28 La invitación

Corrí por el sendero hasta mi guarida.

—Deséame suerte, Emma —dije mientras pasaba por delante a toda mecha.

Corrí a la linde del bosque y crucé el puente por segunda vez ese día.

«¿Cómo luchas contra un hada?» No tenía ni idea.

Respiré hondo, abrí la puerta y entré en el Café de las Horas.

La luz de la luna pintaba cada superficie de plata, un escondrijo secreto del bosque. Papá estaba sentado a una mesa dispuesta con elegancia para tres. Lo rodeaba una multitud de productos horneados y chocolates recubiertos de polvo dorado. Apenas masticaba antes de embutirse el siguiente en la boca. Sus ojos destellaban un color púrpura sobrenatural.

—¡Papá! —Corrí hacia él y lo agarré del brazo—. Papá, ven a casa conmigo.

Él se zafó y quiso coger una magdalena recubierta de almendra picada.

—Pero es que esto está de rechupete —dijo dando un bocado y llenándose la barbilla de migas.

—Veo que por fin tengo tu atención —me llegó una voz musical.

La señora T. entró bajo un rayo de luz de luna y tuve que contener el aliento. Llevaba un vestido de gasa que parecía una constelación de estrellas.

—Por favor, devuelva a mi padre a la normalidad, señora T. O sea, reina Titania —dije—. No puede arruinar la vida entera de una persona solo por una apuesta…

La risa de Titania sonó como la corriente de un arroyo. Seguía teniendo la rosa metida detrás de la oreja.

—Por favor, mi querida Mimi. Siéntate. Discutamos sobre esto con unos refrescos.

—No quiero nada.

—Como gustes. —Titania se encogió de hombros y se sentó al lado de papá. Sorbió delicadamente de una copa llena de un líquido dorado—. Mimi, no se trata solo de una apuesta. Es el Envite del Solsticio de Verano, una tradición muy antigua. —Hizo una pausa y enarcó una ceja bien perfilada—. Beber el rocío de la mañana de un pétalo de flor es refrescante, pero… ¿sabroso? No mucho. Una puede comer bayas, nueces y hierbas durante mucho tiempo antes de cansarse de ellas. Y yo llevo mucho, muchísimo tiempo cansada de ellas. No necesito comer para mi sustento, está claro, pero es toda una delicia comer por placer. Y la mejor comida, desde luego, siempre es dulce.

Cogió un galleta con chispas de chocolate y la mordisqueó.

—¿Qué tiene que ver eso con papá?

—Mimi, Mimi. Pensé que, de todas las personas, tú lo entenderías. Lo dulce es infinitamente superior a lo salado. Eso es lo que intento demostrarle a mi querido esposo este verano.

—¿Ese es el Envite del Solsticio de Verano?

Titania asintió con su adorable cabeza.

—Oberón no piensa como yo y decidimos hacer una competición. Yo serviría los dulces más apetecibles y él haría lo mismo con las delicias saladas. Los humanos escogerían entre los dos y el establecimiento más exitoso al final del verano sería el ganador.

—¿Entonces El Salero es de Oberón? —Recordé a Darla y a su madre haciendo cola en la puerta y su extraña obsesión con las papas.

—Sí, y he oído que le va bastante bien, ¡maldito sea! Por supuesto, él no ha perdido a su mano derecha como me ha pasado a mí. Vik me ha causado muchísimos problemas.

—Y a mí me ha causado un montón de problemas.

Titania no me prestó atención.

—¿Se te ha ocurrido pensar por qué tantas personas famosas, fabulosamente exitosas, proceden de este pueblecito?

La miré sin comprender.

—Comity siempre ha sido un baluarte de las hadas. Hemos bendecido este pueblo con nuestra presencia y hemos dejado una magia que persiste en el bosque desde hace cientos de años. ¡Por eso es tan importante el Envite del Solsticio de Verano!

—Pero no…

—¿Qué cualidades te gustaría cultivar aquí, Mimi? ¿Música? ¿Arte? ¿Repostería? Esto es lo que mi presencia aporta a este pueblo. ¿O preferirías tener a genios de las matemáticas, inspiraciones científicas y triunfos deportivos? Eso es lo que aporta la presencia de mi esposo. —Ensanchó las fosas nasales con desdén.

—Eso no suena tan…

—Entiéndelo, Mimi. Quien pierda el Envite del Solsticio de Verano será desterrado de este lugar durante doscientos años. ¡Doscientos años sin que este pueblo deslumbre en el arte, la música o las habilidades culinarias! Un abrir y cerrar de ojos para las hadas, pero más de dos vidas enteras para los mortales.

Entendí lo que me decía, pero entonces miré a papá, atiborrándose de comida. Cogí dos fuentes a rebosar de productos horneados y las tiré a un cubo de basura que había en un rincón de la habitación antes de volver corriendo.

—Pero ¿qué tiene que ver todo eso con mi padre?

Titania apoyó la barbilla en sus dedos.

—No tenía que haber sido él, ¿sabes? Ha sido todo culpa tuya.

—¿Culpa mía?

Me detuve con una mano cerniéndose sobre otra fuente.

—El chocolate, Mimi. El que te di la primera vez que viniste. Se suponía que debías comértelo tú. Se suponía que debía darte ganas de volver aquí. Yo necesitaba tu talento para que el Café de las Horas triunfara, pero le diste el chocolate a tu padre.

—¿Por qué quería que yo fuera incapaz de distinguir la buena comida de la mala? ¿Por qué quería que me comiera todo lo que viera?

Titania se acercó a mí.

—El chocolate no habría hecho eso, pero tú lo tocaste y lanzaste tu propio hechizo sobre él.

—¿Qué? Eso es ridículo. ¡Yo no puedo hacer hechizos!

—¿No puedes? —Titania me miró con serenidad—. ¿Estás segura?

Pestañeé e intenté recordar.

—Es verdad que saqué el chocolate de la caja y recuerdo haber pensado… «Espero que papá no sea muy quisquilloso con su sabor.» Quería que le gustara su comida para que me dejara participar en el concurso.

—¡Ajá! ¡Lo sabía! —exclamó Titania.

—Pero… ¿Por eso se comía todo lo que veía y no podía identificar ningún sabor? —Estaba tan anonadada que me hundí en la silla más próxima—. ¿Fui yo?

—Y Vik me contó que usaste madreselva para encantar a un grupo entero de jóvenes humanos y que luego los devolviste a su estado normal con brownies de gotu kola.

Asentí despacio.

—Fue por las plantas mágicas del bosque.

Me estremecí mientras papá atacaba una tarta de limón y merengue. Titania negó con la cabeza.

—Las plantas no son mágicas por sí mismas, Mimi. Tú lo eres.

—Eso es imposible —dije.

Me chupé el pelo e intenté pensar. Mamá y yo habíamos probado la madreselva y no nos había pasado nada. No había pasado nada hasta que horneé con la madreselva… ¡cuando deseé que todo el mundo se quisiera! —Miré boquiabierta a la señora T.

—¿Lo ves? En el fondo de tu corazón sabes que es cierto.

—¿Me está diciendo que puedo hacer lo que usted hace? —Olisqueé la copa que tenía delante y luego la aparté a un lado.

Titania se inclinó hacia mí.

—Las hadas pueden influir en los humanos a través de la comida, pero de forma imperfecta —dijo. Dejó escapar un breve suspiro—. Posiblemente porque los humanos son imperfectos. Una no sabe exactamente cómo afectará la comida encantada al comportamiento de los humanos.

La miré dudosa.

—Oh, Vik es mejor que la mayoría. Eso es porque es muy joven… el más joven de mi séquito. Él recuerda lo que es ser humano. Pero es una ciencia muy inexacta. Mira, por ejemplo, el chef Fru. Le di mi chocolate especial y le pedí que viniera de juez a mi concurso.

—Cosa que hizo —dije.

Titania levantó un dedo.

—Juzgó el concurso, pero fue completamente rebelde y no hizo caso de mis… sugerencias. Se suponía que debías ganar tú.

Se me revolvió más aún el estómago. Creía que había llegado a la final por méritos propios.

—¿Por qué quería amañar el concurso?

—Nunca dudes, querida Mimi, de que tenías las habilidades culinarias para ganar por méritos propios. Pero en cuanto comprendí lo que eras capaz de hacer, la cosa se hizo mucho más grande que el Envite del Solsticio de Verano. «Me da en la nariz que esta chica nos salvará de la ruina.» Esto es lo que me dije cuando probé tus geniales galletas de chocolate, tomillo y naranja. Tú eres exactamente lo que necesitaba —dijo Titania.

No quería a papá. Me quería a mí.

—¿Por qué? —pregunté.

Titania se enderezó tanto que tuve que levantar la cabeza para mirarla. Parecía medir dos metros y medio.

—Tienes la habilidad mágica de hornear con plantas y hierbas y hacer que los humanos hagan exactamente lo que pretendes. ¡Eres la mejor que he visto jamás! Mejor, quizás, que Vik.

—Pero… ¡yo no soy un hada!

Titania prosiguió.

—No lo eres. Pero, una vez cada mucho tiempo, un humano nace con… las sensibilidades, y puede que también con algunos de los poderes, de las hadas. Es muy raro, pero pueden afectar a las cosas del mundo natural, como una muchacha capaz de cultivar flores con las que nadie más puede competir.

—Chicharrillo —susurré.

La señora T. asintió.

—O una muchacha que puede urdir tejidos de una belleza y una fortaleza sin igual…

—¿Telaraña? —pregunté.

Asintió de nuevo.

—O un chico capaz de preparar comida que cuenta historias que traen el pasado al presente, historias que nadie quiere dejar de escuchar nunca —dije despacio.

—Sí. Tú eres como nosotros, Mimi. Transformas ingredientes ordinarios en algo extraordinario.

—Incluso si la creyera, ¿por qué iba a querer convertir a las personas en zombis que hagan lo que yo mando?

Titania meneó su hermosa cabeza.

—No, no, no es así. Imagínate, Mimi, que pudiéramos influir en las personas para que trataran la Naturaleza con respeto. ¿Y si pudiéramos convencer a la gente para que se escucharan unos a otros, para que abrieran sus mentes a otras ideas? Podríamos crear paz en nuestro mundo convulso.

Estaba dispuesta a discutírselo, pero me callé. Eso sería chulo.

—Formarías parte de nuestra familia, con Chicharrillo y Telaraña y otras. Con Vik. Al principio pensé que fueras su sustituto, su relevo, pero ha decidido quedarse. En nosotros tienes amigos, una familia que nunca te abandonará. Harás lo que más te guste, todos los días. Serás honrada, celebrada y mimada entre nosotros, no ignorada como lo eres en tu casa.

La miré abriendo los ojos de par en par.

—Tu familia no sabe valorarte, Mimi, no como yo lo hago. Sé que tienes un auténtico don, único en el mundo entero.

Titania sonrió. Era la Reina de los Bosques, la Reina de la Naturaleza, que conoce los más hondos deseos de cada uno.

—Y te daré algo especial —dijo. Dio una palmada y Chicharrillo salió de la cocina, cargando con algo pesado.

Chicharrillo dejó lo que llevaba en el suelo, hizo una reverencia y volvió a la cocina. Era El Libro. El libro de cocina supremo. Acaricié sus páginas, que me eran familiares.

—Tendrás todos los ingredientes del mundo entero para influir en quien tú desees. Y, por supuesto, liberaré a tu padre de su encantamiento —dijo Titania.

Miré de nuevo a papá. Iba por la mitad de una bandeja enorme de budín de pan y no parecía que fuera a saciarse en breve.

—¿Por qué no me funcionaron con él los brownies de gotu kola? —me pregunté en voz alta.

—Una pregunta astuta —dijo Titania cariñosamente—. ¿Recuerdas cuando viniste aquí con tu padre, cuando tomaba notas para su reseña? Comió más de mis chocolates entonces. Y los encantamientos de la Reina de la Naturaleza no se deshacen fácilmente, ni siquiera por obra de alguien con tanto talento como tú. Yo soy la única que puede devolverlo a la normalidad.

—Pero parecía normal después del hospital…

—Eso es porque se comió mi chocolate «curativo». No tuvo nada que ver con ningún estúpido tratamiento que le dieran los humanos. Mi lote de chocolate fue un poco… potente. No quería que muriera asfixiado. Eso lo habría echado todo a perder. —La risa de Titania tintineó en el aire.

Sin duda lo habría echado todo a perder para papá y para toda mi familia. No entendía qué era tan divertido.

—Fue una sencilla cuestión de ofrecerle más de mis delicias encantadas al final del día del concurso. Como he dicho, tu padre está bajo mi hechizo. —Le brillaron los ojos—. Entonces, ¿qué será, Mimi? ¿Elegirás la inmortalidad y la fama eterna? ¿Salvarás a tu padre? Vik se opuso a mi forma de seducirte. «No ha sido justo engañarla —dijo—. Tendrías que haberle preguntado, no exigírselo.» Bueno, pues ahora te lo pregunto: ¿te unirás a mí?

Me estaba ofreciendo lo que yo siempre había querido. Dejaría de ser la última. No me sentiría como si siempre me quedara atrás. Tendría el mejor libro de cocina del mundo, podría hornear todo el tiempo y tener acceso a toda clase de ingredientes increíbles. Podría viajar a todas partes —la India, incluso Australia— cuando quisiera. Mis amigos nunca me abandonarían. Podría evitar que la gente se peleara y hacer el bien en el mundo. Recordé la canción de la pitta cuando me salvó de la cobra. Un recuerdo, una invitación. Mi sitio estaba en la Naturaleza.

Y salvaría a papá. Mi familia podría pasar sin mí, pero a él lo necesitaban.

Titania abrió sus manos.

—Mimi, ¿no vas a elegir una vida que siempre es dulce? Hornea algo para mí, una obra que te salga del corazón, algo que solo tú en el mundo puedes hacer, y únete a nosotros.