Decidí, una madrugada, subir a mi azotea;
quién diría que me encontraría aquí
tirada viendo a la luna, sosteniendo
un cigarro con mi mano izquierda.
Escuchaba también un avión pasar mientras
confundía su ruido con mi respirar,
pero no lo veía, yo sólo tenía ojos
para la luna, ¿por qué ella brillaría en
la obscuridad y yo no? Aquí me di cuenta
que soy como ella, tan brillo de la luna
tan artificial, robando luz de los demás
pero y la mía, ¿en dónde está?
Luna perdona, tu belleza es falsa,
hermosamente tentadora.