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—Bueno, sabes lo que te va a pasar, ¿no? Eres diseñador de Clase A. Supongo que os entrenan para esto.

—Nunca te preparan lo suficiente, supongo. Pero sí. Sé lo que pasará, al menos técnicamente. Dicen que es como un leve mareo durante unos instantes.

—Sí, como cuando tienes una leve bajada de tensión. O como desmayarse. Dura un instante.

—Siempre te inquieta un poco. No sabes si el que se va a despertar un instante después eres tú.

—Bueno, es el miedo que todos tenemos, que el yo se pierda en algún lado por el camino y el que se despierte sea otro y tú estés muerto, para siempre. Pero no. No es cuánticamente posible. Es de las pocas certezas del proceso. Eso no ocurre.

—Pero no puedo evitar que me inquiete —sonrió Dante.

—Lo sé.

—¿Qué harás con mi cuerpo?

—Ya viste lo que hacía Boss en la Tierra, ¿no?

—Sí.

Hrunt, el tipo amarillo, sonrió saboreando la inquietud de Dante.

—Es demasiado caro trasladar tus restos a la Tierra de vuelta. Aquí lo normal es incinerarlos.

Dante lanzó un suspiro de alivio.

—Bueno, me parece bien. Es lo que he pedido en mi última voluntad.

—Feliz coincidencia.

—¿Y si falla?

—¿El transfer? No puede pasar.

—Ocurre, lo sabemos todos. Y tú estás usando trastos de segunda mano. —Señaló a su alrededor, mostrando la pequeña habitación en la que se encontraban—. Algunos son prototipos.

—A mí no me ha pasado nunca.

—¿Cuántos transfers has hecho?

—Ciento y pico.

—No me consuela. En la Tierra los recolectores hacen miles al día. Y créeme, algunos fallan.

—Para eso están las copias de seguridad.

—Bueno, vale. Adelante. No perdamos más tiempo.