Lara estaba recostada en la cama-bot que la mantenía en una posición cómoda pero un poco extraña. Era así para que la herida no se abriera, pues habían tenido que hacer virguerías para reconstruirle el bazo, parte del intestino y la cavidad muscular abdominal posterior y anterior. Así que necesitaba unos días de reposo en aquella posición de costado para que todo quedara en su sitio y las delicadas microsuturas cicatrizaran.
Dante se acercó a ella y la besó en la frente. Lara abrió los ojos y lo miró. Sonrió débilmente.
—Hola, cariño —dijo con un hilo de voz.
—Hola preciosa —dijo Dante, esbozando una sonrisa sincera.
—Me llamaste cariño cuando me trajiste. Así que yo también te llamo cariño.
—Bueno, creo que es justo. ¿Qué tal te encuentras?
—Hecha una mierda, pero la sedación es muy agradable.
—Me alegro. Esas nuevas drogas son estupendas.
—¿Has dejado el Vértigo?
—¿Qué?
—Ya me has oído.
—Lara, no te preocupes por esas cosas ahora, tienes que recuperarte, preciosa, no te inquietes por mí, ¿vale? Tienes que ponerte bien. Pronto estarás por ahí dando la lata de nuevo.
—Eso espero, cariño.
—He venido a... a despedirme.
—¿Qué?
—Voy... voy a salir de viaje por un tiempo. Espero volver, pero no es seguro.
Lara se puso repentinamente tensa. Sus constantes, monitorizadas en una pantalla plana sobre la cama, se aceleraron violentamente.
—¿Qué quieres decir?
—He descubierto, creo, lo que les ha pasado a tus padres.
—¿Lo de los fallos en el Canal Celestial? Me dijiste que ellos ya no estaban allí.
—Eso es. Alguien está jugando con el Sistema, está trasladando las conciencias a alguna parte y está saturando su capacidad.
—¿Quieres decir... que queda alguna esperanza de que los encuentres?
—Creo que sí, aunque no quiero prometerte nada. Pero para eso tendré que visitar... ya sabes a quién.
—A Grey —respondió ella.
Lara se movió un poco y se sintió dolorida. En unos segundos la cama-bot se readaptó para que estuviera cómoda.
—Tu némesis. Aquel que no te quitas de la cabeza —añadió luego.
—¿Sabes lo que dicen? Que cuando piensas todo el día en una persona es que estás enamorado de ella —dijo Dante.
—Eso es lo que me pasa contigo.
—Y a mí con Grey.
—¿Estás enamorado de Grey? —susurró Lara desde la nube del calmante, intentando reírse.
—Lo odio. Pasa lo mismo cuando odias a alguien que cuando lo amas. No puedes apartarlo de tu pensamiento.
—Odiar es malo. Amar, no.
—Eres demasiado buena. O esa droga te hace así de buena. Pediré la receta a los médicos. La combinaré con el Vértigo, a ver lo que pasa.
Lara se echó a reír, y le dolió la herida.
—Chico malo —dijo encogiéndose por el pinchazo que sintió—. Siempre acabo sufriendo por tu culpa. Es una broma... —dijo.
—Voy a intentar encontrar a tus padres, Lara. Están en algún lado del Sistema. Los deben de haber movido. Estoy seguro.
—Dante, sabes que no se puede hacer eso en el Sistema con los clientes sin antes... ya sabes...
—Sí, sin antes matar a la persona por segunda vez. Un borrado destructivo.
—Es el traslado del yo. No hay vuelta de hoja.
—Lo sé, lo sé. Pero pueden haber encontrado alguna técnica que desconocemos, o los tienen en modo backup si ha habido algún problema en la grabación de la mente... En fin, no nos preocupemos antes de tiempo por algo que puede no haber ocurrido. Voy a buscarlos y espero traértelos de vuelta. ¿Vale, preciosa?
—Llámame cariño, por favor.
—¿Vale, cariño?
—Claro, amor —sonrió Lara.
—Eres una gran chica.
—Te esperaré.
Dante besó en los labios a Lara. En aquellos tiempos terribles ella no recibiría más visitas hasta que la dieran de alta. La crueldad de la vida en los años de Alpha hacía que la gente estuviera más sola que nunca. Pero Dante era un cabrón afortunado. Lara había estado a su lado en los peores momentos, y no había pedido nada a cambio. Bueno, sí, un poco de cariño. Y todo aquello lo había salvado de sí mismo. Ahora tenía que quitarse la espina clavada en mitad del corazón que no lo dejaba vivir, ni comer, ni ser libre.
Una espina llamada Caín Grey.
Y sabía que no regresaría.
Dante salió del hospital. Vio que un aero lo esperaba detenido en un slot. Un joven de aspecto fornido se acercó a él. No tendría más de dieciséis años. Tenía los dientes afilados, lo que revelaba que era un niño rata que había sobrevivido en las calles y había sido rescatado. Boss tenía fama de hacer aquellas cosas. Como todo niño rata no era especialmente inteligente, pero lo suficiente como para ser un conductor de aeros para Boss. Aquellos vehículos lo hacían casi todo automáticamente. El chico llevaba una placa colgando del cuello con el texto:
TAXI DANTE TEJERA
Dante se acercó al chaval. Éste se detuvo, tenso, observándolo. Recibió una comunicación por un auricular y se relajó. Seguramente le habían confirmado que la persona que se acercaba a él era quien estaba buscando.
—Supongo que comienza el viaje —dijo Dante.
—Me han dicho que lo lleve a un sitio, señor usted.
—Pues vamos a ese sito.
—Usted primero, señor usted.
El chico hizo una reverencia y le indicó el camino hacia el aero, cuya puerta se estaba abriendo en aquel momento. Era un modelo relativamente reciente, unos tres años, de una marca que había desaparecido a causa de las múltiples crisis, Wolkswagen. La empresa que había creado el automóvil del pueblo ideado por Hitler había llegado a fabricar modelos voladores autopilotados. Qué curioso es el mundo. Y ahora había desaparecido en un mundo en que hacían falta pocos coches, volaran o no, porque cada vez menos gente estaba allí para utilizarlos. El coche del pueblo ya no tenía pueblo que lo utilizara.
Dante entró en el aero, que lo recibió con un suave soniquete musical. Le recordó a Vangelis, un viejo compositor que usaba la electrónica para sus obras.
—Bienvenido a este aero. Relájese y déjese llevar por Wolkswagen. Das auto.
El chico entró en el asiento del piloto y todos los sistemas se activaron. El aero se elevó grácilmente hacia la capa de nubes. Su destino... incierto.