26 La obra de teatro

La producción de Sueño de una noche de verano del Teatro Juvenil de Comity se inauguró en una noche de verano mágica. Mientras el sol se fundía como una enorme bola de sorbete, una luna llena y clara se alzó sobre un pequeño escenario de madera en la linde del bosque. Los actores tocaban guitarras y panderetas, acompañados por el insistente canto de las cigarras. El aire olía a lilas y a pino. No era difícil creer que nos hubieran transportado a un bosque diferente, donde las hadas rivales enmarañaban los destinos de la gente común en sus redes.

Mi familia llenó la primera fila. En la obra, Titania y Oberón se peleaban por el niño substraído, y Oberón reclutaba a Puck para que lo ayudase. Gracias a la flor del amor, Puck hacía que Titania se enamorara de un hombre con cabeza de asno.

Los dos hombres mortales, Lisandro y Demetrio, estaban enamorados de Hermia, pero Puck cometía un error con la flor del amor. Los dos hombres eran hechizados para amar a Helena, que reaccionaba con sospechas y desconsoladamente y culpaba a Hermia por el extraño cambio de sus sentimientos. La situación resultaba inquietantemente familiar. Miré a mis hermanas, pero parecían divertirse y no reconocer las similitudes con sus propias vidas este verano.

Disfruté viendo a Lily como la pequeña y confundida Hermia y a Fletcher como el vanidoso y sarcástico Demetrio. Pero nadie lo hacía tan bien como Henry en el papel de Puck. Recitaba su parte como si se la supiera de nacimiento, se balanceaba con cuerdas en el escenario y daba saltos y volteretas como un acróbata. Me recordó a Vik y su capacidad de trepar al baniano como si nada. Sacudí la cabeza para ahuyentar la imagen.

En el tercer acto, un hada entró revoloteando en el escenario y dijo que se llamaba Chicharrillo.

«¿Lo he oído bien?» Pasé las páginas de mi programa hasta la primera y, sin ninguna duda, Chicharrillo figuraba como una de las hadas de Titania. Había otras hadas, que se llamaban Telaraña, Polilla y Mostaza. Me froté la cabeza con la mano y me pareció llevar una diadema de telaraña gigante. La cosa se estaba volviendo espeluznante.

Durante el entreacto, me llevé a Jules a un lugar tranquilo para hablar.

—¿Te has fijado en el nombre del hada, Chicharrillo? —le pregunté.

—Gracioso nombre —dijo Jules.

—Pero ¡es que la camarera del Café de las Horas se llama Chicharrillo!

—¿Um? ¿Cuál de las dos? ¿La gruñona o…?

—La simpática —dije impacientándome—. Con las flores rosa en el pelo.

—¿Y qué?

—¿Y qué? ¿No te parece raro que esta chica con nombre de hada haya venido a nuestro pueblo justo cuando todo el mundo empieza a actuar de forma extraña?

Jules se encogió de hombros.

—Todo el mundo parece normal ahora.

—Niñas. —Mamá vino corriendo hasta nosotras con su bolso en bandolera—. Me han llamado del trabajo. Hay una emergencia con la conexión directa y me necesitan en la oficina.

—¿Ahora? Pero la obra no ha terminado —dijo Jules.

—Lo sé —miró su reloj—, pero desgraciadamente no puedo hacer nada. No he podido encontrar a papá, supongo que seguirá en la cola de los aseos, pero se lo he dicho a Riya. Podéis volver a casa en el coche de Henry o que os lleven los Clark. Puede que esté fuera toda la noche. Decidle a Henry que lo siento y que no me perderé su próxima función.

—Vale. Te quiero —le dije.

Mamá nos besó y se alejó presurosa justo cuando sonaba la campana que marcaba el final del entreacto.

Cuando Jules y yo volvimos a nuestros asientos, constaté que el de papá, al final de la fila, seguía vacío.

El cuarto acto arrancó con Titania proclamando su amor al hombre de la cabeza de asno. El público irrumpió en risas, pero yo seguí atenta al asiento vacío de papá. Me puse a mover la pierna sin parar y Jules me dijo que me estuviera quieta.

Puck y Oberón salieron a escena. Después de explicar que Titania había renunciado al niño indio substraído que había provocado la pelea entre las hadas, liberaron a Titania del hechizo del amor, cosa que terminó en hilaridad general cuando esta comprendió que se había enamorado de un asno. Papá seguía sin volver. ¿Por qué estaba tardando tanto? ¡Se estaba perdiendo las mejores partes de la obra de Henry!

Algo pasó volando en la esquina de mi visión y desvié la mirada del escenario para ver lo que era.

El pájaro pitta aterrizó unos pasos delante de mí y se me quedó mirando. Dio unos saltitos hacia delante y volvió a mirarme.

—Ahora vuelvo —le susurré a Jules. Me alejé a hurtadillas del público y del escenario y fui al pequeño cobertizo que alojaba los aseos. Como había pensado, estaba vacío. Papá no estaba allí.

Se había marchado. Pero ¿por qué? ¿Tenía algo que ver con su extraño comportamiento de este verano? Creí que ya estaba curado de eso.

Me mordí un mechón de pelo.

«Piensa, Mimi. Piensa.»

Pensamos que papá tenía la enfermedad de Lyme, pero Emma la había padecido el verano anterior y no se comía todo lo que pillaba por delante ni tenía los ojos púrpura.

Y Fletcher, Cole y Henry sí que habían tenido los ojos púrpura en verano, cuando sucumbieron al encantamiento de la madreselva.

Me di una palmada en la frente. ¡Qué tonta había sido!

Papá estaba bajo un hechizo.

Un hechizo de hada.

Y la respuesta se hallaba en el bosque.

Me adentré en la espesura. La luna llena proyectaba afiladas sombras sobre todo. Hojas y ramas, copas de helechos y setas relucían bajo la luz plateada. El sendero me resultaba tan familiar como los pasillos de mi casa. Estaba buscando un lugar que conocía bien, donde sabía que lo encontraría. Estaba a la vuelta de la esquina.

Pequeñas criaturas corrían por la maleza y una lechuza llamó a su compañero. Una brisa hizo murmurar las hojas. Yo aspiraba grandes bocanadas de aire para estabilizar la cabeza, que me daba vueltas. Llegué a los dos abetos apoyados uno contra el otro.

Crucé entre ellos.

No había estanque ni baniano a la vista.

Volví a cruzar la puerta de los abetos. ¿Por qué no podía llegar al baniano? Tenía que ver con la magia de las hadas, de eso estaba segura.

«Tranquilízate, Mimi.» Tenía que haber algo, algún tipo de clave. ¿Qué había pasado el resto de las veces que había encontrado el baniano?

Me quedé quieta y escuché el bosque. Un viento suave hizo crujir las hojas. Los grillos cantaban una nana. Un ruiseñor entonó su canción de noche y me recordó el canto de la pitta y la preciosa y evocadora canción de Vik.

La clave.

Sabía cuál era.