) y que las mujeres deben estar sujetas a los hombres en todo (Efesios 5.24).
¿Cómo pudo decir Pablo todas esas cosas? Algunos eruditos sugieren que él luchaba entre la igualdad de hombres y mujeres en Cristo, y la tradicional subordinación femenina de su época. Otros creen que el apóstol afirmaba que hombres y mujeres son iguales en valía ante Dios, pero que dentro de esa igualdad tienen papeles distintos. Dios hizo a los hombres responsables de dirigir, les exige que dirijan como Cristo dirige la iglesia. Otros eruditos dicen que Pablo restringió las actividades de las mujeres solo en las iglesias en que ellas estaban abusando del liderazgo.
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