Luego, al pasar los días aquí,

uno se da cuenta que son habladurías.

Todas esas palabras que la gente se atreve

a decir, se las traga yo no sé qué...

¿todos tendrán un perro glotón que se come

las palabras? O más bien un lobo arisco

disfrazado de feroz que ahuyenta toda

promesa de amor (entiéndase amor,

todo aquello que en forma favorable

cala en la mente y en el corazón);

así le llamo al tiempo,

pero hoy me he tomado la libertad de nombrarlo:

el señorón.

----Cuatro-----