LA JODA CON LAS TRAMAS
Tengo problemas con el concepto de trama para las novelas. Me parece que la obligación de que tengan trama las convierte en productos artificiales, que no reflejan la manera como está constituida la realidad. De vez en cuando ocurren acontecimientos que tienen su enredito, su plot, y de esos se podría decir que tienen trama. Pero el vasto movimiento de la realidad es... no informe (decirlo sería negar la evidencia de los sentidos y la posibilidad de crear obras de arte, entre ellas las novelas)... No sé. Digamos que no es «reducible» por una trama o reducible o reductible a una trama.
Esto del plot es mucho más importante para el cine, que es un producto comercial por definición. Pienso que la necesidad o el impulso de comercializar la literatura ha hecho que se le contagie esta imperiosa exigencia de trama en el sentido cinematográfico, de modo que los lectores ya no le tienen tanto gusto a novelas en las que la trama no es el enredito o enredajo propio de las películas, o a novelas que no tienen enredito alguno, como, por ejemplo, Ulises e incluso Pedro Páramo. Díganme en una sola frase cuál es la trama de Pedro Páramo. La misma pregunta vale para muchas, si no la mayoría, de las novelas de Faulkner.
Hablo de novelas. El cuento tal vez sea otra cosa. Tal vez el cuento admita más la trama sin que parezca forzada o artificial, porque es un corte, o recorte, que se hace en el vasto movimiento de la realidad y el escritor puede hacerlo como le parezca mejor, en este caso escogiendo aquellos momentos que tienen plot.
Esto se está yendo demasiado largo. Pero sigo un poco más:
¡Y los «efectos»! Con ellos, sean literarios o cinematográficos, no se busca recrear o reinterpretar las formas del mundo según la sensibilidad propia de cada artista, sino remedarlas e incluso deformarlas y ver qué emoción o excitación se logra en el lector o en el espectador, de modo que, produciéndose el mismo efecto en muchos lectores o espectadores, se vendan muchos libros o tiquetes de película y se enriquezcan así los accionistas del estudio de cine o de la empresa editorial —y los actores, y a veces el escritor—.