10

Zack se odió por permitir que su madre le llevase en coche hasta su casa. Se odió por vivir incluso un solo día en el mismo estado que ella. Se odió por su patética voluntad y por fallar a la hora de proteger aquella sencilla petición de Promesa.

Los faros de Porta acariciaron una ladera mientras el coche tomaba una curva en la carretera de doble carril que conducía de vuelta a la universidad y a la residencia de estudiantes de Zack.

—¿De qué va esto? —dijo Zack—. ¿Estás cansada de reírte de mí y ahora te estás dando publicidad entre espectadores inocentes?

—¿Qué demonios quieres decir? No me estaba burlando. Al contrario, siento admiración por esa muchacha.

—Si tuvieras algún respeto por ella dejarías en paz el asunto. O sencillamente me dejarías pintar el estúpido cuadro.

—Tú no quieres pintarlo.

—Oh, déjalo ya.

Porta se rió.

—Hablas de respeto con mucha generosidad, pero solo piensas en tu bragueta.

Zack maldijo. Aquella noche, antes de cualquier otra cosa, destruiría el archivo de aquella fotografía.

—Haz lo que quieras —dijo Porta como si hubiera leído su mente—.

Será más valiosa si solamente existe una copia.

Él miró fijamente hacia delante, intentando evocar una situación en la que él pudiese recuperar la única fotografía superviviente del maletero del coche, donde Porta la había escondido antes de subirse. Había también otra razón para odiarse a sí mismo: no tendría que haber hecho la ampliación para ella, pero la impresión original había resultado dañada por sus endebles lágrimas. Había sido culpa suya que ella cayese. No había pretendido que Porta viese aquella foto.

—También hay un cheque para ti —dijo ella—. ¿Creíste que le había dado a ella toda tu parte? ¿Es por eso por lo que estás tan disgustado?

No podía idear ninguna estrategia heroica para recuperar aquella foto, excepto robarla de las paredes del estudio de Porta más adelante.

—Creo que encontrarás el pago muy generoso —ronroneó ella.

—Todo esto es por tu conciencia, ¿no?

—Oh, en este caso no. Cuando se trata de ti, no tengo dudas acerca de cuál de nosotros dos está en deuda con el otro. Es un deber de madre, ya sabes. Pero no lo lamento.

—Por lo visto nunca lo haces.

—Por lo visto tú piensas que eso es un defecto del carácter.

Porta alargó la mano delante de él y abrió la guantera. La luz interior iluminó un espacio vacío salvo por un delgado sobre blanco.

—Ahí está —dijo ella.

Zack regresó los ojos a la carretera, sin moverse siquiera del asiento.

Porta se rió.

—¡Zachary! En serio. ¿Qué es todo este teatro? Eres libre de culparme de lo que sea que pienses que has sufrido en esta vida excepto por tu poco criterio. Eso solamente puede venir de tu cromosoma Y. Así que no pienses ni por un minuto que voy a creer que una chiquilla con unas manos horribles ha hecho que te replantees tu personalidad ¡en una semana! Por el amor de Dios, toma el dinero.

crees que ella es algo más que una chiquilla con unas manos horribles. —Aquello solamente se convirtió en un pensamiento consciente de Zack después de haberlo pronunciado.

—No importa lo que yo piense de ella.

—Hubieras preferido tener una hija como ella en vez de un hijo como yo.

Él no había pretendido que sonase como una queja.

—Pobrecito. Obviamente no voy a ser yo la que haga que dejes de sentir lástima por ti mismo.

El asco le llegó a Zack como un desprendimiento de tierras y, por una vez, no era asco de sí mismo. Era un odio simple, elemental, denso y tenebroso. Y muy motivador. Era hora de que su madre comprendiera que él ya no era un niño.

Agarró el sobre del compartimiento y cerró la puerta con un golpe. Sabía que el cheque cubriría todo lo que necesitaba para hacer lo que tenía en mente. Y cuando estuviera hecho, aún tendría suficiente pasta para quitársela de encima.