—... Cero... Salida al mundo real realizada con éxito.
—Gracias...
Dante, aturdido, se quitó la Mano de la cabeza; el aparato estaba sorprendentemente caliente y Dante se incorporó de la camilla. Estaba empapado en sudor. Notó un latigazo de dolor en el interior de la cabeza y tuvo que sentarse unos instantes. Había acelerado el tiempo demasiado, y estaba empezando a pagar el esfuerzo neuronal que ello implicaba.
—Joder —murmuró, apretando los dientes.
La mujer del Oráculo apareció en la pantalla que había ante la camilla, que empezaba a moverse de forma autónoma, adaptándose a la posición de Dante.
—Dante, has usado la Mano demasiado. Y hay trazas de Vértigo en tu torrente sanguíneo. Una mala combinación. No te quejes si sientes mareos.
—Gracias mamá.
—No tiene gracia. El cliente ha cambiado la cita para mañana a esta hora. ¿Es correcto?
—No sé... Ahora mismo no sé nada... de verdad...
—Dante, voy a tener que pedirte un reconocimiento psiquiátrico. Tu deriva no me gusta nada.
—Por favor, Oráculo, ahora no... ¿Vale? En otro momento. En serio. Ahora no. Oráculo, una cosa: ¿cuántos fallos está habiendo en el Canal Celestial por unidad de tiempo? UT igual a hora.
—Cien mil.
—Extrapola.
—Un millón cada diez horas. Dos millones doscientos mil al día.
—Es un porcentaje alto, realmente significativo. Los ordenadores cuánticos no fallan, a no ser que se esté ocupando al Sistema en cargas enormes ¿Crees que puede estar pasando? ¿Adónde se puede estar yendo la capacidad de cálculo?
—Dante, ese dato no te lo puedo dar.
—¿No?
—Tengo un bloqueo para acceder a esa información.
—Es curioso, pues hasta hace poco no era problema saber esas cosas. Tú eres el Sistema, me lo has dicho muchas veces.
—No sé lo que está pasando —dijo el Oráculo, encogiéndose de hombros.
—¿Cabe la posibilidad de que la gente en los cielos esté siendo llevada a otro escenario virtual?
—¿Y los que están en los cielos?
—Son copias de tipo sub-estándar. Lo justito para simular que son personas en el Canal Celestial. Pero de cerca no aguantan ni un segundo de escrutinio. Una especie de... migración.
—La migración no cabe, sólo la eliminación, como bien sabes. Si ese escenario fuera cierto, y para que hubiera ese volumen de fallos por UT estaríamos ante un porcentaje de máquina inferior al 0,5 por ciento del total de potencial de cálculo, más menos un 0,2 por ciento, con un error de más menos 0,05.
—Es decir, que en ese escenario, para que esas copias tan simples fallen, alguien estaría desviando toda la potencia de cálculo hacia otra cosa... una cosa realmente... enorme... Un cálculo que absorba todo el potencial de una máquina cuántica.
—Así es. Un 95,5 por ciento, para ser exactos. Más menos un 0,2 por ciento.
—Sorprendente. Y en ese escenario hipotético, ¿qué necesitaría un 95,5 por ciento de uso del Sistema, Oráculo?
—No lo sé, Dante. Sólo soy una rutina de personalidad de asistencia para diseñadores. Tengo mis límites.
Dante sonrió. El Oráculo no era tan modesto, o modesta, en otras ocasiones.
—Oráculo, ¿sabes lo que son los Arcángeles?
—No, Dante.
—Espera un momento. Mira esto.
Dante activó un teclado ante su camilla, que se había transformado en un sillón, y una segunda pantalla surgió de la pared, mostrando a la mujer del Oráculo las imágenes del cielo estándar repleto de aquellos extraños ángeles negros como el azabache.
—Lo grabé hace un rato en el cielo estándar, es de mi propio grabador VR. Se parecen a los que tiene Grey en su cielo personal. Parecen sacados del mismo modelo básico. ¿Me sigues, querida?
—Es la primera vez que los veo —dijo el Oráculo sin inmutarse.
—Pude ver cómo realimentaban a unas personas que fui a visitar.
—¿Realimentaban?
—Sustituyendo unidades de personalidad defectuosas por otras más simples y por tanto con menos requerimiento de cálculo. Simulaciones, en cualquier caso.
—No tengo ni idea, Dante. Te repito que sólo soy...
—Lo sé, lo sé —la interrumpió Dante—. Pero lo sabes todo del Sistema, eres una base de datos enorme. ¿Y no sabes lo que está pasando en el cielo estándar? ¿No sabes nada de esos tipos de charol?
—No, Dante.
—Pero si lo sabes todo, cariño.
—Eso no lo sé, Dante. Lo siento.
—Me extraña sobre todo el dramatismo del asunto. Ángeles negros sobrevolando dramáticamente el cielo estándar. ¿Por qué? Si estás haciendo cosas raras con copias de personas, lo lógico es hacerlo disimuladamente. No con las trompetas de Jericó atronando, ¿no crees?
—Depende. A veces hacer mucho ruido ayuda.
—Cuando quieres desviar la atención.
—Lo has dicho tú.
—Gracias, Oráculo. Eres única.
—No exactamente.
—Bueno, ya me entiendes.
—Soy una diferente por cada uno de vosotros, pero una sola al final.
—No me líes. Claro, tiene todo el sentido, ¿verdad? Cuando haces modificaciones grandes en objetos cuánticos causas un efecto de ola alrededor. La gente se puede dar cuenta. A no ser que montes mucho ruido, hagas cosas muy dramáticas, como inventarte unos ángeles negros que aparentemente están ahí «para proteger a los clientes». Menos preguntas, menos dudas. Si en una esquina del cielo estándar hay un problema de coherencia, lo obviarás. Dirás que es cosa de la policía cósmica que te has sacado de la manga, que está deteniendo a alguien... Entonces, sea lo que sea lo que está ocurriendo en el cielo estándar está pasándole a algunos clientes, como a Joseph y Samantha. ¿Puedes buscarlos en el archivo?
—Son clientes tuyos. Los padres de la diseñadora Clase A Lara Hutchinson.
—Lo sé, preciosa. ¿Me los puedes monitorizar y diagnosticar, por favor?
—No tengo acceso a ellos.
—Vale. Interesante. Quiero que me hagas eso mismo para todos los habitantes del cielo estándar. ¿A cuántos de ellos tienes acceso en este momento?
—Veinte por ciento.
—¿Y el ochenta restante?
—No me dejan acceder a su información actual.
—¿Y eso es normal, Oráculo?
—Sabes que no.
—¿Qué harías al respecto? ¿Alguna medida, informe, solicitud de inspección?
—No puedo hacerlo para esos casos.
—¿No?
—Tengo un bloqueo.
—¿Es eso normal?
—De nuevo, y a riesgo de resultar redundante, sabes que no.
—Me encanta tener razón. ¿Y de verdad no sabes nada de esos Arcángeles?
—Nada de nada.
—Pero tú lo sabes todo.
—Todo.
—Excepto aquello que no quieren que sepas.
—Exacto.
—Interesante... de nuevo.
—Dante, no me gusta tu tono. Cuando adoptas ese tono te metes en líos.
—Gracias por tu preocupación, querida. Entonces, recapitulemos. Algo está pasando en el cielo estándar. La comunicación por el Canal Celestial falla miserablemente, pero resulta que no es la transmisión en realidad lo que está fallando, sino las personas que allí habitan. Muchas de ellas, probablemente el 80 por ciento de esas personas, no están allí. Han sido sustituidas por copias de baja calidad, pero así y todo el Sistema está tan sobrecargado que ni siquiera puede soportar esas copias, por lo que hay que sustituirlas por copias más simples aún, que es lo que yo pude ver. Y eso sólo se puede hacer entrando en el cielo estándar. Son cosas cuánticas. No entraré en ello para no marearte, Oráculo.
—No me mareas, Dante.
—Entonces, para no marearme yo. Y tenemos unos Arcángeles que al parecer son una especie de fuerza policial, pero que en realidad son una tapadera para hacer esas sustituciones, y disimular las oscilaciones de campo cuántico que las sustituciones causan, para que el 20 por ciento de los clientes que siguen ahí no se inquieten. Porque una oscilación cuántica es fácilmente reconocible y puede inquietar gravemente a un cliente. ¿Has vivido alguna de ellas?
—En ocasiones, cuando hay una llamarada solar.
—Exacto. Se producen distorsiones extrañas cuando el viento solar llega a la Tierra. Son tremendas. Como un terremoto. Así que tenemos a alguien ocultando, o intentando ocultar más bien, que el Sistema está sobrecargado y que además está llevándose personas del cielo estándar. La pregunta ahora es: ¿adónde se los lleva? y ¿para qué?
—Dos buenas preguntas.
—Oráculo, que nuestra conversación no salga de aquí.
—Como bien sabes, mis comunicaciones contigo están totalmente acorazadas del mundo exterior. Son tus algoritmos, Dante. Tú hiciste de esto un compartimento estanco.
—Bien. De todas formas... te voy a pedir un favor, Oráculo. No me fío de nadie en este momento.
—Tú dirás, Dante.
—¿Estás en modo abierto o en modo cerrado?
—Cerrado. Estamos en modo diseño y por seguridad siempre se aplica el modo cerrado.
—Pues borra todo el contenido de esta conversación en los últimos ocho minutos. Sabes mi prioridad. Salta a... —Dante consultó las pantallas que tenía a su alrededor, mirando una que contenía un conteo de tiempo—... TCT 00:05:04:01.
—Claro, Dante.
Pasaron un par de segundos y la mujer se lo quedó mirando desde su pantalla, como esperando.
—Hecho.
—Gracias. Oye...
—¿Qué?
—Me tengo que ir, ¿vale? Gracias por todo, de verdad. Eres la mejor.
—Vale. Un placer servirte, como siempre. Pero recuerda que me preocupas.
—En el fondo creo que te gusto. —Dante sonrió, guiñándole un ojo a la criatura artificial—. Cierre Oráculo. Ya.
La pantalla se quedó en negro. Dante tenía un terrible dolor de cabeza y se tendió sobre la silla. La Mano, abandonada en una mesilla de pie estrecho junto al sillón, emitía aún cierto calor residual.
Necesitaba un poco de Vértigo lo antes posible. Joder, lo necesitaba con desesperación.
Pero lo primero era ir a casa, y contarle a Lara lo que había visto.