Con cristal en puño doy un trago,

amargo por el motivo no por el áspero licor

que el sorbo deja en mis labios;

me gusta porque es casi más fuerte

que mi sentir, hasta podría pensar que

al desgarrar mi garganta me hace olvidar

y después, cuando la estática invade mi cuerpo,

me percato de que ya no siento,

puedo respirar sin dolor y

actuar sin pensar,

aquí es cuando confundo que soy libre,

no me disculpes si quieres

pero ese es mi disfraz de felicidad,

es lo que me quita esta tan humana soledad.