Las últimas palabras de Pablo
Cuando sabemos que estamos a punto de morir, las palabras que pronunciamos y las últimas acciones que realizamos muestran lo que más nos importa.
Lo último que oímos de Pablo es que está encadenado en un calabozo romano, esperando la ejecución. Tal vez se ha iniciado el juicio imperial, y de ser así no va por buen camino.
El apóstol desenrolla una tira de pergamino, que quizás se lo diera Lucas, el único compañero en la región que no lo ha abandonado. Luego Pablo escribe una carta al hombre que posiblemente es su mejor amigo en la tierra: Timoteo.
Predicador hasta el final, Pablo repite algo de lo que ha dicho antes: No avergonzarse del evangelio, no dejarse engañar por falsas enseñanzas, vivir como hijos de un Dios santo y amoroso. Timoteo, quien había viajado con el apóstol por muchos años, debió haber oído esto cientos de veces. Pero las palabras son tan importantes para Pablo que las repite de nuevo.
La acción final del apóstol—su última solicitud conocida—la entendería cualquier enfermera de hospicio: «Procura venir pronto a verme» (4.9). Pablo quiere morir en compañía de aquellos a quienes ama.
El apóstol muestra por medio de palabras y acciones lo que más le importa: el evangelio que ha predicado, y las personas que ha amado.
Frase célebre
«He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe» (4.7). Reflexión de Pablo sobre su vida mientras yace en prisión, esperando ser ejecutado pronto.
Tras bastidores de 2 Timoteo
Papeles protagónicos
Pablo, ministro itinerante que planta iglesias en todo el imperio romano, pero que ahora está en prisión esperando ser ejecutado (1.1)
Timoteo, uno de los más dedicados compañeros de Pablo, a quien el apóstol asigna para que dirija la iglesia en Éfeso (1.2)
Trama
El final está cerca para Pablo, y él lo sabe. Así que escribe esta, su última carta y la más conmovedora. Se dirige a Timoteo, un joven amigo a quien considera un hijo. Pablo no está escribiendo en la comodidad de la casa-cárcel descrita al final de Hechos. Aunque está en Roma—como estaba antes—ahora se consume en una fría mazmorra, encadenado como un criminal peligroso.
El apóstol está solo, pues lo han abandonado sus colaboradores que según parece se dan cuenta de la situación desesperada. Le pide a Timoteo que vaya y esté con él antes de su ejecución. También advierte a su devoto amigo que con seguridad los sufrimientos también llegarán a la vida del joven. Tal vez Pablo está escribiendo a mediados de la séptima década, cuando el emperador Nerón está haciendo matar cristianos en todo el imperio… muchos en coliseos, como espectáculo sangriento de entretenimiento. Pero Pablo insta a Timoteo a ser valiente y aferrarse a la esperanza de pasar la eternidad con Jesús.
Qué buscar
El tono íntimo de la carta. Observe cuán personal es la epístola; a veces hasta privada. Aunque Pablo pretende que la lea toda la iglesia en Éfeso, y se refiere brevemente a falsas enseñanzas, tiempos finales, y características de personas piadosas, el anciano apóstol—tal vez de casi sesenta años—habla en especial a Timoteo. Le escribe: «A Timoteo, amado hijo» (1.2).
La cercana muerte de Pablo. Esta carta pudo contener las últimas palabras sobrevivientes de Pablo, porque él está convencido que se acerca su muerte. El apóstol ya ha soportado al menos parte del juicio… o quizás todo (4.16); y no está esperando que lo liberen.
«Sufro penalidades, hasta prisiones a modo de malhechor» (2.9). Pablo además está limitado y humillado al tener que usar cadenas (1.16).
No obstante, en un momento conmovedor e inspirado, Pablo expresa su increíble fe: «Ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor» (4.6–8).
Pablo pide a Timoteo que acuda. Como la última petición de un moribundo, Pablo pide a su querido amigo que haga un viaje de mil seiscientos kilómetros por mar y tierra.
«Deseando verte—escribe Pablo—. Procura venir pronto a verme» (1.4; 4.9). La mayoría de los demás compañeros del apóstol lo ha abandonado, y es obvio que se encuentra solo. También tiene frío, y según parece está hambriento de la Palabra de Dios, porque con amabilidad pide a Timoteo que le lleve «el capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y los libros, mayormente los pergaminos» (4.13).
Un llamado al valor. Timoteo va a enfrentar persecución, Pablo dice que está seguro de esto. «Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu minis-terio» (4.5). Esto con seguridad habría atemorizado a Timoteo. Sin embargo, el apóstol agrega una nota de afirmación: «Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús» (2.1). Pablo afirma que todo aquel que se mantiene fiel a Jesús gobernará por una eternidad con el Señor (2.11).
¿Sabía usted?
Una de las estructuras más antiguas en Roma es la prisión Mamertina, un calabozo hecho de roca sólida seiscientos años antes de Cristo. Los primeros escritores cristianos dicen que a Pablo lo mantuvieron allí antes de su ejecución.
Autor y fecha
La epístola es de Pablo, en una cárcel de Roma (1.1, 16–17). La escribe a su joven amigo Timoteo, a quien designó para dirigir la iglesia en Éfeso. Algunos eruditos dicen que esta carta, igual que 1 Timoteo y Tito, se escribió una generación después de Pablo, quizás para tratar la continua persecución en esa época. (Vea «¿Quién escribió Timoteo y Tito?» en la sección Reseñas de 1 Timoteo.) Otros sostienen que la naturaleza profundamente personal de esta carta confirma lo que creían los primeros dirigentes de la iglesia: que la escribió Pablo.
No está claro exactamente cuándo escribió Pablo la epístola. Una teoría generalizada es que el apóstol fue liberado de la prisión romana descrita al final de Hechos. Pero lo arrestaron de nuevo después de continuar su obra misionera, lo llevaron a Roma, lo juzgaron durante la ofensiva de Nerón contra los cristianos, y lo ejecutaron más o menos en el 67 d.C.
Ubicación
Pablo escribe desde una cárcel en Roma. (Vea el mapa en Hechos.) Dirige la carta a Timoteo, pastor de la iglesia en Éfeso, una importante ciudad romana aproximadamente a mil seiscientos kilómetros al oriente, junto a la costa mediterránea de Turquía.
Escenas extraordinarias de 2 Timoteo
Amedida que se acerca la muerte, el anciano y prisionero Pablo se sienta solo a redactar sus memorias.
Escribe: «Timoteo, amado hijo» (1.2). El apóstol dice que recuerda una ocasión en que Timoteo lloró, y se acuerda haber impuesto las manos sobre este joven amigo, bendiciéndolo para el ministerio. Deseo «verte, al acordarme de tus lágrimas, para llenarme de gozo» (1.4).
Aparentemente una ola de sentimiento anticristiano y de persecución se extiende en todo el imperio, obligando a los creyentes más tímidos a mantener su fe en secreto. Pero Pablo presiona a Timoteo al valor y la audacia: «No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo» (1.8).
Pablo afirma: «Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución» (3.12). Pero explica que nuestro destino se determinará por cómo respondamos a este sufrimiento: «Si somos muertos con él, también viviremos con él; Si sufrimos, también reinaremos con él; Si le negáremos, él también nos negará» (2.11–12).
El apóstol suplica: «Procura venir pronto a verme» (4.9).
Como conclusión de la carta, Pablo expresa confianza en Dios aun al enfrentar la muerte. «En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado. […] Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. […] Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial. A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén» (4.16–18).
Pablo escribe su última carta conocida
(3.10—4.18)
Reseñas
La persecución romana fue de verdad. La violenta persecución que Pablo describe en esta carta corrobora lo que historiadores romanos dicen acerca de cómo trató el gobierno a los cristianos.
El apóstol habla de que una vez fue «librado de la boca del león» (4.17) y que batalló «en Éfeso contra fieras» (1 Corintios 15.32). En ambos casos Pablo pudo haber hablado de manera figurada. Pero para muchos cristianos durante la ola de terror de Nerón, a mediados de la séptima década, no fueron nada metafóricas las bestias ni las ejecuciones que enfrentaron en coliseos romanos.
El historiador Tácito, escribiendo acerca del fuego que consumió dos tercios de Roma en el año 64 d.C., expresó sus sentimientos hacia la «detestable superstición» de los cristianos, a quienes Nerón culpó de iniciar el fuego. Sin embargo, hasta Tácito sintió que las torturas de Nerón eran excesivas. El historiador informa que a algunos cristianos se les cubría con pieles frescas de animales, para que luego los destrozaran perros hambrientos. Otros creyentes fueron clavados a cruces, o quemados vivos.
Ni siquiera el suicidio de Nerón en el 68 d.C. detuvo la persecución. En las décadas posteriores la opresión iba y venía, como una marea que sube y baja. Plinio el Joven, gobernador romano de un territorio cerca de la iglesia de Timoteo en Éfeso, mostró mucho de esto en un informe que envió al emperador Trajano en el 112 d.C. Plinio dijo que había juzgado a muchas personas acusadas de ser creyentes: «Les preguntaba si eran cristianos, y si confesaban, yo ordenaba que los ejecutaran».
Los postreros días, hace dos mil años. Pablo escribió acerca de «los postreros días» como si estuvieran a la vuelta de la esquina. Afirmó que en esos últimos días de historia humana, antes del regreso de Jesús, «habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores» (3.1–3).
La lista continúa.
Luego Pablo dice a Timoteo: «A estos evita» (3.5), como si el joven fuera a atestiguar los días postreros.
¿Estaba equivocado el apóstol?
Si Pablo esperaba que Jesús regresara en unos cuantos años, entonces estaba equivocado al respecto. Pero tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo «los días postreros» era una frase que significaba más que meses o años precedentes a la Segunda Venida. También significaba «la era del Mesías». El nacimiento de Jesús no solo llegó a ser el suceso alrededor del cual la humanidad creó su calendario; ese nacimiento también marcó el inicio de la parte final del plan de Dios para salvar al mundo del pecado.
¿Cuándo terminará Dios lo que inició?
«El día y la hora nadie sabe […] sino sólo mi Padre» (Mateo 24.36).
Libros afines
Pablo da más consejos a ministros en las cartas de 1 Timoteo y Tito.